La dama de oro y su casa

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POR EL MERCURIO/GDA

 

Cuando el millonario coleccionista, cofundador y presidente de la Neue Galerie de Nueva York, Ronald Lauder, adquirió en 2006 el famoso Retrato de Adele Bloch-Bauer I reconoció estar frente a un capítulo de la historia del siglo XX. No se equivocaba. Esa pintura modernista -que retrata a una mujer culta e inquieta de una prominente familia judía austríaca- traslada a los años de la Belle Époque austríaca, a principios del siglo XX. Pero también se vincula con la Segunda Guerra Mundial, la embestida nazi y la expoliación de obras de arte a familias de origen judío.

 

La obra cumbre de Klimt fue arrebatada a la familia Bloch Bauer en 1938, cuando los nazis invadieron Austria y obligaron a Ferdinand Bloch, esposo de Adele (quien había fallecido en 1925), a dejar Viena. Confiscaron su enorme fortuna y su extraordinaria colección de arte, que incluía cinco pinturas de Klimt: dos retratos de Adele y paisajes.

 

El Retrato de Adele Bloch-Bauer I tuvo, después, un final como pocos. Su extraordinario valor artístico y familiar impulsó un duro juicio entablado por su sobrina, María Altmann, contra el Estado de Austria, que exhibía el cuadro en su Galería Belvedere. El abogado Randol Schoenberg (nieto del compositor) comandó una batalla judicial para que le devolvieran el retrato a su descendiente. La batalla se ganó -el episodio inspira la cinta “La dama de oro” protagonizada por Helen Mirren y Ryan Reynolds-, aunque finalmente Altmann decidió venderla, lo que generó ácidas críticas (los abogados explicaron que los elevados impuestos que debía pagar la impulsaron a su venta).

 

Pero la obra cayó en excelentes manos. La pintura fue comprada en 2006 por Roland S. Lauder, dueño del museo Neue Galerie, en 135 millones de dólares. La cifra fue la más alta alcanzada hasta ese momento por una obra de arte en el mercado.

 

La Neue Galerie es un reciente museo neoyorquino de pequeño tamaño y alta calidad, centrado en el arte austriaco y alemán de la primera mitad del siglo XX. Allí se encuentra abierta, hasta el 7 de septiembre, una especial exposición en torno al retrato de Adele, que se exhibe junto a otras pinturas de Klimt, 50 dibujos preparatorios del retrato, objetos, fotografías y documentos de la época.

 

En la Quinta Avenida

 

La Neue Galerie se emplaza en una magnífica mansión levantada en 1914. Se ubica en la Quinta Avenida con la Calle 86, a pasos del Metropolitan Museum. Inaugurada el año 2001 por Ronald Lauder -propietario de una billonaria colección de arte de más 5.000 trabajos-, está dedicada al arte alemán y austriaco de entre 1890 y 1940. Expone en forma permanente esta “Mona Lisa austriaca”, como se conoce al retrato de Adele Bloch-Bauer, y en ella se desarrollan muestras de autores modernos claves que fueron combatidos por el nazismo.

 

Una de ellas versó sobre el connotado expresionista judío alemán Max Beckmann, quien debió refugiarse en Holanda durante la Segunda Guerra Mundial. También exhibió al gran paisajista Emil Nolde, autor de una obra más sintética con un notable trabajo del color. Él se dedicó a hacer “pinturas no pintadas” (acuarelas) durante la Segunda Guerra, cuando Hitler le prohibió seguir pintando.

 

El museo ha realizado colectivas sobre el grupo Blaue Reiter (con artistas como Kandinsky) y en torno a la Bauhaus. En el mes que recién terminó, el tercer piso revisaba las relaciones entre los movimientos modernistas en Alemania y Rusia, a través de 90 pinturas, entre ellas creaciones claves de artistas como el ruso Mikhail Larionov y el alemán Ernst Kirchner.

 

Pero tal vez la más bullada muestra exhibida en la Neue Galerie ha sido “Arte degenerado: el ataque al arte moderno en la Alemania nazi, 1937”. Fue la mayor exposición en torno a este tema desde 1991, con piezas de autores como Klimt, Schiele, Kokoschka, Klee y Nolde. Pinturas que fueron expoliadas por los nazis a familias judías o descolgadas de museos alemanes, denostadas como “arte degenerado”.

 

Hijo menor de Estée Lauder, Ronald Lauder (1944) preside la campaña mundial para devolver el arte robado por los nazis a los descendientes de los propietarios originales judíos, y el año 2007 fue elegido presidente del Congreso Mundial Judío. Lauder se desempeñó entre 1986 y 1987 como Embajador de Estados Unidos en Austria y desde 1983 hasta 1986 fue secretario de Defensa para Europa y asuntos de la OTAN. El coleccionista lleva la historia en sus venas. Y el Retrato de Adele Bloch-Bauer I le habla de esa sociedad burguesa judía austriaca que conoce bien.

 

Adele y Klimt en sus años de oro

 

La protagonista del cuadro de Klimt, Adele, nació en 1888 en el seno de la familia del banquero judío Moriz Bauer. Creció en medio de una gran riqueza material y con profundas inquietudes intelectuales. Tenía ideas progresistas y motivada por sus ansias de independencia aceptó casarse por conveniencia, a los 18 años, con el industrial azucarero Ferdinand Bloch. Adele recibía en los salones de su lujosa residencia -ubicada en la Elisabethstrasse, frente a la Academia de Bellas Artes- a los artistas e intelectuales más destacados de su época: Sigmund Freud, Stefan Zweig, Richard Strauss, Gustav Mahler y su mujer Alma, entre otros.

 

“Tenía ansias de sabiduría”, relató su sobrina Maria Altmann. El saber y estudiar idiomas junto con su sensibilidad por el arte llevaron a que Ferdinand le encargara a Gustav Klimt (1862-1918) un retrato de su esposa, en 1903. El pintor solía ser el autor de los grandes retratos de la sociedad austriaca-judía.

 

Klimt destinó más de cuatro años a ese cuadro. Hizo más de 100 bocetos. Y lo terminó en 1907, transformándose en una de las piezas maestras de su “estilo dorado”, junto a su obra cumbre, El Beso. Adele fue, además, la única retratada dos veces por él.

 

El pintor había empezado su carrera en un tradicional estilo historicista y luego se convirtió en uno de los artistas más trascendentes de la Viena modernista, con una pintura rupturista, llena de simbolismos y que incorpora nuevos materiales. Autor de vibrantes paisajes, de dibujos eróticos y retratos vigorosos, llegó a ser la figura clave de la escena pictórica de Viena de fines del siglo XIX e inicios del XX. A la vez, convirtió al modernismo en un estilo de fama mundial, aunque también ha sido objeto de críticas por cierto decorativismo de su arte. Y fue maestro de otros dos enormes artistas: Oskar Kokoschka y Egon Schiele.

 

Su Retrato de Adele Bloch-Bauer I representa esos años en que estuvo en Ravena, Italia, y se impresionó con la rica decoración bizantina de los mosaicos en la catedral, estilo que recrea en el retrato de Adele a través de ensamblajes de piedras semipreciosas y capas de oro y plata. El retrato emerge ahí con un suntuoso collar en el cuello y su cuerpo como flotando en un mar de oro. “En su vestido se aprecian ojos egipcios, elemento común en el Modern style inglés. Y la influencia de la estampa japonesa puede encontrarse en la eliminación del espacio y la bidimensionalidad de la figura. Pero la real fuente de ello reside en esos mosaicos bizantinos de Ravena, que Klimt había visitado en 1903”, precisan historias del arte y documentos.

 

Los mecenas Lauder

 

El influjo de Klimt se puede observar muy particularmente hoy en la Neue Galerie neoyorquina, presidida por Ronald S. Lauder. Aunque Ronald no es el único Lauder clave en el mundo del arte y de su historia. Su hermano mayor, Leonard A. Lauder, también ha dejado una huella notable. El magnate que administra las empresas familiares es el mayor mecenas que ha tenido en el último tiempo el Museo Metropolitan de Nueva York. El año pasado donó a esa institución una de las más importantes colecciones cubistas del mundo, integrada por 33 obras de Picasso, 17 de Braque, 14 de Gris y 14 de Léger, en lo que se reconoció como “una donación transformadora para el Metropolitan”.

 

Su hermano más político y coleccionista, Ronald S. Lauder, optó en cambio por dejar su legado en la Neue Galerie, cuyo proyecto comenzó a forjar como “un tributo a mi amigo y compañero de ruta, Serge Sabarsky: art dealer y organizador de exhibiciones. Ambos habíamos soñado durante 30 años con crear un museo de arte moderno austríaco y alemán”, recuerda Ronald S. Lauder.

 

El nombre de “Neue Galerie” tampoco fue escogido al azar. “Ese nombre tenía ya una ruta histórica hecha en varias instituciones europeas y galerías como la famosa Neue Galerie de Viena, fundada en 1923. Todas buscan capturar el espíritu moderno y desafiante del siglo XX”, señalan desde la Neue Galerie neoyorquina, donde hoy resplandece el otrora expoliado y hoy revisitado Retrato de Adele Bloch-Bauer I.

 

 

*FOTO: Retrato de Adele Bloch Bauer I, de Gustav Klimt, forma parte de las colecciones del Museo Neue Galerie de Nueva York./Especial.

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