El primer concierto del año
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La virtualidad ha permitido conocer algunos aspectos de los conciertos, antes imposibles de percibir en la vieja normalidad
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Arrancó el año musical sin mayor introducción, o mejor dicho como si no hubiésemos tenido vacaciones. Inmersos como estamos en una vacación eterna a medias. Como todo lo que nos espera en los siguientes meses, el inicio fue virtual, pero como en los anteriores, nos ha permitido a los públicos atender conciertos que, por la distancia, antes sería imposible. Sigo viendo el vaso medio lleno y aproveché para que mi primer concierto del 2021 fuera uno con el espléndido Cuarteto José White, desde Aguascalientes.
Al White lo conozco prácticamente desde que nació, así que como melómano guardo hacia ellos un cariño especial. Desde que la conozco, he procurado también profunda admiración hacia su primer violín, Silvia Santa María, intensa y comprometida siempre al hacer música de cámara. Como estudiante, más de una vez la busqué para que me asesorara en el repertorio de trío con violín y ahora, como reseñista, festejo que, aunque la actividad camerística que se lleva a cabo en los estados resuene poco en la Ciudad de México, sea su grupo el que ha consolidado una de las trayectorias más sólidas, reconocidas y estables en ese campo de la música de cámara, tan laborioso en nuestro país.
El sábado 16 de enero, el cuarteto que forma con la violinista Cecilia García, el violista Sergio Carrillo y el violonchelista Orlando Espinoza, ofreció en sus plataformas un breve programa con dos obras muy recientes con temáticas de raíz enteramente mexicana: Voladores de Papantla, de Juan Pablo Contreras (1987), y Temblores, de Christopher Lowry (1988).
Voladores… es una pieza de 2017 que estrenó en 2018 el Cuarteto Latinoamericano en Bellas Artes, pero que ganó el año anterior el concurso de composición que anualmente organiza, precisamente, el cuarteto White. Como otras obras de Contreras, puede inferirse que hay en ella esta conjugación que ha hecho tan propia -y con la que ya es muy reconocido y querido- en su lenguaje de sofisticación cosmopolita con ritmos, temáticas, sabores, propios de la cultura popular mexicana. Es una pieza igual de extrovertida y original que otros títulos suyos, pero a diferencia de anteriores, y, creo que por primera vez, he encontrado una influencia más revueltiana y raveliana en ella; quizá sea que ésta es su primer acercamiento a la forma, y, dado el refinado manejo de las voces, espero el primero de muchos.
Hago paréntesis para mencionar que la relación artística que mantiene este compositor con Los Angeles Chamber Orchestra como compositor en residencia, lo ha mantenido muy ocupado estos meses de encierro; se pueden buscar algunas de sus actividades conjuntas a través de las plataformas de ese ensamble. Y recordar que, a finales del 2020, otra de sus piezas más populares, la nominada al Grammy Latino Mariachitlán, recibió el estreno de su versión para dos pianistas. Éste se encuentra en uno de los últimos recitales que para el INBA ofrecieron los pianistas Erik Cortés y Carlos Salmerón, dentro del Foro de Música Nueva que en 2020 se pudo realizar virtualmente. Hábil orquestador con los colores como es, sigo prefiriendo la versión original, pero Cortés y Salmerón no quedan a deber en su enjundia dinámica.
Los temblores, que aparece con subtitulo de “Primer cuarteto de cuerdas”, op. 29 de Lowry, es también pieza ganadora del Concurso Nuestra América, del White, cuarteto que desde 2019 la ha incluido en su repertorio; pero fue escrito mientras el compositor tocaba en 2017 como violista invitado del cuarteto Carlos Chávez, en cuya memoria del chelista Alain Durbeq, fundador de éste, está dedicado. Comparte elementos también musicales con Voladores de Papantla y las encontré complementos idóneos: igualmente en forma rapsódica, vibrante y enérgica, ésta también respira, rítmica y contrapuntísticamente, desde la influencia de Revueltas, aunque juega más con el desarrollo armónico.
Anecdóticamente, no se trata de músicas abstractas, pues, aunque sus títulos puedan parecer pretextos, quien conozca un poco sobre el ritual de Papantla o haga memoria y relacione el título del segundo con la fecha en que fue escrita (Ciudad de México, septiembre, 2017), podrá ir rememorando la narrativa de ambas experiencias tan locales, ahora vestidas de sonoridades universales.
Stamitz
No dan una en las oficinas de comunicación de la Secretaría de Cultura. Hoy mientras escribo, se habla de un nuevo escándalo de tropiezos entre quienes manejan sus redes sociales, al publicitar el cumpleaños del escritor Gabriel Zaid con una foto de Tomás Segovia. No fue el primero del año. Ahí mismo en el INBAL, iniciaron su año musical compartiendo un video con el Dúo de violas, no. 4 de Carl Stamitz, mal escrito en el título, en la descripción y en las cortinillas. Es que no dan, no han dado, una.
El video, afortunadamente, tiene lo suyo: el dúo de violas, así raro como suena el concepto, tiene repertorio muy bello, y no sólo del periodo clásico; pienso, por ejemplo, en el compositor inglés Frank Bridge. Y ciertamente es raro escucharlo, como lo es ser tocado por dos buenos ejecutantes que le hagan justicia. Con todo y yerro, bien por las violistas Felisa Hernández y Milana Soboleva, principal y co-principal de la Filarmónica de la Ciudad de México, al brindar a este compositor, uno de los genios poco conocidos de la escuela de Mannheim.
FOTO: Carlos Adriel Salmerón y Eric Cortés Alcántara/ Especial
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