El año perdido para la FIL de Guadalajara
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El anuncio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de llevar todas las actividades de este año a la plataforma digital es un golpe a la industria editorial en español y a la economía de una de las ciudades de mayor actividad en México. Este artículo hace un repaso por la trayectoria de esta feria que recibirá en los próximos días el Premio Princesa de Asturias
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POR FERNANDO CRUZ QUINTANA
Ninguna larga vida está exenta de sufrir alguna vez la maldita coincidencia de la mala suerte en la que fechas de júbilo ocurren a la par de momentos muy tristes. Esta combinación de circunstancias decanta invariablemente en sensaciones agridulces en las que no se puede disfrutar plenamente de lo que debería ser sólo dicha. Algo de esto deben sentir los organizadores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y toda la comunidad que hace posible este magno evento: por un lado, contentos por ser acreedores del Premio Princesa de Asturias y por otro, afligidos porque por vez primera vez en toda su historia, la Feria no contará con la participación del público de manera presencial.
En conferencia de prensa virtual, el jurado encargado de designar al ganador del Premio Princesa de Asturias en la categoría de Comunicación y Humanidades 2020, anunció el 9 de junio de este año que los acreedores al premio serían la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el Hay Festival of Literature and Arts “por representar los más importantes puntos de encuentro del libro, los escritores, los lectores y la cultura en el mundo.” Sin duda esta es una noticia extraordinaria para la FIL de Guadalajara, sin embargo, su recepción se tomó con recato en un momento en el que aún se debatía sobre la realización del magno evento a finales del mes de noviembre.
Que quede claro: no es poca cosa el hecho de obtener un Princesa de Asturias. Si tanto se pregona la supremacía de la Feria del Libro de Frankfurt, ¿por qué la FIL Guadalajara recibió antes esta condecoración? No se trata sólo de una empatía lingüística respecto del país que otorga el galardón, pues también se reconoce al Hay Festival que no tiene un acento español en su programación. Habrá quien piense que este espaldarazo es una respuesta para tratar de paliar la crisis económica y entonces Guadalajara antes que una ciudad alemana lo merece más. Sin embargo, aunque las cifras puedan decir otra cosa y la suspicacia juzgue con sesgos, tal vez la trascendencia cultural de la FIL de Guadalajara no deba medirse cuantitativamente y quien premia ha tomado ya una decisión.
Ahora sabemos que la edición número 34 de la Feria no abrirá sus puertas al público y se realizará sólo de manera virtual. Pese a la tristeza producida por el anuncio, ésta parece ser la mejor decisión frente a una pandemia que muestra indicios inciertos de retroceso y ante la cancelación anticipada de muchos editores nacionales e internacionales que ya habían decidido no asistir.
Cómo han pasado los años
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara fue fundada por iniciativa de la Universidad de Guadalajara en 1987. Difícilmente alguien hubiera asegurado que con los años la apuesta de una universidad pública se transformaría en uno de los engranajes principales de la industria editorial en habla hispana. Tal vez el público general sólo vea en la Feria el escenario ideal para abastecerse con títulos de cientos de editoriales provenientes de todo el mundo, pero para los editores esta cita constituye la mejor oportunidad para concretar los negocios que habrán de transformar sus colecciones. Compras de derechos, cesiones a editoriales impensadas, acuerdos de traducción, arreglos con autores estrella, todo esto y más son algunas de las actividades por las que los profesionales de la edición no pueden faltar a la FIL Guadalajara.
La sede, ExpoGuadalajara, siempre ha sido la misma y no: aunque el recinto nunca haya cambiado de lugar, su extensión y disposición se han modificado a la par de la importancia que la Feria ha obtenido a lo largo de los años. En un inicio, poco más de 12 mil metros cuadros y cinco salones separados por tablarroca bastaban para contener a 219 pequeños stands y los pocos eventos que se llevaban a cabo. Treinta y tres años después, esas cifras se han multiplicado exponencialmente: el perímetro se extiende hasta más de 60 mil metros cuadrados, 24 salones y más de 450 stands.
El crecimiento de la FIL Guadalajara no sólo es un asunto de extensión y tamaño —aunque invariablemente nos recuerden los editores que esta feria es la segunda más grande del mundo, sólo detrás de su homóloga de Frankfurt— sino también de diversidad. Desde 1993, la dinámica de recibir invitados de honor ha brindado un verdadero cariz internacional al evento. La elección de quién recibe esta distinción comienza por el propio interés de los países y regiones que se postulan como participantes y presentan una propuesta de trabajo que considera la presencia de sus editores, una delegación literaria y programa de actividades adicionales que incluyen a distintas disciplinas artísticas y culturales. Al final, el Comité de Administración de la Feria escoge la opción más viable y atractiva entre todas las propuestas recibidas y firma un acuerdo a nivel gubernamental con quien haya resultado elegido.
Pero si en el tema de las naciones existe pluralidad, respecto de las propuestas de contenidos ésta es aún mayor. Hoy en día, Premios Nobel y Youtubers se disputan la asistencia en salas abarrotadas. Autores de renombre conviven con los nuevos escritores a quienes heredarán la fama y el prestigio. Hay cabida para los considerados hermanos menores del libro, el Comic y la Novela Gráfica, y también para las nuevas trasfiguraciones como los libros electrónicos y los audiolibros. Por supuesto, también existe una sección infantil, que en los últimos ha ganado un espacio considerable en la Feria y que simbólicamente es el mejor augurio para un futuro con más lectores.
Gracias a todas estas virtudes, la FIL Guadalajara recibe la atención de México y el mundo y trasciende al ámbito literario. Aunque en términos prácticos la cultura sea de los ámbitos menos apoyados desde el sector gubernamental, curiosamente en tiempos de elecciones nuestros políticos deciden que es una buena idea acudir a la Feria (aunque a veces el redito de su presencia sea negativo por los deslices que suelen cometer ahí, como cuando no atinan a mencionar siquiera tres libros que hayan cambiado su vida). Pero no sólo los aspirantes a un cargo público se han dado cita en este evento, mandatarios en funciones también han asistido, como ocurrió en 2013 cuando —en medio de una tensa calma—Shimon Peres encabezó a la delegación de Israel, invitado de honor en ese año.
También la FIL premia
La FIL Guadalajara ostenta también una gran importancia en el ámbito literario al dar seis premios. Dos de ellos son otorgados por decisión exclusiva de la organización de la Feria, el Premio de FIL de Literatura en Letras Romances (anteriormente llamado Juan Rulfo) y el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz; y cuatro más se entregan en colaboración con otras instituciones: el Premio de Literaturas indígenas de América, el Premio Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil y el Catálogo Iberoamericano Ilustra.
Una de las razones ajenas al negocio y que han dado renombre a la feria es precisamente el Premio FIL de Literatura en Lengua Romances, que fue creado en 1991 con el nombre de Premio de Literatura Iberoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Con los años, esta distinción se ha hecho un lugar especial entre el mundo artístico y cultural, no sólo por la cantidad de 150 mil dólares que otorga, sino por poner en relieve a las naciones que hablamos una lengua neolatina. Este galardón tiene potencialmente más ganadores que el Cervantes, que celebra sólo la riqueza del español, y menos que el Nobel, que no hace distinciones de idioma.
A lo largo de sus ya 30 ediciones, autores de 17 naciones han sido galardonados con el Premio FIL de Literatura en Lengua Romances, incluidos escritores de países del viejo continente como España, Portugal, Francia y Rumania. No es circunstancial que México haya sido el más elegido dada la nacionalidad del premio. Quizá sea una tarea pendiente de la Feria brindar más reconocimiento a las mujeres pues sólo en cinco ocasiones lo han obtenido autoras y el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, que sí condecora al género femenino, se otorga por una novela y no por el total de una trayectoria.
Aunque la decisión de otorgar un premio siempre tiende a ser una cuestión subjetiva que despierta suspicacias y resquemores, la elección del ganador del Premio FIL 2012 estuvo especialmente envuelta en la polémica. Meses previos al inicio de la FIL Guadalajara de ese año, por medio de una conferencia de prensa se dio a conocer que Alfredo Bryce Echenique recibiría esta distinción. No fueron pocas las voces que señalaron la incongruencia de premiar a un autor que no sólo había sido señalado como plagiario sino a quien ya se había castigado por ello. Instaurados ya en la época de los escándalos virales en las redes sociales, no pasó ni siquiera una semana para que una comunidad de intelectuales pusiera en la discusión pública el pasado plagiario del escritor peruano.
Muchos esperaban que la FIL Guadalajara cambiara su decisión de premiar a Bryce Echenique, pero eso nunca ocurrió. Lo que se dijo fue que la Asociación Civil encargada de otorgar el premio determinó que era improcedente cancelar el fallo del Jurado (compuesto por Jorge Volpi, Leila Guerriero, Margarita Valencia, Julio Ortega, Mayra Santos-Febres, Mark Millington y Călin Mihăilescu) puesto que la convocatoria al premio señalaba que “la decisión era inapelable.” Este apego irrestricto a la legalidad, no obstante, levantaba muchas sospechas. Si para el público general los plagios de Bryce Echenique habían pasado desapercibidos, no creo que esto haya sido así para el jurado…
El corolario de todo este desatino fue la cancelación del evento de premiación durante la Feria. Para evitar momentos bochornosos e incómodos que mancharan aún más la alegría de la FIL Guadalajara 2012, un integrante de la Comisión acudió directamente al domicilio del escritor peruano, en la ciudad de París, para hacerle entrega del premio. Seguro estoy que tras este desacierto los organizadores de la Feria ponen más cuidado en la elección de los ganadores de sus premios. Éste ha sido quizá el momento más desafortunado en toda la historia de la Feria.
Un anfitrión extraordinario
En muchos sentidos Guadalajara constituye un referente obligado de México. Complemento de la triada que, junto con Monterrey y la Ciudad de México, lleva el título de grandes ciudades, la capital de Jalisco ostenta además la pertenencia de grandes símbolos de la mexicanidad (el tequila, los mariachis y el mexicanísimo equipo de las chivas rayadas). No obstante que estos signos también son leídos desde fuera, en el extranjero existe otra indisoluble la relación y es la que asocia a Guadalajara con su Feria del libro. Este mal no es propio de la FIL: les ocurre a todas aquellas ciudades que han malacostumbrado al mundo a organizar extraordinarios eventos de gran trascendencia cultural; bien lo saben Cannes, Berlín y Venecia con sus citas cinematográficas anuales.
En términos numéricos, la FIL ha recibido un promedio de más de 800 mil visitantes los últimos cinco años. Esta asistencia impacta no sólo a la Feria misma sino a toda la capital de Jalisco. De acuerdo con estimaciones del gobierno del estado, la derrama económica generada por este evento es de más de 330 millones de pesos, generados en menos de una semana (esto sin considerar las ganancias generadas por los negocios para las editoriales que se calculan por encima de los 40 millones de dólares). Viéndonos conservadores, en 33 años la FIL Guadalajara ha dejado a la ciudad y a la industria editorial más de cinco mil millones de dólares.
Las cifras anteriores confirman que la FIL ha sido un motor de crecimiento para Guadalajara y de Jalisco. La arquitectura de la ciudad es un buen referente para constatarlo: cuando la Feria abrió sus puertas en 1987 la capital de Jalisco contaba sólo con siete hoteles en un perímetro de tres kilómetros y ahora existen 30. Quien ha asistido a la Feria sabe de las complicaciones para encontrar hospedaje durante la última semana de octubre; no por nada el sector hotelero de toda la zona metropolita suele reportar una ocupación mayor al 80 por ciento en esas fechas.
Otros gremios que indiscutiblemente se ven beneficiados son transportista y el restaurantero. Al recibir a tantos visitantes de México y el mundo, los taxistas suelen hacer su agosto en vísperas de las fiestas de navidad. No es ningún secreto que, para no perder su negocio frente a las nuevas aplicaciones de transporte como Uber, los choferes de taxi suelen elevar sus tarifas hasta en un 100 por ciento en esas fechas. Los tiempos de abundancia también los experimenta el ramo de la comida. En 2015, por ejemplo, la Cámara de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados de Jalisco medía incrementos superiores al 50 por ciento respecto de un mes normal. ¿Cómo asistir a Guadalajara sin probar su extraordinaria gastronomía?
Aunque se suela pensar en los libros sólo desde su faceta cultural, es evidente que también pueden constituir un enorme negocio. Aún no somos realmente conscientes del impacto que significará realizar la FIL Guadalajara sólo de manera virtual, no sólo por el aspecto logístico y la propuesta de actividades en línea que se darán a conocer a finales de este mes, sino por la merma económica que esto ocasionará para la ciudad de Guadalajara y zona conurbada. Algunas estimaciones hablan de perdidas de hasta 280 millones de dólares. Sobre las previsiones que se tienen para esta edición, el presidente de la FIL, Raúl Padilla, estimó adelantó en una entrevista con El Universal que este año se tiene estimado que se concretarán el 30 o 40% de las ventas. Aunque las esperanzas de realización se mantuvieron hasta los últimos días, la prudencia ante los días inciertos en que vivimos imperó. Con tristeza confirmamos que no existe mayor bien que la salud y la vida del hombre, aunque para ello tengamos que sacrificar a nuestra máxima fiesta de los libros.
FOTO: La edición 2019 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuvo como país invitado a la India y contó con más de 840 mil asistentes./ Nabil Quintero Milián/FIL
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