Desnudez masculina en México

May 3 • Miradas, Visiones • 7274 Views • No hay comentarios en Desnudez masculina en México

 

POR ANTONIO ESPINOZA

 

Un mes antes de la visita del presidente François Hollande a la ciudad de México fue inaugurada la exposición El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800 en el Museo Nacional de Arte (Munal), que incluye obras de artistas mexicanos y extranjeros (sobre todo franceses), provenientes de colecciones nacionales e internacionales. La magna exposición, que se presentó primero en Europa, coincidió para “celebrar” el relanzamiento de las relaciones entre México y Francia, deterioradas el sexenio pasado por el caso Cassez. El mismo presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, habló en su discurso inaugural del “nuevo momento de las relaciones México-Francia” (El Universal, 4 de marzo). Pero olvidemos el sesgo político de la exposición —si lo tuvo— y vamos al análisis.

 

La exposición se presentó en el Leopold Museum (Austria) de octubre de 2012 a marzo de 2013 y en el Museo d’Orsay (Francia) de septiembre de 2013 a enero de 2014. Para su exhibición en México, la muestra itinerante sufrió muchos cambios. Hubo obras importantes de autores extranjeros que no vinieron, además de que se incrementaron considerablemente los autores mexicanos. Tal fue la apuesta de Agustín Arteaga, director del Munal y curador de la exposición. El resultado es una muestra abrumadora, integrada por 171 obras de los siglos XIX y XX, que nos ofrecen un panorama revelador de las múltiples visiones estéticas sobre el cuerpo masculino: neoclásico, romántico, realista, simbolista, expresionista… y hasta contemporáneo. Quizá lo más interesante de la muestra sea precisamente la confrontación entre arte tradicional y arte contemporáneo, en un espacio que obliga a las obras a dialogar entre sí pues se encuentran dispuestas de acuerdo a los distintos núcleos temáticos.

 

Son numerosas las obras fuertes de la exposición venidas de fuera. De Auguste Rodin se exhibe: La edad de bronce (1877-1880), la pieza polémica que lo lanzó a la fama; Los adolescentes (1906) de Picasso; ¡Calamidad! (1901) de Henri-Camille Danger; Igualdad ante la muerte (1848) de William-Adolphe Bouguereau; Arco de histeria (1993) de Louise Bourgeois; Abel (1874-1875) de Camille-Félix Bellanger; Jason (1865) de Gustave Moreau; David triunfante (1874) e Ixión arrojado a los infiernos (1876) de Jules-Élie Delaunay, más logrado el segundo cuadro que el primero; Cristo muerto (1879) de Jean-Jacques Henner, un cuadro bien facturado pero que no me hace olvidar obras maestras del género como la de Mantegna o la de Hans Holbein El Joven; dos pequeños cuadros de bañistas de Paul Cézanne, pertenecientes al Museo d’Orsay y que son una gloria… El cuadro de Francis Bacon que se exhibió en Europa no vino a México. En su lugar se exhibe Dos figuras con un mono (1973), un cuadro espléndido que pertenece al Museo Rufino Tamayo.

 

La participación de artistas mexicanos es nutrida. Se exhiben obras de José María Velasco, Manuel Vilar, Gonzalo Carrasco, Santiago Rebull, Saturnino Herrán, Ignacio Asúnsolo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Julio Castellanos, Alfonso Michel, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro, Juan Soriano, Francisco Toledo, Luis Argudín, Alberto Castro Leñero, Julio Galán, Javier de la Garza, Rodrigo Pimentel, Oliverio Hinojosa, Lourdes Grobet, Martha Pacheco, Javier y Jorge Marín, Nahum B. Zenil… De Zárraga se exhibe una de sus obras más celebradas: Ex voto (San Sebastián) (1910). De Orozco se exponen dos cuadros y un dibujo muy pobre; este parece ser un dibujo preparatorio de una de las obras mayores del maestro: Cristo destruye su cruz (1943), cuadro perteneciente al Museo Carrillo Gil. Ignoro por qué no se pidió prestada la obra.

 

De hecho, hay artistas mexicanos que están mal representados, como Arnold Belkin, José Chávez Morado y Gabriel Fernández Ledesma, con obras menores que nada los favorecen. En cambio, es de celebrar la exhibición de Yacente (caoba y cedro, 1992), una de las obras más fuertes del escultor chiapaneco Reynaldo Velázquez, el tallador en madera más audaz y creativo que tenemos. Bien sabido es que el poder erótico de la obra de Reynaldo ha asustado a más de un mocho y ha propiciado la censura, como ocurrió en el año de 1994 en Bellas Artes con la pieza mencionada. Por otra parte, una de las obras más lúdicas de la exposición es Espiando al sub (2002) del extinto pintor naïve Francisco Ochoa, un cuadro crítico e irónico de la veneración que llegó a tener entre ciertos sectores de la sociedad la figura de Marcos, un guerrillero fracasado.

 

En cuanto a los artistas contemporáneos hay mucho qué destacar. De Tony Cragg se exhibe: Mito de cultura: Grecia (1984); Dermis, impronta de cadáveres (1996) del grupo SEMEFO; Estudio para la muerte de Abel (2008) de Kehinde Wiley; Hombres pintados (1999) de Mónica Castillo; Hombre de estropajo (2010) de Carlos Arias; Tláloc (1991) de Gerardo Suter. Suma y sigue: las esculturas inflables de César Martínez, los hombres tatuados del Dr. Lakra… Dos de las imágenes más poderosas de la exposición son Hércules contra la hidra de Lerna, Creta (2006) y Mercurio (2001), de los franceses Pierre y Gilles, la controvertida pareja artística gay. Hurgando en la historia del arte, la cultura popular, la religión y la cultura gay, Pierre Commoy y Gilles Blanchard han creado obras de gran fuerza que mezclan fotografía y pintura y a veces provocan polémicas. Así sucedió en Viena, cuando en la muestra que ahora me ocupa presentaron: Vive la France (2006), pieza en la que aparecen tres futbolistas (un negro, un musulmán y un blanco) totalmente desnudos. La obra no vino a México. Lástima: habría sido la cereza en el pastel.

 

*Fotografía: Santiago Rebull, La muerte de Abel, 1851. / Cortesía del Museo Nacional de Arte.

« »