El oprobio contra el Fonca

Abr 25 • destacamos, principales, Reflexiones • 7356 Views • No hay comentarios en El oprobio contra el Fonca

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Con la extinción del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el gobierno de la Cuarta Transformación que llegó al poder apoyado por la comunidad artística, renuncia a garantizar la libertad creativa en un momento crítico para el país

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POR MARÍA RIVERA

Aunque el estupor es enorme en la comunidad artística tras el decreto de extinción del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, expedido por el presidente López Obrador, tendríamos que decir que la desaparición de la institución no debería sorprender a nadie: desde hace dos años las autoridades culturales evidenciaron, primero burdamente y después con sigilo y engaño, las intenciones de destruir la que fuera la institución cultural más importante del país. Piénsese nada más que mientras la actual subsecretaria de desarrollo cultural y exdirectora del Fonca, Marina Núñez, hace un año aseguraba tajantemente a artistas que era falso que el Fonca desaparecería, en la Secretaría de Cultura ya se proyectaba la reingeniería institucional, para captar al Sistema Nacional de Creadores de Arte, una vez que el Fonca fuera desaparecido.

 

Lo realmente inusitado no es que el presidente extinguiera los fideicomisos sino que lo hiciera en medio de una crisis de salud inédita. Mientras los mexicanos morían y se contagiaban, perdían sus empleos, al presidente la crisis le vino “como anillo al dedo” para concretar medidas que no había podido aplicar por la resistencia y oposición social. Con los mexicanos encerrados en sus casas, amenazados por un virus mortal, en medio de la pandemia, debilitados, aprovechó la emergencia nacional para ejecutar políticas esencialmente antidemocráticas contra los fondos destinados a la ciencia, la cultura y el arte, bajo el subterfugio de “combate la corrupción”. A estas alturas del sexenio, sabemos ya que dicho combate no es otra cosa que una retórica que usa para desviar, autoritariamente, recursos de su destino original, a los que suele menospreciar despóticamente para destinarlos a sus proyectos políticos. Así procedió frente al programa de estancias infantiles, al principio de su administración, dejando a madres pobres sin guarderías y así procede ahora: destruyendo la institución cultural más importante del país sin miramiento alguno. La medida, artera y autoritaria, llevada a cabo contra el arte y la cultura mexicanos será recordada como uno de los momentos más oprobiosos de nuestra historia, cometida por un presidente que, irónica y trágicamente, llegó al poder apoyado por la misma comunidad artística.

 

Ha sido la vitalidad de la cultura y el arte la que, en buena medida, ha configurado el mejor rostro de nuestro país y a quien se debe la creación de una institución que contaba entre sus méritos su seriedad y profesionalismo, excepcional del todo en la administración pública federal, con marcos legales claros, públicos y transparentes; una forma de respeto por los artistas y creadores a quienes no se maltrataba con la postergación de pagos y quienes tuvieron, siempre, garantizada la libertad creativa, sujetos a juicios de pares, en los que los funcionarios tenían expresamente prohibido intervenir, lo que garantizaba que las convocatorias no tuvieran ningún tipo de directriz, como actualmente sucede con las convocatorias del programa Cultura Comunitaria, creadas en esta administración, donde se define el tipo de obra que se patrocina en función de su utilidad social y a los artistas se les considera gestores.

 

Fue la imaginación y los anhelos de libertad de un grupo de escritores allá por los años setenta, antes de la transición democrática, la que gestó la idea de crear una institución independiente que pudiera garantizar la libertad artística e intelectual, mientras dotaba al país de recursos para asegurar la creación libre de arte y cultura. No es otra cosa, no era otra cosa que lo mejor que teníamos. La cortedad de miras, la tozudez ideológica y el desprecio por la cultura y el arte ocasionaron que, desde que el lopezobradorismo llegó al poder, la comunidad artística estuviera bajo fuego: campañas de desprestigio contra creadores, con ignominiosas listas negras, fueron lanzadas desde oficinas estatales y por la misma institución, para debilitarla. La comunidad fue advertida desde hace dos años, con meridiana claridad: buscaban la extinción de la institución, por “salinista” y porque “controlaba rebeldes” y “premiaba compadres”, como hace poco dijo la secretaria de la función pública, Irma Eréndira Sandoval, en un tweet en el que celebra, barbárica y ofensivamente, la extinción del sueño de artistas mexicanos por crear un país capaz de considerar al arte prioritario, que durante treinta años construyó su cara más benévola, permitió que la cultura se produjera libre y constantemente, sexenio tras sexenio.

 

No hay novedad alguna en la concepción que el gobierno tiene de los artistas como “privilegiados” “fifís” y “corruptos”. Durante dos años fuimos testigos de los pasos que los funcionarios fueron dando en esa dirección. La gravedad de lo que ha ocurrido no tiene parangón en los últimos decenios, porque la institución no era, como se ha hecho creer, una mera dispensadora de becas a creadores individuales, sino una compleja red de programas y convocatorias que incentivaron, patrocinaron y subsidiaron el acceso a la cultura de millones de mexicanos, beneficiarios de la creación y producción artísticas de miles de creadores, productores y promotores en todo el país, durante treinta años. Lejos está de ser cierto que fuera una institución que sólo apoyaba a una élite privilegiada: basta con revisar las bases de datos de todos sus programas a lo largo de las décadas para descubrir la ignominiosa mentira. Tampoco es verdad que las obras producidas hayan sido banales e intrascendentes, “controladas”, ni que no fuera incluyente, ni transparente. Si hubo alguna institución mexicana cultural que sufriera transformaciones con el paso de las décadas, esa fue el Fonca, que logró incorporar las exigencias de creadores a sus normativas a la par que el país de democratizaba. Con su extinción, México pierde décadas de un proceso democrático que tomó mucha imaginación y esfuerzo a varias generaciones de creadores mexicanos.

 

Llamar a su desaparición, “fortalecimiento”, como hace poco la subsecretaria Núñez lo llamó en una entrevista, sólo puede ser producto del engaño y la mala fe de funcionarios aviesos que no han tenido ninguna lealtad, ni con el arte y la cultura mexicanos, ni con un gremio que les entregó su confianza en las elecciones. No hay, como quiere hacerse creer, ninguna “transformación” sino desmantelamiento: de su fondo, de su autonomía, de sus programas y convocatorias, (salvo el Sistema Nacional de Creadores de Arte que escapó a la extinción de López Obrador por haberse creado por decreto, lo que fue presentado como una falsa concesión) de sus Reglas de Operación y de todas y cada una de las disposiciones legales que regulaban su mandato. Todas las definiciones, la estructura, las normativas e incluso, la definición misma de arte y cultura de la institución, de excelencia y autonomía artística, ya desapareció.

 

Aunque la Secretaría de Cultura, y especialmente Núñez, su vocera y operadora política, encargada de cooptar a artistas y apaciguarlos quiera hacer parecer que la institución se traslada, sus programas, capitales en la conformación de lo que conocíamos como medio cultural, no serán “absorbidos” por la Dirección de Estímulos a la Creación. Habrá que ver, incluso, si la Secretaría de Cultura adquiere independencia financiera suficiente para sostener al SNCA, conociendo su rotunda ineficiencia para remunerar a trabajadores y artistas.

 

Sin una normatividad propia y fondos independientes, el arte y la cultura mexicanos estarán sometidos a los vaivenes económicos y a los caprichos de políticos que ven en los recursos de cultura un derroche innecesario de dinero o en el peor de los escenarios, como hemos estado viendo con la administración actual, una herramienta para crear arte supeditado y servil a gobiernos y funcionarios, una forma ignominiosa de propaganda ideológica.

 

Basta con escuchar a la secretaria Frausto hablando del “beneficio social” del arte, conocer las convocatorias de Cultura Comunitaria que esta nueva administración ha lanzado para entender la dimensión del retroceso democrático. La transformación de “artistas” a “gestores comunitarios”, de pagos justos a pagos injustos y postergados, de “arte” a “arte útil”, la degradación del artista y su obra, la censura estatal sobre la obra en función de su utilidad, el manejo discrecional de recursos, la opacidad, los jurados conformados por los propios funcionarios en la asignación de los recursos, no es algo que vaya a suceder: ya sucedió bajo esta administración con sus programas insignia, como escribí en estas mismas páginas, hace unos meses, en el artículo “La tentación moralista de la instituciones culturales”. Es esperable que esa lógica, demagógica y despótica al mismo tiempo, engulla los restos de lo que fuera el Fonca, cambiando y empobreciendo radicalmente la naturaleza de la vida artística y cultural de la que gozó nuestro país en las últimas décadas.

 

Son estos tiempos oscuros y trágicos. Nuestro país atraviesa por horas de dolor y angustia: la pobreza acecha inclementemente a quienes se dedican a crear belleza e imaginación, a producir conocimiento en medio del caos, la muerte y la enfermedad. Cuando termine la pandemia, tendremos que encontrarnos en las calles y plazas con la trágica partida de muchos, pero también con la pérdida de un país que con ahínco generaciones de artistas mexicanos construyeron a lo largo de las décadas, que nos legaron como un patrimonio generoso. Tendremos que recoger los restos de lo que alguna vez consideramos nuestro y luchar contra la neo-lengua de un poder ciego y autoritario, contra sus mentiras aviesas: oponerle nuestra lengua libre de servidumbres y genuflexiones, indignas de artistas y creadores.

 

FOTO: Aspecto de la obra El sapo y las minas de mercurio, de Martín López Brie, obra apoyada por el Fonca. / Especial

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