El viaje de ida y vuelta del Monumento 9, clave en los rituales de Chalcatzingo

May 27 • destacamos, Reflexiones • 724 Views • No hay comentarios en El viaje de ida y vuelta del Monumento 9, clave en los rituales de Chalcatzingo

 

La escultura fue sustraída ilegalmente de México; acabó en Estados Unidos y un proceso legal logró su repatriación. Pero aún está pendiente un montaje adecuado en su sitio de origen

 

POR OMAR ESPINOSA SEVERINO
Fue algún día desconocido de la década de 1960 cuando el Monumento 9 fue extraído ilegalmente de su lugar de origen, la comunidad de Chalcatzingo en el estado de Morelos, para formar parte de una colección privada en Estados Unidos. La escultura de 1.8 metros tuvo un viaje equivalente a las metáforas de su propio significado simbólico: un eterno retorno que se cumplió satisfactoriamente. El 19 de mayo de 2023 fue devuelta a México, después de años de gestión y negociaciones para su regreso.

 

Son pocos, pero hay testimonios que podrían trazar la ruta de salida de esta pieza arqueológica: testigos mencionan que la escultura se encontraba en fragmentos, desbaratada en la cima de uno de los edificios principales de la zona arqueológica. En algún momento, sus 900 kilogramos de peso habrían sido movilizados mediante un camión y sacados de México por vías desconocidas, quizá su condición fragmentaria haya ayudado a transportarla en partes. Durante una década permaneció fuera del ojo público hasta que en 1970 fue presentada temporalmente, ya restaurada, en una exposición en el Metropolitan Museum of Art en Nueva York y posteriormente en 1987 en el Munson-William Proctor Arts Institute en la ciudad de Utica, Nueva York.

 

A pesar de mantenerse en manos privadas hasta hace unos días, el Monumento 9 ha sido tema de estudio y discusión desde que se hizo pública por los simbolismos que presenta. Se conocía únicamente un dibujo y un par de fotografías y aun así fue nombrado en libros esenciales para la arqueología mexicana, desde la recopilación iconográfica de Peter David Joralemon hasta el Monte Sagrado-Templo Mayor de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján. La escultura es en realidad la representación de un paisaje vivo, un animal fantástico con signos que han sido comparados con otras culturas del México Antiguo en diferentes momentos históricos y considerados como primordiales para el entendimiento de las religiones y rituales prehispánicos.

 

Las fauces de la criatura son un portal que nos lleva a otro plano del cosmos donde resaltan las esencias naturales relacionadas con la tierra, la vegetación, el fuego, el agua y los paisajes donde se encuentran conjuntas. Se trata de un rostro complejo, después de la boca sobresalen los ojos con al menos cuatro símbolos más: las pupilas son cruces asociadas a la tierra, sus párpados tienen cejas flamígeras, un signo ígneo; al centro de los ojos aparece un elemento circular que asemeja un rostro o un cartucho glífico, además de dos gotas de lluvia encima de los ojos. Para rematar, los laterales de la boca tienen cuatro motivos vegetales, recurrentemente identificados como bromelias, una planta local que crece en las laderas del cerro de origen de la escultura.

 

El sitio arqueológico de donde se originan estos motivos no es menos impresionante o simbólico. Chalcatzingo fue uno de los primeros centros urbanos en el Centro de México con arquitectura pública y una secuencia de relieves que exponen temas políticos y religiosos agrupados a esculturas monolíticas en bajorrelieve y otro como elementos manufacturados en las paredes de los cerros. Aunque se le asocia directamente con la cultura olmeca, los estudios más importantes del sitio realizados por el arqueólogo estadounidense David Grove, en conjunto con arqueólogos mexicanos como Raúl Arana y Jorge Angulo, desde la década de 1970, determinan que se trata de un asentamiento de un grupo social local de los valles de Morelos que tuvieron contacto intenso con otros grupos culturales, desarrollando una tradición cultural mixta, pero con predominancia de la Cuenca de México.

 

Todos los elementos en el rostro de la criatura fantástica evocan a su condición local, el sitio arqueológico se encuentra en una cuenca conformada por dos cerros, que fueron la cantera de los más de 40 relieves rocosas utilizados en el apogeo del antiguo centro urbano hacia el 700 a. C., siendo este sitio uno de los mayores exponentes de la escultura monumental en su momento, sólo compitiendo con el sitio olmeca de La Venta en Tabasco.

 

El viaje de ida y retorno del Monumento 9 está cargado del viaje simbólico del eterno retorno, en un primer paso por su conformación original: la pieza pudo ser utilizada como elemento clave para los rituales en Chalcatzingo. Como lo mencionó el historiador de las religiones Mircea Eliade se escenificaban pasajes míticos para reforzar las ideas fundacionales de las religiones antiguas. En el caso de esta escultura, es altamente probable que se tratase de un monumento público relacionado con una plataforma en la plaza principal, la cual guarda un vínculo con las otras esculturas en el sitio y que, juntas, mantienen una simbología similar al relato mitológico o cosmogónico y su asociación directa con el espectacular paisaje de los valles de Morelos.

 

Sin embargo, es importante hacer una acotación. Lo anterior es una propuesta teórica basada en el contexto general de otras piezas arqueológicas del mismo sitio, pero es vital entender que mucha de la información asociada a esta pieza de reciente repatriación nunca podrá ser recuperada debido a la naturaleza furtiva de su robo. Como muestra de la información perdida está su localización y posición exacta más allá de los testimonios de la época anterior a su extracción, además de todos los datos arqueológicos como el tipo de contexto y materiales asociados para intentar complementar la información que se pensó sólo con base en la observación de las imágenes disponibles. Todo ello son problemáticas no visibles del tráfico de herencias culturales, la manera en que fue sacada del país, las intervenciones realizadas sobre la pieza e intentar armar un rompecabezas con elementos faltantes.

 

Los reportes preliminares indican que se transportó dividido y que fue reensamblado en el extranjero, lo que indica una intricada cadena de agentes en el mercado negro de piezas arqueológicas que les permite a los interesados extraer, transportar, dar tratamiento y hacer valuaciones irregulares e ilegales. Esa condición es el segundo paso de su mito del eterno retorno, pues es un caso ejemplar favorable en la política de diplomacia cultural mexicana. Durante décadas el retorno de esta pieza arqueológica se pensó imposible; esta noticia es inesperada pero placentera y esperanzadora porque este mismo flujo de trabajo puede aplicarse a otros objetos que conforman el conjunto de herencias culturales fuera del país. La Secretaría de Relaciones Exteriores armó adecuadamente una carpeta de investigación sólida para interponer una denuncia y comenzar a trabajar conjuntamente con la fiscalía de Nueva York y llegar a un buen puerto.

 

Sin embargo, el viaje del Monumento 9 de Chalcatzingo no ha terminado. Su llegada a México atrae atención sobre una zona arqueológica que había sido conocida desde la arqueología académica con un turismo casual, contando con deficiencias de infraestructura de servicios y de atención al público. El bajo perfil de los vestigios de Chalcatzingo se puede ver con claridad en el Museo Nacional de Antropología, donde existe una réplica del Monumento 9 en el patio de la Sala del Preclásico en el Altiplano Central sin ningún tipo de información que explique de qué se trata y por qué está ahí, una desatención que podría ser solventada con la euforia de la repatriación de la pieza auténtica.

 

Queda el reto de exponer la pieza con un montaje adecuado en su sitio de origen más allá del resguardo y exhibición temporal en el Museo de las Culturas de Morelos en Cuernavaca, porque vale la pena y es una oportunidad de generar más viajes inesperados, simbólicos, con sus idas y venidas. La historia de vida del Monumento 9 de Chalcatzingo es digna de ser contada y seguramente tendrá nuevos detalles que serán develados en el futuro próximo.

 

 

FOTO: El Monumento 9, también conocido como “El portal del inframundo”, es una escultura de más de 2 mil 500 años. Crédito de imagen: Tony Rivera /El Universal

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