La jaula de oro: Un rostro para los migrantes

Jun 21 • Conexiones • 7888 Views • No hay comentarios en La jaula de oro: Un rostro para los migrantes

 

ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI

 

Juan (Brandon López) y Sara (Karen Martínez), dos adolescentes guatemaltecos, viajan hacia Estados Unidos intentando dejar atrás su vida marginal. En su camino, conocen a Chauk (Rodolfo Domínguez), un indígena que, como ellos, ronda los 16 años. Los tres viajan montados en La Bestia, el tren que atraviesa México de sur a norte. Durante su odisea sufren una serie de vejaciones que van del robo al rapto y la extorsión. Este es el argumento de La jaula de oro, la ópera prima de Diego Quemada-Diez que este año ganó nueve premios Ariel, incluido el de mejor película, y cuyo reparto obtuvo un reconocimiento en el Festival de Cannes 2013.

 

En entrevista vía telefónica desde Colombia, donde la semana pasada promovía la película, el director de cine cuenta cómo surgió la idea para la realización de este largometraje, que aún se exhibe en algunas salas del país: “La jaula de oro comenzó en 2002, cuando fui a hacer un documental a Mazatlán, Sinaloa, y conocí a un taxista que se llama Toño. Nos caímos muy bien, nos hicimos amigos y me invitó a vivir en su casa con su familia. Me mudé con ellos porque era la misma colonia donde yo estaba haciendo el documental. La casa estaba cerca de las vías del tren. Cuando llegaba el tren y se bajaban los migrantes, nosotros les llevábamos comida y agua. Yo sentí que eran héroes porque estaban arriesgando su vida para ayudar a sus seres queridos y estaban luchando por una vida mejor. Sentí que tenía que contar su historia, que tenía que hacer un poema épico, una oda como homenaje a ellos y a ellas. Y así empecé a recopilar testimonios”.

 

“A veces me dicen —continúa— que es una historia de migrantes centroamericanos. No. Es una historia de migrantes mexicanos y centroamericanos. Más de la mitad de los testimonios son de mexicanos. México es uno de los principales expulsores de mano de obra en el mundo, es un país de migrantes; hay millones de mexicanos en Estados Unidos, viviendo en la jaula de oro. La idea era darles voz, hacer un testimonio colectivo de la comunidad migrante mexicana y centroamericana, de la trampa que Estados Unidos es para la mayoría de ellos; que el espectador pudiera vivir el viaje a través de los ojos de estos niños [los protagonistas] e impactar la percepción de un estadounidense, un holandés, un francés, que conocieran su situación, que entendieran que ellos harían lo mismo si estuvieran en ella. El día que presentamos la película en Italia ocurrió  la tragedia de los 350 africanos migrantes que murieron ahogados. La gente nos decía que la película le da un rostro a los migrantes. Estas noticias anónimas de repente tienen un rostro; de repente te das cuentas de que hay una persona, alguien que tiene un sueño. La problemática migratoria es global, es un problema muy grave consecuencia de la globalización. Se han abierto las fronteras en varios apectos, pero han sido cerradas a las personas. Es una paradoja de la que es importante hablar, plantear y reflexionar, y es el mismo problema entre Europa y África y Estados Unidos y Latinoamérica, particularmente en México y Centroamérica”.

 

Más que una película de migrantes

 

El cineasta nacido en Burgos, España, el 15 de febrero de 1969, y naturalizado mexicano asegura que La jaula de oro es más que una película de migrantes: “Es el viaje de un grupo niños que busca una vida mejor, realizar sus sueños. Y hay un viaje interno del protagonista, del héroe, que a través de obstáculos va teniendo un aprendizaje, y a través de la transformación del protagonista, el espectador también tiene una transformación. Hablamos de una película que también plantea un problema racial: el odio del mestizo que cree en el modelo occidental, en el sueño americano, hacia el indígena; el choque de estas cosmogonías, de estas formas de ver el mundo, de estas dos lenguas (Chauk no habla español), de estas razas. Chauk, el mexicano tzotzil, el alma de la película, nos enseña cosas, es como el maestro; conforme se va desmoronando el modelo occidental, aprendemos de él. Juan pasa de odiar a ese chico a hermanarse con él. De lo que yo quería hablar es de que más allá de nacionalidades, razas o lenguas, todos somos seres humanos y tenemos las mismas necesidades y los sueños de realizarnos como personas”.

 

Para la realización de su ópera prima, Quemada-Diez entrevistó a cientos de migrantes. Además, decidió trabajar con actores no profesionales e incluir en las escenas a migrantes centroamericanos y mexicanos en su camino a Estados Unidos; al final de la película se les agradece su participación y se nombra a cada uno. También aparece en la cinta el padre Alejandro Solalinde, conocido por su labor como defensor de los derechos de los migrantes.

 

Antes de dirigir La jaula de oro, este cineasta —quien se formó en el American Film Institute, en Estados Unidos, donde compró papeles falsos antes de regularizar su estancia allá, y ha trabajado con el director de cine inglés Ken Loach— realizó los cortos A Table is A Table (2001), I Want to Be a Pilot y La morena (ambos de 2006).

 

*Fotografía: Karen Martínez, Brandon López y Rodolfo Domínguez actuaron en la película./ ARCHIVO EL UNIVERSAL

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