Vanguardia mexicana

Jul 14 • Miradas, Visiones • 39034 Views • No hay comentarios en Vanguardia mexicana

POR: ANTONIO ESPINOZA

 

Durante mucho tiempo imperó la idea de que el arte posterior a la Revolución Mexicana fue solo el arte sustentado en la ideología político-social emanada del movimiento armado. Sin embargo, nuestro conocimiento del arte mexicano de la primera mitad del siglo XX ha ido cambiado paulatinamente. El que inició esta reinterpretación histórica fue Jorge Alberto Manrique, cuando acuñó el término contracorriente para referirse a los artistas que realizaron su obra al margen de los principios estético-ideológicos del muralismo y paralelamente a éste. Estos creadores (Julio Castellanos, María Izquierdo, Agustín Lazo, Carlos Mérida, Alfonso Michel, Carlos Orozco Romero, Manuel Rodríguez Lozano, Antonio Ruiz El Corzo y Rufino Tamayo, entre otros) guardaron una actitud independiente frente al arte político, estuvieron ligados -varios de ellos, no todos- al grupo de Los Contemporáneos y orientaron su nacionalismo por el camino de las vanguardias europeas.

 

Otro momento importante en esta reinterpretación fue la exposición: Siete Pintores. Otra cara de la Escuela Mexicana, abierta entre octubre y noviembre de 1984 en el Palacio de Bellas Artes, que incluyó obra de artistas que en aquella época eran prácticamente desconocidos: Emilio Baz Viaud, Cecil Crawford O’Gorman, Manuel González Serrano, Francisco Gutiérrez, Agustín Lazo, Alfonso Michel y Antonio Ruiz El Corzo. El título de aquella memorable exposición resulta interesante pues revela que el término Escuela Mexicana, aceptado de tiempo atrás en el lenguaje de la crítica y la historiografía, se utilizaba entonces para definir todo el arte de una época. Como escribió Teresa del Conde, curadora de la muestra, la Escuela Mexicana “agrupa modalidades contrastantes y aun opuestas de expresión” y tiende a englobar “toda la producción pictórica mexicana de las décadas de los veinte y treinta”.

 

Con otra importante exposición, Modernidad y modernización en el arte mexicano: 1920-1960, presentada en el Museo Nacional de Arte del 27 de noviembre de 1991 al 15 de febrero de 1992, continuó este proceso de reinterpretación. Producto de un seminario en el que participaron diversos especialistas, la muestra planteaba una relectura de la producción artística mexicana de 1920 a 1960, con el fin de mostrar que en ese periodo hubo una multiplicidad de corrientes y tendencias que en conjunto dieron forma a un movimiento más rico y complejo de lo que se creía. Quedó demostrado que en esos años hubo una gran variedad de opciones plásticas, fruto de las diversas búsquedas de lo moderno que llevaron a cabo nuestros artistas en forma paralela al proceso de modernización del país. Era innegable que en la primera mitad del siglo XX el arte mexicano se distinguió por su pluralidad y que no se podían establecer límites precisos entre la Escuela Mexicana y la contracorriente, por la riqueza de los lenguajes individuales de numerosos autores.

 

Uno de los asistentes al seminario que dio origen a Modernidad y modernización…fue el historiador del arte Luis-Martín Lozano, quien tiempo después organizó la magna exposición: Arte Moderno de México, 1900-1950, que se presentó en 2000 en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, después de haberse presentado en Canadá. Lozano, por su cuenta y riesgo, volvió sobre el asunto, reiteró algunos puntos, añadió otros, y decidió marcar nuevos límites al arte moderno mexicano; ya no cuarenta años (1920-1960) sino cincuenta (1900-1950) eran los que delimitaban la modernidad de nuestro arte.

 

Por razones prácticas, para delimitar claramente el periodo histórico que sería objeto de su investigación, Lozano inició su discurso curatorial con Saturnino Herrán. El problema es que, en este caso, semejante criterio resultó arbitrario y en nada ayudó a explicar un fenómeno tan complejo como es el arte moderno mexicano. Decir que la modernidad en nuestro arte se limita a la producción pictórica, escultórica, gráfica y fotográfica que se dio a lo largo de cincuenta años, resultaba difícil de entender. La muestra, sin embargo, tuvo el gran acierto de demostrar que la modernidad en nuestro arte no comenzó en la etapa posrevolucionaria sino que el proceso venía de antes, aunque Lozano se detuvo con el inicio del siglo.

 

 

Muestra afortunada

 

En la misma línea de las exposiciones anteriores se encuentra: Vanguardia en México (1915-1940), que se presenta actualmente en el Museo Nacional de Arte. Curada por Renato González Mello (UNAM) y Anthony Stanton (El Colegio de México), la muestra resulta por demás afortunada en su intención de revelar la producción vanguardista de la época en lo visual y lo literario. Se exhiben más de cien obras, entre pinturas, esculturas, grabados, fotografías y revistas; obras plásticas y literarias que se realizaron de manera paralela al arte oficial y hegemónico. Resultado de un seminario de investigación integrado por estudiantes del posgrado en Historia del Arte de la UNAM, esta exposición nos ofrece una nueva lectura de la historia del arte mexicano.

 

Son muchos los autores representados en la exposición, empezando por los Tres Grandes maestros del muralismo (Orozco, Rivera y Siqueiros). Tanto ellos como los demás gustaron de la experimentación formal y temática y realizaron piezas de gran valor. Obras plásticas del Dr. Atl, Manuel Álvarez Bravo, María Izquierdo, Agustín Jiménez, Frida Kahlo, Agustín Lazo, Carlos Mérida, Fermín Revueltas y Alfredo Zalce, entre otros, dialogan perfectamente con los manifiestos del movimiento estridentista. Llama la atención, por supuesto, la presencia de Nahui Olin, con obras que demuestran que no era tan mala pintora. Y brillan por su ausencia dos maestros: Alfonso Michel y Roberto Montenegro, quienes también se nutrieron de las vanguardias. Ignoro por qué no están representados.

 

FOTOGRAFÍA: David Alfaro Siqueiros “Retrato del sastre W. Kennedy” 1919/ Cortesía Museo Nacional de Arte.

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