Ensayo sobre la maternidad: entrevista con Jazmina Barrera por su libro “Línea nigra”

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En Línea nigra, la también novelista reflexiona sobre las etapas de gestación, nacimiento y lactancia de su hijo, procesos en los que se acompañó de voces literarias y de su memoria visual para crear a su vez una significación particular de esta experiencia pocas veces explorada desde el encuentro entre lo racional y lo corporal

 

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ 
“La maternidad es deseada o es una tortura”, dice la ensayista Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988), quien a lo largo de Línea nigra (Almadía, 2020) va tejiendo una red de reflexiones y viñetas que a su vez le dan forma a una bitácora sobre el embarazo, parto y primeros meses de su hijo. Reconoce el carácter fragmentario de esta obra, una característica frecuente en los libros escritos por quienes viven esta etapa, marcada por las exigencias que implica la crianza de un recién nacido.

 

En esta conversación va reconociendo su propio concepto de la maternidad, algo que construyó y que comparte desde su experiencia literaria, pero también visual, faceta en la que se reconoce heredera de su madre pintora y de quien ha aprendido esta relación con las disciplinas plásticas. A la par de estos saberes en los que se hacen presentes la literatura gótica, la banda sonora compartida con su esposo, el escritor Alejandro Zambra, para el momento del parto y la convivencia con modelos de familia no tradicionales, Jazmina Barrera distingue un aspecto que es una de las líneas reflexivas por las que se conduce Línea nigra: la conciencia de la maternidad desde lo racional y su encuentro “inquietante, extraño, maravilloso y al mismo tiempo terrible” con lo corporal.

 

Veo que hubo una asimilación de estas etapas de gestación, parto y maternidad desde diferentes experiencias de la memoria literaria y visual. ¿Hubo una especie de arropo de las voces de otras mujeres y desde sus propias disciplinas?

 

Cuando me embaracé tenía muy pocas amigas con hijos, o ya los tenían grandes. Mi madre ya no recordaba muchas cosas. Sentí la necesidad de compartir la experiencia con otras personas que hubieran pasado por esa experiencia. Entonces recurrí a la literatura y a las artes visuales, un lenguaje que ha estado muy presente en mi vida desde niña —mi madre es pintora y mi padre es museógrafo—. Entonces encontré en esas voces y representaciones esa posibilidad de compañía, de discusión, identificación, de contraste que estaba buscando. En ese momento me costaba trabajo encontrar esos referentes en literatura que hablaran de maternidad, sobre todo en español. Estaban ahí, por supuesto, pero no tan al alcancé. Por eso decidí compartir ese pequeño archivo que creé para el libro. Tuve la necesidad de compartir mi experiencia y hallazgos con otra persona —madre o no, mujer o no— que pudiera estar interesada.

 

“La maternidad fue para ella, al menos en parte, un cuento de terror”, escribes después de su lectura de Mary Shelley. ¿Cuáles son los alcances que puede tener esta frase?

 

Llegué a esa conclusión a partir de leer a Mary Shelley y la biografía hermosa que tiene Muriel Spark. Para mí ese proceso de embarazo, parto y lactancia, que es un proceso brutal de transformación del cuerpo, encontré en la literatura gótica —de Shelley y varias otras que aparecen en el libro— un lenguaje muy potente para describir lo que me estaba pasando. La literatura gótica es la literatura de lo extraño, de lo inquietante, de lo siniestro, de lo unheimlich —palabra que utilizaba Freud para describir a la vez lo familiar y lo no familiar—. Eso sentía yo, que el cuerpo que me pertenecía, que era tan familiar, de pronto se salía de mi control, de mi comprensión; que empezaba a convertirse en un texto, en un lenguaje para alguien más; que tomaba decisiones por su cuenta. Esa sensación era inquietante, extraña, maravillosa, y al mismo tiempo para mí terrible. Se describía muy bien con las historias de vampiros, de dobles, criaturas monstruosas, como Frankenstein, de la literatura gótica.

 

Me parece muy significativo lo que expresan otras autoras presentes en Línea nigra: que fue durante el embarazo cuando estuvieron convencidas de que el aborto es un derecho.

 

Es algo que yo había entendido siempre desde lo racional. Para mí era evidente que las mujeres tienen derecho a decidir sobre la autonomía de sus cuerpos. Pero cuando me embaracé empecé a entenderlo desde el cuerpo, desde mi experiencia corporal. El embarazo para mí no fue fácil, fue una experiencia incómoda, por momentos dolorosa, de mucha vulnerabilidad, de mucho miedo. Era así para mí que lo había decidido y tenía muchas ganas de hacerlo. No podía imaginarme lo que sería para alguien que no lo deseara que estuviera en circunstancias poco favorables para pasar algo así. La única palabra que se me ocurría para describirla es tortura. La maternidad es deseada o es una tortura.

 

Hay un redescubrimiento físico, emocional, y una identificación con el útero en el sentido físico pero también en su significado. Es interesante la comparación que leemos en estas páginas entre el útero con el espacio en el que se encuentra un astronauta: al mismo tiempo un espacio interior y exterior.

 

Es algo que me sigue maravillando y que sigo descubriendo. No recuerdo en dónde lo leí o lo escuché sobre cómo funciona la placenta, que es este órgano que se crea en el útero específicamente para albergar otra vida y cuando una mujer se embaraza se conecta al torrente sanguíneo de la madre para llevarle nutrientes al feto. Su primera tarea, antes de eso es ocultarle el feto al cuerpo de la madre para que no lo expulse, porque el feto es un cuerpo extraño. Esa función de succionar sangre del cuerpo de la madre puede llegar a ser peligrosa cuando el útero está succionando demasiada sangre y eso le causa a la mujer una presión arterial alta que puede ser muy peligrosa. Todo eso para mí es fascinante. El cuerpo es un conjunto de mecanismos que apenas estamos empezando a entender. Todavía no sabemos muchísimas cosas, y en particular del cuerpo de las mujeres que en comparación de los cuerpos de los hombres, han sido menos estudiados.

 

En otros pasajes que este mismo descubrimiento va vinculado con el terror pero también un descubrimiento de ternura, dos sentimientos mutuamente contradictorios.
Es asombroso para mí porque es insólito. Nos habla de una inteligencia del cuerpo, de la evolución. Sí es contradictoria en el sentido de que también pasa por equivocaciones, dificultades y obstáculos que hay que resolver. No siempre se resuelven del todo bien, pero es asombroso por eso para mí porque nos remite a esa historia de evolución. Hubo un momento de la evolución en que algún ser decidió no gestar a sus hijos fuera de su cuerpo y sucedió ese proceso en el que se diera así. Eso para mí es muy sorprendente, algo que supera a la inteligencia humana.

 

La siguiente pregunta podría parecer una perogrullada, pero es necesaria: ¿qué se espera de una pareja en estos momentos de la maternidad?

 

Se esperan distintas cosas y circunstancias. Hoy en día la definición de familia se ha extendido de manera sorprendente. Tengo amigas que criaron con dos hombres a sus hijes, tengo amigas que están en un matrimonio no binario, que puede ser la persona no binaria quien geste con el óvulo de ella, y ella amamante. Son muchas posibilidades que no existían hace décadas y hoy son una realidad. Eso representa distintas cosas en distintas circunstancias. Es difícil plantear expectativas universales porque en cada familia se toman distintas decisiones económicas con respecto a quién va a llevar a cabo los cuidados, de qué manera. Lo que yo esperaría de una pareja en estos momentos es esa idea de corresponsabilidad, la idea de que esas decisiones se tomen en conjunto. Que no sea necesariamente la madre quien deja de trabajar para cuidar a este nuevo ser, que nada de eso se dé por sentado, que se decida con libertad.

 

Me resulta imposible no relacionar Línea nigra con Punto de cruz.

 

La presencia visual y literaria de creadoras que fueron una compañía, una especie de red de apoyo durante esa etapa de vida y durante la escritura de este libro.
Para mí fue importante ubicar mi experiencia personal y subjetiva de la maternidad en una red, un conjunto de testimonios, de ideas que dieran cuanta de la diversidad de la maternidad. No es una, no es única. La maternidad está atravesada por la cultura, el carácter, la familia, la economía. Son muchísimas cosas que hacen de cada experiencia de maternidad una experiencia única. Esa red era compañía. Incluso en los momentos en que la maternidad era algo muy distinto a lo que había experimentado. Fue un alivio que estuvieran ahí.

 

Para hablar un poco de cómo se cocinó Línea nigra: ¿cómo fue el proceso de escritura durante la maternidad? ¿Cómo conciliar la fuerza para los cuidados con la creación literaria?

 

Por un lado me siento muy afortunada en que la escritura sea mi oficio porque es muy flexible. Decidí que ésta se adaptara a mi circunstancia en ese momento de mi vida. Escribía en el celular mientras amamantaba, en los trayectos al baño, mientras mi hijo dormía, en pequeños momentos que tenía. Muchos libros de maternidad son fragmentarios por eso. Por otro lado pude escribir ese libro porque tenía una red de apoyo, de cuidados, que me lo permitió. Pude escribir ese libro porque dejaba a mi hijo unos minutos, entre que amamantaba y no, a mi esposo, a mi madre, a mi tía, a Guadalupe, quien ha cuidado a Silvestre en varios momentos de su vida. La red es fundamental.

 

¿Por qué fue “Leaozinho”, de Caetano Veloso, la canción con la que Silvestre llegó al mundo?

 

Fue casualidad. Estaba en el playlist. Es una canción que nos gusta mucho a los dos. Habla de un niño y de la alegría de verlo jugar en la playa. Era una playlist muy diversa y muy larga. Fue una casualidad que naciera en ese momento.

 

FOTO: Jazmina Barrera ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el género de ensayo/ Germán Espinosa/ EL UNIVERSAL

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