El escenario desnudo

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La Generación Beat protagonizó la comunión de los excesos: el consumo de drogas y el libertinaje sexual fueron materia de autores como Jack Kerouac. En Los subterráneos recurre a los tonos del jazz para trazar a una pareja californiana en perpetuo conflicto

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
La escritura autobiográfica suele desnudar a sus personajes, reales o imaginarios, para sorpresa, empatía o escándalo del lector; mientras que los autores de estas obras apelan a la autenticidad y a los necesarios vínculos del arte con la vida, como ocurrió entre los autores de la Generación Beat, empeñados en subvertir el orden social mediante la literatura.

 

Integraron esta promoción literaria narradores y poetas estadounidenses de la década de los años 50, cuyo itinerario oscilaba entre las ciudades de Nueva York y San Francisco, espacios que les sirvieron de escenario para protagonizar un nuevo modo de ser, en el que el consumo de drogas y alcohol, más el libertinaje sexual, se convertían en un poderoso ariete contra el muro de las tradiciones.

 

Los autores más destacados fueron Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs, aunque el liderazgo del grupo correspondió al primero, pues se atribuye a Kerouac la acuñación del término “beat” para referirse a un conjunto de personas sin fortuna y que suelen vivir al margen del orden establecido, cuestión que será un antecedente de la contracultura y las comunidades hippies de los años 60.

 

Jack Kerouac (1922-1969) escribió, entre otras novelas, Los subterráneos (1958), obra que se ambienta en San Francisco, recoge muchas de sus andanzas por los bares de la ciudad y registra, de manera minuciosa, los detalles de la convivencia, animada por los excesos en el consumo de enervantes, alcohol y el ejercicio sexual comunitario.

 

En esta atmósfera, la trama de la novela presenta la historia de una relación amorosa entre Leo Percepied, un escritor en busca de notoriedad a imagen y semejanza de Jack Kerouac, y Mardou Fox, un ángel oscuro y sensual, cuyo padre fue un indio americano y su madre procedía de raza negra. Bajo estas coordenadas, los conflictos oscilan entre la duda, los celos, la reconciliación y el abandono.

 

A lo largo del texto queda clara la imposibilidad de la unión espiritual entre dos personas que proceden de mundos distantes, en principio, por su origen racial y luego por las visiones de mundo que no pueden reconciliarse sólo con la satisfacción de los deseos instintivos y carnales. Leo Percepied se ahoga en los ojos negros de Mardou ante la imposibilidad de sustraer un miligramo de su esencia.

 

Luego sigue un periplo de desencuentros. Los celos del narrador protagonista nos muestran a un individuo atormentado, dependiente de la figura materna, quien es, en realidad, la única mujer que ha amado Leo Percepied y, por consiguiente, Jack Kerouac. Los temores, inseguridades, cavilaciones y paranoias nos hacen recordar a Juan Pablo Castel, personaje de El túnel, de Ernesto Sábato.

 

 

En Los subterráneos, Jack Kerouac pone en operación su técnica narrativa, la cual recupera elementos de los estilos de William Faulkner, James Joyces y, sobre todo, de Thomas Wolfe. Después recurre a los tonos del jazz y los ritmos de la meditación budista para llegar a la prosa espontánea, que se caracteriza por un fraseo dinámico, sin pausas ni guiones, que tendría como propósito sumergirse “en los infinitos mares del pensamiento”.

 

Desde luego, la prosa de Jack Kerouac fluye por los renglones como si fueran ríos interminables de palabras, a los cuales los editores les pusieron diques para recuperar el sentido. La prosa espontánea también tiene su origen en la escritura automática de los surrealistas y ha sido un excelente disparador de la imaginación.

 

 

 

FOTO: Fotografía del 21 de octubre de 1969, aparece el autor Jack Kerouac, quien vivió en San Petersburgo, Florida, unos pocos años antes de morir. Crédito de imagen: Wilbur T. Pippin /AP

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