“La diferencia entre contar y cantar es una vocal”

Dic 12 • Conexiones, destacamos, principales • 6281 Views • No hay comentarios en “La diferencia entre contar y cantar es una vocal”

POR YANET AGUILAR SOSA

 

Una conversación con Alberto Salcedo Ramos 

 

Hay máximas en las que Alberto Salcedo Ramos finca su periodismo, ese que ejerce como pocos y que ha desarrollado por más de 20 años. “Gilbert Chesterton dio una definición del periodismo, muy irónica, que yo comparto. Él dijo ‘el periodismo consiste en decir Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Es un cronista que habla de su vida, su obra y los temas a los que les quiere entrar como quien echa un cuento.

 

Apasionado de la vida, buen bailador y mejor contador de chistes y de cuentos, el cronista que tiene alma de viajero estuvo en México hace unos días para presentar en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca su libro Los ángeles de Lupe Pintor, una antología de periodismo narrativo publicada por Almadía. Allí fue sumando refranes mexicanos a su lista de “las cosas más bellas, hermano”; allí hablamos con él de la crónica, del periodismo y de la curiosidad con la que va por la vida.

 

A las seis de la mañana, ese contador de historias nacido en Barranquilla, Colombia, en 1963, ya estaba en pie descubriendo el mapa culinario del chile mexicano y hasta había ayudado a la cocinera del hotel De la Parra a desvenar algunos chiles; era amigo de Alejandro, el señor que está pendiente de cualquier necesidad de los huéspedes y ya hasta había logrado que Margarita, una costeña de ojos mágicos, le echara una copla como si estuviera en la Guelaguetza.

 

Alberto Salcedo Ramos, el autor de La eterna parranda, El oro y la oscuridad: la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé y Botellas de náufrago es considerado el mejor cronista que tiene América Latina después de Gabriel García Márquez; “un sabueso inagotable, un prosista con que conoce el idioma y lo despliega en recursos narrativos de toda clase, un contador de historias magnético”, ha dicho de él Leila Guerriero. Mientras que Daniel Samper Ospina ha dicho que “su pluma tiene una conciencia de patrimonio cultural que ayuda a que nos descifremos”.

 

Salcedo Ramos es un maestro que asegura: “Creo en un periodismo donde la curiosidad se pueda satisfacer con permanencia en el lugar mucho tiempo, tanto  como sea necesario, y no solo hacer preguntas”. Es un juglar de la realidad: “me gusta escribir sobre temas que me apasionan, si hay un tema que no me excita, que no me produce esa pulsión para llevarme frente al computador casi no le pongo atención”.

 

Alberto tiene reglas de oro: “Hay dos variables en la escogencia de los temas que yo siempre tengo a la vista, la primera es una frase del húngaro Stephen Vizinczey, él dice: ‘todo aquello en lo que no pueda dejar de pensar es mi tema’. Eso me parece clave. Y la otra variable es de Norman Mailer, él dice: ‘Nunca sometas a la duda un tema que te produce ganas de trabajar’. Hay que creerle al impulso, al instinto, hay que creerle a eso”.

 

Aun cuando muchas de las historias que relata tienen a personajes colombianos, situados en territorios colombianos y con un hablar de su tierra, Alberto Salcedo Ramos asegura que por ejemplo “La travesía de Wikdi”, una de las 19 crónicas reunidas en Los ángeles de Lupe Pintor, que es la historia de un niño que camina cinco horas para ir a un colegio, no es una historia solo colombiana, es una historia latinoamericana. Al final es parte de lo que somos como latinoamericanos, somos países muy excluyentes y con grandes desigualdades sociales.

 

“Yo aspiraría a que esas historias tuvieran un valor que fuera más allá del paisaje que nombran, de la geografía en la cual se escriben. Aspiraría a que fueran leídas como historias de un cronista que ha viajado, que ha hecho un esfuerzo por conocer, por entender. No siempre he entendido, incluso es posible que no haya entendido una sola vez, pero siempre he hecho el esfuerzo por entender y siempre le he dado la voz a quienes pueden explicar, a quienes pueden contar, a quienes pueden ayudarme a narrar las historias de las cuales me ocupo”, afirma el cronista que ha ganado cinco veces el Premio Simón Bolívar; el Premio a la Excelencia Periodística de la SIP; el Premio Rey de España y el Premio Ortega y Gasset.

 

Sus crónicas son  radiografías humanas en tres grandes temas: la cultura popular, el conflicto armado y los deportes. Es harto conocido por sus historias de víctimas. La emblemática, la que salvaría si le pidieran escoger  una, es “Un país de mutilados” sobre las víctimas de las minas antipersonales en Antioquia. También es conocido por sus relatos bullangueros como “El testamento del viejo Mile”, el autor de la canción “La gota fría” que celebra porque siente que allí encontró su estilo narrativo; pero también es célebre por sus crónicas que  versan sobre su pasión deportiva, en especial el box. Por eso llegó al púgil mexicano Lupe Pintor.

 

Para él es vital la curiosidad, dice que siempre fue curioso, preguntaba las cosas que quería saber. “También creo que el buen periodismo consiste en administrar la ignorancia. Soy ignorante, parto de eso, pero si voy a informarlo no puedo partir de esa ignorancia, tengo que darle una administración a mi ignorancia para que me deje contar la historia. Para mí la curiosidad es querer saber, también es tener paciencia para saber en qué momento saber lo que no sé. Mi curiosidad llega hasta donde me estrello con el derecho del otro a ser respetado”.

 

Discrepa del periodismo impaciente que formula muchas preguntas y no deja oír las respuestas. “Para mí la curiosidad es ir más allá de mis preguntas. Cuando me quedo en mis preguntas, las preguntas me encierran”, enfatiza el maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano; quien apunta su nuevo trabajo para contar historias de las negritudes en América Latina y el tambor que dice es un libro que suena.

 

El cronista de 52 años que colabora en distintas revistas, asegura que el cuento que más le gusta de por qué se hizo escritor es la de Sofocleto, humorista peruano quien decía que escribir es la única forma de hablar sin que lo interrumpan a uno, y eso a Salcedo Ramos le parece maravilloso porque él viene de una tierra en la que hay una ronda de 40 personas y todo mundo cuenta cuentos. “pa’que te toque el turno de que te dejen echar uno, hijoeputa, difícil,  entonces toca   aislarse en un cuarto para poder escribir y que no lo interrumpan a uno”.

 

Asegura que a él lo estimularon mucho las telenovelas, por eso jocoso dice “¿dónde estabas Orson Wells cuando yo más te necesitaba?”. Porque él vivía en un pueblo atrasado donde no había luz eléctrica, donde solo había dos televisores, era un pueblo polvoriento donde lo único que podían hacer era contar historias, era una forma de defenderse del aburrimiento.

 

“Creo que la primera vez que tuve conciencia de lo que eso significaba para mí, fue cuando yo estaba adolescente en un parque y había un chico en ese parque que corría mucho, había unos muchachos que jugaban futbol y tenían un gran dominio del balón; y había otro muchacho que bailaba muy bien;  yo decía: ‘no soy el que bailo, no soy el que corro, no soy el que domina la pelota, ¿qué mierda hago yo en esta puta vida?, ¿dónde está la gracia mía?”

 

Hubo un momento entonces en el que se puso a contar cosas y todo mundo lo rodeó y se quedaron oyéndolo; de pronto fue como una revelación, más no en términos religiosos. “Vi que eso era lo mío, que tenía que dedicarme a eso y me gusta mucho. Me gusta contar y creo que no es gratuito que la única diferencia entre contar y cantar sea una vocal”, afirma Alberto Salcedo Ramos, el cronista mayor de América.

 

 

*FOTO:

El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos es autor de Botellas de naúfrago, La eterna parranda y, el más reciente Los ángeles de Lupe Pintor./ Germán Espinosa/EL UNIVERSAL.

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