La danza como destino
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La obra del bailarín Arturo Serrano ha aportado a la escena mexicana un espíritu subversivo y revelador sobre la condición del hombre en la época contemporánea
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POR JUAN HERNÁNDEZ
El artista Arturo Serrano (Ciudad de México, 1983) es una especie de “escapista”. Se fugó del dogma de la danza académica convencional, del paradigma del cuerpo como instrumento del arte coreográfico y, sobre todo, de la imposición de discursos legitimados para acceder, por la puerta grande, al templo habitado sólo por los artistas consagrados de la danza en México.
Está de más decir que lejos de ser una desventaja, Serrano se ha convertido en un artista de excepción. Se aventuró en un camino personal, íntimo y profundamente revelador sobre la condición del hombre en la época contemporánea. Lo hizo desde la independencia del discurso artístico y, también, del modo de producción de su quehacer creativo.
Serrano ha enfocado su energía a pensar y reflexionar el mundo; a llenarse de la materia prima para enfrentar el reto de la escena; a vivir las pasiones humanas con tal intensidad que le permita empatizar con otros de su especie; y a generar pensamiento crítico, sustento de sus artefactos escénicos: el concepto antes que la materia y la forma.
Debemos comentar que Arturo Serrano se formó como bailarín en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA; fue miembro del elenco del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac), y trabajó en proyectos artísticos de varias compañías, en su mayoría dancísticas, aunque también teatrales.
Aquella experiencia permitió a Serrano crecer como intérprete. La aventura, sin embargo, resultó insatisfactoria para alguien de la naturaleza del artista, quien desdeña el papel de instrumento asignado al bailarín, sobre todo cuando, como él, siente el poderoso llamado de la creación.
El artista decidió crear obras con un lenguaje pertinente, diríamos contemporáneo. Inició con la puesta en discurso del pensamiento crítico, como un frente de acción subversivo ante al discurso dominante del mainstream de la escena actual en el país.
A su propio ritmo, exigencia y necesidad, Arturo Serrano sorprendió, primero, con Los imprescindibles (2016), creció en Un hombre solo (2017) y maduró su propuesta con El árbol ahora (2020). Esta última pieza coloca a su creador en un lugar sobresaliente en la escena mexicana contemporánea.
El árbol ahora, con música de Debussy, Nina Simone, Pink Floyd, Mercedes Sosa y Chopin; dispositivo multimedia e iluminación de Iván Mondragón, y producción de El Olvidado Asombro, es producto de la búsqueda del artista en distintas áreas de conocimiento. Serrano lee con avidez, es un melómano insaciable, se alimenta de la cultura popular, y busca en la vida los espacios límite que después llevará a la escena.
Estrenada en el Teatro El Milagro, como obra invitada a la temporada de Residencia de Proyecto Granguiñol Psicotrónico, de Luis Alcocer, El árbol ahora se puede explicar a la luz de una categoría: la transdisciplina; toda vez que el uso de los lenguajes artísticos concurren con radicalidad y subvierten el orden de las disciplinas convocantes en el imaginario escénico, para constituir una cosmovisión.
La puesta en escena de Serrano es, en ese sentido, no sólo una propuesta artística, sino la impugnación de las convenciones, que dan paso a la visión del mundo que construye, a partir de un artefacto escénico transdisciplinario.
En esta propuesta el concepto es la columna vertebral del discurso artístico, a su vez constructo del pensamiento del artista, quien recupera para sí la capacidad de impugnar la norma.
En el ámbito formal, en El árbol ahora el texto proyectado en una pantalla es imagen con dimensión dramática; la música, pensamiento; el cuerpo en movimiento, energía y poder en el instante; los paisajes emocionales del video, metáforas anímicas; y la palabra enunciada, un acto de confesión y de fe.
Seguiremos a este artista en su andar por la escena. Las expectativas que ha generado son altas y, seguramente, aún desde esa aparente marginalidad en la que trabaja, se convertirá en un referente del arte escénico de la época actual.
Teatro al momento
La directora Pilar Boliver lleva a escena la obra Los chicos de la banda, de Mart Crowley. Esta pieza tiene como antecedente, el montaje realizado por Nancy Cárdenas, en 1974, época crucial en el Movimiento de Liberación Homosexual en México. Entonces causó polémica, debido a los prejuicios existentes. La trama de la obra es la fiesta de cumpleaños de uno de los personajes, que debe enfrentarse al hecho de salir del armario frente a un entrañable amigo heterosexual. Con Horacio Villalobos, Juan Ríos, Pedro Mira, Constantino Morán, Luis Lesher, Gutemberg Brit, Juan Carlos Martín del Campo, Carlo Guerra y Alfonso Soto, la obra se presenta en el Teatro Xola (Xola 809, Del Valle), viernes a las 20:30, sábados 18:00 y 20:30, y domingos a las 18 horas.
La Celestina, de Fernando de Rojas, adaptación e idea original de Rosenda Monteros (Veracruz, 1935-Ciudad de México, 2018), dirigida por Ruby Tagle, actuaciones de Adrián Aguirre, Misha Arias de la Cantolla, Eduardo Candás, Miguel Cooper, Ana Paola Loaiza, Miguel Ángel López, Gastón Melo, Carlos Ordóñez, Azalia Ortiz, Laura Padilla, Pilar Padilla, Pablo Ramírez y Paulina Treviño (elenco de la Compañía Nacional de Teatro). La obra, que cuenta los amores “ilícitos” de Calisto y Melibea, mediante las argucias de la alcahuata Celestina, se escenifica en el Teatro Julio Castillo, de martes a viernes, a las 18 horas, hasta el 6 de marzo. Con este montaje se rinde homenaje a la actriz, bailarina y directora Rosenda Monteros.
FOTO: El artista escénico Arturo Serrano estrenó El árbol ahora, en el Teatro El Milagro. Obra transdisciplinaria, que consigue plenamente la convivencia de diferentes lenguajes del arte, en función de una búsqueda: el misterio de la existencia humana, en el contexto del ritmo imparable del universo. La pieza tendrá nueva temporada en el Centro Cultural El Hormiguero (Gabriel Mancera 1539, Del Valle Sur), sábados a las 19 horas, del 14 de marzo al 25 de abril. / María José Alós/Cortesía de la producción.
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