“Elisa y amigos”: danza de oropel

Jul 15 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 4142 Views • No hay comentarios en “Elisa y amigos”: danza de oropel

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El derroche de producción en esta gala organizada por la bailarina texcocana resultó más un espejismo que una propuesta dancística con cualidades creativas

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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El espectáculo Elisa y amigos, presentado en el Palacio de Bellas Artes, es una muestra de la tendencia a banalizar la compleja cualidad creativa del arte de la danza, una disciplina que puede y debe ocuparse de cosas esenciales para la comprensión del mundo y de la condición humana.

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La gala de ballet es una fórmula que explota las capacidades atléticas de los bailarines, obtenidas en años de entrenamiento; pero en un país como el nuestro, en donde los recursos para el arte se recortan cada vez más, este tipo de espectáculos, realizados con el apoyo de las instituciones culturales, resultan, por decir lo menos, innecesarios, toda vez que no ofrecen aportaciones artísticas importantes.

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El entretenimiento Elisa y amigos no difiere en mucho de otras galas. Sólo por recordar una, citaremos la de Los gigantes de la danza, con la gran diferencia de que esta última era realizada como una iniciativa privada y empresarial (de Ocesa), la cual no negaba su objetivo: hacer negocio con la destreza física de algunos buenos bailarines, a quienes reunía en un espectáculo de cualidades acrobáticas.

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Sin embargo en un país apetente de líderes ejemplares, figuras como Elisa Carrillo se colocan en la mira del público masivo; así como de un tipo de espectador snob, que aplaude todo aquello que le parece deslumbrante.

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En este caso se celebra, en primera instancia, a la mexicana que ha triunfado en el extranjero, sin importar que no sea dentro del Stuttgart Ballet (en donde fue cuerpo de baile y llegó a ser solista en 2007, año en el que se integró al Staatsballett de Berlín, para ser nombrada Prima Ballerina en el 2011), el American Ballet Theater, el Ballet Boshoi, el Royal Ballet o la Nederlands Dans Theater, por mencionar algunas de las más importantes compañías del mundo.

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Determinante es también el apoyo del Estado, para otorgar, sin cuestionamiento de por medio, la categoría de gloria nacional a la bailarina. Hay personas que dan por hecho la calidad artística de la intérprete, aunque nunca la hayan visto en escena, ya no digamos en la compañía que la acoge en Alemania, ni siquiera en las breves apariciones que ha hecho en las galas de ballet Elisa y amigos o en aquella polémica puesta en escena de La Esmeralda, que la Compañía Nacional de Danza del INBA montó para ella en el 2012, presentada en los 40 años del Festival Internacional Cervantino y en el Palacio de Bellas Artes.

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Elisa Carrillo se vuelve entonces un espejismo, un producto que se cocinó en Europa, en donde se degustan las interpretaciones que hace para el Staatsballett de Berlín. A México llega con su espectáculo, que es otra forma de intercambiar oro por vidrio. Se le recibe con bombos y platillos, por así convenir políticamente y, ella, a cambio de las aportaciones que el Estado hace a su Asociación Civil (la cual se supone apoya a nuevos talentos mexicanos de la danza, de los cuales aún no conocemos alguno), pone su figura al servicio de funcionarios y gobernantes, haciendo pública su filiación política.

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Elisa y amigos es una retacería de ballets del repertorio tradicional, que no se pueden someter a un análisis estético, porque son extractos que se aíslan de la obra total. Mientras que las piezas contemporáneas dejan un mal sabor de boca, por ser también productos hechos para satisfacer las demandas del mercado de la danza predominante y no necesariamente responden a criterios artísticos.

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En el espectáculo de la mexicana abundaron los pas de deux, unos mejor interpretados que otros, sobre todo por la fuerte competencia entre los bailarines. Los duetos —con la excepción del compuesto por Rafaelle Queiroz y Zhi Le Xu—, se caracterizaron por la distancia energética y emocional de las parejas, con lo que imposibilitó el diálogo creativo y la intimidad que suponen los ensambles de esta naturaleza.

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El resto de la función fue un muestrario de técnica, que tampoco llegó a ser perfecta, pues atestiguamos varios tropiezos e, incluso, la caída de uno de los bailarines. El programa incluyó algunos fragmentos de ballets como: Onegin, El cascanueces, El corsario, La hija del faraón, Espartaco, Don Quijote, entre otras piezas, así como La danza del venado y sones de Michoacán, estos dos números con el Ballet Folklórico de Amalia Hernández (homenaje a la maestra fallecida, en el centenario de su nacimiento).

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Elisa Carrillo apareció con su gran empeine, piernas y cuello largos, producto de un entrenamiento técnico riguroso, que la convirtió en una bailarina de cualidades físicas excepcionales. Sin embargo, al menos en esta ocasión, deslució en escena y se perdió en la espesura de su propia gloria, en interpretaciones desangeladas.

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Dejamos al final la obra El sofá, de Itzik Galili (Tel Aviv, 1961), una pieza contemporánea que recurre a la figura caricaturesca del homosexual, que funciona perfectamente con una audiencia acostumbrada a la burla cotidiana a partir de ese cliché; por lo demás, resultó ser una coreografía que se vanagloria en la misoginia.

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Así transcurrió una edición más de Elisa y amigos, espectáculo que nos permite decir que los mejores años —es decir, la época gloriosa que vive toda primera bailarina— han pasado ya para la célebre intérprete texcocana.

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FOTO:  Elisa y amigos. Gala internacional de estrellas del ballet 2017, con los bailarines Evgenia Obraztsova, Semyon Chudin, Elisa Carrillo, Mikhail Kaniskin, Ashley Bouder, Joseph Gatti, Ekaterina Kukhar, Alexander Stoianov, Fausto (intérprete de “La danza del venado”), María Shirinkina, Vladimir Shklarov, Rafaelle Queiroz, Zhi Le Xu, Michael Banzhaf, y el Ballet Folklórico de México, se presentó en el Palacio de Bellas Artes, el 13 de julio./Paulo García

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