Jim Sheridan: ¿Cómo hacer frente a Trump desde el cine?

Mar 25 • destacamos, principales, Reflexiones • 4574 Views • No hay comentarios en Jim Sheridan: ¿Cómo hacer frente a Trump desde el cine?

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De visita en la edición más reciente del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el director irlandés valoró la doble influencia de Estados Unidos: su proyecto imperialista
y su crisol cultural

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POR HUGO HERNÁNDEZ VALDIVIA

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Johnny Sullivan es irlandés y viaja en 1982 a Estados Unidos con su esposa y sus dos hijas. Ingresan por carretera en una vieja guayín, desde Canadá y con visas de turistas. Llegan con poco equipaje –y poco dinero–, con el propósito de “alejarse de cosas”. Pronto sabremos que están en duelo por la muerte del más pequeño de los hijos. Su plan es instalarse en Nueva York (“los irlandeses construyeron Manhattan”, dice el padre y repite una de las niñas), donde él pretende dedicarse a la actuación, su oficio. La acogida no es particularmente amable, sin embargo con el paso de los días, y con mucha voluntad y empeño, las cosas cambian. La posibilidad real de volver a comenzar, de convertir la promesa de un futuro mejor en un presente luminoso, es viable en Estados Unidos: ése es uno de los temas de In America (2002), o Tierra de sueños, título con el que circuló en México el quinto largometraje del irlandés Jim Sheridan.

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El cineasta escribió el guión con sus hijas Naomi y Kristen, y entrega una obra con tintes autobiográficos. Se inspira en las experiencias que vivió con su familia en Nueva York –Jim tenía la intención de trabajar en Broadway–, en la misma época que registra la película. Regresa a las contrariedades que experimentó y a las circunstancias que hicieron posible que se abriera un camino, primero en el teatro (en Dublín había participado en algunas puestas en escena del Project Arts Centre) y posteriormente en el cine. En Tierra de sueños Estados Unidos muestra de entrada una cara hostil pero no terrorífica. El asunto es abordado desde la mirada de una de las niñas, y el punto de vista es provechoso, pues desde éste resulta verosímil que la ingenuidad contribuya a la esperanza, que se conserve la frescura y la ilusión y que se avance con calidez; incluso el cuento de hadas, que hasta cierto punto se esboza, puede progresar con naturalidad.

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Cuando vivía en Estados Unidos, Sheridan asistió a un curso de cine en la Universidad de Nueva York. Años después, de regreso en Irlanda, su carrera inició de muy buena forma con su ópera prima, Mi pie izquierdo (My Left Foot, 1989). Ésta se inspira en el libro homónimo de Christy Brown, quien padece parálisis en la mayor parte de su cuerpo, con excepción de la extremidad a la que alude el título. Gracias a su pie izquierdo Christy puede expresarse por medio de la pintura y la escritura y ganar respeto y reconocimiento. El resultado alcanzó para una nominación a mejor película de la Academia norteamericana; Sheridan, quien tuvo un desempeño notable, fue incluido en las ternas de dirección y guión; Daniel Day-Lewis, quien dio vida al personaje principal, y Brenda Fricker, quien interpretó a la madre de Christy, vieron coronada su labor con el Oscar.

Daniel Day-Lewis en su interpretación de Christy Brown en la película “Mi pie izquierdo” (1989), de Jim Sheridan.

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De su interés por la familia y por el statu quo irlandés queda constancia en sus siguientes largometrajes. En The Field (1990) da cuenta de las contrariedades que experimenta un campesino que pretende adquirir las tierras que ha trabajado por años. En el nombre del padre (In the Name of the Father, 1993) se inspira en el libro autobiográfico de Gerry Conlon, Proved Innocent, y recoge los padecimientos de un joven de Belfast que en 1974 es responsabilizado y encarcelado injustamente por un atentado terrorista en Londres. Las autoridades británicas involucran a otros miembros de la familia Conlon, entre ellos el padre, y las vejaciones continúan incluso cuando se descubre la verdad y se detiene al culpable, un miembro del Ejército Republicano Irlandés. Sheridan concibe una denuncia y exhibe un sistema que ante la necesidad de culpables y la exigencia de hacer justicia –por la presión de la opinión pública– no duda en cometer una serie de injusticias. La cinta fue coronada en Berlín con el máximo galardón, el Oso de oro. La Academia norteamericana la consideró en siete categorías, pero de la ceremonia de entrega el realizador y su equipo salieron con las manos vacías.

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Sheridan “vuelve” a Estados Unidos década y media después con el cortometraje 11th Hour (2016), una coproducción de Irlanda y México. La acción transcurre la noche del 11 de setiembre de 2001 en un bar neoyorquino. En la televisión corren las imágenes del ataque terrorista vivido once horas antes en el World Trade Center. Algunos espectadores son policías; uno de ellos empuña su arma y, encolerizado, propone cerrar los túneles. Detrás de la barra atienden la mexicana María José (Salma Hayek) y su marido irlandés, y ambos observan atónitos las reacciones. La tensión en el local es grande, y la violencia parece inminente, hasta que aparece un bombero aturdido y extraviado. Su llegada apacigua los ánimos y la solemnidad se hace presente mientras María José da un poco de consuelo al desdichado. Posteriormente escuchamos la canción “This Land Is Your Land”, escrita por Woody Guthrie (cuya música fue una de las grandes influencias de Bob Dylan) e interpretada por Bruce Springsteen. En su letra, un himno que invita a la inclusión, se hace un recordatorio (“Esta tierra fue hecha para ti y para mí”) y se lanza una consigna: “Ningún ser vivo puede detenerme […] ningún ser vivo puede hacerme volver”. El mensaje tiene hoy un destinatario particular: Donald Trump. La idea del cortometraje, afirma el cineasta, surge por “la forma como las cosas han avanzado en Estados Unidos durante el último año”. Sheridan comenta que los derechos de la canción fueron cedidos por Springsteen y recuerda un pasaje en la vida de Guthrie, que “fue desalojado por el padre de Donald Trump, a quien el músico calificó como racista intolerante por no permitir inquilinos negros en su propiedad”. Guthrie llegó a presentarse en sus conciertos con un mensaje escrito en su guitarra, mismo que no ha perdido vigencia: “Esta máquina mata fascistas”. Por su parte Springsteen, en un concierto en el Memorial Coliseum de Los Ángeles en 1985, calificó este tema como “la canción más grande jamás escrita sobre Estados Unidos; y lo que la hace tan grande es que determina lo esencial de la promesa acerca de lo cual se supone que es nuestro país”. Por medio de este cortometraje Sheridan suscribe lo que canta Springsteen, lo que escribió Guthrie.

La banda sonora de “11th Hour”, el cortometraje más reciente de Jim Sheridan, incluye “This Land Is Your Land”, tema clásico del cantante de folk norteamericano Woody Guthrie, conocido en Estados Unidos por sus canciones de protesta.

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El realizador irlandés ha manifestado su postura con relación a Estados Unidos en Tierra de sueños y 11th Hour, pero también en diversos foros. Con frecuencia hace públicos pronunciamientos sobre el riesgo que corre el mundo entero ante las iniciativas del presidente norteamericano de cerrar un país al que considera más que un territorio: para él, puede inferirse, se trata de un patrimonio universal, al cual no está dispuesto a renunciar. De ello ha quedado constancia en su paso por la edición 32 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG). Más que sumarse a la moda de “pegarle a Trump” (algo que sucedió a menudo en el festival), en las presentaciones que el irlandés tuvo en la Perla Tapatía dejó ver una postura ecuánime. Ofreció argumentos para la comprensión, para entender el comportamiento de los norteamericanos, y entregó un diagnóstico de la personalidad de su presidente. Aprovechó la ocasión para señalar algunas particularidades de los tiempos que corren, para trazar algunas directrices que, a su juicio, es conveniente que el cine tenga en cuenta. En el evento “Puentes que derriban muros” –que se anunció como conferencia magistral con traducción simultánea y terminó siendo una entrevista sin traducción con el Cónsul General de México en Los Ángeles, Carlos García de Alba–, correspondiente a las actividades del FICG y de la Cátedra Julio Cortázar, el realizador hizo notar una peculiaridad que existe entre la distribución y el consumo de cine independiente y europeo en Estados Unidos. Mientras que es posible ver estas propuestas en grandes ciudades, “como Boston, Chicago, Los Ángeles, Seattle o Nueva York”, no sucede lo mismo en otras localidades, a las cuales no se hace el intento de llegar –ni siquiera con las películas exitosas–, “como Dallas u Ohio”, cuya oferta es básicamente cubierta por blockbusters. El cineasta comenta que al trazar un mapa de este fenómeno es posible encontrar que hay una similitud con el patrón observado en las últimas votaciones, con la distribución de electores de Hillary Clinton y Trump. Y añade que las películas abren a nuevas experiencias, pero los estudios cinematográficos buscan rentabilidad y no procuran la exhibición de este cine a lo largo y ancho de todo el país. Para él este fenómeno es fascinante, pero de eso, asevera con sorpresa, no se habla en Estados Unidos.

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De su experiencia en Nueva York (donde fue un extranjero ilegal, si bien con los tiempos que corren –asegura con humor– resulta peligroso decirlo) Sheridan conserva la empatía por los que tienen que correr y esconderse, los migrantes. No duda en calificarlos como esclavos; “básicamente los ilegales no pueden infringir la ley, por lo que son quienes más la respetan; no pueden acudir a servicios públicos, por lo cual no generan gastos al Estado”; proveen trabajos que son remunerados con salarios bajos y que de otra forma tendrían un costo más alto para la sociedad. Todo esto tiene sentido económico, concluye, y “no sé cuál es el sentido económico que sostiene Trump; no parece estar trabajando en ninguna política económica que tenga sentido en un nivel general”. Desde su perspectiva, Estados Unidos tiene dos lados: “el imperialista y el crisol cultural. Y el crisol cultural es lo que amamos, y no hay Estados Unidos sin eso”.

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Consciente de cómo funciona la industria cinematográfica y cómo reacciona el público, sugiere que “deben hacerse historias que refuercen el lado positivo”, porque las películas que se sustentan en la victimización “suelen atraer un mayor comportamiento agresivo”. Y “es difícil cuando existe esa especie de locura que se vive ahora”. (La taquilla da la razón a Sheridan si recordamos el éxito hace dos años de McFarland: sin límites (McFarland, 2015) de Niki Caro –que además de ensalzar la capacidad de trabajo de los mexicanos, hace hincapié en su faceta solidaria–, que tuvo un presupuesto de 17 millones de dólares y sólo en Estados Unidos recaudó más de 44. Es pertinente asimismo mencionar Con ganas de triunfar (Stand and Deliver, 1988), que también arrojó un balance positivo y hace un elogio del trabajo y la disciplina de un grupo de estudiantes mexicanos.) Ante el panorama de los niños mexicanos en Estados Unidos, que son los que más sufren por la posibilidad de que sus padres sean deportados y por los abusos que padecen en sus escuelas, sugiere que “lo más simple sería hacer una película acerca de un presidente de Estados Unidos de origen mexicano. Y en realidad creo que eso puede suceder”.

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Para Sheridan, el discurso de Trump se inscribe en la narrativa de la muerte. A propósito de este asunto, el irlandés tiene mucho que decir. Sostiene que “la narrativa más grande de los últimos dos mil años no es Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939); no es Napoleón (1927) de Abel Gance; no es El padrino (The Godfather, 1972); es la misa. Es la más grande narrativa y primordialmente radica en una oración: ‘Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre’. Y nadie va con Jesús para reprocharle que no diga eso porque es pan y vino. Porque cuando la trama está al servicio de la civilidad y al servicio de la liberación, las mentiras se convierten en la verdad. Cuando Cristo dice ‘éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre; haced esto en recuerdo mío’, lo que está diciendo es ‘no hagan los viejos sacrificios, los viejos sacrificios de sangre’. Sin embargo, la narrativa de la muerte, que no es otra cosa que “el estúpido miedo de Trump a los musulmanes”, sostiene Sheridan, está fuera de toda comprensión. Al observar la forma como marcha la violencia, el terrorismo, comenta que para él “se trata de algo parecido a un culto, es como un virus, dura cierta cantidad de tiempo. Así que no creo que los terroristas suicidas duren por siempre”. Y se trata además de “un porcentaje pequeño” de personas. Pero “cuando haces que la mayoría pierda la moral y el centro ético por un enemigo desconocido, que no encaras, que no está presente, que es sólo una idea, ése es el principio del fin”.

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Para hacer el diagnóstico de Trump, Sheridan se remite a Shakespeare. “Desde Hamlet”, afirma, “el defecto de todos los grandes héroes trágicos es un defecto muy trumpiano. Porque ha habido un desplazamiento del catolicismo al protestantismo en tiempos de Shakespeare, y él no sabe qué lado defender, continuamente escribe sobre un hombre que mata el lado femenino en sí mismo, y ésa es su tragedia. Mientras que Ofelia, Desdémona y a veces la corona misma sustituyen lo femenino. Para mí, Trump es ese personaje, el hombre protestante que está haciendo invisible a la mujer”. Y le parece que “ella está muy incómoda”.

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FOTO:  De visita en Guadalajara, donde ofreció una charla, el cineasta reprochó a Trump su “estúpido miedo a los musulmanes”. En la imagen, con su esposa Fran./Magali Espinosa. Cortesía FICG

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