El dibujo satírico francés: dos siglos de irreverencia

Ene 10 • Conexiones, destacamos, principales • 10009 Views • No hay comentarios en El dibujo satírico francés: dos siglos de irreverencia

 

POR ABIDA VENTURA

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Aquella mañana fría del 21 de enero del 1793 en la que Luis XVI subió al patíbulo para enfrentarse con su destino, el rey de Francia se convirtió quizá en la primera persona en experimentar, en carne propia, que el lápiz puede ser un arma.

 

En 1774, al ascender al trono de lo que todavía era la monarquía más poderosa de Europa, Luis XVI gozaba del aura casi divina que su ancestro Luis XIV, el Rey Sol, había legado a su estirpe. Veinte años más tarde, en plena Revolución, tan poco quedaba de aquel prestigio que una mayoría de diputados se atrevió a mandar al monarca a la guillotina. En el proceso de desacralización que implicó este acontecimiento, los caricaturistas tuvieron un papel importante al representar, por ejemplo, al monarca en puerco y a su esposa María Antonieta en avestruz.

 

Al cultivar la tradición del dibujo satírico desde esa época, Francia fue ocupando un lugar crucial en la constitución del género y en la historia del humor gráfico.

 

Aunque tradicionalmente se ubica el origen de la sátira política y social en la Inglaterra del siglo XVIII con los grabados de Hogarth y Gillray, historiadores del tema consideran que fue en la Francia del siglo XIX donde se convirtió en un elemento periodístico, al aparecer en publicaciones diarias como La Caricature y Le Charivari.

 

Personaje central del dibujo satírico francés y ferviente republicano, Charles Philipon (1800-1862) fundó en 1830 La Caricature, revista mediante la cual se propuso luchar contra el poder del rey Luis Felipe. Fue allí donde Philipon publicó una de las representaciones más conocidas del último monarca francés: la cara del rey en forma de pera. Por este trabajo, la publicación enfrentó procesos judiciales y censuras por parte del poder.

 

A pesar de estas dificultades, Philipon fundó en 1832 Le Charivari, diario que se convirtió en una de las publicaciones satíricas más populares del periodo, y donde se juntaron tres de las más grandes plumas de la caricatura francesa: el propio Philipon, Honoré Daumier (1808-1879) y J. J. Grandville (1803-1847), quienes contribuyeron a crear las obras más significativas y críticas del gobierno de Luis Felipe. Hacia 1835, cuando el poder refuerza sus legislaciones para evitar la crítica, la publicación orientó su sátira hacía temas de la vida diaria francesa.

 

Así, en el siglo XIX, Francia destacó y estuvo a la vanguardia en edición de publicaciones periódicas que incluían dibujos satíricos. “Francia representa una de las vías de la tradición del dibujo satírico, una forma de expresión que ha cultivado sistemáticamente desde la Revolución francesa y aun previamente. Ya en el siglo XIX, no puede dejar de mencionarse el impacto que las caricaturas publicadas por Daumier y Philipon en la prensa tuvieron en la opinión pública. La conmoción causada por la metamorfosis de Luis Felipe (y el juicio contra el diario) es un antecedente, entre muchos otros, del poder de la imagen satírica”, apunta en entrevista Marcela Gené, profesora en historia de la comunicación visual de la Universidad de Buenos Aires.

 

Sobre la popularidad del género en ese siglo, el investigador de la Universidad de Bretaña Occidental (Brest, Francia) Jean-Claude Gardes, director del Equipo Interdisciplinario de Investigación sobre la Imagen Satírica (EIRIS, grupo que reúne a investigadores de diversos países interesados ​​en el género), comenta: “Es sobre todo en Reino Unido y en Francia donde la caricatura se desarrolló a principios del siglo XIX, y es probable que el espíritu de la Ilustración (y especialmente Voltaire), su insistencia en los valores de libertad individual y de tolerancia, contribuyeron al éxito cada vez mayor de ese género en Francia”.

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX, también se publicó La Lune (1865), que contaba entre sus colaboradores con el caricaturista André Gill, y que fue remplazado por L’Eclipse en 1868, luego de ser censurado y cerrado por publicar una caricatura del emperador Napoleón III. Otras revistas de esa época fueron Le Grelot (1870) y, a finales del siglo, Le Rire (1894).

 

Para entonces, la influencia de los humoristas franceses se había propagado por el mundo, incluso en México. Entre 1852 y 1853, circuló en el país El Telégrafo, publicación impulsada por Alfredo Bablot, de origen galo, quien, junto con el caricaturista H. Méndez, logró introducir en México el estilo de los dibujos satíricos que se publicaban en periódicos como La Caricature y Le Charivari.

 

El siglo XX

 

Siguiendo con la tradición, en 1901 nace L’Assiette au Beurre, donde diversos caricaturistas e ilustradores unieron sus talentos con destacados artistas plásticos como Gustave Doré, Toulouse-Lautrec o Juan Gris, el pintor cubista español. Esto demuestra que uno de los logros de la prensa francesa de la época fue elevar la producción gráfica a la altura del arte, una tradición que se mantiene hasta ahora, considera François Olislaeger, dibujante francobelga radicado en México, y quien ha colaborado con Charlie Hebdo. “Cabu cuidaba mucho la práctica del dibujo como arte”, dice.

 

El ambiente bélico de la Primera Guerra Mundial hace surgir Le Canard Enchaîné (1915), publicación dedicada, en ese entonces, a contrarrestar la propaganda de guerra, y que este año festejará su centenario. En 1915 surgen también La Baïonnette y Le Caproillot, otras revistas satíricas sobre el conflicto.

 

Después de esa época, comenta Gardes, el papel del caricaturista evolucionó y el aspecto artístico de su trabajo se vio más frecuentemente sometido a ciertas líneas políticas. Además, los caricaturistas ya no se limitaron a trabajar para publicaciones satíricas, sino que comenzaron a colaborar con la prensa clásica, tal como funciona hasta ahora.

 

Para 1960 nace Hara-Kiri, el antecesor de Charlie Hebdo, “una publicación absolutamente novedosa, provocadora al límite”. “Un producto de los años sesenta que pegó duro en la opinión pública, que apuntó a derribar tradiciones y a edificar nuevos consensos acerca del ejercicio crítico mediante la sátira más descarnada”, indica Gené.

 

Esta revista, añade Gardes, trastornó profundamente la escena satírica francesa. “Revista autoproclamada tonta y mala, que se distinguía por su libertad de tono, su empeño en burlarse de todo y de todos, lo cual le valió ser censurada desde su décimo número. Contribuyó mucho a renovar la sátira gráfica, al proponer nuevas formas de expresión del género como falsas publicidades, fotonovelas y parodias de todo tipo”.

 

Hara-Kiri fue definitivamente prohibido en 1970, y la primera versión de Charlie-Hebdo desaparece en 1981, para luego renacer en los años noventa y mantenerse, aún con dificultades, hasta hoy en día. “A pesar del apoyo masivo que Charlie Hebdo está recibiendo debido al ataque, no hay que perder de vista que este semanario tenía un tiraje reducido y enfrentaba muchos problemas financieros, antes del drama”, recalca Gardes. “De una manera general, se le da mucho menos importancia al dibujo satírico hoy en día que en otras épocas, pero vale la pena preguntarse si los hechos trágicos que acabamos de vivir no van a devolver protagonismo al dibujo satírico, en los meses y años venideros”.

 

*Fotografía: Dibujo satírico de André Gill / ESPECIAL.

 

 

 

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