José Agustín en Morelos
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La escritura irreverente y lúdica de José Agustín es una referencia en la transformación del panorama de las letras mexicanas de la segunda mitad del siglo XX. Este texto sigue algunas pistas de su vida en la ciudad de Cuautla y cómo su presencia ha sido relevante para la vida cultural de Morelos
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POR MARIO CASASÚS
El novelista José Agustín nació en Acapulco, Guerrero, en 1944, y llegó a Cuautla porque su padre era piloto aviador. Varios compañeros del capitán Augusto Ramírez Altamirano fundaron el fraccionamiento Brisas en 1966. Al principio, el joven guionista visitaba la casa de su papá en Cuautla durante las vacaciones, en 1975 decidió rentar la propiedad para salir del caos capitalino y en 1977 compró el refugio de su padre, según sus propias palabras:
Nos acostumbramos a visitar la nueva casa de papá, el que más venía era yo, claro, porque traigo mi fábrica conmigo, yo no tengo compromisos de ningún tipo. Aquí conocí a mucha gente, a periodistas, a mi querido compadre Carlos Barreto Mark y me invitaron a participar en talleres literarios, en conferencias, como jurado y otras chingaderas, de repente ya estaba involucrado en la vida de Cuautla. En 1975, se me hizo insoportable la vida en la ciudad de México y le renté la casa a mi papá, en el 76 me encargaron una película, que al final no se realizó, pero igual cobré, y me cayeron cuatro becas en Estados Unidos, regresé con una muy buena lana y le compré la casa a mi padre.
A partir de entonces nació la relación de José Agustín con Morelos. En 1963 contrajo matrimonio con Margarita Bermúdez, sus hijos crecieron en Cuautla, si bien Andrés, Jesús y Tino nacieron en la ciudad de México, los tres estudiaron en las escuelas públicas de Cuautla: la primaria Plan de San Luis en Tetelcingo, la secundaria Cuitláhuac en Amilcingo y la preparatoria Luis Ríos
Alvarado (incorporada a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos). Jugaron futbol de salón en la liga infantil de Cuautlixco con el equipo Cosmos, finalmente emigraron al Distrito Federal para ingresar a la universidad (Andrés a Sociología y Jesús a Medicina). A pesar de la distancia, la casa de Cuautla sigue siendo el punto de reunión familiar. Incluso, en la década de 1980, el pintor Augusto Ramírez Gómez (Guti) trasladó su estudio de arte desde Tepoztlán a Tlayacapan, luego se instaló en el barrio de San José (muy cerca de la secundaria Cuautli), Guti terminó sus días en Brisas, al cuidado de su hermano y cuñada Margarita.
De inmediato José Agustín se involucró con la comunidad, en 1975 organizó el primer taller literario en Cuautla, lo suspendió porque ganó la beca del Programa de Escritores de la Universidad de Iowa: “Hice mi primer taller literario desde que llegué en el 75, lo suspendí en el 77 porque me fui a Estados Unidos, regresé en el 81 ese taller duró hasta 1986, luego abrí otro por el 87 que tardó hasta 1992 y volvimos a hacer otro a mediados de los noventas”.
En el Museo Casa de Morelos encontró al socio perfecto, el antropólogo Carlos Barreto Mark. Juntos organizaron el primer Encuentro de Narradores en 1983, con el respaldo del poeta Marco Antonio Campos (Director de Literatura de Difusión Cultural de la UNAM). En diciembre de 2005, entre charlas, José Agustín me recomendó conversar con el Pollo Campos: “Dile que te platique los desmadres, trajimos a ‘Juan de las Pitas’, a los mejores: Elena Poniatowska, Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Poli Délano, Laura Esquivel, Ángeles Mastretta y María Luisa Puga. Luego, cuando el Pollo Campos se fue de ese trabajo de la Dirección de Literatura de la UNAM, seguimos con mi compadre Carlos Barreto”. Por supuesto conversé con el antropólogo, los Encuentros de Narradores formaron parte de la trinchera política del Museo Casa de Morelos:
Después de hacer la primera restauración de la Casa de Morelos, la primera museografía estaba encaminada a mostrar la historia regional de Cuautla y comenzamos a trabajar dando conferencias, aquí conocí a tu papá, también vino Heberto Castillo, cuando comenzamos el ciclo de conferencias, era muy peligroso invitar a Heberto Castillo. José Paoli Bolio nos mandó a todo su equipo de politólogos, porque estaban conformando el Frente Electoral por Cuauhtémoc Cárdenas, y de nuevo comenzaron los problemas.
El poeta Marco Antonio Campos recordó el trabajo conjunto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para coordinar los Encuentros de Narradores. Había una empatía política entre José Agustín, Marco Antonio Campos y Carlos Barreto, los tres venían de diferentes tradiciones de la izquierda mexicana: el poeta desde la academia, el novelista desde la contracultura y el antropólogo desde las huelgas de los ferrocarrileros; los tres simpatizaron con Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Campos se identificó con José Agustín por “Nuestro rechazo a grupos y grupúsculos culturales y literarios que, por tener influencia mediática, se creen dueños de la verdad y deciden por dedazo quiénes forman el canon mexicano”. Al preguntarle su experiencia en los Encuentros de Narradores, el poeta prefirió escribir un texto sobre su amistad con José Agustín para presentar mi entrevista de 2005:
En esos años iniciales de los ochenta la UNAM, el INBA y la UAM organizaban con el municipio de Cuautla los Encuentros Nacionales de Narradores. José Agustín y el profesor Barreto se encargaban de la organización. Nadie que haya estado en esos encuentros los olvida, tanto por las lecturas como por los relajos salvajes en el Hotel El Vasco. En el hotel, en las mañanas o al mediodía los narradores tomaban por asalto el jardín y la piscina y en las noches se organizaban en el vasto comedor bailes y festejos. No faltaron los ligues que terminaron en noviazgos y matrimonios.
Entre decenas de narradores recuerdo al propio José Agustín, a Gerardo de la Torre, Eraclio Zepeda, Poli Délano, Rafael Ramírez Heredia, René Avilés, Bernardo Ruiz, David Martín del Campo, Guillermo Samperio, Hernán Lara Zavala, Luis Arturo Ramos, María Luisa Puga, Silvia Molina, Héctor Manjarrez, Patricia Berumen, Oralba Castillo Nájera, Bernarda Solís, Paloma Jiménez, Roberto Bravo, Isabel Quiñones y Marcel Sisniega.
Los Encuentros de Narradores terminaron en 1993, apuntó Campos: “Todo iba bien, hasta que llegó un presidente municipal imbécil, priísta desde luego, e hizo cenizas el Encuentro”. Sin embargo, José Agustín continuó haciendo de Cuautla un oasis literario, durante la década de 1990 invitó a diferentes autores para presentar sus libros en el Museo Casa de Morelos, recuerdo a David Huerta, Paco Taibo II, Eugenio Aguirre, Enrique Serna, Juan Villoro, Pedro Ángel Palou, Jorge Volpi, Francisco Rebolledo, Rafael Ramírez Heredia, Evodio Escalante y Rius, entre otros. En el plano familiar invitó a Brisas a varios escritores, en la lista de convidados destacan el poeta Alberto Blanco y el narrador Gabriel García Márquez:
A mediados de los setentas, contrataron a García Márquez para adaptar la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, que iba a dirigir Leduc, entonces Gabo pidió trabajar con otro escritor y Paul Leduc me eligió, eso me enloqueció, porque yo era un ultra fanático de la novela y conocer a García Márquez me parecía sensacional, era un año trabajando en Barcelona y me fui allá, se terminó la adaptación, pero el proyecto nunca se rodó […]
Gabo es padrino de mi hijo, mi mujer estaba embarazada, y regresando de España, él me dijo que quería bautizar a ese niño, ahora estamos en relativo contacto, varias veces ha venido a nuestra casa, en su BMW, de poca madre, en los ochentas nadie traía un BMW en Cuautla.
Encontré pocas referencias morelenses en la literatura de José Agustín. Salió de Cuautla en 1977 rumbo a Estados Unidos. El Programa de Escritores de la Universidad de Arcadia y la ciudad de Chicago fueron los escenarios de Ciudades desiertas (1982). Eligio, el protagonista de la novela, era oriundo de México. Viajó al gabacho para perseguir a su esposa Susana, y la voz narrativa mencionó con nostalgia: “y preparó un dulce que en verdad era delicioso y que a Eligio le hizo recordar el cuasiesotérico atole de guayaba que una vez, en Cuautla con los hermanos Gil, preparó Arturo Alarcón”. Se trata de un cameo a los actores de cine Guillermo Gil y Salvador Sánchez, también aparece el cronista local Arturo Alarcón.
El doctor Jesús Ramírez-Bermúdez escribió su historia familiar y la mudanza a Cuautla: “En esas barrancas, mi padre concibió la historia de un indígena morelense que alcanzaba una alta jerarquía en la policía judicial y dirigía una banda de asaltantes y asesinos. La novela es Cerca del fuego, publicada en 1985; su historia se prefiguró durante la estancia en la cárcel de Lecumberri”. Yautepec, Cuernavaca y Tepoztlán son los paisajes oníricos y los capítulos ambientados en Morelos de la novela Cerca del fuego.
A Tepoztlán le dedicó una novela breve que se convirtió en un clásico escolar: La panza del Tepozteco (1992), José Agustín está orgulloso de su ficción morelense: “Tengo libros que son textos obligatorios en escuelas secundarias, por ejemplo La panza del Tepozteco, que en un principio estaba ilustrado por Leonel Maciel con una pintura de Tepoztlán mística, otros libros muy leídos son La tumba y De perfil.” También me confesó que entre todas sus novelas prefiere Cerca del fuego, al grado que grabó el capítulo Yautepec en el disco Dos horas de sombras (1995), de la serie Voz Viva de la UNAM y leyó el mismo texto al inaugurar el Festival Independiente de Otoño en el Museo Casa de Morelos (1987). El sueño de Yautepec detonó la novela Cerca del fuego, publicó el cuento “Yautepec” en La Semana de Bellas Artes (INBA, 1979), pero no lo compiló en Inventando que sueño (cuentos completos 1968-1992). Gustavo Sainz y Poli Délano retomaron el relato “Yautepec” en sus antologías: Jaula de palabras (1980) y Cuentos mexicanos (1996), respectivamente.
El dato desconocido, hasta ahora, es la ubicación exacta de la casa donde arrestaron a José Agustín para encarcelarlo en Lecumberri durante siete meses, nadie recordaba el domicilio en Tlaltenango que cambió la vida del novelista: calle Tabachín #141 (los tabachines y las jacarandas predominan en Yautepec y en La ventana indiscreta de Cuautla, Tabachines es la avenida principal del fraccionamiento Brisas). Si bien escribió Cerca del fuego gracias a la Beca Guggenheim, la “Beca Lecumberri” le permitió escribir Se está haciendo tarde:
Se impregnó toda una atmósfera, que te afecta hasta lo más profundo de tu ser, eso se traduce en una intensidad de la novela, imagínate, yo comencé a escribir en las bolsas de papel de unas tortas, fue terapéutico, me sacaba de los horrores de Lecumberri, me encerraba en mi celda a escribir y me transportaba a los manglares de Acapulco, una fuga que me salvó la vida. Ya libre, todo el año 72 lo dediqué a revisar la novela y la publiqué en 1973 […] La represión da libros muy intensos, en Sudamérica hubo literatura excelente, hay miles de ejemplos en todas partes, está el Quijote, que Cervantes escribió en el “bote”. Compadre, el libro de Álvaro Mutis Diario de Lecumberri, y lo de José Revueltas Los muros de agua.
El interno José Agustín no compartió la celda con los presos políticos, visitaba la crujía M para conversar con José Revueltas: “Me dijo ‘¿y usted qué hace aquí?’ –‘pues ya ve’, José Revueltas me invitó un trago, los presos políticos habían logrado cierta autonomía, ellos cocinaban y llegaron a destilar su licor, que sabía de la chingada, pero te lo tomabas bien contento”. Esta experiencia enriqueció al novelista, lo acercó a la disidencia de Revueltas, el acapulqueño había leído por primera vez Los muros de agua en 1958, reivindicó a Revueltas en el periódico El Día y en el epílogo de su Obra literaria (1967), adaptó al cine la novela El apando (1975) y publicó la antología: José Revueltas. La palabra sagrada (1999).
La aprehensión en la casa de Cuernavaca revolucionó la biografía de José Agustín, consolidó su compromiso político, antes de Lecumberri colaboraba en El Sol de México, El Heraldo y El Día, al salir del presidio nació el agudo analista político de los tres volúmenes de Tragicomedia mexicana (1990-1998), se fraguó el columnista en Excélsior que denunció la corrupción del gobernador Laurruco Ortega (1982-1988), y rompió esquemas con la defensa del EZLN en Reforma:
Fui unos de los fundadores del periódico Reforma en 1994 y todo el año me la pasé hablando de los zapatistas en la sección de cultura, y me dijeron: “oye, estás politizando todo esto”, pues para mí era un problema muy fuerte e importante, no podía dejar de hablar de Chiapas, luego recibí algunas cartas del “Supcomandante” Marcos, lo conocí en la primera caravana, en Tetelcingo Morelos, simpatizo con Marcos, creo que si hay una noción de lo que tiene que ser la nueva izquierda es él, gente como Noam Chomsky y todas las mentalidades que no están involucradas con intereses de partidos políticos; el EZLN constituye una de las verdaderas esperanzas para encontrar un camino de desarrollo en México.
De nuevo aparece Morelos en la geografía de José Agustín, esta vez Tetelcingo, gracias al Padre José Luis logró conversar con el Subcomandante Marcos en el punto más alto de su popularidad, durante La marcha del color de la tierra (2001). Quién podría imaginar que el representante de la contracultura en México era un católico devoto, cada domingo mi familia coincidía con Margarita y José Agustín en misa, pero no es lo mismo escuchar el sermón del Padre José Luis en Tetelcingo -las sagradas palabras de un teólogo de la liberación-, que ir a misa en Cuautla con un enviado de la cúpula eclesiástica.
El libro José Agustín en Morelos (1975-2020) pretenden rastrear las referencias morelenses en la vida y literatura de José Agustín, sus filias y fobias: “Las tragedias culturales vienen del gobierno de Sergio Estrada Cajigal, que tiene la sensibilidad de un hígado, es un hombre que hace atentados culturales. Aquí en Cuautla, ahora tenemos el caso de Manantiales, la construcción de una gasolinera sobre los mantos acuíferos. Es horrendo, terrible, el grado de contaminación que pueden darle a los mantos freáticos del área, que es la mayor riqueza de Cuautla, vemos la complicidad de las autoridades estatales con la gente de dinero o con sus amigos que organizan negocios al amparo de la influencia de Estrada Cajigal”. La cultura suriana está en deuda con José Agustín, por sus libros, por traernos lo mejor de la literatura nacional, por las batallas políticas y ecológicas, por la generosidad de sus talleres literarios y por la libertad creativa alejada de la corrupción del Estado. Por todo lo anterior merece recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
FOTO: Escenarios morelenses están presentes en obras de José Agustín, como La panza del Tepozteco. / Archivo EL UNIVERSAL
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