El futuro, una película lumpen

Jul 14 • Conexiones • 4702 Views • No hay comentarios en El futuro, una película lumpen

POR: JUAN IGNACIO RODRÍGUEZ MEDINA 

 

En junio se estrenó en Chile el tercer trabajo de la realizadora Alicia Scherson, basado en Una novelita lumpen. Es la historia de dos hermanos, en Roma, que quedan huérfanos. Y la de un actor alguna vez exitoso, ahora retirado y ciego. En esta entrevista, la directora cuenta cómo fue trabajar con la literatura: “Se me reveló la banalidad del cine”, dice.

 

”No hay futuro” -canta Johnny Rotten, vocalista de Sex Pistols, en “God save the Queen”-, “no hay futuro para ti… para mí”, insiste. “Cuando no hay futuro, ¿cómo puede haber pecado?”, se pregunta. “Somos las flores en el basurero, somos el veneno de tu máquina humana”, dice el ícono punk que hoy hace comerciales de mantequilla.

Aunque Rotten habla del sueño inglés, bien valen sus palabras para Bianca y Tomas (Manuela Martelli y Luigi Ciardo), los hermanos que protagonizan El futuro, la tercera película (luego de Play y Turistas) de la directora chilena Alicia Scherson, que se estrena este jueves en salas chilenas.

La historia la cuenta Bianca desde un futuro donde ya es madre y está casada: ella y Tomas son adolescentes, romanos, sus padres mueren en un accidente carretero, quedan solos, sin nadie más que el uno y el otro para seguir adelante. La pensión del padre no alcanza, faltan al colegio, ella comienza a trabajar en una peluquería, él en un gimnasio. Hasta que un día, estando Bianca en el departamento donde siguen viviendo tras el accidente, Tomas llega con dos amigos, dos patanes -un libio y un boloñés (Nicolás Vaporidis y Alessandro Giallocosta)-, que se instalan a vivir con ellos.

Los invitados tienen un plan para hacerse ricos –“lo que se llama un golpe maestro”, dicen, “uno que te puede cambiar la vida. Es importante Bianca, podría ser un giro para todos”-, a saber: robar la caja fuerte que, se supone, tiene un viejo y alguna vez exitoso actor (interpretado por Rutger Hauer), estrella del cine de los 60 y antiguo Míster Universo, ahora ciego, solo y encerrado en su mansión, conocido como Maciste, por sus roles representando al tradicional héroe del cine péplum, ese de aventuras heroicas -con anacronismos varios y mucho cartón-piedra- ambientadas en la antigüedad clásica.

El plan es simple: Bianca tendrá que prostituirse para entrar a la casa de Maciste, ganar su confianza, y descubrir dónde está el tesoro. Y, así, comienza la relación entre un viejo héroe y una huérfana adolescente.
La lucidez de Papelucho

La película de Scherson está basada en Una novelita lumpen (2002), de Roberto Bolaño. Una pequeña obra que el escritor chileno hizo por encargo de la editorial Mondadori, como parte de “Año 0”, un proyecto (lanzado el año 2000) en el que un grupo de escritores hispanoamericanos se trasladó a algunas capitales mundiales para novelarlas. A Bolaño le tocó Roma (ver recuadro), y el resultado fue la historia de Bianca, que ahora se convierte en la primera adaptación al cine de una obra del autor de Los detectives salvajes. “Nunca me había pasado leer un libro y decir ‘ohhh, esto es una película’, pero con este me pasó, me pasó fuertemente, de manera misteriosa, me obsesioné, y me conseguí los derechos”, dice Scherson.

-¿Qué te atrajo de la novela?

”Siento que fue la voz de Bianca, el tono. Hay un profe en la escuela (el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, donde hace clases), un filósofo, Sergio Rojas, que habla de la ‘lucidez de Papelucho’. Es una manera de contar las cosas que es totalmente de hechos concretos, nada sentimental, viendo demasiado, viendo todo, como lo hacen niños, que ven las cosas oscuras y las describen de una manera tan descarnada y tan sin filtro. Y yo siento que Bianca, que es una adolescente, tiene un poco eso y tiene una mezcla entre esa cosa de niña lúcida y esta voz que viene más del futuro, de la madre que viene de vuelta y a la que ya no le cuentan cuentos. Esa mezcla la encontré muy interesante para contar una experiencia traumática”.

-¿Qué dificultades tuviste para hacer la adaptación?

”Yo creo que lo más desafiante fue materializar la atmósfera que da Bolaño. En la novela hay una atmósfera pesada, de una Europa decadente. Está este espacio del trauma, este espacio psicológico extraño en el que quedan los hermanos, como flotando, sin tiempo, sin futuro, pero también sin presente y sin pasado. Ese lugar está dado en Bolaño con estrategias literarias muy sutiles, no es un escritor que te va a llenar de adjetivos, que te va a describir el pliegue de la cortina. El asunto es cómo materializas esa atmósfera en algo tan concreto como es el cine, que tiene que tener materialidad, luz, color, sonido. No hay espacio para la literatura ahí; el cine es pura concreción”.

-En esa atmósfera de la novela, la luz juega es importante.

”Claro, usamos un poquito la luz, pero siento que esa atmósfera rara está dada en la película por el sonido. La banda sonora es la gran materializadora de la atmósfera”.

 

“Bolaño es un descubrimiento”

 

Antes de que le llegara a sus manos Una novelita lumpen, Alicia Scherson había leído casi todo Bolaño. Después, ha seguido. “Me declaro súper lectora de Bolaño. A estas alturas del partido no es algo muy original”.

-¿Qué te gusta de su obra?

“Es súper difícil puntualizar una cosa. Bolaño es un descubrimiento para uno como lector. De hecho, hay una cosa bien ridícula, una especie de competencia entre los lectores, amigos, críticos, editores sobre quién fue el primero que vio venir esto. Hay algo tonto en eso, pero también hay algo que pasaba cuando uno leía Los detectives salvajes -que fue lo primero que leí-, y realmente tenías una sensación de estar abriendo una puerta a un mundo literario que no existía antes. Y eso es algo que pasa pocas veces en la vida de uno como lector. Pasa en la adolescencia, cuando uno está abriendo esas puertas, pero después de que ya has leído un montón de cosas, tomar un libro y decir ‘puta, este weón me está abriendo una puerta hacia un espacio desconocido’, es una experiencia bien única”.

-Al trabajar con una novela, ¿qué diferencia encontraste entre el cine y la literatura?

“Creo que desarrollé una admiración mayor, casi podría decir una envidia, hacia la literatura. Y el cine se me reveló en toda su concreción, incluso en su banalidad. Se me reveló la banalidad del cine. Es algo que uno siempre ha sabido -el cine es un arte popular desde su nacimiento-, pero vi muy claramente que la banalidad del cine tiene que ver con que todo tiene que ser concreto. Eso te convierte en un albañil: pongo una luz, una mesa y una cortina que solo es una cortina, esa cortina. En la literatura tú dices la palabra ‘cortina’ y esa palabra es un mundo, son miles de cortinas, es lo que para cada persona significa una cortina. El cine es un arte mucho más limitado, mil veces más limitado, inferior, en algún sentido. Eso me hizo repensar mi relación con el cine de una buena manera, fue una bajada a tierra, me hizo decir ‘no nos las demos, nosotros no tenemos ni una décima de esta cosa inmensa, abierta, infinita que tienen las palabras’. Pero ese también es el encanto del cine: cómo creas un mundo a partir de materiales tan simples, tan básicos. Parece una obviedad, pero de verdad que yo nunca lo había visto tan claro como cuando tuve que adaptar esta novela”.

 

La decadencia de Europa

 

Tanto en el libro como en la película, detrás de la pequeña historia que desata la muerte de los padres de Bianca y Tomas, se insinúa una realidad mayor: hay desempleo, grupos de jóvenes que gritan “fascismo o barbarie”… “Por aquellos días -dice Bianca- la situación económica había empeorado. En la tele decían que algo le pasaba a Europa o a Italia o a Roma. O a nuestro barrio. Lo cierto es que el dinero apenas alcanzaba para comer”.

“Hay una cosa un poco premonitoria en este libro”, dice Scherson. “Yo iba haciendo la adaptación y cuando llegamos a la época en que filmamos, que fue 2012, ya era muy contextual, muy presente”.

Sin embargo -a pesar de ese mundo y de ese espacio sin tiempo en el que habitan los personajes (y a pesar de Johnny Rotten)-, Alicia Scherson llamó a su película El futuro. ¿Optimismo? “Llamar ‘novelita’ a una película me complicaba. Claro, podría haberla llamado ‘una peliculita lumpen’, pero a los traductores de la novela el título les ha generado muchos problemas, porque el término ‘lumpen’ es una palabra del lenguaje marxista, que en los países de habla hispana también tiene una acepción súper coloquial, no así en otros lugares”, explica.

-Y por qué El futuro.

“La palabra ‘futuro’ se me apareció de manera bastante clara porque está muchas veces en la novela, hay descripciones del futuro. De hecho, hay una que está en la película… (Sobre la mesa de centro que Alicia Scherson tiene en su departamento está Una novelita lumpen -no es suya, es parte de la ‘utilería’ para las fotos de la entrevista-, ella la toma y busca la página donde uno de los amigos de Tomas le dice a Bianca que piense en el futuro). …Aquí está, ella dice: ‘Allí se equivocaba -y esto está en la voz en off de Bianca-. Siempre estaba pensando en el futuro. Pensaba tanto que el presente había llegado a ser parte del futuro, la parte más extraña. Visitar a Maciste era pensar en el futuro, sudar, meterme en habitaciones donde la oscuridad era total, era pensar en el futuro’. Ella está tan fuera de su presente, que solo está habitando este lugar que es una posibilidad de futuro, marcado por el accidente, que es este trauma del pasado que lo tiñe todo”.

 

Carolina López: “Roberto era un gran aficionado al cine”
Carolina López, viuda de Roberto Bolaño, vio la película El futuro en Barcelona, y también estuvo presente durante su exhibición en Turín, en el Salón del Libro de esa ciudad, al cual fue invitada por la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería (Dirac) como parte de la delegación de Chile. Ahora, desde Barcelona, se refiere a la película y a Una novelita lumpen, el libro de Bolaño en el cual se basó la directora Alicia Scherson.

-¿Cuánto tiempo le dedicó Bolaño a la escritura de Una novelita lumpen?

“Aproximadamente dos años de trabajo, teniendo en cuenta que Roberto trabajaba varios proyectos al mismo tiempo. En el archivo se encuentran diferentes relatos vinculados a la novela con otros títulos y otras ubicaciones, lo que indica que exploró otras posibilidades y enfoques, como hacía habitualmente. El contrato con la editorial lo firmó en mayo del 2000, tenía que entregarla en enero del 2001, y se publicó en noviembre de 2002, con aproximadamente un año de retraso”.

-¿Qué ajustes familiares tuvieron que hacer para que sacara adelante el proyecto?

“El único ajuste familiar que implicó la escritura de esta novela fue muy grato, puesto que en las Navidades del 2000 hicimos un viaje a Roma, Florencia y Venecia. Fue un viaje muy divertido, yo estaba embarazada de Alexandra, Roberto y Lautaro comían helados sin parar. Al mismo tiempo Roberto tomaba notas en su mapa, descubriendo la ciudad. Santiago Gamboa, escritor colombiano que en ese tiempo vivía en Roma, nos acompañó”.

-¿Qué valor le daba Bolaño a esta novela, la única escrita por encargo?

“Desconozco si el hecho de ser una obra escrita por encargo pudo afectar al valor que él daba a esta obra, yo creo que no. De lo que sí estoy segura es que trabajó muchísimo en ella, puesto que, como ya he mencionado antes, el archivo contiene diferentes versiones de la misma, lo que indica que abordó la escritura de esta novela como cualquier otra. Recuerdo que no entregó la novela en la fecha acordada y que esto le producía cierto malestar, pues ya la había cobrado y percibía que tenía una deuda“.

-¿Quedó contento con el resultado?

“Sin lugar a dudas, en caso contrario no la hubiera publicado“.

-Haciendo un poco de ficción, ¿qué habría dicho él de la película? ¿Crees que le habría gustado?

“Roberto era un gran aficionado al cine de todo tipo, aspecto que se refleja en su literatura, ‘Una novelita lumpen’ es una muestra de ello. Estoy segura de que le hubiera encantado que se hiciera una película inspirada en un libro suyo“.

-Y en tu caso, ¿reconociste a Bolaño en la narración cinematográfica?

“La película El futuro es muy fiel al relato, transmite muy bien la atmósfera del libro y recoge la simbología y enigmas que Roberto quería transmitir con la novela”.

FOTOGRAFÍA: Bolaño, escritor chileno/Archivo El Universal

 

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