Los principios del guionista en México
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El guionista de la Jaula de oro critica a la industria del cine que obliga a los escritores a permanecer en el anonimato
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POR GIBRÁN PORTELA
Recuerdo que mi primer guion pagado para cine, fue de 60,000 pesos compartidos con un colega con quien lo escribí, era una idea espantosa que se le había ocurrido a un productor, y nosotros accedimos porque necesitábamos dinero y porque en verdad, no creíamos que algo así se fuera a filmar. Fue una de esas clásicas historias de productores con “grandes ideas”: nos mostró un “papelito” que decía algo como: “Chavos, cocoyoc, drogas, violación, muerte…”. Decía que el guion ya estaba pero que no tenía tiempo para escribirlo, típico.
En fin, dos semanas después estaba el guion, escribimos lo que nos dijeron, hicimos nuestro esfuerzo, quedó mal. Pero lo aceptaron y nos olvidamos del asunto. Poco tiempo después nos llamaron de la oficina del productor para hacerle unos “arreglos” al guion, porque había recibido los fondos para filmarse, cosa que nos pareció un escándalo ¿Cómo una institución como el Instituto Mexicano para la Cinematografía da luz verde a proyectos de tan baja calidad? Fuimos al estreno y fue vergonzoso ver nuestros nombres.
Poco tiempo después, nos invitaron a escribir un videohome, cosa que nos causó gracia, porque pues sí vemos esas películas. Nos invitaron a una carne asada y el productor nos dijo que le escribiéramos papeles a algunas de sus novias que estaban ahí presentes. Escribimos el guion en una semana, un guion que nos divertía, era malo pero nos divertía. El guion, luego de dar un vueltas en el mundo del videohome, al fin fue realizado, y nos pagaron nuestros diez mil pesos a cada uno.
Al paso de los meses, me llamaron para escribir otra película horrible, al ver el resultado y mi nombre en pantalla, fue la misma sensación de desencanto y vergüenza. Decidí no escribir más cine, a menos que fuera algo que realmente me gustara. Es fácil engancharse en proyectos cinematográficos simplemente por dinero, cuestión que es ambigua también, pues el guionista en México está bastante mal pagado con respecto a otros países; comenzando por los tabuladores del IMCINE. Me dediqué, pues, a trabajar en telenovelas y series, todas muy malas, pero era dinero más o menos rápido. Si iba a escribir porquerías audiovisuales, pues al menos que fuera rentable económicamente y artísticamente olvidable y efímero. A la par que hice esto, comencé a escribir teatro, cosa que me hizo conocer un mundo diferente al del cine y la televisión.
Quiero aclarar que a mí nunca me ha interesado dirigir cine, así que las posibilidades de que un proyecto mío fuera filmado por alguien más era muy lejano. Conocía historias nada gratas de colegas a los que les compraron el guion para después ser destruido a capricho del director, no todas las historias acaban mal, pero la mayoría de las que conozco sí.
Años después, un par de amigos me invitaron a colaborar en proyectos que me resultaban atractivos: La Jaula de oro dirigida por Diego Quemada y Güeros escrita para el director Alonso Ruizpalacios, me permitieron entrar a su mundo de ficción, sentí una diferencia grande, me sentí colaborador y hacer cine volvía a tomar sentido para mí. Amat Escalante, me invitó a colaborar en La región salvaje y tuve la misma sensación sentirme cómodo con lo que estaba haciendo. Las tres películas, gusten o no, a mí me causan satisfacción y me hacen sentir orgulloso, me siento vinculado con ellas. Aprendí que uno puede decidir y marcar una pauta artística propia desde la escritura cinematográfica, sin conjugar universos imaginativos no siempre personales. A partir de estas experiencias, rechacé un sinfín de ofertas que tal vez habrían sido buenas económicamente, pero los proyectos no hacían sentido en cuanto a mi quehacer cinematográfico.
Hoy en día, las opciones y condiciones que existen para los guionistas en México, son mucho mejores que las existentes cuando escribí aquellas películas de las cuales me avergüenzo. Con las plataformas digitales, las oportunidades de trabajo han aumentado, hay muchas más opciones que escribir solamente películas que no sean de nuestro agradado, además de telenovelas. No estoy
despreciando ninguna forma de trabajo, pero en aquellos primeros años, eran las puertas que se abrían para mí.
Aunque el 90% del cine que se hace en México va de contar historias, los guionistas somos de las pocas personas en el gremio que seguimos trabajando gratis, o que se nos invita a trabajar gratis, sin ninguna clase de incentivo mas que el crédito en pantalla y una promesa de pago, si es que el proyecto logra alguna clase de financiamiento; y se paga claro, de acuerdo al tabulador de IMCINE. Existe una lucha por parte de quienes ejercemos el oficio, para que dichas prácticas desaparezcan, para que valoren el trabajo, el tiempo invertido, porque además, en algunos casos, incluyendo el mío, la única persona que está con un director o directora cuando no tiene más que una idea, es el guionista, hasta ahí es la historia de los dos; porque a la hora de conseguir los fondos para la realización del proyecto, se va convirtiendo en el proyecto del realizador, así son las cosas, y no es algo que me importe, pero es algo que sí interesa a los productores: ¿Por qué hay que pagarle a un idiota más, que en ese momento ya no es útil? El guion ya estaba ahí cuando llegó el equipo de producción, supongo que la gran mayoría de los productores cree que los escritos se dan por generación espontánea.
Aunque el gremio de guionistas se queje de prácticas como las mencionadas: la falta de pago, el nulo reconocimiento al escritor cinematográfico; también los mismos guionistas somos los primeros en traicionarnos aceptando trabajos sin pago o bajándole la chamba a un colega. Eso es lo que nos han inculcado. Esa práctica insana de pagar el derecho de piso, aceptando condiciones infames y proyectos horrendos con tal de escribir.
Al fin, si uno se mantiene firme en sus convicciones, puede ir encontrando su camino, aunque este sea largo y cansado; en mi caso, esto se ha dado con un guion que escribí junto con un colega y amigo en 2009 y que apenas en 2018 encontró un director que de verdad quería filmarlo, Yibrán Asuad, que realmente estaba interesado en la historia que teníamos. Tuvieron que pasar un montón de años para que un proyecto original desde la escritura encontrara su cause.
En México tienen que pasar varias cosas para que un guionista sea reconocido, en cambio como director o productor, basta con hacer una película o serie mala o medianamente buena, para encontrar un lugar en esto que tenemos como industria en el país. Pienso que si queremos que las cosas cambien de verdad, para darle un giro definitivo a nuestra situación, debemos ser fieles a nuestro gremio y nuestras convicciones, eso se debe inculcar desde la escuela.
Pienso que un montón de historias pésimas que circulan en pantallas chicas y grandes, son en gran parte nuestra responsabilidad, si quisiéramos dignificar el oficio, no aceptaríamos trabajar gratis. Ni aceptaríamos trabajar con personas o historias que van en contra de nuestros principios.
FOTO: Ruth Ramos es la protagonista de La Región Salvaje (2016) de Amat Escalante, proyecto en el que Gibrán Portela se encargó del guión. / Especial