La Capilla Sixtina en el Zócalo
La pobre infraestructura de este proyecto para un público masivo sólo deja ver la preferencia de la actual administración por sus propios intereses, en lugar de apoyar instituciones culturales consolidadas
POR ÉDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ
Cuando escuché la noticia de que los fuertes vientos que afectaron a la Ciudad de México provocaron el desprendimiento de una parte del techo de la réplica de la Capilla Sixtina que se había montado en el Zócalo capitalino, no pude más que pensar en la fábula del niño que, desde su inocencia, había sido la única persona que pudo decirle al rey que estaba desnudo.
La réplica de la Capilla Sixtina en México, que ocupó el Zócalo capitalino del 21 de abril al 22 de mayo de 2022, fue un proyecto tan anodino y mal ejecutado que parecía una obviedad criticarlo. Hablar de una iniciativa que claramente anula cualquier proyecto cultural para privilegiar una burda maniobra política de precampaña cancelaba cualquier interés crítico, pero debo confesar que los vientos huracanados que dañaron su estructura me hicieron volver al lugar y me dieron la imagen ideal que desvelaba descarnadamente la endeble y vacía escenografía. El rey desnudo se mostraba en todo su esplendor como ejemplo de la abúlica política cultural del régimen en turno.
Pero vayamos por partes. Hay que insistir en que esta réplica en ningún caso sustituyó la experiencia sensible que impone la visita a la Capilla Sixtina original de Miguel Ángel en Roma. Aunque el proyecto contó con el aval de los Museos Vaticanos y la Arquidiócesis Primada de México, su pobre manufactura y su limitado planteamiento escenográfico volvían al recorrido una experiencia anacrónica que recuerda más los dioramas que se hacían a finales del siglo pasado, que a una “copia fiel” de uno de los sitios de turismo religioso más visitados en el mundo.
De acuerdo con información oficial, la réplica de la Capilla Sixtina costó al erario público 9 millones de pesos (Emeequis, 13/05/2022). Con ese presupuesto bien se pudo invertir en impresiones y montajes que intentaran imitar la experiencia que provoca la obra mural original. Pero esto no fue así, todas las impresiones fueron hechas en un material plástico tipo lona que carecía de la rigidez suficiente para simular una superficie plana y mucho menos un mural con estas dimensiones.
Era alarmante ver cómo en todas las esquinas las fotografías se arrugaban por las uniones de las impresiones o se contoneaban por el movimiento que generaba el viento. Claramente este error no fue asumido por ninguna de las instancias involucradas, ya que hasta en los videos publicitarios que promovió el Gobierno de la Ciudad de México este problema museográfico se observa a simple vista.
Como el recorrido estaba pensado para su consumo masivo, la visita fue acotada temporalmente por un video introductorio y una audioguía al interior de la réplica, la cual era acompañado por acentos en la iluminación que iban describiendo fragmentariamente los elementos de la obra mural. Si algún visitante intentaba permanecer o contemplar libremente las fotografías, inmediatamente era abordado por alguno de los voluntarios que hacían todo lo posible por llenar y vaciar el espacio de acuerdo al horario predeterminado.
No es exagerado decir que la experiencia de visitar la réplica de la Capilla Sixtina en México fue más parecida a la de acudir a una atracción dentro de un parque de diversiones que a uno de los espacios de culto religioso más emblemáticos de occidente. El simulacro que provoca este tipo de iniciativas lejos están de repetir el impacto visual y simbólico que moviliza masivamente al público de prácticamente cualquier parte del mundo.
Ver las imágenes en una escala que supuestamente reproduce la Capilla Sixtina no es lo crucial para vivir la experiencia cultural que proporcionan este tipo de lugares, falta el contexto, el recorrido previo y la pátina que le otorga el tiempo. Luego de visitar la réplica, revisé el sitio virtual de la Capilla Sixtina que ofrecen el propio Vaticano (https://m.museivaticani.va/content/museivaticani-mobile/es/collezioni/musei/cappella-sistina/tour-virtuale.html) y pude constatar que ambos recorridos resultan fríos e impersonales, aunque en la visita virtual sí se pueden ver con detalle y calidad las fotografías que se hicieron de la obra mural de Miguel Ángel.
Ahora bien, ya que conocemos a detalle los problemas formales de la réplica de la Capilla Sixtina en México, podemos centrarnos en lo burdo que resulta como proyecto político, ya que desvía recursos de cultura para actividades que convocan a un público masivo, pero con productos de pésima calidad, como ya se señaló.
La réplica se suma a una lógica centralista y populista, igual que el millonario Proyecto Chapultepec, que ha sido el rasero del gobierno de Claudia Sheinbaum y del presidente Andrés Manuel López Obrador, en claro detrimento de una frágil infraestructura cultural que sistemáticamente se ha ido desmantelando.
Además de que la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México ha padecido en los últimos tres años recortes y una anemia sistemática en su programación cultural, lo cual acentúa la falta de una política cultural, llama también la atención la pasarela de titulares que ha tenido en estos tres años. Actualmente la dependencia es dirigida por una poco experimentada Claudia Curiel de Icaza, pero le antecedieron, sin entregar ningún resultado, Vanessa Bohórquez, Guadalupe Lozada León (como interina) y José Alfonso Suárez del Real. En todos los casos no se logró concretar ningún programa o estímulo al sector cultural que lograra el reconocimiento de los creadores.
El presidente López Obrador, a diferencia de sus antecesores, nunca ha encabezado la inauguración de una exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes ni en ningún otro recinto público. Pero sí se dio tiempo de visitar la réplica de la Capilla Sixtina en México, acompañado de Sheinbaum y del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, para abonar en su extendida precampaña política, ya que de forma expresa y velada se sabe que ambos funcionarios se perfilan como los favoritos del primer mandatario para sucederlo en la silla presidencial.
Ante este panorama vale la pregunta de si resulta más relevante una mal montada réplica de la Capilla Sixtina en el Zócalo que exposiciones inauguradas en Bellas Artes como El París de Modigliani y sus contemporáneos o Pedro Coronel. 100 años, una ruta infinita. La respuesta obvia es negativa, pero políticamente genera más atención mediática que López Obrador salga caminando de Palacio Nacional, acompañado del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y visite la Réplica de la Capilla Sixtina en México acompañado de sus delfines.
También es importante darle peso a la inversión que representó esta exposición. Si bien 9 millones de pesos parece una cifra no alarmante en comparación a la fiesta de los millones que es el Proyecto Chapultepec (que costará 10 mil millones de pesos), en los hechos es una cantidad lo suficientemente significativa como para resolver problemas urgentes del sector cultural, como los problemas de humedad y falta de mantenimiento que pone en peligro el acervo del Museo Nacional de Arte (El Universal, 17/05/2022), el retraso de meses que tienen los trabajadores de la cultura contratados bajo el Capítulo 3000 o la precaria oferta de prácticamente todos los museos y recintos administrados por la Secretaría de Cultura federal y de la Ciudad de México.
La réplica de la Capilla Sixtina en México retrata de forma cruda la postura que tiene el presente régimen hacia los creadores y gestores culturales, pues deja ver cómo los funcionarios del gobierno federal y capitalino prefieren destinar recursos y su propio capital político a proyectos sin ningún tipo de interés cultural, pero que pueden ser taquilleros (aunque había filas, estas no eran demasiado largas), en detrimento de una política pública que apoye iniciativas e instituciones culturales que han sido construidas a lo largo de décadas y que hoy se encuentran amagadas por una severa asfixia presupuestal o en total abandono.
FOTO: La réplica tuvo un costo de nueve millones de pesos, cifra alarmante si se toma en cuenta que hay problemas prioritarios para resolver/ Diego Simón Sánchez/ El Universal
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