La larga espera de la Diana cazadora

Oct 30 • destacamos, principales, Reflexiones • 6917 Views • No hay comentarios en La larga espera de la Diana cazadora

 

Por temor a represalias, la modelo que inspiró la emblemática escultura de Reforma guardó en secreto su participación. Hoy
La Diana es un monumento inspirado en una mujer a la que apenas recientemente se le ha reconocido su contribución a la obra

 

POR JOSÉ JUAN DE ÁVILA
Los 100 años de historia de doña Helvia Martínez Verdayes han sido de espera. Esperó 50 años para contarle al mundo que ella es la mujer desnuda que todo capitalino y visitantes ven desde 1942 sobre Reforma y que apodan La Diana cazadora, aunque se llame La flechadora de las estrellas del norte.

 

Esperó otros 10 años a que en Pemex, donde trabajó poco más de tres décadas como secretaria de cinco de sus directores hasta su jubilación, la pusiera como la imagen de la Patria en su fuente en Reforma. Esperó cinco años la salida de prisión de su único marido y gran amor, Jorge Díaz Serrano, para casarse de blanco.

 

Esperó casi 60 años para que tuviera su rostro una réplica de la escultura que provocó la indignación de mujeres de la Liga de la Decencia “por su permanente en el cabello” y, sobre todo, por la valentía de la entonces joven secretaria, que fue convencida de posar desnuda “no por dinero, sino por vanidad”.

 

Esperó casi 70 años a que la Ciudad de México oficialmente la reconociera como la musa de dos de sus referentes culturales. Y esperó paciente hora y media a que el entonces jefe de Gobierno y actual senador por el PRD, Miguel Ángel Mancera, bajara con una hora de retraso de sus oficinas a entregarle a esta dama hoy centenaria Las Alas de la Ciudad y una tarjeta de pensión alimentaria, en una ceremonia en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento adonde llegó la mujer de 95 años entonces, el 29 de junio de 2016, a las 11:30 horas.

 

Doña Helvia esperó paciente el mediodía. Nadie le ofreció ni agua.

 

Helvia Martínez Verdayes contó a este reportero la víspera de su homenaje que nació el 22 de mayo de 1921 y que tenía alrededor de 20 años cuando posó para Juan Fernando Olaguibel, no 16 como se dice.

 

Su memoria, prodigiosa, daba detalles de su infancia, de su juventud como secretaria en Pemex, de su madre hermosa cuyos retratos colgaban por doquier en su departamento de Petrarca, en Polanco, adonde se había mudado porque su vivienda en la calle Miltón, en la vecina Anzures, tenía varias escaleras que ella no podía subir más por la edad.

 

De lo único que se arrepentía en su vida, contó en aquel 2016, es de que su rostro no aparezca en la escultura que encargó el presidente Manuel Ávila Camacho al arquitecto Vicente Mendiola y a Olaguibel; dice que de todas maneras fue criticada por su desnudez. No se arrepiente de no haber recibido ni un peso por aparecer en los dos monumentos en los cuales su escultural belleza se volvió referente de la capital mexicana: las fuentes de La Diana cazadora y de Pemex, ambas sobre su amado Paseo de la Reforma, que ahora le parece lleno de “refinerías”, en alusión a los nuevos edificios.

 

Mujer de trabajo, aunque habitó en Polanco rodeada de obras de arte y antigüedades herencia de su familia, aseguraba que vivía de su pensión de Pemex. “Soy orgullosamente una mujer petrolera”, dijo.

 

Con ese orgullo también confesó que su escultura favorita no es La Diana Cazadora, sino la de la Fuente de Pemex, no sólo porque representa a la Patria, sino porque le parece “más bella y femenina”.

 

Reconoció estar preocupada por la situación de Pemex por el temor a perder su pensión, de la que vive.

 

Elegante, con un conjunto de pantalón y blusa café sobrio y discreto, sentada en un sillón español, refería en aquella conversación, sin dudarlo, que el momento más triste de su vida fue cuando el amor de su vida, el ingeniero priista Jorge Díaz Serrano, el último de los directores de Pemex con el que trabajó y con el que se casó, fue a prisión en 1983 al arranque del gobierno de “renovación moral” de Miguel de la Madrid.

 

“Nos fregaron. Cuando cayó en prisión fue el momento más triste de mi vida, y también los cinco años que estuvo preso, en que yo también estuve presa pues lo visité todos los días salvo el día de la muerte de mi madre”, recordó con tristeza doña Helvia. “Yo fui personalmente a ver al expresidente José López Portillo y le dije: ‘Jorge es inocente, tú lo sabes’. Él me respondió: ‘¿Qué quieres que haga?’”

 

— ¿Y qué hizo?

 

— Nada. (Díaz Serrano) fue a prisión por cinco años, nos fregaron —narró la mujer sin alterarse.

 

La suya, en resumen, ha sido una historia de amor. De espera y de amor.

 

Doña Helvia sólo se emocionaba en la entrevista cuando comentaba cuánto extraña al hombre con el que se casó en prisión por el civil y por la Iglesia cuando salió él de la cárcel. El hombre con el que vivió su único romance durante 50 años y por el que tuvo que esperar por un divorcio que no llegaba. Él murió el 23 de abril de 2011, hace una década, y le dejó cuadros pintados por encargo de ambos y retratos de su felicidad que colgaban sobre las paredes del elegante departamento de Polanco donde vivía en compañía de sus dos empleadas domésticas y de su chofer y escolta Sergio González, quien se regocijaba por los homenajes.

 

Díaz Serrano también le dejó un bronce como regalo de bodas: le encargó al escultor Ariel de la Peña una réplica de La Diana Cazadora, pero ésta sí con el rostro de doña Helvia, que desde hace dos décadas se encuentra en la esquina de las calles de Hamburgo y Génova, en la Zona Rosa.

 

Gracias a Díaz Serrano, recordaba también doña Helvia, decidió contar en un libro publicado en 1992 El secreto de la Diana cazadora, donde por primera vez despeja el misterio de que ella fue la modelo, un secreto que guardó por el miedo de que la fueran a despedir de Pemex pues sólo vivía de su sueldo. “Él me dijo que ya no diera entrevistas, que mejor publicara un libro y me contrató a la mejor fotógrafa de entonces, Nadine Markova, para que tomara las imágenes”, y el cual firmó como Helvia Díaz Serrano.

 

Cuando Ariel de la Peña, su amigo, le fue a informar a principios de junio de 2016 que el Gobierno de Ciudad de México, a través de Miguel Ángel Mancera, finalmente le iba a hacer un homenaje, doña Helvia contestó a bote pronto: “Ojalá no se vaya a volver a rajar”. Y contó a este reportero cómo nunca fue invitada a ninguna de las “inauguraciones” que ha tenido en su historia de 75 años el monumento de la Diana, que primero estuvo en Ródano y luego fue retirado de ahí, para más tarde ser abducido por Alfonso Corona del Rosal para llevarlo a su pueblo Ixmiquilpan, Hidalgo, en 1970. Tampoco estuvo presente en la colocación de la réplica que hoy puede verse sobre Reforma.

 

Ante la noticia del inminente homenaje, doña Helvia tomó el teléfono y se puso a buscar a quién invitar. Entre sus pocos amigos, apenas unos cinco, recordó a su sobrina nieta Alejandra Martínez, hija del empresario y dueño del club de fútbol Pachuca, Jesús (Chucho) Martínez, y comentó: “Si quiere usted imaginarse cómo era yo cuando posé desnuda para La Diana cazadora, tiene que ver a mi sobrina Alejandra, así era yo en esa época, igualita, sólo que mi mamá siempre me decía que yo no era bonita, que no porque tuviera un monumento en Reforma me iba a volver bonita, y es que mi madre sí era una belleza”, relató doña Helvia mientras mostraba la cantidad de pinturas y retratos de su madre, como para corroborar su belleza, con quien llegó a la capital para empezar a trabajar a los 16 años en Pemex.

 

También enseñó, con coquetería y mucho humor, “su primer desnudo”: un retrato suyo de bebé.

 

Al homenaje de aquel miércoles 29 de junio de 2016, salió puntual a las 11:00 am doña Helvia, con una amiga, el escultor De la Peña y su chofer González. Llegaron a las 11:30 al Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Ahí estaba su sobrina Alejandra, despampanante, en un vestido largo y blanco con rombos perfilados apenas, de color azul. Parecía una escultura de talavera.

 

También estaban el cineasta Demetrio Bilbatúa, la hija de José Alfredo Jiménez, Martha Jiménez, la viuda de Agustín Lara, Vianey Lárraga, el actor Carlos Ignacio, entre otros.

 

A Mancera, curiosamente, le sucedió en el cargo una mujer, Claudia Sheinbaum, que, no obstante su política de cambiar nombres de calles y mover monumentos en Reforma, hasta ahora no ha rendido homenaje alguno a la modelo de la Diana cazadora, doña Helvia, que cumplió un siglo de vida en mayo pasado y quien al parecer dejó su departamento de Polanco; sus amigos no saben más de ella.

 

Doña Helvia, paciente, se dejó tomar cientos de fotos. La ceremonia estaba programada a las 12:00. Mancera bajó hasta las 13:00 horas, hizo esperar hora y media a la musa de la ciudad de entonces 95 años, cuyos monumentos —dijo el funcionario—, son referentes de esta capital que —según él— “tiene aroma de mujer”.

 

Al final de aquel homenaje, Mancera le entregó Las Alas de la Ciudad y una tarjeta de pensión alimenticia a esta dama discreta y de gran belleza, que toda su vida se ha quedado esperando, como una escultura.

 

FOTO: Helvia Martínez Verdayes posando junto a la escultura La flechadora de las estrellas del norte, conocida históricamente como La Diana Cazadora/ Crédito: EFE/Tomada del libro El secreto de la Diana cazadora

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