“Ensueños”, inconsistente propuesta teatral

Abr 27 • Escenarios, Miradas • 3113 Views • No hay comentarios en “Ensueños”, inconsistente propuesta teatral

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La obra de Ricardo Zárraga busca borrar la línea entre la vigilia y el sueño, para subvertir el concepto de realidad en la escena

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POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Ensueños, obra de Ricardo Zárraga, dirigida por Carlos Corona, recurre a una fórmula gastada en el teatro contemporáneo, que busca poner en tela de juicio el concepto de realidad. El planteamiento, en términos dramatúrgicos, apuesta a la dislocación del texto teatral convencional y propiciar nuevas formas de figurar la experiencia humana. El tema es complejo y refiere a corrientes de pensamiento desarrolladas desde la antigüedad hasta la actualidad. Es decir, dos posturas que parecieran irreconciliables, por un lado, la enraizada en el racionalismo, es decir aquella que busca comprobación científica de todo aquello que se asume como verdadero (léase Platón, Descartes, Kant o Spinoza) y, por el otro, la línea filosófica que ofrece mayor peso a los sentidos y la percepción, cuya subjetividad permite ampliar el margen de la interpretación del mundo sensible (véase Aristóteles, Santo Tomás o Hume). Resulta interesante que la contemporaneidad continúe enfrascada en este aparente enfrentamiento entre dos corrientes de pensamiento que, desde nuestro punto de vista, no son contrarias, sino complementarias; toda vez que aquello experimentado de manera sensible, desde el misterio inaprensible de lo humano, finalmente toma forma en una estructura de pensamiento racional que da sentido y rango de realidad o de verdad.

 

En el teatro la ficción permite la ampliación del concepto de verdad, a partir de la convención que se establece para convertirse en una inmersión profunda en el enigma de la condición humana. Desde esa convención, la teatralidad, en su dimensión simbólica, adquiere un rango de verdad.

 

Hasta aquí se entiende la pertinencia de una propuesta dramatúrgica que pone entre signos de interrogación el concepto de realidad, que juega a ir y venir de la vigilia al sueño, hasta que esa línea es prácticamente invisible. La realidad, así entendida, adquiere su auténtica dimensión humana y permite decir, como en la obra clásica de Pedro Calderón de la Barca, que “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

 

Ensueños, sin embargo, se mete en camisa de once varas con esta propuesta teatral de tal proporción. La ambición artística se vuelve inalcanzable, toda vez que el texto tiene giros dramáticos que, incluso dentro de la convención teatral, resultan inconsistentes e inverosímiles.

 

Por otro lado, la puesta en escena de Carlos Corona, no consigue que la fórmula funcione como un juego imaginario que transgreda la inquietante interrogante sobre la dimensión de realidad en la que el ser humano experimenta la vida. Las actuaciones de Ricardo Zárraga y Nalleli Montero son, por su parte, ineficaces para generar la magia enigmática de la verdad teatral.

 

El cuestionamiento de lo que entendemos como realidad se queda en la superficie, el juego escénico no abre capas para profundizar en esa dimensión que intenta borrar la línea entre la vigilia y el sueño, y la ambición de la obra sucumbe para quedarse en el nivel de un entretenimiento salpicado con ciertas dosis de humor ligero.

 

Esta fórmula, que se ha vuelto recurrente en el teatro, implica de suyo un riesgo alto; remite a un asunto filosófico que debe ser tomado con un profundo rigor por los hacedores del teatro, para concretar los alcances de su aspiración creativa.

 

Buscar la constatación de lo que se sueña en la vigilia o a la inversa, para cuestionar el concepto de realidad; vivir en los sueños de otros y existir como verdad en la ficción teatral es una propuesta enormemente ambiciosa. Llevar esa idea a la escena y hacerla funcionar, sin embargo, exige el dominio de las herramientas que permitan subvertir el pensamiento convencional y, a partir de esa transgresión, con el poder de la imaginación, hacer que todo sea posible. Ensueño, de Ricardo Zárraga, se queda en un ejercicio escénico de poca solidez a la hora de ser figurado como verdad en la dimensión de lo que entendemos como teatro, un experimento fallido, que podría ser mejor.

 

Ensueños, puesta en escena dirigida por Carlos Corona, escenografía e iluminación de Alejandra Escobedo, vestuario de Teresa Alvarado, música original de Zárraga y coreografía de Alan Uribe y Meraqui Pradis, se presenta en el Teatro Orientación, jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas.

 

Teatro para público exigente:

 

La divina Ilusión, de Michel Marc Bouchard, dirigida por Boris Schoemann, con Pilar Boliver, Dalí Jr. González, Eugenio Rubio, Constantino Morán, Mahalat Sánchez, Miguel Conde, Paula Watson, Olivia Lalgunas, Miguel Corral, Gabriela Guraieb y Servando Anacarsis Ramos, aborda la historia de un seminarista que escribe un texto dramático para la diva Sara Bernhardt, quien llega a la aldea del joven y con su presencia enfrenta el dogma religioso con la libertad del arte. La obra se presenta con la Compañía Los Endebles y Petit Comité Teatro, en el Teatro del Bosque Julio Castillo (atrás del Auditorio Nacional), lunes y martes a las 19 horas, hasta el 4 de junio.

 

 

Crash, espectáculo ecoloclown, de Nubia Aguilar y Ana María Martínez, dirigida por Nubia Alfonso, con las actuaciones de Nubia Alfonso, Anamaría Moctezuma y Jesús Ponce. Lúdica puesta en escena que reflexiona sobre la fragilidad de la naturaleza en la época contemporánea y la necesidad de cuidar del medio ambiente para la supervivencia del ser humano. La obra, dirigida al público infantil, se presenta en el Teatro Orientación, sábados y domingos a las 12:30 horas, hasta el 2 de junio.

 

FOTO: Puesta en escena Ensueños, dirigida por Carlos Corona.

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