Eva Vitija y la imaginación disruptiva

Ago 19 • destacamos, Miradas, Pantallas • 2744 Views • No hay comentarios en Eva Vitija y la imaginación disruptiva

 

Amando a Highsmith es el documental sobre la autora de El talentoso Sr. Ripley que remite al chispazo del genio creador como fuente biográfica

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Amando a Highsmith (Loving Highsmith, Suiza-Alemania, 2022), plurirrevelador film 2 de la guionista y documentalista germanosuiza basilense de 50 años Eva Vitija (primer documental largo: Mi vida como película o cómo mi padre intentó atrapar la felicidad 15; corto: Storm & Co 13), con guion suyo y de Sabine Gisiger y Andrés Veiel, se evoca e invoca la figura hoy de culto mundial de la escritora texana de novelas criminales con ambientación europea Patricia Highsmith (1921-1995), tomando como base sus huidizas entrevistas y escurridizos TVreportajes de archivo, en contraposición con las profusas confesiones personales de los Diarios y cuadernos 1941-1955 de la autora que fueron publicados post mortem para ser muy selectivamente leídos con formidable voz sensual en off por la estrella inglesa Gwendoline Christie (de la serie Juego de tronos) y las sabrosas o resentidas indiscreciones de sus hoy ancianísimas examantes, en especial la también novelista estadounidense de larga cara enjuta Marijane Meaker, la francesa bonachona Monique Buffet y la implacable alemana fascinada con otro pavo real Tabea Blumenschein, para poner de manifiesto que la famosa ficcionista se llamaba en realidad Mary Patricia Pangman, que fue abandonada por su padre al nacer y educada por una madre arpía con quien sostuvo una distante relación amor/odio cual cadena perpetua, que pasó una infancia itinerante entre espectáculos de rodeo, que adoptó el apellido de un padrastro, que empezó desde niña a escribir novelas obviamente impublicables, que se hizo famosa de súbito gracias a la adaptación que rodó Hitchcock (Pacto siniestro 53) de su primera novela Extraños en un tren publicada a los 29 años, que durante una larga temporada fue conocida en los bares gays neoyorquinos como La Loba Blanca por su voraz promiscuidad, que bajo el seudónimo de Claire Morgan publicó en 1954 la novela lésbica superventas El precio de la sal (luego reaparecida como Carol) rompiendo con todos los clisés antihomosexuales de la época para culminar en un ultraprovocador final feliz, que debe su éxito a compaginar sus mórbidos relatos criminales sobre criaturas de comportamiento anómalo o en definitiva patológico (sus Cuentos bestiales o sus Cuentos misóginos) y su saga de cinco novelas sobre el homicida marginal por excelencia Ripley, que sus conductas hurañas o solitarias y escapistas la llevaron a radicar en París o en una mansión construida a su capricho en un pueblaco perdido francés y en Londres persiguiendo al efímero gran amor de su vida (una señora casada apenas señalada por una C o rebautizada como Caroline) y finalmente en Suiza hasta su muerte por cáncer de pulmón, que se sometía a inflexibles disciplinas para escribir cotidianamente y que reconocía sin empacho sólo fabular a partir de sus propias emociones y experiencias no vividas, pero desde la literatura genérica y la escritura a secas parecía encanar por sí misma el feminismo innombrable de una tormentosa imaginación disruptiva.

 

La imaginación disruptiva alcanza sus puntos de sugerencia e intensidad expresiva más altos gracias a la aguda utilización por montaje de fragmentos de las mejores adaptaciones fílmicas de Highsmith como si fuesen parte de la biografía de la autora (insinuante edición compacta de Rebecca Trasch y Fabian Kaiser), formas transferenciales y movimientos íntimos exteriorizados: lo del cine al cine y a la sensibilidad inefable lo que es de las imágenes sensoriales, guiadas por la plurinsinuante y desgarrada prosa narrativa transfiriendo, plasmando y abriéndose a significados informulables, así los trozos de Extraños en un tren no sólo remiten a la instantánea fama mundial ofrecida por Hitchcock sino al chispazo del genio/ingenio creador (ese trastocante intercambio de crímenes para volverlos insospechables) y a la interioridad atormentada-desquiciada de la novelista, las rondas disimuladas y el asesino arrebato lanchero de Matt Damon en El talentoso Sr. Ripley (Minghella 99) sirven para evidenciar al tortuoso impostor por antonomasia como el alter ego de Patricia que en un declarativo momento clave absuelve a su personaje emblemático porque “últimamente sólo mata cuando cree que es correcto”, tal como lo demuestra la recóndita traslación de ese antihéroe en el divagante y desintegrado Ripley/Dennis Hopper de su última salida narrativa posible, el perentorio fin del ciclo (inconcluso efectivamente) en El amigo americano (Wenders 77) a partir de El juego de Ripley, en contraposición con la insistente imaginería sensualista de Carol (Haynes 15) que va y viene a lo largo del film tan sublime-subliminalmente como puede, pues su función es exaltar aquel lesbianismo temerario de la explaygirl oculto bajo seudónimo por lustros, para luego ser en triunfo asumido.

 

La imaginación disruptiva propone el término “biografía amorosa” para caracterizar el género al que pertenece el documental de testimonios amorosos (o casi) y realizado con amor, sobre esta mujer “fácil de amar” pronto omnirrechazante que en cierta etapa de su existencia aprovechaba su carisma y su temprana celebridad compensatoria para ligar cantidad de chavas, antes de pasar de la socarrona picaresca a la irrecuperable depresión y al enamoramiento imposible, una cinta amorosa donde parece volverse fetiche todo lo que connota, absorbe, incluye y ostenta, trátese de las declaraciones de Patricia interpelada o confesa, de los testimonios de sus allegados y allegadas o de los leit motive explícitos y definitivos de la semblanza, esos revolcones en un rodeo pulverizado para poner en irrisión al heteropatriarcado por la vía de su brutal grotecidad espectacular misma o ese merodeo de los gatos que equivalen al juego sigiloso de Highsmith enconchada como caracol en su literatura obsedente y en su ostracista vida aislada por igual.

 

Y la imaginación disruptiva acaba afirmándose en un triste final como un sucedáneo vital y una crónica de lúcidos errores irreparables.

 

 

 

FOTO: Basada en los escritos personales de Patricia Highsmith, el film tiene la voz en off de Gwendoline Christie.. Crédito de imagen: Especial

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