Una revisión al amor romántico: entrevista con la escritora Aura García-Junco

Ene 8 • Conexiones, destacamos, principales • 6901 Views • No hay comentarios en Una revisión al amor romántico: entrevista con la escritora Aura García-Junco

 

El día que aprendí que no sé amar es un libro que va más allá de la crítica a la monogamia: se trata de un análisis literario y filosófico de las estructuras que sostienen no sólo nuestras relaciones románticas, sino la manera en que nos concebimos dentro de una sociedad binaria

 

POR SOFÍA LÓPEZ MARAVILLA 
Que lance la primera piedra aquel que ni remotamente haya sufrido alguna vez de mal de amores; aquel que no haya llorado por la fatalidad que pesa sobre su corazón amante; aquel que no haya jurado cruzar cualquier infierno por una Beatriz inalcanzable —que el psicoanálisis nos ha develado como poco menos que un obscuro objeto del deseo—.

 

Toda esta aparente mística amorosa se resquebraja cuando comenzamos a ser conscientes del largo aprendizaje con el cual hemos recibido nuestra educación sentimental, y pensando en ello es que la escritora Aura García-Junco (México, 1988) realizó su libro ensayístico El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral, 2021), que no sólo hace una crítica muy pertinente al amor romántico, sino a los múltiples ejes de nuestra vida que se ven impactados precisamente por haber sido adiestradas con manufactura de cuentos de hadas.

 

En entrevista, García Junto habla sobre nueva obra, que se abre paso en este mundo desde el lenguaje no binario, hecho bastante contundente si tomamos en cuenta que García-Junco es egresada de Letras Clásicas, lo que además “agrava” al principal “afectado” de este antimanual del amor: Ovidio y su Arte de amar, del cual la autora ha tomado múltiples fragmentos para intervenirlos y cuestionarlos, y a partir de ellos ofrecer a su lectora —o lector— una serie de reflexiones en torno a ciertos tópicos que van de las relaciones no monogámicas a la idea del matrimonio, del trabajo sexual y el nebuloso campo de la pornografía a la manera en que nuestras relaciones amorosas han cambiados desde la injerencia de las redes sociales y plataformas de ligue, todo ello diseccionado cuidadosamente desde el amparo de grandes licencias del feminismo y los estudios de género.

 

Lee un fragmento de la obra de Aura-García Junco aquí. 

 

¿Qué entiendes por amor romántico?

 

Es importante iniciar por decir que “el amor romántico” es un término específico que no es todo el amor, no es una manera de relacionarte románticamente con alguien, sino que es una serie de conductas que el feminismo del siglo pasado ha descrito y aglomerado en esta nomenclatura y que tiene que ver con expectativas muy comunes respecto al amor, como el para siempre, el amor monógamo, el amor heterosexual —pero que se puede traslapar al amor homosexual sin ningún problema, porque ya está en todas partes— y que además comprende una serie de limitantes, como la monogamia, y que se vuelve un imaginario común acerca de cómo debemos amar y cómo no debemos amar; de alguna manera pinta sus propios límites. También tiene mucho que ver con la idea de mística del amor, de aquello que no se tiene que decir y sólo se tiene que sentir.

 

En tu libro hablas de un imaginario común que históricamente está sentado en la idea de una monogamia a perpetuidad, pero, ¿puede la no monogamia también caer en una especie de utopía por realizar?

 

Sí, yo creo que además la no monogamia no se salva del todo del amor romántico, porque al final tiene que ver con un imaginario y una serie de aspiraciones y que son las maneras más comunes de comprender el amor, entonces por un lado, no es como quitarse los calcetines, es que hay un montón de cosas que vas a terminar replicando sin darte cuenta; la otra parte de esto, es que sí puede parecer algo utópico, y en realidad no, porque al final estamos atravesadas por el heteropatriarcado, entonces en la no monogamia no puedes dar por hecho que eso simplemente va a desaparecer, sino que, por el contrario, es el territorio fértil para explotar los cuerpos de unes cuantes; es algo de lo habla mucho Briggitte Vasallo: quién tiene más posibilidades: quién es más joven, quién es más bello, quién tiene más dinero, pero pensar que esas cosas desaparecen en la no monogamia, es absolutamente ingenuo, ¿no? Creo que muchas veces en el discurso de la no monogamia parecería que es así, que es como una solución a todos los problemas. Pues no, no lo es. No es ninguna solución per sé, sí posibilita cosas que evidentemente la monogamia no posibilita, pero al mismo tiempo no es la panacea.

 

Al inicio de tu libro hablas de esta escena en la cual un personaje te cuestiona en un bar, pero después llegas a la casa con tu novio, y en ese momento te das cuenta de que estás viviendo en secretos. Pero, ¿eso no es exactamente lo mismo que en ciertas formas de monogamia? ¿Crees que sea posible hacer una ética del amor cuando el amor tal parece que sí involucra por sí mismo un artificio?

 

Claro que se puede lograr una ética del amor. De hecho, de lo que acabas de hablar del amor es algo de lo que muchas teóricas de la monogamia han hablado cuando dicen que para que la monogamia exista, necesita tener un límite afuera que es la infidelidad; de alguna manera la infidelidad está comprendida dentro de la monogamia. Parece una paradoja, pero en realidad no: para que una cosa exista, tiene que existir otra que la delimite, y eso que delimita a la monogamia pero que sigue siendo parte de ella es la infidelidad. La diferencia es que, en todo caso, una relación ética respeta sus propios pactos.

 

En mi caso, como lo hablo en mi capítulo de la no monogamia, quizá mi pacto no estaba tan bien delimitado, quizá no estaba tan hablado, pero no tiene nada que ver con la estructura de las relaciones no monógamas, porque hay relaciones muy éticas, también dentro de la monogamia, pero sí hay artificio como hay artificio en todas partes. Por ejemplo, hay instituciones que para mí no pueden ser éticas, como el ejército, pero hay muchas otras instituciones que pueden ser muy éticas y a veces no lo son; lo mismo sucede con las relaciones y eso no quiere decir que tengamos que salirnos de la posibilidad de construir con límites bien planteados y acuerdos, y pues sí, puede haber zonas privadas en cada parte, y no quiere decir que sean zonas antiéticas, de hecho para mí lo más importante es eso, que en esta voluntad de quebrantar la idea de que cuando estamos en una relación romántica tenemos que ser parte del otro, como que tenemos que fusionarnos, como dice Esther Perel, es que las partes empiezan a tener privacidad y un mundo propio en el que hay partes que obviamente colindan, pero no hay una obligación de compartir absolutamente todo sólo con una persona. Entonces, para mí, claro que puede haber una ética, tiene que estar bien planteada, tiene que tener los límites claros, y los límites deben mantenerse bien en la medida de lo posible.

 

Hablando ya de los “alumnos” de Ovidio que se siguen propagando ahora en los blogs, en Reddit, en estos cuneros de “incels” (célibes involuntarios, por sus siglas en inglés, jerga de internet), que hay una parte en la que mencionas de tu libro sobre estas entradas que dicen: “Cómo fingir ser una buena persona”. ¿Es qué por qué no serlo? Sin embargo, con todo esto, ¿las mujeres estamos exentas de utilizar esas estrategias que parecen construidas exclusivamente para varones?

 

No, para nada. Primero está eso que tú te preguntas, “¿por qué no simplemente ser buena persona?” Pues porque pierden el poder, pierden el control, porque la empatía verdadera implica un poco la sujeción a que la otra persona de la relación tenga alguna clase de poder sobre ti, y pues si eres un hombre obsesionado con mantener tu poder intacto, pues claro que vas a tener autorresguardo. Por otro lado, por supuesto que sí hay mujeres que usan estrategias; por ejemplo, en el capítulo donde hablo de la diferencia de edad, menciono que hay mujeres que se relacionan con hombres mayores por todas las cosas que puede brindar una persona mayor que ella, desde estatus, hasta dinero o estabilidad, y eso también es una estrategia, ¿no? Y aunque no lo elaboré tanto en el libro como hubiera querido, yo siento que muchas de las estrategias masculinas de dominio y control ahora dentro de esa idea muy específica del empoderamiento que implica masculinización, están siendo adaptadas por mujeres también, como el coleccionamiento de cuerpos, a mí esto, lejos de emocionarme, se me hace horrible, pues si de por sí está mal que lo hagan los hombres, ahora expandirlo como una forma deseable de ser, no me gusta nada, pero sí hay estrategias de supervivencia de muchos tipos, desde las que no son malas, como por ejemplo la creación de pequeñas comunidades de mujeres, que es también una estrategia, hasta las que son igual de nefastas que las que ejercen los hombres, pero creo que en general la vida está hecha de pequeñas estrategias de supervivencia, nada más que quien tiene más poder, tiene más apoyo de su contexto para realizar cualquier clase de cosas.

 

Un término que está muy presente en tu libro es el de misoginia, que es una palabra fuertísima, pero que a veces, me parece, que se llega a usar muy a la ligera, lo que puede ser peligroso. Desde este punto y con toda la investigación que realizaste, ¿cómo entiendes tú la misoginia reflejada en el mundo?

 

Estoy de acuerdo contigo en que muchas veces se utiliza como un ardid para descalificar y que con eso evidentemente la palabra, como cualquier palabra, pierde su potencia política, porque si todo es misoginia, pues nada es misoginia. Entonces sí me parece que con ese término y muchos otros hay un desgaste cuando se popularizan y especialmente cuando se hace de manera acrítica, por ejemplo: cuando se usa para descalificar a un político por una acción específica, y se dice “es que eres un misógino”, pues chance el wey sí es un misógino, pero en ese momento no lo está diciendo desde ese punto o ese ángulo, entonces sí es una de esas palabras que sí siento que hay un abuso plenamente, y más que definirla, que creo que sería un poco vano, me parece que todo el libro es un intento crítico por ver algunos fenómenos y no banalizarlos, incluyendo la violencia masculina y femenina, no caer en posturas esencialistas de que todos los hombres son malos y todas las mujeres son buenas, y que as que no son buenas es porque están oprimidas, y que en cambios los hombres que son malos, bueno, es porque son malos y ya. ¡Y pues no! Creo que si no pasamos de esa visión blanco, negro súper simplista, no podremos tener un diagnóstico complejo de nuestro entorno y por lo tanto movernos de ahí.

 

En otro capítulo mencionas el aplicaciones de ligue, que nos muestra que todos tenemos una estructura y hasta un valor algorítmico. En ese aspecto, ¿de qué manera las redes sociales han cambiado nuestra percepción no sólo del amor, sino de las relaciones y de lo que uno mismo debe ser para una relación?

 

Yo creo que tiene mucho que ver con las redes sociales no sólo de ligue, porque de alguna forma estamos performando constantemente quién debemos ser, quién queremos que los demás vean como somos, y es una visión muy limitada de lo que somos, por supuesto, y además es una visión muy editada de lo que somos, y las aplicaciones te piden que repliques esa visión hasta un extremo, porque de alguna forma estás poniendo tu cara en un aparador, como si tuvieras que estar de pie en una tienda cuan maniquí durante semanas, entonces claro que vas a exacerbar elementos de ti que tal vez no sean los más relevantes, pero que sí son los que tú quieres que sean los más relevantes.

 

Otra cosa que se me hace súper relevante, es que cuando tú conoces a alguien en persona, hay un montón de señales no verbales que esa persona transmite, desde cómo habla, hasta cual es su entonación, cómo va vestido, cómo se comporta con la gente a su alrededor, toda una serie de cosas que tú tienes que decodificar, y si bien en una fotografía y en un pequeño perfil puedes decodificar cosas, no es lo mismo; también es la desterritorialización del ligue, pues estás conociendo gente fuera de un contexto, y no es que eso no suceda en el mundo fuera de las aplicaciones, pero en las aplicaciones son la constante, y a veces eso es muy bueno, como cuando estás en una situación que no te permite conocer gente, como cuando eres homosexual y en tu contexto eso no está tan legitimado, pero en general solamente posibilita replicar la idea de “la pareja isla”, al final no hay un territorio común desde el cual formarse, no hay una comunidad, ni que de, ni que quite, ni que sancione, ni que te advierta ni nada. Yo creo que ha cambiado todo en absoluto, y un poco de lo que hablo en el libro, pues el hecho de la imposibilidad de crear empatía con una pantalla, pues debería de poderse, porque deberíamos en automático asumir que hay una persona del otro lado, pero no es tan fácil, y no creo que sea sólo un problema individual como usuaria, sino creo que la tecnología, como está planteada ahora, con estas formas de “para acá bien, para acá no”, exacerba esa falta de sensibilidad y de empatía.

 

Es verdad que hay un “deber-ser” que se pone en las redes. ¿Qué es lo que está injiriendo por parte del mundo en una persona y que la constituye como objeto del deseo? ¿Qué la hace ser deseable?

 

Hay como una generalidad, un piso común en el que navegamos en el que el deseo no es muy subjetivo que digamos. Hay una serie de individuos e individuas que son considerados como el pináculo del deseo, empezando por el tema de la blanquitud, pensaba que con Tamara Tenenbaum cuando reseñó el libro, me decía que una cosa que le había llamado mucho la atención de mi libro es que hay como una especie de énfasis en “lo güero”, “lo rubio”, y le dije ” es que no sé como será en Argentina, porque la población es mucho más europea, pero en México lo más deseable es lo más güero”, y se ve en todas partes, se ve en quiénes son los y las protagonistas de las telenovelas, de los anuncios; que si es un moreno, que si es un latino internacional, que es una persona que no se parece para nada a las personas que ves en la calle, y claro que esta especie de enaltecimiento de unos cuantos existe en todas partes, pero particularmente en México creo que lo más deseable es lo más güero; incluso está este chiste de: “¿es guapo o sólo es güero?”, y que es un chiste muy significativo, ¿no? De repente como que el primer impulso es un enaltecimiento muy grande a lo blanco, a lo delgado; hay una serie de características que son las características del deseo, que al mismo tiempo que codifican ciertas formas de relacionarte con las personas que las portan. Pienso que, por ejemplo, a mí muchas veces cuando estaba en la Universidad, había un par de individuos que me veían y decían “es que ella debe de ser muy buena”, como que ” a ti te quiero para casarme”, y eso tiene que ver con nuestros prejuicios que rodean la blanquitud; luego por supuesto que el dinero es deseo, el poder es deseo, y pues es muy curioso como es que esas cosas que son aparentemente íntimas, en realidad, si haces un promedio, ¿por qué de repente hay una cantidad enorme de personas que desean a la misma gente? Ahí es cuando es curiosamente amplia la coincidencia sobre quiénes son deseables.

 

Esto me hace pensar en tu capítulo sobre la pornografía, pues parece que muchas veces nos hacen creer que es “permisible” desear gente blanca, adinerada, etc., para mantener relaciones “formales”, pero resulta que el deseo sexual, que en muchas veces se manifiesta en la búsqueda en portales pornográficos de personajes que se ven como objetos del deseo “no estereotípicos”. ¿Qué tanto también la condena a la pornografía es un chivo expiatorio de los males de una sociedad? ¿Es mala por sí misma la pornografía?

Yo no creo que la pornografía por sí misma sea mala, yo creo que puede transmitir imaginarios, puede ser mala o buena porque al final es un marco. Lo que sí es cierto es que a lo largo del tiempo ha sido siempre controlada por cierto sector y ha servido como un reproductor de fantasías, que es un poco de lo que dice la cita de Paul B. Preciado, que la pornografía, lejos de solamente reproducir una mirada, crea la mirada, la moldea y la mantiene de cierta forma. Sin embargo no tiene por que ser así, y tampoco quiere decir que ante un consumo de pornografía patriarcal la persona tenga que performar esa pornografía todo el tiempo.

 

A veces la diferencia entre el deseo y el actuar, que es lo que acabas tú de designar, es muy grande; sin embargo está esta gran penalización contra la pornografía que yo creo que tiene mucho de cristiana y de esa forma de ver el sexo súper pecaminosa de la que nunca se tiene que hablar y que tiene que estar en el territorio de lo íntimo, y ni hablemos del sexo sin amor porque ¡híjole! ¡Eso sí es lo menos permisible del mundo! Entonces para mí es muy difícil no ver que dentro de esta condena a ultranza de la pornografía,  en general hay algo de cristiano.

 

Sin duda sí la mayoría de la pornografía es muy patriarcal, sin duda tiene que cambiar, y está cambiando; sin embargo, creo que la pornografía es mucho más amplio que videos en sitios porno, también hay posporno o porno educativo, o muchas otras maneras de acercarse a ella. Por otro lado, hay otra noción que a mí me parece delicada y por eso también me parece que esas palabras a veces pierden un poco de significado, como la idea de objetivizar al otro o a la otra. Por otro lado, es como si nos pensáramos como seres elevados de pura razón y sin cuerpo, que también creo que es una visión bastante cristiana de las cosas y bastante racionalista, muy de señor que piensa que no hay cuerpo, que todo se puede hacer con la mente, que lo es respecto al cuerpo es pecaminoso y sucio, y que debemos dedicarnos sólo a las cosas elevadas. Entonces eso de objetivizar es una de esas palabras que de tan manoseadas acaban perdiendo límites y dejar de ser útiles para nombrar una realidad, y todo eso me parece que está muy relacionado con nuestra manera de pesar la pornografía, y te lo digo como una persona que realmente nunca ha estado demasiado interesada en la pornografía como una persona que la use, pero sí veo mucho este repudio y me llama la atención lo que subyace bajo este odio, y ni hablar de las trabajadoras sexuales que son las más juzgadas, vituperadas y maltratadas de todas.

 

Esto me hace pensar en las distintas maneras de prostitución que existen hoy en día, pero que de cierta manera sí están atravesadas por ciertas condiciones sociales o raciales y que nos hacen concebir de una manera muy distinta a una mujer que está siendo prostituida por un proxeneta, a una mujer que participa de la gran industria del sexo o que, actualmente, abre su Onlyfans. Pero, ¿qué opinas de este discurso de que las mujeres que deciden prostituirse están ejerciendo su libertad sexual?

 

Por un lado no creo que todo trabajo sexual sea prostitución, creo que es bueno partir desde la utilización de la nomenclatura “trabajo sexual” y no prostitución; tampoco creo que toda trabajadora sexual que esté en las calles tenga necesariamente un proxeneta, hay una gran diferencia entre la trata y el trabajo sexual independiente, porque la trata es una cosa inexcusable en el que una persona está lucrando con el cuerpo de otra, muchas veces y casi siempre en condiciones inhumanas de existencia y en una condición de secuestro constante, pues no puedes huir de tu proxeneta; por otro lado está el trabajo sexual independiente u organizado.

 

Uno de los cuestionamientos que ponen más sobre la mesa las trabajadoras sexuales es: ¿qué diferencia hay entre lo que yo estoy haciendo y lo que hace un obrero en una fábrica? Sigue siendo trabajo, que quizá está siendo atravesado por un montón de nociones culturales que remiten a cosas inaceptables, pero pues pienso en la explotación que puede están viviendo un obrero haciendo turnos de 14 horas, ¿por qué eso es aceptable? Y vamos, no se trata de homogeneizar formas de explotación, pero sí me parece que lo único inaceptable sea el trabajo con el cuerpo que tiene cualquier connotación sexual. Por supuesto que hay una pequeña minoría de trabajadoras sexuales que pueden vivir sin tener que incurrir en conductas que quizá no quisieran, pero existen, y también en el mundo del trabajo en general no sólo del sexual, la explotación existe, y los tratantes existen, entonces para mí el problema es el sistema.

 

Ahora, en el trabajo sexual está atravesado también por el problema de la trata, pero son dos círculos que a veces se interceptan pero no necesariamente están siempre juntos, y me parece que no separarlos es peligroso porque le pega también a las trabajadoras sexuales independientes y a las que están en situación de trata, también las maltrata; no es que plantee salidas, es sólo mantener a ultranza, acabar creando aún más segregación para las trabajadoras sexuales que están en una situación más propicia para ejercer su trabajo. P

 

En tu libro tocas el tema de que a veces hay hombres que atienden sólo a lo racional y se olvidan de ser cuerpo. ¿Qué piensas tú de ciertos discursos feministas que abrazan también lo irracional, lo corpóreo, la locura, como una posición en contra de la “racionalidad masculina”? Me refiero a esos discursos que claman: “somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar”, etc.

 

Primero, hay un aspecto discurso. Tendríamos que ver caso por caso, pero me parece que tiene que ver con este deseo de contrarrestar aquello que es la forma más fácil, históricamente, de denostar a una mujer, que es simplemente calificarla como una loca y que no se atiende ninguna de las cosas que se dicen porque es una loca, o una histérica y demás. Hay por un lado una intención retórica de reapropiar estos términos y decir: “pues si me van a decir que estoy loca, pues estoy loca y ya”, pero creo que en gran medida es resignificar una forma de descalificar a las mujeres.

 

Y luego está esta forma de hablar desde otras perspectivas de aquello que es lo físico, que siempre ha sido soslayado, y que ha sido soslayado incluso desde la ciencia, que la han hecho hombres, entonces si hay un ciclo hormonal mucho más fuerte en las mujeres que claramente sí tiene consecuencias en la vida cotidiana, pues es algo muy reciente el estudio del fenómeno, contestarlo como algo digno de ser considerado, siquiera. Creo que el discurso viene un poco por ahí, de entender cómo funcionan estos ciclos que sólo nos han interesado a nosotras, que somos las que nos acontece y a las que nos obligan a modificar nuestra formas de existir. Se puede ver cómo el mundo está articulado alrededor de la necesidad masculina, cada vez menos, si quieres, pero al final si hay una inclinación de la ciencia a privilegiar algunos comportamientos; otro ejemplo, y ese sí es de vida o muerte, tiene que ver con los infartos en las mujeres, que sin duda son menos comunes pero no se sienten igual que los infartos masculinos; sin embargo, nunca ha habido un interés por hablar de eso, porque la ciencia es masculina, la ciencia está centrada en los hombres, entonces creo que todos estos discursos en sus partes más básicos de lo que tienen más necesidad es de nombrar una realidad ignorada, de que puede haber excesos, sin duda, como por ejemplo el esencialismo biológico, que acaba diciendo que somos mujeres porque tenemos útero, y que quién no tenga útero pues pobre, y aunque puede haber estos excesos, me parece que en esencia lo que quiere nombrar eso es todas las cosas que justo han sido ignoradas y menospreciadas y que nos afectan a lo largo de nuestra vida.

 

¿Tú te consideras feminista militante?
Para mí el ser feminista no es una cosa esencialista del ser, el feminismo es una herramienta que utilizo para habitar el mundo; sí soy feminista, pero en mi biografía de Twitter no voy a poner “Aura.Feminista” o alguna cosa de esas, porque no me interesa ser eso 24 horas, no me interesa pensarme en esencia como eso; me interesa utilizar las herramientas del feminismo, me interesa las contradicciones y análisis que me han brindado y estoy muy agradecida por toda la genealogía teórica y por las pensadoras, y por las mujeres y hombres en lucha y por quienes hayan intervenido en el lugar en el que estamos ahora, pero incluso hay muchos feminismos con los que no coincido y con los que incluso estoy en desacuerdo, como el feminismo radical ha venido a ser ahora: transfóbico, abolicionista, etcétera. Con esos feminismos yo no quiero nada que ver, porque me parece que roza peligrosamente con el fascismo y que ponen en situaciones de vulnerabilidad a personas que de por sí ya están en esa situación, pero creo que para mí esa es la respuesta. No puedo hacer del feminismo mi principal eje de existencia porque no me interesa.

 

Veo que usas mucho el lenguaje inclusivo, frente al cual muchas personas ponen resistencia. Como estudiosa del lenguaje y egresada de Letras Clásicas, ¿cómo fue el proceso en que asumiste el lenguaje inclusivo como una herramienta para habitar el mundo?

 

Pasé por todas las etapas, así como un proceso de reaprendizaje; en el caso de este libro me parecía muy importante utilizarlo porque había empezado a escribir el libro todo en femenino, y luego de que llevaba ya un par de años escribiéndolo me di cuenta -porque además mis visiones acerca del feminismo, sumado a la pregunta anterior, cambiaron mucho- porque a mí no me interesaba hacer un libro separatista; me interesaba hacer un libro que de manera explícita pretendiera acoger a quien abriera las pastas; ahora, pues esto es un poco ingenuo también, porque yo sé que, como tu bien dices, el lenguaje inclusivo, muchas veces despierta mucha animadversión; como que de alguna manera me dije a mí misma: si alguien abre el libro y no está dispuesto -y lo digo en masculino de manera deliberada- a pasar del hecho de que hay un hilo para leer el contenido, mucho menos va a estar dispuesto a razonar aquellas cosas que vienen adentro. O sea, si la tripa es tan grande y hay una descalificación de entrada a aquellas cosas que no compartes, el libro ni siquiera tendría sentido, así que me pareció que hasta tenía esa virtud, de alguna forma advertir que de eso trata el libro.

 

En este libro yo quería que se pudiera albergar otra clase de experiencias y pues sí, estamos teniendo una reflexión colectiva acerca del lenguaje inclusivo, no sabemos si va a llegar lejos, si no va a llegar a ningún lado, si va a permear en los siguientes 100 años o no, pero lo que sí para mí está súper claro, es que hay un sector de la población que está pidiendo que se le hable en lenguaje no binario y que no voy a ser yo quien diga “no lo voy a hacer”, porque para mí no tiene ningún sentido.

 

Por otro lado, yo creo que el lenguaje inclusivo es una apuesta retórica biopolítica, no es una apuesta de cambio lingüístico de manera orgánica, sino que es una cosa política, es un elemento incluso gráfico que te obliga a reflexionar porqué está escrito así, y es interesante, como la parte disruptiva, y la parte que desde el lenguaje estás llamando la atención a un fenómeno y estás obligado a quien lee a pensar eso, a mí me parece súper relevante, que te sacudan desde una palabra ¡pues qué maravilla! Y luego a mí me llama mucho la atención aquellas personas que están a favor de la experimentación literaria, pero que ven una palabra en lenguaje inclusivo si les caen los calzones, ¿no? Entonces ¿están o no a favor? Es muy curiosos que ah+i se ve que lo que está molestando, de nuevo, es la realidad a la que se le remite, no tanto el lenguaje inclusivo en sí mismo.

En un capítulo dices que estas nuevas formas de amar se reducen a eso que nombras “círculos progres”, pero que si se ponen en otros panoramas, puede incluso llegar a consecuencias feminicidas. ¿Qué herramientas tanto éticas, emocionales, educativas, son necesarias para que estos ensayos que suceden en clases sociales más privilegiadas puedan llegar también a otros espectros de la sociedad no tan beneficiados?

 

Es una pregunta compleja. En una parte nombro otras formas de no monogamia en otros lugares del mundo, y menciono la India, donde las castas más bajas tienen mucho más libertad sexual que las castas más altas, porque en éstas el patrimonio es lo que está en juego. Me he puesto a pensar por qué es diferente en México, o qué tanto es cierto eso y qué tanto corresponde en realidad a este mito occidental del buen salvaje, porque es cierto que al final todas estas restricciones exhaustivas sobre el comportamiento de las mujeres y sobre la sexualidad, surgieron de clases altas y se fueron hacia abajo. Un poco cuando hablo de la era victoriana tiene que ver con eso, con cómo dentro de la burguesía pusieron un montón de lineamientos que tenían que ver con necesidades propias de patrimonio, de control, etc., pero que eran muy diferentes a la manera en que se comportaban otras clases sociales; lo cierto es que tampoco había plena libertad en esos contextos sociales, solamente no existía esta regulación tan brutal.

 

Sin embargo, la clase que tiene más poder es la clase que tiene más capacidad de hacer que sus propias dinámicas se difundan. La clase que tiene más poder es la clase más alta, que en México es bastante conservadora. Para mí es un poco impredecible, porque tampoco es que Slim esté propugnando por el amor libre, sin duda no; en todo caso es la clase media la que está pensando en estos temas de manera activa, obviamente es una generalización, porque arriba, abajo, en todas partes hay quien lo esté pensando, viviendo o practicando, pero sí sigue siendo algo que se da mucho en lo progre pero también en la clase media, y hasta que no seamos un país donde la violencia sea tal que los hombres en general encuentren la manera de resarcir su propio poder ante las circunstancias económicas sofocantes en el hogar —porque eso es lo que pasa muchas veces, que ante una explotación y una violentación constante del mundo de afuera quienes acaban pagando los platos rotos para resarcir la necesidad de poder que se le ha dicho a los hombres que deben ostentar, son las mujeres del hogar—, mientras eso
esté tan vigente como ahora, mientras vivamos en una sociedad tan violenta y tan católica, tan llena de problemas estructurales que acaban aplastando mucho más a unos y a unas, pues no veo qué esto vaya tan rápido. Siento que la violencia es tan grande que es muy difícil salir de los esquemas binarios porque se te va la vida en eso.

 

FOTO: Aura Junco-García ha sido becaria de FONCA y de la Fundación para las Letras Mexicanas/Crédito: Germán Espinosa/El Universal

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