Galería de fantasmas: una reseña al verso

Feb 25 • destacamos, Lecturas, Miradas • 890 Views • No hay comentarios en Galería de fantasmas: una reseña al verso

 

En su nuevo libro, Ábaco de granizo, Ernesto Lumbreras funde la poesía con el relato y el canto con el cuento, permitiendo, inclusive, aventurar una posible lectura como novela

 

POR JOSÉ HOMERO
En 2016, Ernesto Lumbreras publicó Donde calla el sol, un breve conjunto de postales poéticas dedicado a la evocación del Ahualulco del Mercado que el poeta conoció en su niñez y adolescencia. Editado por Mano Santa Editores en un pequeño tiraje, se dividía en tres secciones, siendo la central la homónima del título. La precedía un prólogo con acuarela —sugerente e indicativo de los ascendentes plásticos y literarios de esos poemas, incluida la écfrasis con las acuarelas de Miguel Contreras— y la concluía un epílogo impreso en la llama de un dragón, integrado por sólo un texto, “Épica y mítica de una fundación”, que refiere los orígenes del poblado, en prosa conceptista que contrasta con la libérrima prosodia del resto, aunque sin paliar la ironía, la reticencia y las alusiones en doble sentido que distingue el estilo de los poemas. Siete años después, se ha refundido en Ábaco de granizo.

 

Un rápido cotejo de dichas obras, índice mediante, nos descubre que aunque la nueva retoma la anterior, prólogo y epílogo incluidos, tienen otra función textual —ya no al principio y al final, sino integrados al cuerpo—, y convertidos, por ello, en trazas ficticias y no más trazos autorales, y la denominación ha cambiado: el apartado de los poemas en prosa se intitula Débitos de la edad dorada. La incorporación en este de textos inéditos y en el conjunto de nuevas secciones, la convierte, definitivamente, en una obra distinta. Los débitos áureos, además de retomar las previamente publicadas, incluyen nuevas estampas, cuya evocación de los lugares del terruño y sus personajes configura una narratividad, sin menoscabo de los dominios metafóricos, que es la preponderante en Ábaco de granizo. En resumen, pese a la atmósfera común, la diferencia, amén de la extensión, es que Donde calla el sol era, ante todo, un volumen lírico reminiscente de los Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire —o de las Iluminaciones de Jean-Arthur Rimbaud—, mientras que el nuevo libro no vacila en anular los géneros y en entreverar la poesía con el relato, el canto con el cuento, permitiendo, inclusive, aventurar una posible lectura como novela. Sí, junto a las sonoras correspondencias con la prosa de Ramón López Velarde —y con otros poetas solariegos, como Francisco González León—, hay resabios de La feria de Arreola. Diríase que en el irónico colofón de la edición de Mano Santa había ya un guiño y una profecía de lo que devendría ese primer acercamiento memorioso: “Se terminó de imprimir durante el mes de septiembre de 2016, bajo los auspicios del escritor mexicano Juan José Arreola, quien vio la primera luz el día 21 de este mismo mes en el pueblo de Zapotlán el Grande, Jalisco”.

 

La vena narrativa se advierte desde el primer texto, “Jaculatoria y examen del terruño”, de sucinta información sobre Ahualulco del Mercado, más propia de una monografía. Se presenta aquí a uno de los personajes que urden al conjunto y le confieren una trama, Alejandro Ocaranza, cronista del pueblo, cuya figura le permitirá al autor abordar otro estilo, una parodia del barroquismo neocolonialista que azotó las letras mexicanas hará un siglo. A este augural ensayo le sigue “Historia de un manantial portátil”, magistral conjunción de cuento y poema, que refiere las andanzas del último pipón de mulas que hasta principios de los años ochenta abasteció de agua a los ahualulcenses, pero, sobre todo, presenta una historia memorable: la del desdichado heredero de los Gallardo Panzacola, orgullosos hacendados. En ese relato desaforado que combina los orozquianos trazos de los esperpentos de Valle Inclán con el azufre de las leyendas medievales, la ficción entronca, además, con los orígenes míticos de Ahualulco, consignados en “Épica y mítica”. La silueta de los dos últimos aguadores, don Panta y su ayudante enano, y Alvarito Gallardo cobijará otros textos. En particular, a la sección Insensatos en el jardín de la serenidad.

 

Lumbreras concilia sus intereses poéticos y narrativos —una veta en la que ha ahondado en los últimos años, primero como cuentista infantil y finalmente como novelista aún inédito—, articulándolos en dos grupos: las estampas de los lugares y personajes de la niñez en otro; los retratos de los personajes memorables del pueblo, incluyendo a los familiares, en otro. Todo lo cual le dará cohesión al conjunto y pauta para una eventual lectura novelesca, como ya se ha dicho.

 

Si las correspondencias pictóricas son evidentes y el propio autor las señala, las literarias no precisan de indicaciones pues resuenan y circulan por doquier. Añado que la inspiración de este diccionario escrito en hielo es el Museo de sombras de Gesualdo Bufalino, no casualmente traducido por Ernesto. La mirada no es inocente sino con la culpa de la asociación culta. Lumbreras no es el poeta adánico que encuentra en el paisaje, o en el regreso a la tierra natal, un detonante para hablar en lenguas celebrando la creación y buscando despojar a las piedras de río del limo que tanto canto le ha decantado, sino que prefiere reconocer que todo poeta es un hijo pródigo, un hombre quien no puede fingir desconocimiento de la tradición lírica. He aquí uno de los méritos de esta escritura: admitir, reconocer y exhibir, mediante la adjetivación o la paráfrasis, su índole vicaria, derivada, que todo vocablo posee un recorrido, que en el uso de una voz palpita el aura de los usos y de la tradición; una cultura. Que aún es valioso el canto del terruño a condición de que dicho canto sea rodado.

 

Ábaco de granizo, híbrido de cuento y canto, ejemplo de amor matrio, vertiente soslayada desde la soberbia del canon metropolitano —o por quienes se asumen canónigos testaferros— , reivindica también un estilo donde se entreveran los fulgores de la prosa modernista —¡cómo soslayar la presencia solar del Ramón López Velarde prosista en el alumbrado solar!— con los alardes imaginativos de las tendencias creacionistas y surrealistas, incluida la audacia metafórica de Carlos Pellicer. Con este libro, Lumbreras nos confirma que, además de gran poeta, es un gran prosista.

 

FOTO: Ernesto Lumbreras ganó el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde 2021. Crédito de fotos: ARCHIVO EL UNIVERSAL

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