Hombres locos en el ático

Jul 28 • Lecturas, Miradas • 3139 Views • No hay comentarios en Hombres locos en el ático

POR ROBERTO FRÍAS

 

Con sus dos primeras novelas, Las vírgenes suicidas (Anagrama, 1994) y Middlesex (Anagrama, 2003), Jeffrey Eugenides reveló una sensibilidad capaz de hallar un balance delicado entre estilo, discurso y emoción, y se alejó de contemporáneos suyos como Jonathan Franzen o David Foster Wallace (quizá más interesados en el estilo y el discurso). Esta sensibilidad le ha sido muy útil a la hora de examinar las relaciones amorosas, tema que recorre esas dos novelas y que ahora ocupa el centro absoluto de la tercera, La trama nupcial(Anagrama, 2013).

 

Aquí el autor despoja al texto de subtramas y discursos paralelos para concentrarse en la naturaleza de los actos que pavimentan el camino hacia el altar contemporáneo. El punto de partida, nada casual, es la literatura británica del siglo XIX (objeto de estudio de la aparente protagonista, Madeleine Hanna), sobre todo las novelas de Jane Austen y de George Eliot, autoras que esgrimieron su literatura para defender a la ficción de las protagonistas femeninas sensibleras y de la connivencia con el discurso patriarcal de la época. Esta referencia se convierte en un espejo donde en todo momento se verá reflejado el triángulo amoroso que habrán de sostener, en el último cuarto del siglo XX, la misma Madeleine, Leonard Bankhead y Mitchell Grammaticus.

 

Portada del libro "La trama nupcial"
Portada del libro "La trama nupcial"

 

Madeleine ingresa a la universidad a finales de los años setenta. Ahí conoce a Mitchell quien, obedeciendo a su falta de experiencia, su inseguridad y su apocamiento, no toma nunca la iniciativa. Este error táctico, que limita la relación entre ambos a una amistad tensa, permite que Madeleine siga disponible y más adelante se relacione con el chico deseado por todas,  Leonard, un biólogo de temperamento melancólico que luego resultará bipolar o maniaco-depresivo, como se le conocía entonces a la enfermedad. Despechado, Mitchell desaparece del mapa después de la universidad, hace un largo viaje, principalmente a India, y se sumerge en los estudios religiosos. Al mismo tiempo, Madeleine y Leonard deciden vivir juntos. No es necesario contar más de la historia, el destino sentimental de los tres personajes será desafortunado.

 

La trama nupcial de las mejores novelas británicas del siglo XIX, volvemos a Austen y a Eliot pero también a Thomas Hardy, pone en crisis el modelo matrimonial, exponiendo la falacia de esa ecuación donde la mujer era una mercancía que debía esforzarse por cultivar su propio valor en el mercado y perseguir al mejor postor para “resolver” su existencia mediante la única vía posible, convertirse en la esposa de alguien. Así, cuando Eugenides se pregunta cuál sería la configuración de la trama nupcial en los años ochenta del siglo veinte, resuelve describir un giro donde si bien muchas cosas han llegado a mejorar (la libertad de las mujeres para decir sobre sus vidas, sus carreras, sus destinos y sus cuerpos, por ejemplo), otras van de mal en peor, tal sería el caso de la masculinidad, afectada por una  brutal crisis de sentido y de modelos en la que incluso algunos hombres como Leonard Bankhead, arrastrados por la desesperación, no encuentran más remedio que adoptar, justamente, el modelo desechado por las mujeres:

 

Leonard había encontrado la solución a todos sus problemas, los románticos, los financieros y los estratégicos. Una medida brillante merecía otra medida brillante.

–Cásate conmigo –dijo Leonard.

 

Pero, claro, al igual que en el siglo XIX, la medida no soluciona nada, el problema es de fondo, de planteamiento, de raíz. La enfermedad de Leonard (algo poco investigado en los años ochenta) se convierte en un obstáculo para relacionarse con Madeleine, un secreto vergonzoso que amenaza con enloquecerla a ella también: “Resultó que Madeleine tenía a una mujer loca en el ático: su novio que medía un metro con noventa”. Esta referencia a Jane Eyre y al famoso estudio feminista de Gilbert y Gubar, The Mad Woman in the Attic, es el corolario que declara con voz cantante el problema al que nos enfrenta La trama nupcial. Se le comienza leyendo como otra historia romántica con heroína femenina, en espera del giro inteligente que podríamos esperar de Eugenides y, cuando este llega, se le termina con estupor, sabiendo que los verdaderos protagonistas son Mitchell y Leonard, dos tipos confundidos que no tienen la más remota idea de lo que significa ser hombre en su tiempo.

 

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