La izquierda, un triste pie de página ante el ataque a la libertad creativa
/
La extinción de los fideicomisos de cultura y ciencia ponen en peligro el desarrollo económico de México por las malas acciones políticas del momento
/
POR CARLOS LARA G.
Cuatro aciertos tenía, bajo mi punto de vista, el presente gobierno en materia de cultura en lo que va de su gestión. Digo tenía porque ha retrocedido en el más importante de ellos, la eliminación de Los Etiquetados, que ahora revive pero desde el Poder Ejecutivo. Los tres aciertos restantes son la conversión de Los Pinos en Centro Cultural (donde también hay un retorceso con el caprichoso proyecto Chapultepec), el desarrollo de la perspectiva de género en sus acciones y la atención a los inmuebles dañados por los sismos.
La desaparición de los etiquetados fue un acierto. Sin embargo, la desaparición de los fideicomisos, en particular el del Fonca, el del Fidecine, la absorción del Foprocine y la extinción de todos aquellos relacionados con ciencia y tecnología, resultó peor, porque ha traído de nuevo al Estado Factótum, al gobierno de una sola persona; dispuesto a eliminar estructuras e instrumentos de apoyo, para otorgar dinero en mano.
Costó mucho trabajo estructurar en los últimos años un andamiaje jurídico-administrativo que había hecho de la cultura un asunto de Estado: desde la incorporación del derecho de acceso a la cultura en la Constitución en 2009, la creación de una Secretaría de Cultura en 2016, la elaboración de la primera Ley de Cultura y Derechos Culturales en 2017, las reformas 2011 en materia de derechos fundamentales que vinieron a robustecer el campo; las diversas tesis 2012 de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que ha interpretado de forma armónica el derecho de acceso a la cultura y el ejercicio de los derechos culturales, así como sus alcances. El incremento al presupuesto de cultura en 2012 (16 mil 663 millones de pesos) que se mantuvo ascendente hasta 2016 (19 mil 489 millones de pesos); la creación de una visitaduría especializada en derechos culturales en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en 2014, la creación de tribunales especializados en la defensoría de pueblos originarios, la elaboración de creterios de actuación en la SCJN para atender derechos culturales. Todo esto había puesto a la cultura en una posición relevante de la agenda nacional, como un tema de estado y no como un asunto de gobierno. Esta semana hemos visto la forma en que el Presidente doblegó al Congreso de la Unión y a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con lo que la división de poderes vuelve a rendirse ante el gobierno de una sola persona.
La consulta, en el caso de la Corte evidenció el servilismo de los Ministros; la eliminación de los Fideicomisos, el de los legisladores. El discurso presidencial en ambos casos fue impreciso y manipulador. La Corte como órgano de constitucionalidad sabía que no podía someter a votación un capricho político, pero lo hizo. Los legisladores y porristas de la Cuatroté sabían que era falso lo de la corrupción y aviadurías en el Fonca, el Fidecine y Foprocine, pero votaron como el presidente les indicó. Considérese que tanto el Órgano Interno de Control del Imcine, como la propia Secretaría de Hacienda y la Función Pública participaban en la toma de decisiones, y todas las películas apoyadas por los fondos eran auditadas, como bien ha señalado Víctor Ugalde. Considérese también que el ahora Presidente, prometió aumentar el tiempo mínimo de exhibición del cine nacional al 30%; regular el tiempo de exhibición; aumentar el tiempo de exhibición a dos semanas e incentivos fiscales para exhibidores. Sin embargo, ha hecho todo lo contrario, sus medidas regresivas han atentando como nunca antes, contra la libertad creativa.
Pero me pregunto: ¿Dónde estaban todos aquellos que se autodenominan izquierda; esos que se adjudican el aprecio, defensa, protección, promoción y difusión del arte y la cultura? Esos que con más añoranza que tino, se autodefinen izquierda progresiva, cuando son ya un decrépito grupúsculo incapaz de dejar de memorizar errores; enemigo de las políticas públicas, amante del solucionismo populista, cuyo único argumento es no dejar hablar. Muy pronto olvidaron que la libertad de expresión y la libertad creativa, sirve para defender precisamente lo que no les gusta.
En general (porque hay excepciones y muy honrosas), el más leído e instruido del cuatroteismo, es una suerte de nuevo rico de la inteligencia contemporánea, de esa que exige entender la diferencia entre gobernar, administrar y regalar dinero ajeno. Es una pena ver a los moneros, periodistas y escritores del nuevo Estado Factótum (es verdad que los anteriores gobiernos no cantaban mal las rancheras), pero es justo aquí donde la crítica toma relevancia, porque prometieron hacer las cosas de forma distinta y están tratando de dejar huella de la peor manera posible: arrastrándose. Su lealtad ciega los ata a la cuarta Ley de Newton que impera en el cuatroteismo, donde todo lo que se arrastra tiende a subir. Los cargos públicos parecen haber achatado sus plumas, dejándolos al nivel de un triste pie de página, una vaga referencia de lo que fueron en una historieta escrita por ellos mismos a lo Avilés Fabila. Estamos ante una izquierda que nunca se había hecho de tantas sillas en los espacios de representación, pero que pese a ello, permanece sentada en el suelo. Dice Pérez Reverte que los años dan lucidez aunque seas tonto, pero como en todo, aquí también hay excepciones. En dos años la izquierda progresista mexicana ha olvidado la única ley científica que la historia enseña, y es que las cosas cambian, como bien dice el maestro José Álvarez Junco.
FOTO: Diputados panistas se manifiestan por la desaparición de 109 fideicomisos y fondos federales, que afectarían a miles de trabajadores y programas sociales./ Archivo EL UNIVERSAL
« La generosidad de los maestros Mafalda se queda desconsoladamente huérfana »