Julián Herbert, cronista de la impunidad eterna

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POR YANET AGUILAR SOSA 

 

La casa del dolor ajeno no es estrictamente una novela porque es un libro que no tiene ficción. Por el contrario, si algo sustenta las 270 páginas escritas por Julián Herbert es una rigurosa investigación histórica que las provee de una prosa que el propio autor llama “de overol”, es decir, más cercana al lenguaje, al rigor y al ritmo periodístico.

 

La nueva obra del narrador, ensayista, poeta y músico es, por una parte, una crónica histórica: la recuperación de la masacre de chinos en Torreón sucedida en el año de 1911, y por otro lado es una especie de crónica gonzo sobre cómo fue el proceso de investigación, lecturas y acopio de entrevistas con habitantes de Torreón, taxistas, historiadores y con todo aquel que se topaba con el fin de contar la historia del que es llamado el “pequeño genocidio” de alrededor de 300 chinos, la mitad de la colonia cantonesa de La Laguna.

 

La casa del dolor ajeno (Literatura Random House) es la voz del escritor que habla desde el presente acerca del pasado, desvelando las verdades, falsos y verdades a medias de la masacre; pero es ante todo Julián Herbert hablando del presente de México, que en realidad es el tema de esta crónica.

 

“Me interesaba hacer la conexión de estas dos formas de narrar. Al principio cuando me estaba acercando a esta historia no sabía por qué me obsesionaba tanto. Con el tiempo me fui dando cuenta de que es una obsesión que tiene que ver con el presente porque es una historia de violencia contra los migrantes, el pan de cada día de los mexicanos en este momento; y luego se trata de una historia de cómo el poder institucional intenta interpretar los hechos a su manera para dar ‘una verdad histórica oficialʼ. Las tres cosas: migración, violencia y manipulación de la información por parte del poder están en el presente de nuestro país”, señala Herbert.

 

En 2012, cuando terminó de escribir su última novela, Canción de tumba, asegura que trató de acercarse más a los géneros periodísticos, en gran medida porque tiene que sobrevivir, pero también porque le agarró sabor a hacer entrevistas y escribir crónicas, a escribir este tipo de prosa que aparentemente es utilitaria, pero también porque quería alejarse del lenguaje de Canción de tumba y porque le gusta asumir la escritura de un libro como si fuera el primero.

 

“A partir de ahí hubo muchas razones. Una de las principales fue que preferí no hacer ficción porque la ficción ya estaba hecha. El suceso como tal existe en la historia y en la memoria pero no sucedió donde dicen que sucedió, no sucedió en un día sino a lo largo de tres días, no fue Pancho Villa quien masacró a los chinos. Esa es la gran falsedad. Villa en esos tres días estaba en Ciudad Juárez y ni siquiera tenía contacto con las tropas que participaron en los hechos. Me interesó mucho recoger las distintas versiones que hay y tratar de ver cómo fue este proceso de ficcionalización”, afirma el escritor.

 

Al “desmontar” el proceso de ficcionalización acerca de la masacre de los chinos, Julián Herbert logra “desmontar” el mismo proceso que vivimos en México.

 

“Esta idea que nos aportó el señor ex procurador al hablar de la verdad histórica —que por supuesto no tiene nada que ver con lo sucedido en el caso de Ayotzinapa— fue muy reveladora para mí al escribir esta historia desde el punto de vista de alguien que sabe que está viviendo un proceso social semejante, pero que en lugar de contar este presente, trata de relacionarlo con una historia del pasado. Eso dice más de cómo nos relacionamos con la memoria”, agrega.

 

Julián Herbert se planteó la realidad: “No sabemos cómo, pero en un par de generaciones van a recordar lo que sucedió en Ayotzinapa. Ni siquiera sabemos si esto que para nosotros es una conmoción dentro de 60 o 70 años va a tener un peso real en este país, ya no digamos una solución. Una de las cosas que aprendí escribiendo esta historia es que la impunidad es eterna”.

 

En su indagación sobre los hechos sucedidos en Torreón, entre el 13 y el 15 de mayo de 1911, donde la mitad de la comunidad china fue masacrada por tropas revolucionarias y habitantes de esa ciudad, Herbert demuestra que más de un siglo después de esos hechos de xenofobia, prevalecen los equívocos, errores y que siguen siendo un hecho vergonzoso.

 

“La experiencia y su relación con el presente está en lo que pasa con los migrantes centroamericanos. La estructura es otra, las razones pueden ser otras, pero hay un trasfondo de que México es un país hecho de migrantes y que somos menos hospitalarios como país de lo que suele creerse. No es nada más el México de Lázaro Cárdenas que recibió a los refugiados españoles, es un país que ha menospreciado sus raíces africanas, es un país que no asume la herencia oriental, sobre todo la herencia china”, estima el autor de Álbum Iscariote.

 

Julián Herbert asegura que la comunidad china desapareció y luego se reconstituyó, y la condición no escrita para que la colonia china siguiera existiendo fue que la masacre se convirtiera en tabú, entonces ni siquiera los chinos de Torreón hablan de la masacre. “Torreón es una ciudad demasiado joven para tener memoria y la construcción de su memoria depende de muchos prejuicios construidos por la burguesía local, que ha tratado de crear un sistema de orgullo lagunero”.

 

Aunque el lenguaje dista de su novela Canción de tumba, en La casa del dolor ajeno hay una reincidencia del Julián Herbert “exhibicionista” que muestra la cocina del escritor, una cosa que atribuye a su neurosis. “Me gusta ser consciente de la técnica, disfruto mucho el oficio, es un goce escribir tratando de pensar cómo se puede resolver un tema formal, es una cosa un poco brechtiana de desdoblar la historia y verla no sólo como la historia que estas contando sino cómo se construye”.

 

La hechura de este libro fue tan singular que revolucionó su método de trabajo que, dice, fue extenuante. En lugar de escritorio, usó una mesa muy larga y al igual que los policías tapizó una pared de notas en papel de colores para ver los distintos aspectos de la historia. Consultó todos los libros sobre el tema y determinados personajes, exploró a fondo el Archivo Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y pasó dos semanas en Torreón rastreando esta historia que él ya conocía muy bien pero que buscó desde la ignorancia; al final le dio una estructura cinemática. “El libro no tiene estructura lineal ni está construido como un guión de cine, pero sí está pensado como un documental. Entonces a la hora de editar lo hice como si estuviera en una sala de edición de una peli”, concluye.

 

 

*FOTO: Durante la investigación para la escritura de su nuevo libro, Herbert entrevistó a decenas de habitantes de Torreón y rastreó en los archivos históricos de la Cancillería mexicana/Alejandra Leyva.

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