Entrevista con Archil Kikodze, el escritor de los marginados
De paso por México, el escritor georgiano ofreció esta entrevista en la que expone parte de la riqueza lingüística de su país y para hablar de su obra, en la que destaca su novela The Southern Elephant, aún inédita en español, en la que un director de cine se enfrenta a dilemas éticos al tiempo que tiene un nuevo acercamiento con Tiflis, su ciudad natal
POR SHOTA M. RUSTAVELI
Desde su publicación original en 2017, The Southern Elephant ubicó al escritor georgiano Archil Kikodze (Tiflis, 1972) como un hallazgo en los círculos literarios venidos de la literatura caucásica. Y es que su tercera novela dejaba patente la madurez literaria de un escritor que también ha transitado por otras disciplinas, como la fotografía, el guion cinematográfico y la actuación en algunas cintas basadas en sus propias historias.
Toda una vida en la ciudad de Tiflis, el trato con sus habitantes y el amor por su lengua, dio material suficiente a este autor para esta novela, escrita durante un momento particularmente doloroso de su vida. The Southern Elephant —hasta ahora sólo traducida al alemán (Ullstein Buchverlage, 2018) y adicionalmente al polaco, búlgaro, azerí y rumano— es también para sus lectores en otras lenguas un acercamiento a la vida contemporánea en este país. Estas historias, tan alejado de la realidad latinoamericana, no por eso dejan de abordar temas universales, como el tormento, la frustración, la camaradería y la soledad de un director de cine que decide hacer una pausa en su actividad profesional para reencontrarse consigo mismo.
De paso por México por su participación en el festival Guadalajara Capital Mundial del Libro, Kikodze habla en entrevista de su obra. En esta charla en inglés hace un acercamiento a la lengua georgiana, que considera un tesoro de la humanidad y poco comprendida por la industria editorial. Durante esta conversación se da tiempo para hablar de Umberto Eco, Jorge Luis Borges y el reto que, como todo escritor, enfrenta al intentar escribir todas las historias que pasan por su mente, algunas de las cuales crecen hasta convertirse en novelas, y otras más que se han materializado en colecciones de cuentos.
Lee un adelanto aquí.
¿Cómo describirías tu idioma?
No es una pregunta fácil. Mi lengua es ideal para la literatura. Esto lo tengo por seguro. Es ideal, es un instrumento para mí. También tiene numerosos dialectos y esto es un tesoro. En las montañas las personas hablan lenguas más arcaicas. Las escucho y entiendo las raíces de las palabras y sus antiguos significados. También mi lengua es una que difícilmente se habla en otros lugares, sólo entre nosotros los georgianos. Así que es un tesoro, pero al mismo tiempo es difícil poseer una lengua que nadie más entiende. Es complicado. Pienso que también para los extranjeros. Quizá piensen que no es muy melódica, pero para mí es muy bella. La amo.
Pienso que tiene una resonancia drástica. Tus palabras son casi objetos que se pueden sentir. Tienen textura rasposa. Nunca antes habíamos escuchado una lengua así. Ni siquiera el euskera.
Hay un teoría, absolutamente no comprobada, sobre que el georgiano y el euskera (vasco) están relacionadas lingüísticamente. Honestamente no creo eso, pero cuando he estado con vascos su idioma me suena familiar. Claro que no entiendo nada, pero su melodía es muy parecida.
¿Has encontrado similitudes entre el georgiano y otro idioma?
No similitudes, pero sí influencia. Durante 400 años estuvimos conquistados y fuimos un estado árabe. Tenemos muchas palabras de ese idioma, pero también del griego. Por ejemplo, mi nombre es de origen persa. Tenemos muchas palabras que vienen de otras lenguas y que han influido mucho en Georgia.
¿Qué representa para ti ser un escritor georgiano y que tu lengua sea difícil de viajar?
Llega un día en el que comprendes que no importa el nivel que logres porque seguirás siendo marginado por escribir en georgiano. Es doloroso porque esto no es una reflexión de hace tiempo. Umberto Eco tiene un ensayo, que creo se titula “Nunca habrá grandes escritores búlgaros”. En él se refiere exactamente a lo mismo, que de alguna forma la literatura escrita en lenguas con menor número de hablantes está fuera; quieres estar, pero siempre estarás fuera.
¿Eso ha influenciado tu estilo?
No. Procuro no pensarlo. Créanme, mis libros son difíciles de traducir; uno no debe pensar en eso. Hay que aceptar el —odio esta palabra del inglés— challenge (reto) porque uno debe continuar. Esta postura es nueva para mí. Con mi última novela me preguntaba a mí mismo quién la traduciría, cómo, qué tan buenas serían las habilidades del traductor, qué se preservaría de mi texto…
De acuerdo a tu novela The Southern Elephant. ¿Cómo eliges el paisaje del que hablas?
Estaba claro para mí que debía escribir una novela urbana. El tema central de The Southern Elephant es esta ciudad (Tiflis) que no puedo decir que amo. Toda mi vida he vivido aquí. Quizá la conozco demasiado bien. Mi conexión con esta esta ciudad está marcada por el dolor, pero también sucedió algo extraño cuando estaba escribiendo esta novela: quería que el tratamiento que podía darle a Tiflis no estuviera marcado por la piedad. De repente me encontré en un estado de mucha nostalgia. Fue raro porque terminé escribiendo un libro más sentimental de lo que había planeado, pero así sucedió.
¿Cómo describirías tus cuentos?
Nunca se me ocurrió que en un punto de mi vida renunciaría a escribir cuentos para dedicarme a la novela. Por años me sentí feliz siendo un escritor de cuentos, pero seguían creciendo en cuanto a su extensión. Entonces pensé que el género del cuento no era suficiente para mí. Sin embargo, hay cinco cuentos que me enorgullecen mucho.
¿Cuáles son tus preferidos?
Tengo un cuento titulado “Going Away”, que trata sobre personas de la montaña que se mudan a la parte baja y su último día es muy doloroso, viven una experiencia traumática. Una vez escribí un cuento sobre una víctima de tortura policiaca que se redescubre a sí mismo a través del arte y empieza a pintar cuadros naïves… Hay algunos cuentos de los que sigo estando orgulloso. Pero no sé, quizás algún día regrese a este género. Por el momento no me imagino escribiendo cuentos. En esta etapa de mi vida todo lo que pienso y lo que me inspira está volcado en mis próximas novelas. Pero qué les puedo decir: tengo más libros aún sin escribir de los que he escrito. A veces hay libros o cuentos que viven en tu mente pero nunca logras escribirlos. Hay días en los que mientras estoy despertando, pero no del todo, tengo la sensación de que ya escribí esos libros, pero resulta que no es así.
¿Cómo es que iniciaste The Southern Elephant?
El personaje principal es un director de cine retirado que se autocastiga y se niega a filmar a causa de un accidente que ocurrió en el set en el que murió un niño. La historia nació de un accidente que tuvo un ingeniero de sonido durante un festival de cine en la que se presentó una película en la que actué. Él estaba ebrio, se cayó y se lastimó la espalda. Ahora está bien. Esta historia me llevó a idear un cuento que fue creciendo y creciendo y creciendo hasta que se convirtió en una novela. Fue difícil comenzarla. Tenía muchas notas. Después me tuve que someter a una cirugía muy delicada a causa de una enfermedad muy rara, acromegalia. La cirugía me la hicieron en Estambul y dos semanas después tenía una revisión. Esa temporada la pasé con mi esposa en un cuarto en un hotel. Allí tenía una mesa. Entonces pensé: “OK, tuve una cirugía, pero tengo que hacer algo. Tengo dos semanas libres, sin niños”. Así empecé a escribir The Southern Elephant.
Sabes, Jorge Luis Borges también tuvo un accidente, se golpeó la cabeza con una ventana y tuvo septicemia por una semana. Padeció muchos delirios, así que cuando empezó a sentirse bien de nuevo, tuvo miedo de haberse vuelto loco. Se dijo: “Intentaré algo que nunca antes había hecho: escribiré mi primer cuento” y así fue como empezó a escribir cuentos.
No tenía idea.
El primer cuento fue, dice, el más complejo que escribió.
Los escritores, especialmente Borges, gustan de engañarnos, por eso es el mejor escritor de todos, pero no mi persona favorita como escritor.
Dice que su primer cuento fue “Pierre Menard, autor del Quijote”.
No es posible. Recuerdo esa historia.
¿A cuántos idiomas se ha traducido The Southern Elephant?
Creo que a siete idiomas.
Eso es un logro.
Pero son sólo lenguas pequeñas, excepto el alemán y el polaco, que tienen más hablantes. Por cierto, tengo una gran traductora al polaco. Se ha traducido al azerí, rumano, armenio, búlgaro… ¿Cuántos van?… No recuerdo el otro idioma. Otro de mis libro se tradujo en sueco.
¿Cuántas novelas has escrito?
Se puede decir que dos o tres, porque antes de The Southern Elephant escribí una novela corta, quizá de 70 cuartillas, que se publicó junto con otras historias. Con estos tres libros cierro un ciclo porque tienen similitudes y los narradores siempre tienen mi edad. Ahora quiero escribir algo diferente. Nunca he escrito sobre una persona que esté en el fondo de la sociedad y quiero intentarlo.
¿Qué opinas del conflicto en Ucrania?
Cambia todo, sobre todo la vida normal de la gente. Honestamente tengo un gran sentimiento de culpa por viajar a México, porque sé que ahí la pasaré muy bien. Es terrible porque tiene muchas similitudes culturales con Georgia.
Hay guerras que no te tocan tanto porque no tienen celulares inteligentes que documenten lo que ahí ocurre. La guerra en Ucrania me lastima doblemente porque conozco la historia, conozco a Putin y lo horrible que es. Sé cómo funciona ahí la propaganda. Hay muchos georgianos peleando en esta guerra. Muchos de ellos han muerto.
FOTO: Archil Kikodze es uno de los invitados al festival Guadalajara Capital Mundial del Libro/ Especial
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