Historia de la Filosofía: ¿Qué es el contexto?

Feb 24 • destacamos, Reflexiones • 10071 Views • No hay comentarios en Historia de la Filosofía: ¿Qué es el contexto?

 

En una era donde el pensamiento pierde terreno y el diálogo es desmesurado, es necesario arraigar en los trasfondos, plantea el autor en este nuevo capítulo

 

POR HUGO ALFREDO HINOJOSA
“La guerra es padre y madre de todas las cosas”, escribió Heráclito, filósofo presocrático. Pensemos en la frase.

 

En la entrega pasada comenté que, de haber sido por mis profesores de filosofía de la secundaria y preparatoria, no habría estudiado esta disciplina. No los juzgo, no existe un método pedagógico para enseñar esta materia que puede ser tan pesada como el plomo si se carece de estrategia.

 

Luego de publicar el texto anterior, un lector me pidió que, por favor, no utilizara un lenguaje elevado porque le resultaría difícil adentrarse en el ejercicio y tiene razón. Yo rehúyo en la medida de lo posible de quienes me lanzan conceptos muy “elevados”, pues me generan más confusión que asombro. Es común que el ego nos engañe y nos elevemos por los aires al intentar desarrollar el pensamiento; o quizá podamos asirnos a un filósofo que dijo algo que nos parece más o menos profundo y no lo soltamos, aunque lo entendamos mal en su “contexto”; el chiste es repetir como perico una teoría para escucharnos “inteligentes”.

 

Hace 20 años, tuve la fortuna de estar frente a varios grupos de preparatorianos [que serían técnicos en mantenimiento industrial] con quienes descubrí que la mejor estrategia para mantenerlos atentos y divertidos en clase era hacerlos reír con los ejemplos acerca de la materia. De esas generaciones, varios alumnos entraron a la universidad a estudiar medicina, derecho, literatura y un par de ellos a filosofía. Eran estudiantes de la periferia de la ciudad de Tijuana a los que el sistema educativo estaba condenando a obtener el certificado para insertarlos en el campo laboral; eran rudos y con la irreverencia propia de la edad. Nada que me espantara, pues tampoco fui una perita en dulce como estudiante, así que, para bien o para mal, los entendía en su “contexto” rebelde y los provocaba.

 

Recuerdo haberles preguntado qué tan buenos eran para barrer, trapear y limpiar, porque para eso estaban estudiando, les expliqué la palabra “mantenimiento”, la llevé un poco al extremo y entraron en shock al verse de afanadores. Ese fue el primer gancho para explicarles la materia. No les hablé del “ser”, ni del “ente”, mucho menos de la “fenomenología”, modifiqué los programas y les puse ejemplos básicos acerca de cómo cuestionar lo que escuchaban. No los quería revoltosos, los quería críticos, porque me interesaba alejarlos del conformismo utilizando la filosofía como una herramienta para mostrarles mundos y posibilidades que no conocían hasta el momento. Todos comentaron que nadie les había dicho que podían estudiar otras cosas, acceder a becas, a intercambios extranjeros, a todo aquello que les permitiera alejarse de limpiar máquinas industriales.

 

El ejercicio que llevé a cabo con aquel grupo fue primero de entendimiento: quiénes eran, de qué tipo de familias procedían, qué intereses tenían. A ninguno le interesaba Platón, mucho menos Aristóteles, por eso no perdí mi tiempo en tratar de venderles a San Agustín como el gran pensador. Para varios de ellos era más importante estar seguros de no haber embarazado a sus novias. Siempre me sentiré orgulloso de ellos, cumplí con hacerlos sonreír y comprender un poco su trayecto en la vida a esa edad.

 

Gran parte de los fracasos de la humanidad radican en la incomprensión de los “contextos”. Unos y otros nombran las cosas, los temas, las pasiones o la historia con palabras diferentes para decir lo mismo bajo circunstancias o realidades de vida diferente; de ahí los equívocos. Así, la pregunta “¿Qué es la filosofía?” tendrá múltiples significados dependiendo del pensador. Alguna vez, un testigo de Jehová me citó, Atalaya en mano, la frase de Ludwig Wittgenstein aplicada a la fe: “De lo que no se puede hablar, es mejor callar, ¿me entiendes, hermano?”. La filosofía Occidental y la Oriental son mundos tejidos entre sí con aproximaciones diferentes en búsqueda de la pluralidad de la verdad. Por ejemplo, jamás pagaría un peso por asistir a un seminario de Tony Robbins para verlo brincar al tiempo que recomienda cosas como: “Manifiesta todo lo que deseas”. Tampoco contrataría a un personaje como Simon Sinek para que me vendiera su Círculo Dorado, que se basa en preguntar: ¿por qué, cómo, qué?, como motor del emprendimiento de una empresa. No los denosto, no obstante, son visiones diferentes desde donde algunas personas entienden el mundo.

 

¿Qué es el contexto? Vaya, no nos compliquemos: marineros y aeronautas ambos navegan, unos sobre las olas y otros en el viento. No podemos discutir con el marino sobre la velocidad de un avión caza, ni con el aeronauta sobre la peligrosidad de que un tiburón te devore si caes al mar. Aquí debemos entender la palabra “navegar” dentro de un escenario específico.

 

El contexto responde a una situación, momento histórico, tiempo y espacio, ad infinitum. No es lo mismo decir “te amo” al calor de las copas en un antro, que bajo la luna y las estrellas de un bosque; las promesas en cada situación son diferentes, de ahí dependerá el grado de compromiso. Y otra más, como diría Rulfo en el Gallo de oro: no es lo mismo que nuestras madres nos pregunten “¿Por qué no me respondes?”, mientras sonríen que cuando están molestas. Todos sabemos en qué circunstancias nuestro pellejo corre peligro.

 

Cuando comenzamos a estudiar filosofía lo más importante es comprender los “contextos” en los cuales fueron formulados los cuestionamientos, esto es, las épocas, las culturas, los ideales, las religiones, entre otros aspectos. Dios, por ejemplo, no es el mismo en su concepción para judíos, musulmanes y cristianos, pero el Dios de cada una de esas tradiciones no es superior al otro de entre dichas creencias. Es uno solo, absoluto y todopoderoso, con apóstoles, profetas, patriarcas similares y bases intrínsecas. No entiendo la razón de los conflictos entre religiones, si todos buscan como fin último la paz, la armonía y la felicidad. El problema somos nosotros y nuestras necedades. Del mismo modo, tampoco entiendo que un musulmán decapite personas en aras de sus creencias, ni concibo que un judío menosprecie y violente a los demás por no considerarlos elegidos por su “Dios”; de los cristianos, qué decir, cuando hicieron de la ignorancia de los otros su herramienta de control absoluto.

 

En mi caso, no creo en Dios como un ser todo poderoso. Para mí, Dios es el universo. Mi lógica es: si Dios todo lo puede y todo lo transforma, si todo lo ve y a todo le da su lugar, pues es el universo que todo lo equilibra y donde la materia en su infinitud se transforma.

 

Las discusiones políticas son los mejores ejemplos de contextos mal entendidos y situaciones manipuladas. Los reto a participar en un foro de discusión o a pararse en medio de una manifestación de cualquier grupo político y a contraponer sus ideas. No les auguro la paz. El ejercicio es absurdo. Si todos los políticos desean lo mejor para nosotros, ¿por qué se pelean entre ellos en detrimento de nuestro bienestar? Sencillamente porque lo que en realidad desean es el bienestar propio. Qué básicos y divertidos son en su ridiculez. ¿Perciben la analogía con la religión?

 

En este mundo progresista, el pensamiento pierde terreno cada día más. Va otro ejemplo de contextos: una persona se queja de que los niños son insoportables y que prefiere a las mascotas; una persona con hijos dice “no puedes reducir ni comparar a los niños con las mascotas, no hay equivalencia”. Claramente, la primera persona no tiene hijos, valdría la pena ver si le gustaría que dijeran que su hijo, cuando lo tenga, no vale más que un animal. Se trata de debates circulares donde las situaciones entre pares no se resuelven porque el diálogo entre ambos se opone desde sus realidades. Un niño no es una mascota ni un animal, de la misma forma que un perro o gato no es un niño que merezca viajar en carriola, ni ocupar los juegos infantiles en los parques. Los linderos del sentido común en este tipo de debates son muy frágiles.

 

Quise iniciar con la explicación del “contexto”, pues, si lo entendemos desde ahora, nos ahorraremos sendos dolores de cabeza porque cada cual utiliza las palabras según su tradición. Por ejemplo, en sí, hermenéutica y exégesis son lo mismo… y no. Por definición, ambas palabras detallan la interpretación o explicación de algo, solo que, en el caso de la exégesis, nos referimos a los textos sagrados, mientras que la hermenéutica interpreta libros y textos, ideas de otro sentido. Siempre que inicien un intercambio de ideas en una conversación, pregunten desde qué “contexto” están hablando para establecer un diálogo coherente. Así, también es válido dotar a las palabras de significados dependiendo del contexto. Por ejemplo, “en este ensayo, en este intercambio de ideas, en esta charla, entenderemos la palabra ‘navegar’ en el sentido de caminar entre las avenidas de la ciudad”. Les aseguro que, si establecen el “contexto” desde el inicio, se evitarán varios dolores de cabeza.

 

En el ámbito de la Inteligencia Artificial, por ejemplo, la IA contextual, o Inteligencia Artificial Contextual, se refiere a un sistema de inteligencia artificial que puede entender y responder de manera que tenga en cuenta el contexto en el que se da la solicitud de información. Este contexto puede incluir factores como las interacciones previas del usuario, la situación actual, el entorno y otra información relevante. Los sistemas de IA contextual están diseñados para ofrecer respuestas más pertinentes y personalizadas, ya que pueden adaptar su comportamiento en función del contexto específico de la interacción.

 

Finalizo retomando la frase de Heráclito: “La guerra es padre y madre de todas las cosas”. Los estrategas de la guerra dirán que esto es verdadero pensando en el ejercicio propio de su tarea como soldados; no obstante, la guerra se refiere a que es necesario el caos y la contraposición de las cosas para que se genere un avance en el tiempo. Hablamos también de las pasiones, una pasión siempre dominará a otra, están en guerra: deseas hacer el amor con tu pareja, pero necesitas dinero y solo puedes obtenerlo trabajando, así que te marchas a laborar y dejas a tu pareja; deseas adquirir el auto último modelo que has visto en televisión, pero debes sacrificar el dinero que tienes luego de tus jornadas; lo sacrificas y adquieres el auto. Pasiones y contextos…

 

¿Y cuál es el papel que juega la imaginación en todo esto?

 

 

 

Ilustración de EKO

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