“El gobierno revolucionario cubano te condena por revolucionario”, entrevista con el artista Hamlet Lavastida
Luego de tres meses preso por el “delito” de incitación a la rebelión, el artista cubano Hamlet Lavastida fue liberado a cambio de su exilio en Polonia. En entrevista, habla de la caducidad del discurso gráfico de la Revolución de 1959 y el embargo económico, que se refleja en un bloqueo ideológico y cultural
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
El discurso gráfico de la Revolución cubana es un producto caduco, elaborado para el consumo externo y en el que los habitantes de la isla no se reconocen. Una muestra de esto son las nuevas generaciones de artistas plásticos que desde hace años han buscado renovar el panorama visual de la gráfica cubana: Tania Bruguera, el colectivo Los carpinteros (Marco Castillo y Dagoberto Rodríguez) y Camila Lobón han buscado nuevas líneas plásticas en direcciones opuestas a los lugares comunes sobre Cuba.
Entre esta nueva ola de artistas está Hamlet Lavastida (La Habana, 1983), participante activo en los movimientos San Isidro (MSI) y #27N, que desde 2018 han agrupado a artistas, escritores e intelectuales de toda la isla en contra de la censura del gobierno castrista. En entrevista desde Polonia —país al que el gobierno de Miguel Díaz-Canel lo obligó a exiliarse luego de tres meses encarcelado en un centro de investigación policial por los delitos de “instigación a delinquir” e “incitación a la rebelión”— habla de su obra, marcada por la memoria histórica, el derecho de los cubanos a reconocer su pasado reciente y en la que expone las contradicciones del discurso castrista, el sinsentido que tiene para el grueso de la población de la isla.
¿Cuál ha sido la relación que tu obra ha tenido desde hace años con las demandas sociales?
Siempre ha hecho indagaciones en el conflicto de la memoria histórica en Cuba y la libertad de expresión. El Estado siempre ha manejado la historia a su convenciencia. Siempre he tratado de reflejar esa incoherencia. Muchas cosas que ocurrieron en los años 60 y 70 normalmente no están expuestas a la luz pública por la historiografía cubana. A partir de ahí he buscado, como artista plástico, indagar en el imaginario simbólico. Hay zonas que han sido postergadas en el debate público en Cuba. Ahí hubo campos de trabajo forzado en los años 60 a los que enviaron a los homosexuales. Y eso hoy no es objeto de estudio. He buscado un poco cubrir esos vacíos. Me empecé a dar cuenta que estaba haciendo una forma de activismo sobre la libertad de expresión, la memoria histórica y la reconstrucción de una arqueología de esos propios espacios en donde estuvieron recluidos. ¿Qué empecé a hacer? Muchísimos textos, imágenes, íconos que encontraba en revistas y que señalaban una especie de camino imaginativo, lo empecé a depositar en la calle. Empecé a hacer una especie de grafitis, que no eran tales sino recomposición de textos murales desde la cartelística de los primeros años del socialismo en Cuba, entre 1959 y 1989. Trabajé con el propio lenguaje que hacia afuera impuso la Revolución cubana para reivindicar sus valores políticos, pero lo hice dentro de los valores políticos que podían funcionar o fallar para la propia ciudadanía cubana, para hacer un diálogo interno. Lo más curioso de todo esto es que el gobierno censuró textos del Che Guevara o Fidel Castro. El gobierno cubano no entiende por qué ese discurso que daban hacia el exterior podía tener una propia referencialidad hacia adentro. Buscaba activar las nociones de memoria histórica, libertad de expresión, postergación, una reescritura sobre la realidad en la propia ciudad. La calle se convirtió en el libro de lectura de la memoria postergada. Por supuesto, eso creó una confrontación política muy fuerte porque estás poniendo textos revolucionarios en la calle. En Cuba el gobierno promueve la rebeldía, pero por otro lado proscribe la rebeldía en quienes deseen ejercerla. Es incoherente cómo un gobierno que se dice revolucionario te condena por revolucionario. El gobierno cubano no te permite jugar con los mismo estereotipos que nos ha impuesto.
¿Desde hace 60 años se ha estancado el discurso gráfico y político de la Revolución cubana?
Por supuesto. Ellos siguen teniendo una noción y una forma de ver el mundo muy de los años 50 y 60, en blanco y negro, monocromático. Hoy la población cubana está completamente alejada de ese discurso. A la ciudadanía cubana no le interesa esa iconografía, ni el imaginario o esa cultura que podemos llamar castrista. Es ineficaz en la vida real. Estamos en una transición de una sociedad analógica a una sociedad digital. El gobierno, la Revolución cubana y el comunismo en sí se edificaron sobre una sociedad analógica. Hoy Cuba tiene una ciudadanía a la que no le interesa lo analógico, sino lo digital. Ellos (el gobierno) no son capaces de darse cuenta de eso, lo están intentando de una manera muy lenta, brusca, chapucera, mal hecha, inacabada, rústica. Viven en una situación de aislamiento total. Cuba es un país ordenado por toda la estructura militar, que son el Ministerio del Interior y las fuerzas armadas. Ahí no hay un mínimo esfuerzo de democracia, un ejercicio repúblicano, un ejercicio de representación pública. En Cuba se pensó mucho tiempo que se podía hacer ese ejercicio, pero ha vuelto a las peores tradiciones de dictadores, de caudillos. Eso se ve en la sectoralización del Ministerio del Interior, con su policía política, su policía secreta. Hoy van directamente contra los artistas, contra las instituciones culturales. El Ministerio de Cultura no es un ministerio de los ciudadanos, es un ministerio del Partido Comunista, el mismo que incide sobre la policía política. Muchos cubanos están reclamando formas alternativas al socialismo, pero ellos (el gobierno) no son capaces de aceptar una disidencia dentro del socialismo, ni una renovación de ese espacio de justicia social que buscaba el socialismo. El sector intelectual tampoco está pidiendo un modelo neoliberal, ni de derecha, ni de centro. Hay muchos jóvenes, sobre todo intelectuales y artistas, que están pensando nuevas formas de entender el espacio cívico y la izquierda. Eso es negado también por estas estructuras del gobierno cubano y el Partido Comunista. Ellos (el gobierno) no se dan cuenta que son unos verdaderos quasi fascistas, implementando políticas de recortes espantosas, políticas neoliberales. Existe una estructura hegemónica por parte del Partido Comunista: monopolios culturales, políticos y empresariales. Es espantoso. Se replica lo peor del capitalismo ahí adentro. Eso es muy difícil de verlo. Hay que estar aquí adentro para poderlo explicar.
Como artista que trabaja la memoria histórica, ¿cómo analizas este discurso sobre el bloqueo económico?
El embargo es una cosa que afecta a la ciudadanía cubana. Afecta en el sentido de que pasa por las manos de los militares, por las manos del Partido Comunista. Lo que ocurre es que la ineficacia del bloqueo no ha funcionado para doblegarlos a ellos. Debe plantearse otra política de sanciones más efectivas porque esta política no ha doblegado al Partido Comunista. Al contrario, el gobierno se ha parapetado en esta trinchera. Le resulta muy conveniente. Todas las narrativas, historias que hay sobre el bloqueo, coinciden en que afecta. ¿Pero hasta qué punto afecta a la población cubana? Eso casi no tiene importancia adentro de Cuba. Hubo poco cambio cuando Obama fue a Cuba y rebajaron las sanciones. ¿Hasta qué punto esto afecta o no? Eso lo saben muy poco los cubanos. No hay una consciencia de eso. Se dice que beneficiaría en asuntos de medicina, de insumos, de créditos. Eso no se ve directamente en las manos de la ciudadanía. Eso sólo se ve en manos de los militares, quienes controlan toda la estructura económica y mercantil de Cuba. Personalmente es ineficaz el embargo. El gobierno cubano logró adaptarse pero los ciudadanos siguen sufriendo. Por otro lado, ellos (el gobierno) mantienen un bloqueo interno: bloquean las fuentes de información, el internet. Es muy cínico al emplear esta retórica cuando practican las mismas políticas de bloqueo a su ciudadanía. En Cuba esto se empezó a hablar desde la desintegración de la Unión Soviética. Antes no existía. El bloqueo empezó a estar en boca de la diplomacia de Cuba cuando se acabó el financiamiento soviético. El bloqueo existía desde 1962 y nunca se habló de eso dentro de Cuba. Es un capricho político que se manipula en favor de esa imagen exterior que quiere dar el gobierno cubano contra Estados Unidos. Me opongo a ese tipo de políticas extraterritoriales sobre Cuba. Lo que hay que ver es cómo el gobierno cubano usa eso como herramienta contra los derechos de los propios cubanos.
Hace poco más de un año nos enteramos del Movimiento San Isidro y el #27N. ¿Qué detonó este movimiento? ¿Cuáles son sus objetivos?
El Movimiento San Isidro surgió en 2018 como una forma de protesta textual, verbal, después de maneras performáticas en contra de un decreto de la administración del presidente Díaz-Canel, que es el decreto 349. Este decreto ponía una serie de contravenciones que hacían ilegales ciertas actividades artísticas en Cuba. Imponía el uso de un carnet de artista, que te identificara, la existencia de inspectores que revisan tu obra, tu estudio. Ahí surge el Movimiento San Isidro con un manifiesto que se hizo en este barrio obrero, humilde, que está cerca del puerto. Esto es parte de un debate que viene existiendo en Cuba desde los años 60, que es el debate sobre la censura y las libertades artísticas. ¿Qué ocurre? Siempre ha existido la censura, pero no decretada por ley, por ningún instrumento judicial, legal. Cuando surge el decreto 349 se le da una forma legalista. ¿Por qué? Porque cuando vivía Fidel Castro, con su carisma y reconocimiento, era una especie de figura semilegal. La palabra del comandante en jefe era acatada. Después que él desaparece, ya no existe esta funcionalidad y le tienen que dar una instrumentación burocrática a lo que se quiere prohibir. El Movimiento San Isidro agrupa a artistas e intelectuales con raperos, gente que tenía que ver con el barrio más humilde, la periferia de La Habana Vieja.
¿Qué significó “Patria y vida”?
A la gente le gustó mucho porque se opone a la idea de “Patria o muerte”. En esta canción participaron músicos de mucho prestigio dentro de la cultura popular cubana en géneros del reguetón, hip-hop, ritmos urbanos: Gente de Zona, Descemer Bueno, Yotuel, El Funky, y Maykel Osorbo, miembro del Movimiento San Isidro. Reivindicó el cansancio de la retórica del enfrentamiento que siempre busca poner el cuerpo. Hoy, los cubanos no buscamos la independencia de una potencia extranjera. Buscamos el libre ejercicio de la democracia y el civismo. No podemos hablar de muerte porque no hay una invasión. “Patria y vida” habla de ese deseo de paz en un país que no tiene guerra, que busca entablar un diálogo y evadir todo lo que nos ha impuesto un régimen dictatorial. Los gritos que se escucharon en las protestas del 11 de julio de este año lo dicen todo: “Libertad, patria, democracia y vida” y “Abajo la dictadura”. “Patria y vida” es el mensaje que se logró colar entre los manifestantes del 11 de julio.
¿Cómo fue tu experiencia en la cárcel? ¿Qué es lo último que supiste de tus compañeros Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara?
Tengo entendido, por otro prisionero, que Luis Manuel Otero Alcántara estaba en el centro de investigación en el que estuve. Me dijeron que estaba a unos metros de mi celda. Son cárceles de máxima seguridad en celdas de 3 metros por 2 en donde no ves nada más. A mí se me imputó el delito de “instigación a delinquir”; más adelante me investigaron por “incitación a la rebelión”. Dijeron que podían juzgarme como terrorista. Todo esto por una mensajería privada que tuve con amigos que vivían fuera de Cuba, estando yo fuea de Cuba. También por otros mensajes que nos enviamos dentro de acciones performáticas entre miembros del movimiento #27N. Nos venían siguiendo. Me veían como un teórico de la lucha no violenta, de la desobediencia civil. Insistían en mi participación con la inteligencia norteamericana, polaca, alemana y española, prácticamente en todos los países en donde he estado. Trataron de hacer un nexo. Buscaron que me culpabilizaran de cosas que no hice. La comunicación con los presos era normal. Pero el grado de tortura psicológica es muy fuerte, es despiadado por parte de los oficiales que te atienden en el piso de abajo. Yo me iba enterando de todo lo que ocurría por un televisor que estaba en el pasillo que sólo podía oír. Te vuelves una especie de ciego, porque sólo oyes lo que pasa en el pasillo. No estás solo en la prisión porque te ponen con otros prisioneros. La experiencia de estar en Villa Marista es algo bastante espantoso. Hay una especie de estrés de violencia psicológica por los interrogatorios. Te hablan mucho de cuestiones políticas cuando en realidad no quieren juzgarte por algo político. Esta experiencia da para escribir un libro. Ahí estuve 87 días después de estar secuestrado otros seis días en una casa que no sé en dónde estaba, con la cabeza baja, al más puro estilo pinochetista. Ahí me tuvieron esperando hasta mi salida a Polonia. Al aeropuerto me llevaron escoltado por un avión, una caravana de cinco carros, algo muy instrumentado. Usaron muchos recursos para dos personas.
FOTO: Vida profiláctica de Hamlet Lavastida se expuso en 2015 en la galería Dot Fiftyone, en Miami /Crédito: Cortesía Hamlet Lavastida
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