“No hay paraíso en la tierra”: entrevista con Horacio Castellanos Moya

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El escritor más representativo de la literatura salvadoreña habla de El hombre amansado, su nueva novela, y ofrece algunas claves para entender la realidad centroamericana

 

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ 
Escrutador, observador y precavido hasta llegar a la desconfianza; lector atento de la prensa latinoamericana y promotor apasionado de la poesía de Roque Dalton, ese es el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, 1957). Hace unas semanas comenzó a circular su libro El hombre amansado (Literatura Random House, 2022), una obra conectada con Moronga por la presencia de Erasmo, un personaje que lleva varios años huyendo de su pasado y de pronto se ve viviendo en Suecia, cuidando celosamente de su anonimato y aprendiendo a no desconfiar de todas las personas, incluso de la solícita y entregada enfermera con quien ahora hace vida de pareja.

 

Al igual que Castellanos Moya, su personaje Erasmo es un entusiasta de la poesía de Roque Dalton (1935-1975), el poeta salvadoreño de quien busca reivindicar su obra literaria, opacada a causa de su asesinato a manos de sus propios compañeros. Pero el escritor tiene para Erasmo una situación en la que éste deberá enfrentarse a un pasado reciente, marcado por una falsa acusación de abuso sexual en la universidad estadounidense que le abrió sus puertas, y su pasado remoto por el que huyó décadas atrás a causa de la guerra civil en El Salvador.

 

Horacio Castellanos Moya es autor de más de una docena de novelas, varias de ellas memorables por la narración que hace de la vida de los habitantes de El Salvador durante y en los tiempos inmediatos al conflicto bélico que entre 1979 y 1992 se vivieron en este país. En ellas resaltan los personajes de Robocop (El arma en el hombre, 2001) y El Vikingo (La sirvienta y el luchador, 2011), quienes comparten la incertidumbre personal y laboral una vez que la guerra ha terminado y ellos se quedan sin posibilidades de ganarse la vida en lo único que sabían hacer: matar.

 

A diferencia de estos dos personajes, Erasmo no es ningún asesino, sino un escritor y periodista empeñado en hacer que la obra de ese poeta, con el que se siente tan identificado, trascienda los nichos tradicionales de la izquierda y llegue a públicos más amplios. Lo que sí une a Erasmo con Robocop y El vikingo es el piso movedizo de un pasado doloroso y la incertidumbre de su futuro, una especie de impasse existencial que los ha llevado a desarrollar distintos grados de paranoia.

 

Al abordar temas de mayor actualidad, Horacio Castellanos Moya hace un posible escenario sobre el futuro de El Salvador bajo el gobierno de Nayib Bukele, un mensaje que nos puede llevar a sus lectores mexicanos a poner las barbas a remojar: “Si una sociedad pierde sus instituciones políticas sólo le quedan dos instituciones con las que él (Bukele) no ha podido acabar; son probablemente las instituciones que han sobrevivido a la vida independiente de Latinoamérica: el ejército y la iglesia”.

 

¿El exilio permanente en El hombre amansado es hoy una condición más común de lo que creemos?

 

Es la condición de nuestros tiempos. Hay enormes movimientos de población en todo el planeta. Gente que es desplazada, que se va a otros lados, que tiene que abandonar su hogar por distintas condiciones. Y ese exilio lleva al desarraigo. En el caso de Erasmo es un desarraigo, es un hombre que ha sido arrancado de sus raíces, una vez que le sucede eso pierde el equilibrio. En ese sentido, Erasmo expresa un fenómeno de nuestro tiempo, los grandes movimientos migratorios que se están dando en el planeta, no sólo en el sentido de un personaje como Erasmo, que es un poco privilegiado en el sentido de que es una persona instruida, que tiene acceso a moverse en el mundo. Pero en el caso de miles y miles de personas que no tienen ese privilegio, dejan sus fronteras para buscar nuevos horizontes.

 

En varios de sus personajes de esta y otras novelas está presente el rasgo de la paranoia. Como autor es una de sus obsesiones.

 

La paranoia es parte del ser humano. Pero como muchas cosas que forman parte del ser humano, en ciertas condiciones se desarrolla más y en ciertas condiciones ni siquiera se da. Un personaje que haya nacido en Estocolmo, esta ciudad pacífica, sin grandes conflictos sociales, difícilmente va a tener consciencia de la paranoia. Si la vive será como enfermedad, no como un fenómeno social. En el caso de Erasmo tiene que ver más con un fenómeno social. Y es que hay grandes sectores de población que se han visto sometidos a violencia extrema, por guerras civiles, pandillas, maras, narcotráfico. Tienen paranoia no porque haya estado enfermos de paranoia, sino porque la paranoia es el instrumento para sobrevivir. Ésta despierta las sospechas de todo lo que nos rodea. Así tenemos una mínima posibilidad de sobrevivir en sociedades sometidas a violencia extrema. Entonces, lo que en ciertas sociedades es una enfermedad de ciertos psiquis individuales en nuestras sociedades es un fenómeno social. Si alguien huye de una guerra civil, de una zona de enfrentamientos constantes; si está acostumbrado a oír disparos toda la noche; si está acostumbrado a no saber cómo van a regresar los niños del colegio porque puede haber un combate afuera, evidentemente su paranoia no es un problema social. Erasmo representa eso porque se formó, se educó, creció, se hizo adulto durante una larga guerra de diez años en El Salvador.

 

De alguna manera Erasmo huye de un infierno muy particular, como es la guerra en El Salvador, para incrustarse en otro infierno que es la sociedad estadounidense marcada por un puritanismo que lo hace huir de la academia a golpe de calumnias. ¿Cada sociedad crea sus propias pesadillas?

 

No hay paraíso en la tierra. Hay calidad de pesadillas, algo que le llaman en términos sociales “calidad de vida”. La calidad de vida cada vez se va deteriorando más. Si te vas a sociedades ricas verás toda la avalancha que presiona a la psiquis humana por medio de las tecnologías. Uno no puede creer que una persona sea completamente sana cuando está las 24 horas conectada a los audífonos, que camina con un teléfono enfrente, viaja en el metro y come con el teléfono enfrente. Ahí hay un factor de afección psíquica.

 

Hay otro detalle significativo en el personaje de Erasmo, pues para su familia él es un desaparecido. ¿El desaparecido es un rasgo distintivo de las sociedades Latinoamérica?

 

Es un rasgo distintivo de esta época en Latinoamérica. Los hay en todos los continentes. Erasmo, en este sentido, es alguien que reniega de su pasado. En Moronga, la novela anterior en la que aparece este personaje, él sigue encantado con su pasado, se regodea en su pasado. Pero después de la experiencia traumática en la que fue acusado de algo que no hizo en un contexto de puritanismo, de pronto siente que ese pasado es una carga que lo puede hacer caer en una situación traumática. Así que no quiere vincularse a su pasado, pero el pasado no hace caso de lo que él quiere, lo está fastidiando todo el tiempo. Erasmo vive peleando con su pasado.

 

El poeta Roque Dalton está muy presente en la novela. Es un fantasma que acompaña de manera constante a Erasmo. También es un autor poco conocido fuera de ciertos nichos de lectores. ¿Por qué un público más amplio tendría que interesarse en la obra y vida de Roque Dalton?

 

Es un gran poeta. No es el gran poeta de El Salvador: es eso y más. Es un gran poeta en lengua española. Las situaciones políticas en las que se difundió su obra y en la que se dio su vida lo han opacado en cuanto que la gente está más interesada en el hecho de que lo hayan asesinado sus propios compañeros, en el hecho de que no se ha encontrado su cadáver, en el hecho de que no se haya culpado a nadie de ese asesinato, en el hecho de que no se haya hecho un juicio. Eso es lo que despierta más la curiosidad y morbo, pero es un poeta de gran envergadura. Tendrá su momento en que será más conocido en Latinoamérica. Él quedó como poeta en medio de la Guerra Fría, y en ese marco escribió grandes poemas políticos, de incisiva ironía y sarcasmo de la realidad de su tiempo. En ese sentido se le puede vincular más con Catulo o poetas de gran sarcasmo e ironía. Esos poetas que se burlan de todo.

 

Me interesa que abordemos el fenómeno Bukele. Entiendo que hay decisiones y dinámicas que nos ponen los pelos de punta, pero hay mucha gente que lo acepta. ¿Qué riesgos representa un gobierno como el de Bukele?

 

Cuesta mucho entenderlo. Yo no me puedo jactar de entenderlo. Me sorprende tanto como a ti. Tengo dos o tres años desde que se desató la pandemia que no voy a El Salvador. Es precisamente el periodo en el que él ha gobernado. Él acabó con el sistema político que existía, que era un sistema democrático en términos de la institucionalidad en que se sustentaba: partidos políticos, poder judicial autónomo, prensa libre. Él acabó con eso. El suyo es un régimen personalista, autocrático. Y la gente lo apoya. A diferencia de Ortega, que es un dictador de viejo cuño, en cuanto la gente no lo quiere. Bukele no es eso. La gente votó por él luego de que se tomó la Asamblea Legislativa en un acto de absoluto autoritarismo. Yo no entiendo. Hay fenómenos que son de psiquis colectiva que nos rebasan. ¿Qué va a quedar de eso? Mire, es muy sencillo: si una sociedad pierde sus instituciones políticas sólo le quedan dos instituciones con las que él (Bukele) no ha podido acabar; son probablemente las instituciones que han sobrevivido a la vida independiente de Latinoamérica: el ejército y la iglesia. Lo que nos va a quedar es otro ciclo histórico en que el ejército será la institución que rija el país. Porque él no está creando institucionalidad, sino que la está destruyendo. Lo único que no toca son las fuerzas armadas. Ese es un escenario negro, pero hacia el futuro creo que es lo que va a pasar. Es mi impresión, pero tiene mucho apoyo de la gente… hasta ahora. Cuando ya no la tenga, veremos qué pasa.

 

¿Qué puede estar en manos de los profesionales del periodismo frente a estos escenarios?

 

Creo que el papel del periodista no ha cambiado. Es un ojo crítico de su sociedad, es fiscalizador de sus instituciones, alguien que ayuda a que se rindan cuentas en situaciones extremas de represión. A falta de libertades es muy difícil lo que puede hacer el periodista. Puede tratar de mantener sus medios y sus artículos hasta que no corra riesgo su vida. Nadie le puede exigir a nadie que sea héroe o mártir. La situación para la prensa es muy difícil. En México también porque he visto que muchos periodistas han sido asesinados este año. El director de El Periódico de Guatemala, con quien trabajé como editor político, está preso. En El Salvador, la gente de los medios más alternativos como El Faro tienen muchas dificultades para trabajar. El periodo que viene para la prensa, y que se vive actualmente, es muy duro. Porque la sociedad no toma consciencia del papel de la prensa. Es muy fácilmente manipulable por este nuevo tipo de dirigentes que se dan en las sociedades latinoamericanas. Vea el caso de Nicaragua: se tomaron las instalaciones de un periódico para hacer un “centro cultural”, como lo llaman ellos. El director de La Prensa de Nicaragua, Carlos Fernando Chamorro, vive exiliado en Costa Rica. Vemos en algunos países este patrón. No en todos porque Latinoamérica es muy distinta. No es lo mismo que te asesinen grupos del narco porque no les gusta lo que escribiste de ellos a que te mate el Estado abiertamente. Hay diversas situaciones en Latinoamérica que nos hacen pensar que hay un acoso sistemático a la prensa.

 

FOTO: Horacio Castellanos Moya también es autor de Roque Dalton: Correspondencia clandestina y otros ensayos (2021, Literatura Random House)/ Cortesía Javier Narvaez

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