“Extraña”, coreografía descarrilada
POR JUAN HERNÁNDEZ
La obra Extraña, de Alejandra Ramírez, con la compañía mexicana Bruja Danza —fundada en 2001—, adolece de una débil estructura discursiva. Traspié evidente que se une a otro: la sobrevaloración del aspecto formal, cuyo objetivo es el de cumplir, a toda costa, con la exigencia de novedad.
Al buscar apartarse afanosamente de lo convencional y de todo lo que tenga olor a viejo, la coreógrafa se sumerge en un terreno pantanoso del cual no sale bien librada. Su propuesta formal se torna compleja y la artista no controla los hilos de una estructura coreográfica dislocada.
La obra no inició dentro del Teatro de la Danza de la ciudad de México —en donde se llevó a cabo la función— sino en el recibidor. La coreógrafa aprovechó la muestra de fotos de la obra emblemática del nacionalismo en la danza, Zapata, del fallecido Guillermo Arriaga, que ahí se exhibe, como un marco escenográfico contrastante con su coreografía inserta en la nueva ola del quehacer dancístico.
Sobre una tarima, en el recibidor del teatro, una bailarina semidesnuda parecía librar una batalla. La exaltación del cuerpo colocado en primer plano, tan cerca de los ojos del espectador, adquirió un toque de expresión hiperrealista; resaltada la piel, los gestos y los movimientos en esa especie de relieve que se vuelve apariencia y superficie.
Puritana resultó la imagen, que recibió al espectador, de un cuerpo humano femenino cubierto con prendas que ocultaban los senos y el área genital. El desnudo, dicen, se tiene que justificar artísticamente y ya a estas alturas de la historia no es transgresor; sin embargo, cuando la propuesta creativa busca resaltar el territorio corpóreo tanto en el plano formal como en el discursivo no se le puede mostrar a medias con una mirada prejuiciosa.
Una vez impactado con la primera imagen de la bailarina sobre la tarima en el recibidor, el público ingresa a la sala, en donde la acción ha comenzado; se trata de una fórmula usual en la danza llamada posmoderna, en donde la intención es romper con el uso tradicional del espacio y el tiempo, así como con la convención que se establece con el público.
En esta ocasión, no obstante, se dieron la primera, segunda y tercera llamada; un total sinsentido ya que la obra comenzaba cada vez que un espectador ingresaba al recibidor del teatro y se relacionaba sensiblemente con la pieza. Las alertas salían sobrando, toda vez que en esta propuesta de Bruja Danza no había un telón que abrir y cerrar, y la acción inició en un punto impreciso del tiempo.
La propuesta, en principio, resultó prometedora y generó expectativas respecto a la evolución formal de la coreografía, pero esta careció de un sentido y una intención discursiva; es decir, aquello que se quiere decir y ofrece profundidad.
La pretensión se le fue de las manos a la coreógrafa. La obra descarriló y se diluyó en una fría puesta en escena, en la que los bailarines mostraron sus habilidades técnicas que, de pronto, parecían lo único que la pieza ofrecía; además de la inserción de un video, elemento que no encontró su lugar en la estructura coreográfica y que, como ocurre en algunas propuestas de la nueva danza, es más un elemento de moda que una necesidad lingüística de la escena.
El supuesto discurso, punto de vista sobre el mundo contemporáneo, en relación con la confusión que la globalización provoca en el sentido de identidad tanto en lo individual como en los procesos interculturales, que se ostentaba como premisa de la obra en el programa de mano, no apareció por ningún lado. Lo que nos lleva a decir que lo meramente formal no se sustenta sin un discurso coherente. La estructura de Extraña exigía un sentido, que habría sido otorgado por la creación de un cosmos, de un universo que refiriera a asuntos esenciales sobre el estado del mundo.
Los bailarines Karen Martínez, Ignacio Pereda, Nayeli Arenas y Ulises Martínez hicieron gala de cualidades técnicas, y estamos seguros que también gozan de aptitudes interpretativas de primer nivel; sin embargo, estas últimas no fueron aprovechadas al máximo por la coreógrafa, quien se encandiló con el reflejo de la forma en una superficie engañosa.
La autora experimentó con nuevas formas de hacer danza, pero la obra no se consolidó debido a que la creadora perdió el control de la estructura coreográfica abigarrada que pareció responder mucho más a un sentido de innovación que a necesidades expresivas urgentes.
*Fotografía: Coreografía Extraña, con la compañía de danza contemporánea Bruja Danza, dirigida por Alejandra Ramírez. / Cortesía Coordinación Nacional de Danza./ INBA