Fernando Botero, filántropo del arte

Sep 23 • destacamos, principales, Reflexiones • 2019 Views • No hay comentarios en Fernando Botero, filántropo del arte

 

El máximo artista de Colombia fue reconocido no sólo por su obra, sino por su generosidad. El pintor hizo posible que sus paisanos gocen de una vasta colección que se exhibe en el Museo de Antioquia

 

POR SONIA SIERRA
El pintor y escultor colombiano Fernando Botero contaba que su primer acercamiento al arte universal fue a través de reproducciones en estampas y libros; ni en su ciudad natal, Medellín, ni en la capital colombiana, Bogotá, había colecciones de arte universal a las que pudiera acceder el público.

 

Medio siglo después de que iniciara su carrera artística, el pintor más reconocido en la historia de Colombia donó una colección de arte universal al Banco de la República, institución que en el año 2000 inauguró el Museo Botero, en la antigua Casa de la Moneda, en el barrio La Candelaria, en el centro de Bogotá.

 

La colección del Banco de la República, que de acuerdo con la institución es visitada por más de mil personas cada día, incluye 85 obras de artistas internacionales —15 esculturas, 54 pinturas y 18 obras sobre papel—, y 123 obras de autoría del propio Fernando Botero.

 

Por los mismos años en que abrió el Museo Botero en Bogotá, el artista donó a la ciudad de Medellín 23 esculturas de gran tamaño que se encuentran en el espacio público, en la Plaza Botero, frente al Museo de Antioquia; a lo largo de su vida, Fernando Botero donó a ese recinto y su ciudad más de 220 obras.

 

Esa faceta de donador de Fernando Botero, quien falleció el pasado 15 de septiembre a los 91 años, es única en la historia del arte y la cultura en Colombia. De acuerdo con la revista colombiana Bocas, hasta 2015 el artista había donado más de 700 obras. Su donación al Banco de la República es la más importante que se ha hecho a Colombia en su historia.

 

La primera donación que Fernando Botero hizo fue su pintura Exvoto, de 1970, que cuatro años después entregó al Museo de Antioquia. Pero fue a comienzos de los años 90 cuando el artista comenzó a considerar la donación de la colección que había integrado, como relató hace unos días la crítica de arte Ana María Escallón, quien participó en el proceso de donación y definición del espacio que albergaría las obras. Entre 1995 y 2000 se consolidó el proyecto y se habilitó el espacio; el propio Botero tomó decisiones sobre el inmueble y la exhibición de las obras; la única condición manifiesta del artista fue que las obras nunca salieran del Banco de la República.

 

El 1 de noviembre de 2000, pronunció un discurso durante la inauguración de la colección en Museo Botero del Banco de la República, donde expresó: “Para mí es un placer infinito saber que estas obras pertenecen hoy a Colombia; saber que los estudiantes que ingresen a esta casa, entrarán en contacto con las corrientes artísticas más importantes de nuestro tiempo, contemplando aquí permanentemente, obras originales de grandes maestros; saber que los amantes de la pintura y la escultura puedan venir a visitar este remanso de paz y pasearse tranquilamente por estas salas, dejándose inundar por la estética moderna. Que quede pues este pequeño oasis de cultura en medio del frenesí de la vida ciudadana”.

 

El artista relataba que las primeras obras de arte que adquirió fueron dibujos de Picasso, Balthus y Léger, así como arte precolombino y colonial. En conversación con el poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda comparó el trabajo del artista con el del coleccionista de arte:

 

“Cuando se es artista, uno actúa sobre lo absoluto. Para guiarse en el gran laberinto que es la creación, uno tiene que ser muy estricto y muy poco generoso; hay que ser muy cerrado a la banda porque la creación requiere una coherencia, una disciplina de pensamiento muy grande. Cuando se es coleccionista, uno lo es de lo que alcanza a adquirir. Mi colección imaginaria tendría un Vermeer, un Velásquez, un Piero della Francesca, un Rembrandt y todos los primitivos italianos, sólo que no hay obras de ellos disponibles en el mercado, ni dinero que alcance para comprarlas”.

 

La colección del Museo Botero reúne obras de grandes artistas del impresionismo, el expresionismo, el cubismo, el surrealismo, el pop-art y de neofigurativos. Algunas de las obras más apreciadas por el artista y reconocidas por la crítica fueron Gitana con pandereta, de Camille Corot; Vera Sergine, de Auguste Renoir; Hombre sentado con pipa, de Pablo Picasso, y Desnudo con silla, de Pierre Bonnard. Respecto a esta última pintura, Fernando Botero dijo en una entrevista que era su obra preferida, que la tenía colgada en el salón de su casa de Nueva York frente a la silla donde leía el periódico.

 

Otras de las grandes obras de esa colección son Totem, de Wifredo Lam; Madre y niño, de Max Beckmann; Mujer sentada, de Willem de Kooning, así como un móvil llamado Arlequín con bolas de nieve, de Alexander Calder . En la amplia lista figuran pinturas de Camille Pissarro, Claude Monet, Joaquín Torres García, Georges Braque, Miquel Barceló, Rufino Tamayo, Wifredo Lam, Antoni Tàpies, Robert Rauschenberg, Robert Motherewell, Joan Miró, Marc Chagall, Oskar Kokoschka y Frank Stella, así como esculturas de Edgar Degas y Marx Ernst, y grabados de Lucian Freud.

 

El poeta Juan Gustavo Cobo Borda escribió un ensayo sobre la colección del Museo Botero donde destacó cómo el buen ojo de pintor que distingue a Botero se advierte al ver las obras de la colección. En su texto comentó que el plato fuerte de la colección son los cuatro Picassos.

 

Acerca de cómo fue reuniendo las obras, el propio artista comentó en entrevista en El Tiempo:

 

“Nunca intenté adquirir una pintura por su precio sino por su valor estético; no era mi intención competir con nadie sino llegar a poseer obras de artistas para mí fundamentales”; sin embargo, reconoció que no podía disfrutar plenamente de su colección. “La mayor parte de ella la tenía guardada bajo estricta seguridad en depósitos en Suiza. Entonces viajaba hasta allá y pedía ver un Chagall, un Corot, un Bacon, un Monet o un Renoir. Era un poco triste pues los miraba y partía de nuevo mientras las obras eran guardadas. Además ya eran demasiadas y el número seguía aumentando. Pronto me enfrenté a la disyuntiva de qué iba a suceder con la colección en un futuro”.

 

En su discurso en la inauguración en el año 2000 se refirió también a las razones por las que entregaba su colección: “Algunas personas me han preguntado cuál es el sentido de esta donación, el sentido de que estas obras queden en Colombia, en un momento en que el país está viviendo días tormentosos. Y la respuesta es que precisamente porque nuestra patria está acosada por la violencia es que esta colección debe quedar aquí. A la barbarie hay que oponer la civilización; a la violencia, la cultura; a la intolerancia debemos oponer el arte, porque el arte no es un capricho que adorna una sociedad, sino una necesidad espiritual que debe ser compartida con entusiasmo”.

 

La primera donación que Fernando Botero hizo fue su pintura Exvoto, de 1970, que entregó al Museo de Antioquia. Crédito: Museo de Antioquia

 

Las donaciones en Medellín

 

En el Museo de Antioquia y en la Plaza Botero, así como en parques y bibliotecas de la ciudad de Medellín, se encuentran otras de las donaciones que hizo el artista Fernando Botero. La mayoría de estas obras, de propia autoría.

 

Son alrededor de 220 esculturas, pinturas, dibujos y acuarelas. La donación de obras a esta ciudad comenzó con el Exvoto, una pintura de gran tamaño donde se advierte la influencia de México en el arte del creador colombiano; uno de los raros cuadros donde el pintor se incluye en la propia pintura. También en los años 70 donó a la Biblioteca Pública Piloto, la más importante de la ciudad, la pintura Pedrito; imagen que se convirtió en símbolo de esa biblioteca.

 

En la siguiente década, el artista entregó al museo antioqueño La colombiana, una acuarela en gran formato y tres años más tarde hizo la donación de 14 esculturas para el recinto.

 

Pero fue el 15 de septiembre de 1986 cuando con la donación e instalación en el espacio público de la escultura Torso de Mujer inició una relación muy estrecha entre el público y las obras escultóricas de Botero; coloquialmente conocida como La Gorda, la voluminosa y pesada obra se convirtió en punto de encuentro en el centro de Medellín, en el tradicional Parque de Berrío, y es parte de la identidad del parque.

 

En otro de los céntricos parques de Medellín, el de San Antonio, se encuentra un conjunto de cuatro esculturas suyas. La más reconocida de esas obras es El Pájaro de la cual hay dos versiones: por una parte la obra completa y, por la otra, los restos de la escultura. Sucede que la primera versión fue dinamitada en 1995, en un atentado, causando la muerte de 23 personas y heridas a más de 100. Tras la explosión, el artista decidió volver a hacer y donar la pieza, pero pidió a cambio que se conservaran los restos de la primera “como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia”. La obra se llama Pájaro herido, y es también una de las más visitadas por el público.

 

Con el nuevo siglo, Fernando Botero hizo la mayor donación a su ciudad natal: 23 esculturas que se encuentran en la Plaza Botero, uno de los lugares más visitados por turistas colombianos y de todo el mundo. A esa donación se sumó una nueva al Museo de Antioquia de más de 90 esculturas, pinturas y dibujos suyos, así como obras de 20 artistas contemporáneos internacionales, entre los que figuran Rufino Tamayo y Roberto Matta.

 

Finalmente, entre las donaciones de Fernando Botero a los museos colombianos figura también la serie de más de 50 obras, entre óleos y dibujos llamada Violencia, acerca de la cual el propio artista dijo que buscó hacer una “declaración del horror” que sentía ante el panorama que se vivía en Colombia.

 

 

 

FOTO: Fernando Botero en 2012, durante una entrevista en su casa, en el municipio de Rionegro, en Antioquia. Crédito de imagen: Archivo AFP

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