El Santo, entre la realidad y el mito
POR ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI
Álvaro A. Fernández se considera un evangelizador de El Santo. Su admiración por este luchador y su interés académico en el tema de los mitos lo llevaron a hacer su tesis de maestría sobre este ídolo popular. En 2004 su tesis se publicó como libro con el título Santo, el enmascarado de plata. Mito y realidad de un héroe mexicano moderno (El Colegio de Michoacán y Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) y en 2012 se lanzó la segunda edición (Editorial Universitaria, Red Universidad de Guadalajara y El Colegio de Michoacán).
Fernández es doctor en Ciencias Humanas por El Colegio de Michoacán, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I, y profesor investigador de la Universidad de Guadalajara. En entrevista, habla sobre la construcción del mito de El Santo, a propósito del 30 aniversario luctuoso de este héroe del ring, fallecido el 5 de febrero de 1984.
—¿Cuándo y cómo se inicia la construcción del mito de El Santo?
—De alguna forma empieza desde que subió al ring como enmascarado en los años cuarenta. Tenía una fuerte presencia porque, entre muchas otras cosas, se llamaba El Santo, aunque era rudo, y más de una vez hizo oraciones en la esquina del ring, lo cual molestaba y gustaba al publico a la vez. Además era un buen luchador; tenía mucho carisma, sobre todo. Se convirtió en ídolo de multitudes en la lucha libre, pero es hasta 1952, cuando sale la historieta, que empezó a surgir el mito, el relato mitológico.
—¿Qué factores contribuyen a la construcción del mito?
—Uno es el manejo de símbolos muy importantes para la cultura mexicana: se llamaba El Santo, no el demonio, y era El Enmascarado de Plata. La plata simboliza virtud, en el imaginario popular mata a los vampiros, a los lobos, a los monstruos; es un metal de pureza. Pero realmente El Santo se constituye como un héroe trimediático, o como mitología de los medios masivos de comunicación, porque se desplaza de un medio a otro: lucha libre, historieta y cine, tres medios muy importantes que van a tejer experiencias en el público. Además, como todo mito tiene un pie en la mentira y un pie en la verdad: El Santo realmente existía, era un héroe real, ficticio en sus hazañas, pero de carne y hueso al que se podía tocar y ver. Esa relación y esa ruptura entre la realidad y la fantasía le dan la peculiaridad que otros héroes no tienen.
—¿En qué contexto sociocultural se da la construcción de este mito?
—En los años cuarenta, cincuenta, hay muchos cambios en México, que empieza a proyectarse como un país moderno. La mitología de El Santo viene a renovar la mitología anterior, la del nacionalismo cultural, la del indígena, la del charro. Es un héroe que recurre a símbolos de la tradición judeocristiana pero también a símbolos de la modernidad: echa mano de la tecnología. Santo llegó a cubrir la carencia de íconos en un momento de transformación importante en México.
—¿Qué tanto contribuyeron esas referencias religiosas para su conversión en ídolo?
—El Santo manejó símbolos que tienen mucho que ver con la ideología católica: el sacrificio, yo me sacrifico para que todos ustedes estén bien, la lucha en contra del pecado… También echa mano de la iconografía católica, sobre todo guadalupana. En el primer número de la historieta, en la contraportada, está hincado rezándole a la Virgen de Guadalupe. También en algunas películas, sobre todo en las que más hablan sobre el origen del mito, que explican de dónde salió El Santo, acuden a la imagen de la Virgen de Guadalupe. En El hacha diabólica él se encuentra un mapa o pistas detrás de una imagen de la virgen de Guadalupe. Aunque el mito no va a ser muy congruente. En la primera etapa, en los años sesenta, en algunas películas, es un héroe incorruptible; en otras, en los años setenta, ya empieza a tener relaciones con chicas. Pero cuando se está construyendo el mito está entre si liga o no liga; hay momentos en que aparece alguna deidad, una chica escultural y él sale huyendo o se mantiene estoico, otro habría sucumbido.
—¿De dónde salió El Santo?
—El relato mitológico, el origen de El Santo se indaga desde la historieta: el padre es herido por criminales a los que frustró sus planes y, moribundo, hereda a su hijo la máscara, y éste promete continuar con la obra de su padre, además de vengarlo. En el cine, es en el Santo contra el rey del crimen, aunque también en otras películas, donde se da cuenta de su origen. En ésta se aborda también la tradición de la máscara plateada y de la responsabilidad que conlleva usarla en el momento en que el niño Roberto entra a su moderna mansión y su padre le explica que él es El Santo.
—¿Qué representa la máscara plateada?
—Ése es el terreno más escabroso. Se han escrito libros al respecto que no llegan a una explicación; yo no la tengo, podría estar especulando, diciendo que todos somos El Santo, puesto que es un hombre sin rostro y en ese sentido puede cobrar la identidad de cualquiera… La máscara no solamente oculta, también representa. Hay miles de máscaras en las tradiciones indígenas, de otros pueblos, pero ésta es de una tradición enmascarada que tiene que ver con los luchadores.
—El Santo es un objeto de consumo, un ícono de la cultura popular al que el hijo le ha dado uso económico…
—El Santo se convierte en un mito moderno de los medios masivos de comunicación y como tal es un hijo de la industria cultural. Estamos hablando de una industria, de la lógica de la producción y el consumo, en este caso no solamente de uso y de valor económico, sino también de producción y consumo simbólico. Si el hijo no hubiera registrado al Santo como marca lo hubieran hecho los chinos. Lo que yo me preguntaría es cómo una imagen simbólica que le pertenece a todo un pueblo, a una cultura, puede ser objeto de demandas y juicios legales por derechos, dinero, etcétera, es como ponerse a pelear por la Virgen de Guadalupe.
—¿Por qué las películas de El Santo, mal producidas, mal actuadas, eran tan taquilleras? ¿Qué es lo que iba a ver la gente? ¿Qué buscaba?
—No voy a hablar de la educación del espectador ni muchos menos, sino de un contrato simbólico que hacía el espectador: decir “bueno yo voy a ir al cine a hacer como que me creo lo que está pasando y si se le rompe el traje al monstruo de la laguna verde me voy a reír, pero voy a hacer como que si realmente fuera un monstruo de la laguna verde”. En ese sentido son más lúdicas, un ejercicio de la imaginación porque no están entregando todos los efectos especiales íntegros, se juega con lo que se ve en la pantalla. No es un espectador tan pasivo como se cree, de hecho ha sido de los momentos más activos que ha tenido el cine. De pronto el publico gritaba “atrás, atrás”, los niños se emocionaban, le avisaban al Santo cuando el monstruo llegaba por atrás o le aplaudían cuando ganaba tanto en la lucha libre como con los monstruos. Había un ritual participativo, un ritual lúdico. Y no estoy hablando de un público fácil, más bien de un público al que le gusta otro tipo de experiencia cinematográfica.
—¿A quiénes les gusta El Santo? ¿Sólo a las clases populares? ¿A los escritores, académicos, intelectuales, que no les gusta la lucha libre pero que la exaltan sólo porque es un gusto del pueblo?
—La lucha libre se puso de moda a principios del 2000, hubo un boom otra vez pero ya con una mirada retro, nostálgica. Clases medias o medias altas o altas la vieron como algo exótico de nuestra cultura. Por supuesto que están los fieles seguidores y los que van por experimentar con algo lúdico y rozarse con un publico de distintas capas sociales, pero también están los académicos, los investigadores, que la reconocen como un fenómenos sociocultural. Sí se ha abierto un panorama estos últimos porque es una materia prima muy interesante, que da muchísimo.
—¿El Santo sigue vigente?
—Si un mito se reinventa, nunca muere, y si algo ha tenido esta figura heroica es su capacidad de reinvención. Continua vigente, no digo más vigente que nunca, pero continua vigente desde otra perspectiva.
—¿Después de El Santo han surgido nuevos héroes mexicanos?
—Han surgido otros héroes, podemos pensar en Hugo Sánchez, un futbolista, en los héroes del deporte o de la lucha libre, pero ninguno ha tenido la proyección del Santo. Estamos viviendo una crisis de íconos que tengan un sentido de identidad para nosotros, por eso tenemos que forzar la mirada al pasado.
*Fotografía: Santo, un ídolo del ring que luego se convirtió en mito de los medios masivos de comunicación/Imagen del libro Quiero ver sangre, varios autores, UNAM, 2013.
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