La experiencia israelí

Nov 30 • Lecturas, Miradas • 4336 Views • No hay comentarios en La experiencia israelí

 

 

POR EDUARDO ANTONIO PARRA

 

El Estado de Israel continúa siendo una suerte de terra incognita, a pesar de tratarse

de una nación que casi a diario ocupa amplios espacios en la sección internacional de

los noticieros. Podemos enterarnos de los problemas políticos que desde hace décadas

lo mantienen en conflicto con sus vecinos palestinos, de la situación en que viven sus

habitantes a causa de la guerra e incluso de los vaivenes de su economía, pero resulta difícil

siquiera imaginar cómo es la cotidianidad de un ciudadano israelí, las motivaciones que

sostienen su existencia, sus angustias y anhelos, su modo de convivir con los demás. Esto

se debe a que en los periódicos y programas noticiosos tan sólo se abordan las cuestiones de

la geopolítica, o aquéllas específicas que alcanzan a provocar estupor general o son causa

de escándalo. Las que les ocurren a hombres y mujeres normales hay que buscarlas en otra

parte: en la música, el cine, la literatura.

 

 

Portada de: Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí.
Portada de: Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí.

 

De estas tres, la que ofrece mayor compenetración con una cultura tan ajena como

la del Israel actual, pero al mismo tiempo se difunde con más lentitud, es la literatura. Es a

través de las letras como nos es posible comprender cómo piensa un israelí en la intimidad,

con qué actividades llena las horas de su día, cuál es el modo en que encara su religión,

cómo ama y cómo odia, qué lo alegra o qué lo entristece, cuál es su forma de contemplar

el mundo. Por desgracia —salvo algunos escritores cuya fama ha trascendido las fronteras

desde hace años—, son pocas las obras de autores de este país las que pueden encontrarse,

traducidas a nuestra lengua en los estantes de las librerías mexicanas. Islas entre nosotros.

Voces de la narrativa contemporánea israelí es una antología que intenta subsanar tal

carencia, al reunir relatos de 34 escritores originarios de esta nación, a la vez tan antigua y

tan reciente, establecida en su etapa moderna a partir del año 1948. Se trata de un volumen

impulsado por la desaparecida escritora mexicana Esther Seligson, editado por el Fondo

de Cultura Económica en colaboración con el Instituto para la Traducción de la Literatura

Hebrea, por lo que cada una de las piezas que contiene ha sido vertida al español —ya

sea mexicano o argentino— desde su lengua original, lo que no sucede con versiones

semejantes que circulan por ahí, cuyo punto de partida es el inglés o el francés.

 

Casi cualquier lector con un bagaje básico conoce la historia antigua de Israel.

Gracias a la Biblia —uno de los fundamentos de nuestra cultura occidental— y otros textos

canónicos, estamos familiarizados con sus reyes y profetas, con sus mitos y leyendas, con

su devenir desde “el origen de la humanidad” hasta la desaparición del país por obra del

Imperio Romano. Sabemos también que, después de la diáspora, los judíos fueron objeto

de constantes rechazos y persecuciones que culminaron con el Holocausto maquinado por

los nazis durante la Segunda Guerra Mundial; pero hasta ahí. Los relatos reunidos en Islas

entre nosotros, además de ser narraciones eficaces desde un punto de vista artístico, bien

podrían funcionar como un complemento de nuestra visión del pueblo hebreo que, entre

otras cosas, ha sabido conservar y enriquecer a través del tiempo su lengua milenaria.

 

Al recorrer las páginas de la antología, lo primero que llamará la atención de

un lector mexicano es la atmósfera en que están inmersos los protagonistas, muy semejante

a la nuestra, a pesar de las diferencias y de la distancia. Una atmósfera de tensión constante,

de temor soterrado —sea cual sea el tema que aborde la narración en turno— a causa de la

guerra que, aunque casi nunca aparece en primer plano, se sabe que sigue ahí, a unos

cuantos pasos, llevando a la muerte a muchas personas, a conocidos, de tanto en tanto a

algún familiar. Es cierto, se trata de guerras distintas la nuestra y la de ellos, pero son

guerras al fin, con resultados prácticos similares. Los personajes de los relatos de Islas

entre nosotros son veteranos de las guerras antiguas, acaban de regresar del servicio militar

o tienen algún pariente en la línea de fuego. Si están viejos, la mayoría ha sobrevivido a los

campos de concentración y carga con esa experiencia en la memoria aunque se haya

empeñado durante años en olvidarla. Muchos fueron pioneros del Estado de Israel,

formaron parte de los kibutz iniciales, participaron como colonos en la expansión

territorial, por lo que han vivido siempre cerca de los conflictos armados. Esto les da un

carácter peculiar, como a los mexicanos de la presente generación. Un carácter inquieto y

triste a la vez, alerta, salpicado con un dejo de angustia. Sin embargo, no significa que la

alegría esté ausente, ni que las historias que aquí se cuentan estén exentas de humor, del tan

característico humor judío.

 

Otra cosa que llama la atención de inmediato es la manera de narrar. Los escritores

israelíes contemporáneos no parecen muy afectos a las historias lineales, ni a las tramas

precisas ni a los finales contundentes. Sus relatos son más bien reflexivos, avanzan con

cierta lentitud, están llenos de digresiones, con frecuencia se desvían de la línea original

para seguir un camino distinto al planteado de inicio, domina en ellos la introspección de

los personajes y la descripción minuciosa de los espacios urbanos y campestres, lo que se

entiende al tratarse de un país joven que quiere darse a conocer por medio de la literatura

—esto ya lo habíamos advertido antes en obras de los autores más conocidos, como David

Grossman y Amos Oz, no así en la de un cuentista más joven, como Etgar Keret—. Los

protagonistas están en perpetua búsqueda de sí mismos, señal de que los autores aún se

hallan en proceso de tratar de establecer la idiosincrasia en la que quizás es la nación más

multicultural del mundo. Exploran sin cesar su propio pasado y el de sus ancestros en un

intento por ubicar esa línea que los una con el origen y les dé la identidad que se perdió en

algún pogromo o en los campos de exterminio o en el último destierro de que fueron objeto.

Pueblo lector, si los hay, el de Israel genera narraciones conectadas con todas las

tradiciones literarias, ricas en referencias y parecidos temáticos. Ya desde el cuento que

abre el volumen, “Madame Bovary de Nevétzedek”, de Nurit Zarhi, donde una escritora

“sin plantas” sostiene un encuentro y una discusión de tinte algo feminista con madame

Bovary también “sin plantas”, podemos detectar en la ejecución, por ejemplo, una similitud

con el Borges de “Las ruinas circulares”. O en “Descansos”, de Lea Aini, un paralelismo en

el discurso con el “Macario”, de Juan Rulfo. O, más preciso, en “CM18G’”, de Dea Hadar,

semejanzas evidentes con Pedro Páramo. Y esto sólo por mencionar obras de autores

latinoamericanos.

 

Pero es en los temas y asuntos donde se advierte una mayor variedad. Los

relatos reunidos en Islas entre nosotros tocan casi cualquier problemática de la vida

contemporánea israelí, desde la propia creación literaria hasta las relaciones conflictivas

entre madre e hija (el magnífico “¿Acaso te estoy hablando en chino?”, de Sauyon

Liebretch es un buen ejemplo), desde la llegada del progreso a las comunidades más

pequeñas hasta viajes imaginarios por otros países, desde las aventuras de los perros

entrenados para el combate hasta el deseo de las mujeres exitosas por ser madres, desde la

amistad entre dos niños diferentes hasta recorridos por las carreteras a través del territorio

de Israel, desde las consecuencias del calor hasta los preparativos de una boda. Y muchos

más. Las relaciones entre hombre y mujer se abordan, por ejemplo, en una de mis piezas

preferidas del volumen, “Días de pareja”, de David Grossman, donde un matrimonio realiza

el recuento de sus siete años de casados con un resultado amoroso lleno de ambigüedad,

como todos los amores. Hay acercamientos notables al absurdo. Y entre los de corte

fantástico destacan, sobre todo, el humor y la brevedad de Keret en “Katzenstein”.

 

Recorrer Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí resulta

mucho más que una simple lectura. Es algo semejante a llevar a cabo un largo viaje por la

geografía de ese país joven y viejo, internarse por las calles de sus ciudades e interactuar

con su gente que proviene de todos los rincones del mundo, sumergirse en las aguas quietas

de su pasado y nadar en las turbulentas corrientes de su presente. Sí, una experiencia de

conocimiento profundo a través de las páginas de un libro que nos hacía bastante falta.

 

Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí, compilación de Esther Seligson y Ioram Melcer, introducción de Angelina Muñiz-Huberman, FCE/Instituto para la Traducción de Literatura Hebrea, México, 2013, 503 pp. Tezontle

 

 

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