El holandés errante en el Palacio de Bellas Artes

Oct 5 • Miradas, Música • 4290 Views • Comentarios desactivados en El holandés errante en el Palacio de Bellas Artes

POR HUGO ROCA JOGLAR El primer latido de arte wagneriano, ese drama musical de flujo continuo estructurado en torno a temas melódicos (conocidos como leitmotif) relacionados con sensaciones, sentimientos, anhelos, premoniciones o destinos que varían y se repiten a lo largo de la obra, es El holandés errante (1843), cuarta ópera en el repertorio de Wagner (1813-1883), posterior a Rienzi (1842) y anterior a Tannhäuser (1845).

 

La historia parte de Las memorias del señor Schnabelewopski, cuento del poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856) que narra el sufrimiento de un capitán holandés condenado por el diablo a errar eternamente en el mar a bordo de un buque fantasma; su barco llega a tierra cada siete años y el marinero maldito tiene la posibilidad de redimirse si encuentra a una mujer dispuesta a amarlo fielmente.

 

Wagner dice en sus memorias que leyó este relato a los 26 años (1838). Entonces era director de la Ópera de Riga y (fiel a una costumbre que lo acompañó el resto de su vida) se rodeó de lujos que no podía pagar; la policía letona ordenó arrestarlo por deudas y para evitar la prisión escapó hacia Rusia con su primera esposa, la actriz Minna Planer, a la medianoche, arrastrándose por la nieve, con el peligro latente de que la policía fronteriza les disparara. De Rusia fueron a Dinamarca y ahí se embarcaron hacia Londres en el navío inglés “Tathis”; a las pocas horas de haber zarpado, los sorprendió un violento temporal y casi naufragan en las aguas del Báltico.

 

Poco tiempo después (en 1840), instalado en Meudon, a las afueras de París, Wagner escribió su propia versión literaria de El holandés errante bajo el influjo romántico de su propia experiencia aterradora en el océano y le puso música durante el verano de 1841.

 

La ópera de Wagner comienza cuando el Holandés (barítono) desembarca en un pueblo de marinos noruegos y conoce al capitán Daland (bajo), a quien ofrece oro a cambio de hospedaje. La hija de Daland, Senta (soprano), está comprometida con Erik (tenor), un cazador pobre; sin embargo, desde que era niña Senta sueña con la leyenda del marinero maldito arrojado a las tinieblas del océano, así que cuando ve al Holandés reconoce al protagonista de sus fantasías y le promete amor eterno. Daland  avala el casamiento; poco antes de la boda, Erik le ruega a Senta que no lo deje;  ésta lo rechaza pero el Holandés ve desde lejos la escena, la interpreta como infidelidad, desprecia a su amada y se embarca. Senta se avienta al mar desde un acantilado; su muerte redime al holandés y la pareja es libre de amarse más allá de la muerte.

 

La Ópera de Bellas Artes estrenó el jueves 3 de octubre El holandés errante  en el Palacio de Bellas Artes. Esta nueva producción, con trazo escénico de Arturo Gama y dirigida musicalmente por Niksa Bareza al frente de la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes, tendrá tres funciones más en el DF (hoy domingo a las 17:00 horas, y los martes 8 y 15 a las 20:00 horas) y dos en el entorno del Festival Cervantino (10 y 12 a las 21:00 horas en el Teatro Juárez de Guanajuato). Hay dos elencos que rotan; uno extranjero (Bastiaan Everink como el Holandés, Lee Bisset como Senta, Gary Jankowski como Daland y John Charles Pierce como Erik) y otro básicamente mexicano (con Genaro Sulvarán, Mónica Chávez, Guillermo Ruiz y Michael Hendrick, respectivamente).

 

En la gala inaugural, a cargo del elenco extranjero, Bareza presentó diáfanamente desde la obertura  los dos temas principales de la partitura: el del Holandés, rabioso y desgarrador (a cargo de fagotes y trombones), y el de Senta (conocido también como de “la redención del amor”), puro y claro, triste y lejano (tocado por el corno inglés y el oboe).

 

El discurso de la orquesta priorizó estas células melódicas y matizó sus recorridos a lo largo del drama bajo sus diferentes variaciones de tal forma que cuando  los temas se enfrentaron (en el dueto del segundo acto en que Senta ve al Holandés y le promete amarlo por siempre), todos los contrastes que hasta entonces sólo habían sido insinuados (un mundo real y otro fantasmagórico; la azarosa vida en el mar y la vida inmutable en la tierra; la libertad y la condena; las ambiciones vulgares y las aspiraciones de eternidad, y lo común y la locura), surgieron exaltados, plenos de significados.

 

Toda la ópera se concentra en este dueto y Everink y Bisset lo interpretaron de manera extraordinaria. Él (antiguo soldado) de voz grande y resistente, ella de canto cuya expresión osciló permanentemente entre la demencia y la ternura. Ambos lograron transmitir la esencia del arte wagneriano: esa balada de tenebrosa e implacable poesía donde los amantes (como Tristán e Isolda o Sigfrido y Brunilda) entienden que su amor acontece en el no-ser  y adquiere dimensiones cósmicas, por eso resulta necesaria la aniquilación del individuo para que el orden primordial regrese al universo.

 

Resuelta ésta, la parte más difícil, lo demás fluyó sin obstáculos; El Daland de Jankowski opuso a este amor místico sus preocupaciones mundanas y el Erik de Pierce (su única mácula fue perder la afinación en su último dueto) quiso retener inútilmente a su novia  con adoración inocente y temerosa; el coro conmovió durante el enfrentamiento de himnos al principio del tercer acto, el de los marinos noruegos de vitalidad dionisiaca y el eco susurrante y maldito de los espectros del buque fantasma.

 

Fue una de las de las noches de ópera de más alta calidad artística que ha tenido México en lo que va del siglo y al final de la historia, cuando Senda se ahoga por amor, resultó inevitable recordar  que cuando Wagner murió (el 13 de febrero de 1883 de un infarto al corazón), Cósima, su segunda esposa (quien siempre le había pedido que su amor buscara la vida, que estuviera apartado de sus épicos dramas de muerte y tragedia), abrazó el cadáver durante más de 24 horas, como si estuvieran jugando al Holandés y Senda y buscaran alcanzar más allá de la muerte un amor dramático, puro y absoluto.

 

Las funciones de “El holandés errante” se llevarán a cabo en el Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México, hoy 6 de octubre a las 17:00 horas y martes 8 y 15 a las 20:00 horas, así como en el Teatro Juárez, en Guanajuato, Guanajuato, el jueves 10 y el sábado 12 de octubre a las 21:00 horas, en el marco del Festival Internacional Cervantino.

 

*Fotografía: La obra será protagonizada por el barítono mexicano Genaro Sulvarán (en la imágen), el barítono holandés Bastiaan Everink, la soprano mexicana Mónica Chávez y la soprano escocesa Lee Bisset./Cortesía INBA

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