El espíritu de un oficio crítico: entrevista con Christopher Domínguez Michael

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Con motivo de la publicación de Maiakovski punk y otras figuras del siglo XXI, una suerte de bitácora de su ejercicio crítico en lo que va del siglo, el ensayista hace un balance de 40 años de trayectoria y evolución

 

POR YANET AGUILAR SOSA
Los críticos literarios y ensayistas suelen cumplir con una sabia tradición: detenerse cada cierto periodo para revisar el material acumulado y ver qué se puede rescatar y conformar libros donde recopilan sus textos publicados en revistas y suplementos. Para el crítico literario y columnista de Confabulario, Christopher Domínguez Michael, hacer ese ejercicio representa una labor “muy agradable”, pues además es darle una segunda oportunidad a esos textos. “Por supuesto, retrabajo los materiales, actualizo, limpio; desde luego, desecho muchísimas cosas. Digamos que los críticos literarios contamos con la ventaja de tener un primer borrador, por así decirlo, en la prensa literaria, y un segundo, en estos libros”, afirma el ensayista a propósito de su nuevo libro Maiakovski punk y otras figuras del siglo XXI (Taurus), que reúne los textos sobre autores y obras literarias de los primeros 22 años del siglo actual.

Del neogótico rockero que explora la narradora y feminista argentina Mariana Enriquez, a “la criminal iracundia” de Peter Handke; de la alegría y frivolidad de Fabián Casas a los reinos de Carrère; de la poesía que hay en los universos de Houellebecq o las profecías manifiestas de Philip Roth a los mundos de Sara Mesa, César Aira, Ximena Escalante, Ulises Carrión, Wendy Guerra, Juan Goytisolo y, por supuesto, Juan Bonilla; sin olvidar a titanes de la poesía como Gonzalo Rojas, Octavio Paz y David Huerta, o señores de la palabra como Jorge Luis Borges, e incluso creadores como Gabriel Orozco, Andy Warhol y Graciela Speranza, Christopher Domínguez Michael (Ciudad de México, 1962) deconstruye, construye y a veces destruye piezas literarias escritas en lo que va del siglo, pero sin que en ningún momento deje de hacer referencia a los pensadores, autores y críticos literarios que son pilares de la literatura universal de los últimos tres siglos.

Ha hecho un recorrido por los escritores y obras del siglo XIX y XX, ¿le faltaba centrarse en la literatura del siglo XXI?

Sí, desde luego. Procuro que mi trabajo sea una combinación entre el pasado y el presente, la tradición y la actualidad, y en este Maiakovski punk y otras figuras del siglo XXI me esmeré en que fueran libros del siglo XXI. Es decir, la inmensa mayoría, salvo alguna excepción, son libros publicados en estos 22 años. Eso no quiere decir que traten sobre este casi cuarto de siglo, pero para no estar reciclando y aunque hablen de escritores del siglo pasado, o del siglo XIX, me esmeré en que fueran cosas actuales, miradas actuales, miradas del siglo XXI y hay un capítulo final que se llama “Novedades antiguas”, donde sí examino cosas de actualidad.

¿Aun hablando del pasado siempre escribe desde el lector y el escritor actual?

Me considero una pieza en una cadena de críticos que se remonta muy atrás, creo que la función de la crítica es cuidar la propia tradición e irla encabalgando. Entonces, cuando yo abordo una obra nueva, vamos a suponer, la novela de Maiakovski de Juan Bonilla, que da título al libro, ¿qué hice yo? Desde luego leer la novela de Bonilla, y ver qué tenía eso de Maiakovski, y cómo la idea de Maiakovski en México y en el mundo hispanoamericano, que es mi área natural de trabajo, ha ido evolucionando o retrocediendo. Cada libro nuevo es un pretexto para ir hacia atrás y como casi no hay nada que es realmente nuevo, pues esto es mucho trabajo, pero un trabajo muy agradable de hacer.

Hay escritores, escritoras jóvenes, pienso en Mariana Enriquez, ¿hay una tradición en estos autores del siglo XXI de verse en los escritores pasados o priva más la idea de rompimiento?
Es imposible, por más futurista que un escritor se plantee a sí mismo, que no forme parte de la tradición. Mencionas a Mariana Enriquez, hay que revisar qué significa ser joven. Mariana Enriquez nació en el 73, once años después que yo, estamos hablando de autores no precisamente jóvenes, sino en la madurez. Ella es un buen ejemplo, porque ella es una narradora muy importante, quizá de las más interesantes del actual universo internacional porque ha sido traducida a todas las lenguas, y ¿qué hace ella? Pues retoma la tradición del cuento de terror, de la novela gótica, pero le da una lectura feminista, y lo hace muy bien. Ahí hay un ejemplo de alguien que retoma una tradición y la reinventa, por así llamarla.

Este fenómeno ocurre con frecuencia y es lo normal que ocurra en los escritores importantes. En alguna ocasión entrevisté a Mariana Enriquez y me dijo que ella se había educado en el gótico sureño, el del sur de los Estados Unidos: William Faulkner, Flannery O’Connor, Carson McCullers, etcétera. Entonces, creo que nada es totalmente nuevo, y la función de un crítico literario es estar poniendo el índice en cómo se renueva la tradición.

Usted es un crítico que escribe de todo lo que lee, le guste o no.

Hay críticos literarios que sólo hablan de lo que les gusta y les entusiasma, hay quienes sólo hablan de lo que no les gusta y no les entusiasma y hay críticos que tratamos de hablar de las dos cosas. Es evidente que siempre uno habla más de lo que le entusiasma, aunque lo que más recuerda el lector son aquellas veces en que uno discrepa o de plano fustiga a un autor. Puedo decir que 90% de todo lo que he escrito son textos entusiastas, pero sé muy bien que los que la gente recuerda son el otro 10%, empezando por los autores aludidos. Y es lógico, forma parte del oficio. Sostengo que la principal fuente del trabajo crítico es el entusiasmo, es la empatía, es el deseo de compartir aquellas lecturas que han sido gozosas, interesantes; lo otro es agridulce, es necesario, también uno deja de hacerlo como va envejeciendo, porque uno se da cuenta que hay ciertas batallas que ya no vale la pena librar o que le toca librar a los más jóvenes.

¿Pero los más jóvenes críticos quieren fustigar o sólo halagar?

Creo que los más jóvenes, y los hay, deben aplicar aquella cosa que decía el maestro de Borges, Rafael Cansinos Assens, de que “la academia se abre a palos”. Si los jóvenes críticos tienen miedo de sembrar enemistades pues que se dediquen a otras cosas. Hay muchas otras actividades menos rijosas.

Usted llegó a la crítica en la era de oro, ¿se considera un puente?, ¿ha forjado una escuela?

No, creo que no, es muy difícil forjar escuelas porque la crítica siempre es una actividad solitaria, en todas las literaturas hay pocos críticos. En literaturas con una mayor cultura crítica, por así decirlo, hay más, pero en otras como las que venimos del tronco hispanoamericano, hay menos. A mí me tocó nacer, aparecer como crítico literario a principios de los años 80 del siglo pasado, en la última etapa de lo que se llamó internacionalmente: edad de crítica. La edad de la crítica cubre la última mitad del siglo XX, y tuvo que ver con el momento más alto de la legitimidad del libro como transmisor de conocimiento, el libro tradicional, el libro impreso.

¿La crítica literaria ha cambiado en la era digital?

Las redes sociales se prestan mucho a la barbarie, a la ofensa, al insulto, al linchamiento, y muy frecuentemente, quienes las usan son personas que no se atreverían a repetir lo que están escribiendo ahí en la mesa de su casa. Las veo como un instrumento de los políticos, sobre todo para comunicar sus actividades rápidamente, y son muy pocos, aunque muy ilustres, los casos de verdaderos intelectuales que las usan creativamente. Entonces a mí no me quitan el sueño porque ya tengo 60 años.

¿Cómo se lleva la crítica con las redes sociales y cómo está el crítico frente a ellas?

El agotamiento de la edad de la crítica coincide con la turbulencia de las redes sociales, desde luego que las redes sociales, si por ellas se entiende un Twitter de 280 caracteres, o un like en Facebook, la crítica no tiene nada que ver con eso. La crítica se hace de ensayos largos y de libros gordos destinados a personas que tienen el tiempo de leerlos o de buenos lectores de suplementos literarios, que no quedan muchos, pero quedan. La crítica nunca tuvo nada que ver con las estrellitas que les ponían los periódicos a las películas; ponerle a la última película de González Iñárritu cuatro o cinco estrellas, eso no es hacer crítica, eso es una recomendación.

La crítica es cuando Fernanda Solórzano o Jorge Ayala Blanco, quien por cierto cumplió 60 años en la crítica cinematográfica, escriben un texto sobre esos cineastas o sus películas, eso es la crítica. Que si además uno u otro se pelean o pontifican o recomiendan en las redes sociales, ese es otro negocio, no tiene nada que ver con la crítica.

Hoy que hay tanta polarización y que desde el gobierno los críticos son vistos como opositores, ¿hace falta una crítica que no vea sólo negro o blanco?

Vivimos en una época de antagonismos furiosos debido a un fenómeno universal que es el populismo, lo hay en México, pero en Estados Unidos también, en Brasil, en Hungría, en Polonia, es un fenómeno universal, vamos a pasar por esta turbulencia y no sé a dónde vamos a llegar. ¿De qué manera esto se expresa en la crítica literaria? Hay maneras muy controvertidas en que se traslada el espíritu belicoso del populismo a temas culturales, de género, como lo dicen, literarios, etcétera, y bueno es el espíritu de nuestra época.

El espíritu de nuestra época es la descalificación, el linchamiento y una cosa que ya estaba en la ciencia política desde principios de siglo XXI cuando se pusieron muy de moda las teorías de Carl Schmitt, que era el abogado de Hitler y un jurista muy notable. No fue el primero que lo dijo, pero él tuvo la oportunidad de aplicarlo como parte de la maquinaria ideológica de los crímenes nazis, dijo: “La política es amigo-enemigo”. Bueno, este principio binario altamente destructivo, profundamente antidemocrático, totalmente antiliberal se trasladó al debate político y fue adoptado por cierto pensamiento de izquierda, el del amigo-enemigo, pues ese discurso binario, tremendamente destructivo se ha traslado a la cultura, y ¿qué debemos hacer los críticos?, rehuirlo.

¿El amigo-enemigo está en la literatura?

Por supuesto que en la literatura no aplica lo de amigo-enemigo, ni blanco y negro porque es el terreno de la riqueza y la subjetividad, pero sí está la tentación de que el medio es el mensaje, entonces sálganse de los medios. Nadie se muere sin tener Twitter, es una salvaguarda, es una tranquilidad. Y bueno, sigo pensando, quizá utópicamente, quizá senilmente, trabajo para gente que tiene algunas medias horas del día para leer en paz, ya sea en su celular, en el libro de papel o en la compu. Ese es el lector al que yo me dirijo. Sé que no está en su mejor época y que es relativamente menor. Sin embargo, como digo, es relativo, las cifras de venta de libros en el planeta son muy altas, qué lee la gente, esa es otra discusión.
Hay que ser muy prudentes al juzgar el presente porque uno tiende a creer que la época de uno monopoliza todas las desgracias, y no, no es cierto. Ha habido épocas mucho peores.

¿Privan los fanatismos? Su Maiakovski inicia con un texto sobre los fanatismos cuando habla de la destrucción de Palmira y el asesinato del arqueólogo que la su custodiaba.

Venimos de esa época, lo que pasa es que en la última parte de lo que los franceses llaman las décadas gloriosas, la última parte entre 1950 y 1970, cuando nacimos los llamados baby boomers, al menos occidente vivió una época larga, de paz, de crecimiento económico, de ampliación de las oportunidades educativas, de un avance brutal de la ciencia médica, entonces sí, la según parte del siglo XX en relación a la primera que fue tan terrible y tan sangrienta dio la impresión que la humanidad entraba, o por lo menos la parte privilegiada de la humanidad, entraba en una zona de progreso y bienestar, no es la primera vez que eso sucedía. Ese orden que parecía ya bendecido por la caída del Muro de Berlín, en 1989, se empezó a derrumbar por una serie de factores, el ataque del 11 de septiembre, la crisis económica de 2008, la guerra de Irak; luego la elección de Trump, el auge de los populismos, y ahora la Guerra de Rusia contra Ucrania, entonces nada de esto es nuevo, es la triste historia de la humanidad. Como decía Borges: “A Perengano le tocó nacer en una mala época, como a todos los hombres”. Entonces para empezar debemos quitarnos la inocencia de que esto es nuevo, no, esto no es nuevo. Esto es la repetición desgraciada de cosas que quisiéramos olvidadas, pero no se olvidan, entonces así como se repite la guerra pues se tiene que repetir la actividad humanística contra la guerra.

Ha cumplido cinco años como integrante de El Colegio Nacional, ¿cómo evalúa este momento?

El Colegio Nacional me ha dado dos cosas, sobre todo la posibilidad de entrar en contacto con personas maravillosas del mundo de la ciencia que me han iluminado, me han enseñado, me han instruido, y la posibilidad de ir más allá de la prensa, como mis artículos en EL UNIVERSAL o mis artículos en Letras Libres, a través de estas conferencias que por fortuna pueden ver y escuchar decenas de personas que me hacen sentir muy agradecido.

¿Y en lo personal, en lo intelectual, cómo está a sus 60 años?

Sí, estoy en varias cosas, estoy haciendo un libro sobre la historia de la crítica literaria centrado en la Francia del siglo XIX, que es un libro que llevó muchos años y que es una visión muy personal de cómo se originó mi propio oficio. También estoy, con cierta lentitud, porque es un trabajo laborioso, en un tercer libro para El Colegio Nacional. En 2020 y en 2022, El Colegio Nacional publicó mis ensayos reunidos desde que empecé en 82-83 hasta 2012, un tomo está dedicado a la literatura extranjera y otro a la mexicana; ahora estoy preparando un tercero, un libro que no existe, que será la recopilación de todos mis textos, o la mayoría de ellos, sobre específicamente la crítica literaria. Ya son muchos textos y muchos años de trabajo.

 

FOTO: Christopher Domínguez Michael trabaja en un nuevo libro sobre la crítica literaria en Francia. Crédito de foto: Germán Espinosa /ElUniversal

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