Javier Marín: el cuerpo lúdico

Dic 19 • Miradas, Visiones • 7122 Views • No hay comentarios en Javier Marín: el cuerpo lúdico

POR ANTONIO ESPINOZA

 

En Plaza Seminario, junto al Museo del Templo Mayor, se encuentran tres esculturas monumentales que desde hace varias semanas se apropiaron del espacio y se convirtieron en una atracción irresistible para mucha gente… tan irresistible como la pista de hielo del Zócalo. Son tres obras colosales: dos cabezas masculinas y una femenina realizadas en el año 2008 por el escultor Javier Marín con la técnica del bronce a la cera perdida. Colocadas en posturas caprichosas, las piezas pueden ser tocadas libremente por las personas, quienes se toman fotos junto a ellas. Los niños se introducen dentro de las cabezas –que son huecas– y juegan hasta cansarse. Seguramente la mayoría de las personas que han visto y tocado estas obras no tiene ni idea de quien es Javier Marín, pero han convertido a las esculturas gigantes en juguetes de ocasión en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

 

Las tres cabezas forman parte del proyecto Corpus Terra, que se presenta en tres sedes: Plaza Seminario, Antiguo Colegio de San Ildefonso y Palacio de Cultura Banamex. El proyecto es una revisión de tres décadas de producción creativa de uno de los artistas mexicanos más reconocidos tanto en nuestro país como en el extranjero. En San Ildefonso se presenta Javier Marín. Corpus. La belleza de lo imperfecto con 46 obras realizadas en distintas técnicas, mientras que en el Palacio de Cultura Banamex se presenta Javier Marín. Terra. La materia como idea con noventa piezas. La primera muestra, con la curaduría de Ery Cámara, propone revisar el proceso creativo del artista, desde la concepción de la obra, su realización, la técnica y los materiales utilizados, hasta su culminación en la “belleza de lo imperfecto”; la segunda, con la curaduría de Silvia Zárate, propone una lectura de la obra del artista desde la materialidad entendida como concepto, como elemento central de su producción artística: “la materia como idea”.

 

Sobre Javier Marín (Uruapan, Michoacán, 1962) han corrido ríos de tinta. Es un artista con una gran fortuna crítica. Su obra ha sido abordada desde los más diversos enfoques. Inició su carrera en los años ochenta del siglo pasado, en una década que se distinguió por la hegemonía de la pintura. Fue una época en la que la escultura se mantuvo rezagada, sin propuestas nuevas, pobre en lo conceptual y lo formal. De ahí la urgencia entonces de que surgieran nuevos escultores, con lenguajes originales y renovados, para que el arte escultórico volviera por sus fueros y recobrara su fuerza. Uno de esos jóvenes escultores fue Javier Marín, quien desde un principio hizo una propuesta arriesgada: revisar la escultura antropomórfica para construir un discurso plenamente contemporáneo en torno al cuerpo humano. Artista de espíritu posmoderno que recicla hábilmente estilos y lenguajes del pasado, que ha abrevado en la escultura griega (clásica y helenística), en la escultura religiosa, en la prehispánica, en Donatello, Miguel Ángel y Rodin, Marín se fue ganando paulatinamente un lugar en la escena artística nacional e internacional.

 

Pero más allá de sus múltiples influencias, de su producción “bellamente imperfecta” y “materialmente conceptual”, la obra de Javier Marín tiene también una vena lúdica que se puede detectar muy fácilmente en las actuales exposiciones. Con las cabezas gigantes de Plaza Seminario se puede iniciar esta lectura. El carácter antisolemne que distingue la obra de Marín se hace evidente apenas se entra al Antiguo Colegio de San Ildefonso, con diez bucles gigantes –unos realizados en bronce y otros en resina– y dos grandes ruedas rellenas con pedazos de cuerpos (Chalchihuite I y Chalchihuite II, resina de poliéster y fierro, 2007). Más adelante nos encontramos con una pieza de risa loca: El más pequeño (cera gota de agua, ámbar y brea, 2000), un niño casi del tamaño de los muñequitos de la rosca de reyes. Igualmente divertida es la mega instalación Mujercitas y hombrecitos (resina de poliéster y bronce a la cera perdida, 2000), que consiste en veinte piezas clavadas en la pared.

 

Aún en las obras más abiertamente “conceptuales” de la exposición, se nota el toque lúdico de Javier Marín. Pienso sobre todo en dos obras: Positivo/Negativo (díptico, relieve de bronce a la cera perdida y madera, 1998) y Puertas alas (díptico, resina de poliéster y bronce a la cera perdida, 2000). La misma antisolemnidad se ve en el friso Años (resina de poliéster, 2005), en el políptico Siete Barbudos (carne seca y resina de poliéster, 2005) y en Cabezas amarradas (tabaco, fierro y resina de poliéster, 2010). Mención aparte merecen la monumental Mujer (madera, 2015), una loca construcción que representa tan sólo medio cuerpo de las féminas, y la mega instalación En blanco (resina de poliéster y fierro, 2015), una espectacular avalancha de cuerpos destrozados.

 

En el patio central del Palacio de Cultura Banamex se encuentra otra obra espectacular: Reflejo VII (2015), escultura ecuestre realizada ex profeso para la exposición y que sin duda es la pieza más fotografiada de todo el conjunto. Con el arma afilada del humor, Marín subvierte en esta obra monumental el concepto solemne de escultura cívica. No es difícil pensar en lo divertido que debe ser para este autor realizar su trabajo. Si en Cabeza de hombre (soplador) (barro autofraguante, 1996) y Cabeza de mujer (sopladora) (barro autofraguante, 1996), el humor es más que evidente, en obras más “serias” como el díptico Muertitos (barros de Zacatecas y Oaxaca con engobes, 1992) es más velado, pero ahí está, siempre presente. Lo mismo en sus hombres y mujeres suspendidos, en sus personajes con velos, en sus mujeres embarazadas, en sus contenedores artesanales, en sus obras realizadas en cerámica de talavera… Su amplia cultura visual le ayuda enormemente en su empeño. El Hombre reclinado (barros de Zacatecas y Oaxaca con engobes, 2000) es su versión lúdica del Chac Mool, bastante alejada de la manera estilizada de Henry Moore. A estas alturas de su carrera, el maestro michoacano puede hacer lo que le venga en gana.

 

 

*FOTO:  Vista de la exposición Javier Marín. Terra. La materia como idea, en el Palacio de Cultura Banamex/ Daniela Hernández. Cortesía/Palacio de Cultura Banamex.

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