El libro que llena un vacío sobre el viaje de Frida Kahlo a París
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Frida Kahlo se relacionó con los surrealistas, y aunque al final terminó por distanciarse de ellos por diferencias políticas, fue innegable el impacto que su arte causó en Europa
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POR HILDA TRUJILLO
Hace varios meses, a finales del año pasado, un tema rondaba en mi cabeza, pensaba en un vacío, en algo que faltaba en mi labor como directora de los Museos Diego Rivera Anahuacalli y Frida Kahlo. El tema inconcluso tenía que ver con los archivos de la Casa Azul, los cuales fueron mostrados al público en 2007, después de haber permanecido ocultos en baúles, bodegas, baños y cajones por más de 50 años, como había sido, en principio, el deseo de Diego Rivera.
En 2003 iniciaron las labores de apertura de espacios, de reconocimiento de lo encontrado, de limpieza y clasificación de documentos, objetos y obras. Fue gracias al apoyo de Adabi (Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C.), a cargo de la doctora Isabel Grañén Porrúa, y de la Fundación Alfredo Harp Helú que pudo llevarse a cabo esta labor titánica por la magnitud e importancia de lo encontrado.
Una buena parte de estos archivos se estudió a lo largo de 17 años, período en el que se realizaron destacadas investigaciones que generaron escritos, ensayos y curadurías, los cuales se convirtieron en exposiciones exitosas por su novedad en la información, imágenes y objetos inéditos que ahí surgieron, entre las que se encuentran Los vestidos de Frida Kahlo, presentada en la Casa Azul; Frida Kahlo. Making Her Self Up, en el Museo Victoria and Albert; Las fotos de Frida, exhibida en más de 14 países, y Vida Americana que se presentó en el Museo Whitney de Nueva York. Estas muestras siguen presentándose.
Pero ese vacío que me inquietaba tenía que ver con la ausencia de una lectura integral, que diera cuenta de la importancia del conjunto del archivo para el relato de la historia política y artística de nuestro país y del mundo. Esto no se reflejaba hasta el momento… quedaría pendiente.
Un par de meses después, ya en este abril, fue cuando Jaime Moreno Villarreal amablemente me llama para entregarme su reciente publicación, apenas llegada a sus manos: Frida en París, 1939, editado por Turner Noema. Al iniciar la lectura me sorprendo gratamente, uno a uno comienzan a evidenciarse los documentos, los objetos, los libros, las obras, las fotografías, todo se entrelaza en las líneas del texto para dar cuenta de un momento apasionante de la historia de México y París, de 1939 a 1942. Ahí estaba reflejada la importancia y aportación de los archivos. Se me iluminó la cara de alegría.
Siempre me había preguntado cómo habían llegado a la Casa Azul ciertas obras, por ejemplo, la de Yves Tanguy, una pieza pequeña de la que emanan, como de un desierto de arenas azules, varios cuerpos informes y lánguidos, y a pesar de su tamaño, causa una gran desolación; otra pieza, la de Paul Klee, artista que Frida admiraba tanto; así como un ejemplar de la edición limitada de Desnudo bajando la escalera, de Marcel Duchamp, 1937, ubicado en la recámara de noche. También me llamaban la atención otros objetos que permanecen en el ropero de la misma habitación, como son dos muñecas vestidas de novia, una de ellas, es evidente, inspira la obra de Frida, La novia que se espanta al ver la vida abierta, de 1943.
Se tenía información aislada e imprecisa de las obras y objetos citados. Es gracias a la meticulosa investigación de Jaime que ahora podemos contar con una narración precisa de su procedencia y del tiempo que Frida pasó en París.
El momento que aborda la narrativa de la publicación está marcado por la llegada de León Trotsky a México, quien es recibido como exiliado, perseguido por el poderoso líder soviético José Stalin. Diego y Frida le reciben en la Casa Azul, en donde permanecerá hasta que se conflictúan él y Diego. Trotsky se mudará entonces a una residencia cercana, lugar en el que sería asesinado.
La estancia del político e intelectual conlleva el viaje a nuestro país de André Breton, teórico del surrealismo, con su esposa Jacqueline Lamba y la posterior llegada de los surrealistas a México, Remedios Varo, Benjamin Péret, Alice Rahon y Wolfgang Paalen.
Se narra en Frida en París, 1939, las vicisitudes para mostrar en una exposición la obra de Frida en la capital gala, quien pese a ser invitada por André Breton, éste no tendría nada preparado, quizá pensando en que ella jamás iría. Será Marcel Duchamp y su pareja, Mary Reynolds, quienes ayudarán a Frida a exponer en la Galería Renou & Colle en la muestra titulada Mexique, la cual presentó además de las obras de Frida, piezas prehispánicas, exvotos, fotografías de Manuel Álvarez Bravo y objetos de arte popular.
Así que no se llevó a cabo una exposición individual de Frida, fue como la describe el propio Breton: “Esta exposición responde al designio de dar a conocer y valorar mejor a México… hemos querido que resulte de lo más evocador”. Aunque la muestra apenas tuvo algunos comentarios en la prensa francesa, Frida recibió elogios por parte del selecto grupo de artistas invitados a la apertura, en particular referidos a las obras Mi nana y yo (1937), Lo que el agua me dio (1939), El nacimiento (1932) y El difunto Dimas (1937). Frida, en esa ocasión, vendió un único cuadro, el Autorretrato con pericos (ca. 1938), que fue comprado para las colecciones de los museos del estado francés y hoy se encuentra en el Museo Georges Pompidou.
Otro hecho es que Peggy Guggenheim, mecenas de artistas de vanguardia, la invita a exponer en su galería en Londres, y aunque esto no se llevará a cabo, Jaime se pregunta: ¿qué hubiera pasado de haber aceptado? Sin duda fue una importante invitación.
Entre fiestas, enfermedades y amoríos de Frida, Jaime reconstruye a partir de los manuscritos y documentos, en un relato espléndidamente estructurado, la personalidad de quienes le rodean en ese periodo de la vida. Desde las narraciones muy personales contenidas en las cartas, se hilvanan los hechos para formar un retrato del momento, que hoy es parte de la historia de nuestro país, de alguna manera todos ellos envueltos entre el surrealismo, en sus sueños, sus anhelos, sus fobias, sus sentimientos, mezclados con lo que yo llamaría el suprarrealismo, quiero decir, la escalofriante realidad de la política, los conflictos, las guerras.
La magia de ver en estas líneas, a través de la información que arrojan los archivos, de qué manera las historias personales se van entretejiendo con los hechos, en momentos tan fuertes para el mundo como las invasiones de Hitler, la Guerra Civil española y las consecuentes migraciones. Jaime hila las cartas, los datos, los acontecimientos con un gran rigor, sin perder la atención del lector en una trama que atrapa y emociona, tejiendo apasionantemente los sucesos.
Aunque Frida siempre recordó su estancia en París como una mala experiencia, es verdad que ahí causó sensación y admiración, esto se aprecia en una carta de Kandinsky recién encontrada, en la que narra a Anni y Josef Albers: “…Ella estaba allí, en persona, con un vestido mexicano, estaba despampanante. Al parecer, siempre viste así. Había muchas damas de aspecto bastante excéntrico (el espíritu de Montparnasse) pero ninguna podía rivalizar con el vestido mexicano”, y en otra carta que Jacqueline Lamba escribe a Diego Rivera en abril de 1939: “La brevísima aparición de Frida dejó a todos palpitantes como un montón de gusanos de seda que miraban pasar una locomotora a toda velocidad”, y expresa la tristeza que había dejado la partida de Frida.
El final es fuerte, revela información que intuíamos, y que ahora es relatada con certeza, se explica el distanciamiento de Frida y Diego con el grupo de surrealistas. Con detalle, se narra el ambiente hostil creado después de la muerte de Trotsky y la separación definitiva de los personajes que de alguna manera no quisieran recordar, un episodio que lamentarían y que tratarían de borrar de su memoria.
Chapeau, Jaime.
FOTO: Portada del libro Frida en París, 1939/ Crédito: Editorial Turner Noema
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