Juan Madrid: “La novela de nuestro tiempo es la policial”

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Uno de los escritores referentes de novela policiaca en lengua española habla del creciente interés de los lectores por este género, su relevancia para reflejar los traumas humanos y la censura que a finales de los 80 enfrentó la serie de televisión Brigada central, de la que fue guionista

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
A finales de los años 70, en la España posfranquista, llegaron a las mesas de novedades obras de escritores que en los años siguientes habrían de dar una nueva proyección a la literatura policiaca en el mundo de habla hispana. Sus historias se posicionaron pronto como un referente de una realidad descarnada y marginal que contradecía el discurso oficial, regido por la paz incorruptible, patriótica, fanática del orden y la moral. Uno de sus autores fue Juan Madrid (Málaga, 1947), también de los más prolíficos de la novela policiaca, género del que marca su distancia al definir lo suyo como noir.

 

Efectivamente. El lenguaje de sus personajes es el de la criminalidad, de los vagos, proxenetas y policías criados en los mismos barrios donde el hampa recluta a sus matones. Pero eso no es todo. Del otro lado de la acera están los delincuentes de cuello blanco, estafadores de altos vuelos y gustos refinados en los que quizá se vieron retratados algunos dirigentes de la naciente democracia española.

 

En 1980 apareció Un beso de amigo, su primera novela, protagonizada por Toni Romano, ex policía que se gana la vida haciendo trabajos sucios… cualquiera, siempre y cuando no le implique mancharse las manos. A ésta le siguieron Las apariencias no engañan, Regalo de la casa y Cuentas pendientes, historias de un innegable espíritu criminal que lo llevó participar como guionista de Brigada central, la primera serie policiaca producida por la Televisión Española y que a lo largo de dos temporadas, entre 1989 y 1990, abrió a los ojos del mundo esa España profunda, callejera, la cara indeseable para los caudillos de la transición. Esta serie, dirigida por Pedro Masó, significó un fenómeno televisivo, pues fue retransmitida en varios países de América Latina. Su protagonista, el inspector Manuel Flores –un gitano en constante conflicto con su ascendencia y la corrupción de las instituciones policiacas– resultó un personaje indeseable para la Policía Nacional, que intervino en los guiones definitivos, un choque creativo que llevó a Madrid a reescribir los libretos, publicados como 14 novelas en los tres tomos de la colección Brigada central (Ediciones B, 2010).

 

A 30 años del estreno de esta serie, Madrid sigue defendiendo la idea en la que se ha basado la mayor parte de su obra: “La novela de nuestro tiempo se llama policial”, dice en esta entrevista telefónica desde su casa en la capital española.

 

 

Hace unos años Mario Vargas Llosa escribió un artículo en El País sobre la serie The Wire. A grandes rasgos elogió la manufactura de esta serie. ¿Podemos decir que de alguna manera los géneros policiaco y noir han empezado a ser reconocidos en los parámetros de ciertos círculos de lectores?
Yo no recuerdo que haya sido idea de Vargas Llosa. Si es de él, enhorabuena. Hace tiempo que la literatura policiaca está en el canon de la literatura. No es como aquellos años en que yo empecé a escribir y me decían: “muy bonita tu novela policiaca, pero sólo leo ese género cuando voy en tren o en el avión”. La literatura policiaca no es un molde. Yo más que literatura policiaca hago literatura negra, noir, que es un invento francés, pero que ha dado lugar a un género que muestra, desentraña lo siniestro que hay en la sociedad, lo canalla, lo enfermo, la pobreza, la miseria, todo esto que está enterrado. Es una literatura negra, que disecciona cuerpos, que los abre con un bisturí y sale toda la podredumbre. Ese es nuestro papel. La mayor parte de nosotros hemos sido periodistas: hemos estado en la calle, hemos visitado la cárcel, conocemos a los delincuentes. Conocemos a la sociedad perfectamente, a la sociedad y su gente y lo que quiere cada uno, sus veleidades, sus agonías, sus miserias. Esto se refleja en la literatura negra, que ya no es la que hacían Simenon y otros dignos compañeros del género. Nuestro objetivo es mostrar la realidad tal y como es. Y tiene que salir policiaca. Mis personajes están en un constante conflicto. Nosotros estamos en un conflicto con nuestro jefe, nuestras mujeres, nuestro padre: el amor es conflictivo, el cariño es conflictivo, el miedo es conflictivo. Somos seres conflictivos y el retrato válido es el de la literatura policiaca y noir.

 

 

¿Qué es lo que hace diferentes a sus historias? ¿El conflicto interno de los personajes, su relación con hechos de actualidad, como el crimen internacional?
Cuando yo acababa de escribir mi primera novela, cometí la imprudencia de los bisoños, de darla a leer a otro escritor. Era un escritor argentino, que estaba en Madrid. Se llamaba Manuel Puig. Fue muy amable. Me dijo: “Mira, Juan. Lo tienes muy jodido porque se entiende todo. Esto en literatura es malo. Tenemos que hacer una literatura que no sea comprensible al menos para un grupo de lectores que se creen que la literatura es diferente. Empecé a leer a Puig y me encantó. Me di cuenta de cómo utilizaba la novela de salón o novela romántica para darle la vuelta y hacer novelas como El beso de la mujer araña, sin ir más lejos. A veces pienso que me resultan novelas policiacas porque es la única novela que se puede escribir hoy día: la novela de la inseguridad, de la angustia, donde son visibles todos los pecados, los vicios de la sociedad contemporánea, que son capaces de lidiar con la miseria más extrema y con la riqueza más grande. Es la única capaz de unir todos esos elementos. Además de unir todos esos elementos es capaz de crear tramas absolutamente humanos, como el amor, los celos y el miedo, todo. Todo lo que formaba parte del acervo de la novela clásica. La novela de nuestro tiempo se llama policial.

 

 

¿En su percepción como escritor y lector qué otros narradores lo motivan, lo nutren?
Tengo a mis maestros: Ernest Hemingway y Dashiell Hammett. La literatura norteamericana tuvo una época de mucha libertad con estos dos y con William Faulkner. Me formaron y me deformaron porque son capaces de explicar las cosas como son. No son barrocos, van directamente al grano. No hay falsas florituras. La facultad de escribir de esa manera es algo mágico. Es lo que hace la diferencia entre un escribano y el escritor. Eso me sigue maravillando como si tuviera 16 ó 17 años. Ahora ya de viejo releo más. Novelas maravillosas hay cada vez menos. Lo que hago es releer: Julio Verne, Emilio Salgari, Fenimore Cooper, Robert Louis Stevenson. Me siguen fascinando. También a los grandes escritores rusos: Chejov, Dostoievski, Tolstoi. Todavía releo la capacidad que tenía Tolstoi para crear un personaje con pocas palabras. Isaac Babel me fascinó de joven con Caballería roja, una colección de relatos. Me quedé pasmado cuando pude ver la maestría con la que se podía escribir, cómo podía reflejar la angustia, el terror, el miedo, la cobardía, la traición con meras palabras.

 

 

Dentro de todas estas actitudes humanas: lo canallesco, la bondad, las traiciones, ¿quiénes son Toni Romano o el Gitano Flores en su obra literaria?
El personaje de Flores es muy querido por mí. Es el protagonista de una serie en la que fui guionista único, pero que dio la vuelta al mundo. Es un personaje muy curioso porque es un gitano. Algo que sale por primera vez en la literatura española. Es un hombre en conflicto porque es gitano y policía, con todo lo que eso significa. Debe luchar contra esa corrupción policiaca y contra su propia raza. Los gitanos cometen delitos como otras poblaciones, aunque tienen una mayor predisposición por la marginalidad. Flores es una creación mía que está en 14 de mis novelas. Al principio me lo prohibieron la serie. Presenté los guiones de la serie en la televisión con el director y el productor, pero el que era director general de la policía me la prohibió. Después me dijo el productor que eso ya estaba solucionado. No me dijo cómo se había solucionado sino después: “Hay un policía aquí en el estudio que está corrigiendo lo que estás haciendo, cada página”. Un viejo guionista me había dicho que uno no debía ir al rodaje de una película escrita por uno porque te ibas a acojonar. No fui a los rodajes pero los actores me lo contaban todo. Yo tenía que corregir eso. No tengo más que mi escritura, es el sentido de mi vida. Me dije que no podía aceptar eso. La única manera que encontré fue convertir los guiones en novelas. Durante dos meses me convertí los guiones en novelas. Cuando cuento esto la gente no se lo cree porque creen que vivimos en una sociedad donde no hay censura. Ese es uno de los mitos más grandes que hay en esta sociedad, incluido México, España, Francia. Esta fue mi primera relación con la televisión. La serie tuvo un éxito terrible. Cuando presenté el guión de la película que dirigí también me lo censuraron. Entonces estaba el partido popular. No es que te digan: “Te lo vamos a censurar”. Dicen: “Mire usted. No puede salir un policía, el coche del policía, el despacho del policía en su serie”. No permitían ni un fotograma de un uniformado con una pistola. En la película, que se llama Tánger, me pasó lo mismo. Tuve que hacer lo mismo. Hay una fatiga muy grande. No era una censura de cara como la que vivíamos con Franco, que fue feroz. Ahora con la democracia, en la que llevamos 40 años, se sigue censurando. ¿Cómo? No sacando premios, esos premios que te dan lectores. La forma que tiene el establishment de censurarte es no darte publicidad. Esto es algo que tienen que conocer los lectores. Eso pasa en México, en Inglaterra. No estamos exentos. Podemos estar cerca del poder en algunas ocasiones, pero nunca estamos en el poder. Si lo estamos nos va a joder, nos va a fastidiar. Creo en la necesidad absoluta de la libertad, de la radicalidad en mi literatura.

 

 

En estos momentos estamos viendo un boom de las series policiacas. ¿Hay una expectativa para usted de estas historias llevadas a la pantalla o tiene sus reservas con estas nuevas historias?
Tengo mis reservas como viejo. A los 72 años tengo más reservas de cuando tenía 34. Claro, las series las veo. Continuamente estoy leyendo novelas, textos políticos y esas series. Hay series como The Wire, que compañeros de oficio consideramos que es magnífica. Está reflejando un mundo canallesco de la lucha entre los blancos y negros, en primer lugar, luego de los ricos con los pobres. Antes teníamos que ir a Émile Zola para ver una crítica así.

 

 

Vemos que la criminalidad se va renovando con las nuevas tecnologías. ¿Qué es hoy un detective? ¿Un geek, regente de soplones, garganta profunda de la prensa?
Tengo como siete novelas en las que hay una especie de detective. No me gusta llamarlo así. Es un ex policía que hace favores. En España el detective no tiene ese papel que tiene en la literatura norteamericana. No tiene el mismo peso. Quien hace eso está copiando la literatura norteamericana, que no me interesa en absoluto, aunque hay grandes escritores. El detective es de otro tipo de literatura, quizá de la época de Dashiell Hamett, pero él fue el primero que dijo: “La novela es más importante que los detectives privados”. Su novela más importante La llave de cristal está contada por los delincuentes. Es una opción completamente diferente de la literatura de los buenos y malos, que salen mucho en una literatura policiaca anterior. Hoy día hay literatura policiaca muy interesante. Si un día escribiera un detective sería un no americano. Reflejaría a la sociedad española. Si se me ocurre un día tendría que ser real. Los policías son estereotipos. Hay un lenguaje estereotipado sobre la literatura policiaca. Son tópicos: los detectives, las mujeres. Creo que eso es de una mala novela policiaca: mujeres fantásticas, curvilíneas, cabareteras, muy de los años 50. Ahora la literatura más moderna más valiosa es la novela social de nuestro tiempo. La novela negra para mí capta esa crisis social, la crisis del capitalismo, la crisis personal, de la falta de trabajo. La novela policiaca es la que está mostrando la miseria de la sociedad, la tristeza, la desesperación, el hambre, el cinismo, la lucha de clases más descarnada.

 

 

FOTO: Juan Madrid es conocido entre los lectores de novelas policiacas como el creador de los detectives Toni Romano y el Gitano Flores./ Andrea Abril /ADN Alianza

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