La poesía, ¿para quién?

Jul 19 • Conexiones, destacamos, principales • 7171 Views • No hay comentarios en La poesía, ¿para quién?

 

POR ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI

 

En México, la cadena del libro de poesía atraviesa por una paradoja. Por un lado, existe una gran producción poética —apoyada con becas y premios institucionales— y, por otro, una circulación y una lectura escasos. El problema —coinciden poetas, editores y académicos— no es que en el país no haya poetas, tampoco que sus obras no sean publicadas, sino la poca distribución de esos libros y el escaso interés de la gente en ellos. En una frase: hay poetas, pero no lectores de poesía. Pese a ello, los esfuerzos de las instituciones gubernamentales están más encaminados a apoyar la creación de poesía que en implementar programas de lectura efectivos.

 

Becas

 

En el caso de las becas, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), a través del Sistema Nacional de Creadores de Arte, destinará este año 4 millones 196 mil 448 pesos a la escritura de poesía. De los creadores artísticos (mayores de 35 años) que fueron incorporados al Sistema a finales del año pasado, 12, de distintas generaciones, se dedican primordialmente a la creación poética: Luis Jorge Boone, José Homero, Pura López Colomé, Elva Macías, Efraín Bartolomé, Alberto Blanco, Antonio Deltoro, León Plascencia Ñol, Jorge Humberto Chávez, Balam Rodrigo, Eduardo Langagne y Margarito Cuéllar. Cada uno recibe una beca mensual de 29 mil 142 pesos, lo que significa que, en conjunto, los 12 recibirán anualmente 4 millones 196 mil 448 pesos. A lo largo de los tres años que dura el estímulo, el Sistema Nacional erogará en esos poetas 12 millones 589 mil 344 pesos.

 

Del programa de Jóvenes Creadores, también financiado por el Fonca, 12 de las 41 becas para la disciplina de letras son para poetas (sin incluir las de escritores en lenguas indígenas). Quienes las reciben actualmente son: Arturo Loera, Ileana Garma, José Palacios, Sergio Carrillo, Xitlalitl Rodríguez, Paula Abramo, Raúl Sánchez, Ingrid Ruiz, Floreano Díaz, Luis Lugo, Raciel Hernández y Karen Villeda. El monto que mensualmente recibe cada uno es de 8 mil 232 pesos y 20 centavos, lo que quiere decir que, este 2014, el Fonca, a través de este programa dirigido a creadores menores de 35 años, destinará un millón 228 mil 636.8 pesos.

 

En total, el Fonca gastará este año 5 millones 425 mil 84 pesos y 8 centavos en becas a creadores de poesía.

 

Premios

 

De acuerdo con el Sistema de Información Cultural (SIC) del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en el país existen 53 convocatorias a premios de poesía, convocadas o apoyadas por instituciones gubernamentales: el Conaculta, institutos estatales o municipales de cultura, el gobierno de uno u otro estado, universidades públicas, etcétera. La lista incluye concursos internacionales, nacionales, regionales, estatales y municipales, cuyas bases y recompensas son, desde luego, distintas. La suma de los montos asignados, al menos a los primeros lugares, da un total de 6 millones 295 mil 500 pesos. De modo que las instituciones gubernamentales gastan en promedio 11 millones 720 mil 584 pesos y 8 centavos al año en becas y premios.

 

Si bien las becas buscan incentivar la creación poética y los premios reconocer a obras ya terminadas, ambos son intentos que sólo se centran en los autores, es decir, en sólo una parte de la cadena del libro, la cual, necesariamente, tendría que finalizar en el lector.

 

Para el poeta Juan Domingo Argüelles, el problema de la circulación de los libros de poesía recae en la distribución y la insuficiente lectura de este género. “No digo que publicar sea siempre fácil, pero considero que el mayor problema de la poesía no es la publicación sino la distribución, y el poco interés del público hacia el género poético; en gran medida porque la escuela misma desdeña la poesía. El problema es que en tanto no haya un público lector suficiente de poesía (y ese público lector se consigue formándolo desde la escuela), seguirán pasando cinco o diez años para agotar mil ejemplares”.

 

Fernando Escalante Gonzalbo, académico de El Colegio de México, comenta sobre los premios: “En general, los premios públicos sirven para acreditar el interés por la cultura de las autoridades que otorgan el premio. En realidad, las autoridades se premian a sí mismas. Si los autores premiados son famosos, acreditan el buen gusto de quienes les otorgan el premio, que pueden aparecer en la prensa, fotografiados a su lado. Si son desconocidos, el premio acredita su voluntad de apoyar a los jóvenes talentos. Comoquiera, siempre será más barato, y más lucidor, entregar un premio, con mucha ceremonia, fotos, televisión, que apoyar un buen programa de promoción de la lectura, o reformar la educación”.

 

Desde luego, la entrega de becas y de premios goza de salud, aunque en el caso de estos últimos los ganadores no siempre logren publicar sus obras. Ese es el caso, por ejemplo, del Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen (convocado por el Instituto Sinaloense de Cultura y dotado con 120 mil pesos), y del Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (organizado por la Secretaría de Cultura de Nayarit y apoyado por el Conaculta y dotado con 100 mil pesos).

 

Óscar David López (Monterrey, 1982) ganó el Premio Gilberto Owen 2011 y, pese a que consiguió editor por su cuenta, no ha podido ver su obra publicada (Farmacotopía). “El Premio —afirma— no incluía la publicación. El Instituto Sinaloense de Cultura tampoco se ofreció a publicar el libro en su colección estatal ni a servir de contacto con alguna editorial. Les pregunté si les interesaba una coedición pero dijeron que no tenían dinero para solventarla. Luego contacté a [la editorial] Bonobos y me dijeron que sólo estaban publicando por coedición. Como ya sabía que habían tenido coediciones con la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), fui con el director de Publicaciones de la UANL a gestionar eso. Aunque se supone que el libro saldría en mayo de 2013, aún no existe porque no ha salido de imprenta. Bonobos tuvo listo el cuidado editorial a tiempo, pero la UANL, encargada de la impresión, no hizo su trabajo”.

 

Entre los premios que sí incluyen la publicación de la obra ganadora están: el Premio Internacional Manuel Acuña de Poesía en Lengua Española (dotado de 100 mil dólares y la publicación de la obra por la Secretaría de Cultura de Coahuila y el Conaculta), el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (500 mil pesos y la publicación de la obra en el Fondo de Cultura Económica), el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, que, curiosamente, no aparece en la lista de convocatorias que arroja el SIC (300 mil pesos y publicación a cargo del Fondo Editorial Estado del México), el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde (150 mil pesos y la edición por la Universidad Autónoma de Zacatecas, quien se reserva los derechos de edición por un año), el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (100 mil pesos y la publicación de la obra por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas) y el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (75 mil pesos y la primera edición por el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato).

 

Sin embargo, a veces la edición aparece mucho después de que se entregó el premio, por lo que la expectativa generada en torno de la obra ganadora se desvanece. O incluso se lanza una nueva convocatoria aunque la publicación de la obra ganadora de la anterior no se haya concretado. El cuestionado Premio Internacional Manuel Acuña de Poesía en Lengua Española (Confabulario 16: http://confabulario.eluniversal.com.mx/premio-manuel-acuna-el-gran-premio-de-las-cien-mil-preguntas/), por ejemplo, ya cerró la edición de su segunda convocatoria y sin embargo, la obra ganadora de su primera emisión (Artefactos para dibujar una Nereida, del cubano Luis Manuel Pérez Boitel) aún no ha sido publicada. Cuestionada al respecto, la Secretaría de Cultura de Coahuila, organizadora del premio, respondió que el libro será presentado en el II Encuentro Internacional de Poesía Manuel Acuña, a celebrarse en septiembre próximo en Coahuila, pero no dio más detalles sobre el estado en el que se halla la edición. Al consultarle sobre esto, Ricardo Cayuela, director general de Publicaciones del Conaculta, respondió que la dirección a su cargo acordó encargarse estrictamente de la impresión del volumen y la Secretaría de Cultura de Coahuila asumiría la preparación de las pruebas editoriales. “El compromiso es que el libro esté impreso y entregado en el tercer o cuarto trimestre de este año, pero los tiempos dependen exclusivamente de la entrega que haga la Secretaría de Cultura de Coahuila”.

 

Desde luego, publicar las obras ganadoras no significa que los sellos institucionales se dedicarán a darle a los tomos una adecuada distribución y difusión; los propios poetas son conscientes de ello. Luis Armenta Malpica (México, 1961) ganó el Certamen Sor Juana Inés de la Cruz 2013 y su obra Llámenme Ismael será publicada por el Fondo Editorial del Estado de México. Comenta sobre el premio: “El Certamen incluye la publicación de las obras ganadoras, así que no hubo necesidad de buscar editor. El libro está en proceso (ya revisé y autoricé las pruebas). Se presentará en la Feria de Guadalajara. […] Se trata de una edición institucional y generalmente la distribución no es el fuerte de las mismas, pero son tres mil ejemplares los que tiran y eso me hace suponer que tienen resuelto dicho asunto”.

 

Sobre la distribución de los libros editados, el Comité Técnico del Consejo Editorial del Gobierno del Estado de México explica que esas obras prácticamente no son comercializadas en librerías, sino repartidas a otras instituciones. Dichos libros —señala el Comité en un comunicado— sirven para “dotar de acervos bibliográficos a la Red Estatal de Bibliotecas, así como enriquecer los catálogos bibliográficos de diversas instituciones estatales y nacionales, tales como ayuntamientos, universidades públicas y privadas, normales de profesores”. Los tirajes de poemarios del Fondo Editorial del Estado de México oscilan entre los mil y los 3 mil ejemplares. En promedio, una edición de 2 mil ejemplares se agota en tres años, asegura el Comité Técnico.

 

Sobre la distribución de libros de poesía en bibliotecas públicas y otras instituciones gubernamentales, Érika Burgos, especialista en promoción de la lectura, señala: “Las bibliotecas, por lo general, no cumplen su función como espacios de lectura por placer: la mayoría de usuarios son escolares de distintos niveles que acuden a hacer la tarea. Es una buena idea que existan estos esfuerzos por publicar obras, normalmente de distribución gratuita; el problema es la selección y distribución. Si realmente queremos que estas obran circulen y lleguen a los lectores, se requiere ponerlas al acceso en otros espacios. Por ejemplo, están las Salas de Lectura que sesionan por todo el país, los clubes de lectura en el D. F., asociaciones civiles diversas que trabajan en la gestión cultural, o con proyectos tan interesantes como Para leer de boleto en el metro. Se requiere hacer una buena selección y garantizar la calidad de lo que se publica en instituciones, así podremos estar seguros de que estos libros no pasen a ser utilería de bibliotecas con el fin de que parezca que tienen muchos libros, pero que, en realidad, nadie lee porque no son del interés de los usuarios”.

 

En torno de las becas y los premios y de la distribución de libros en instituciones gubernamentales, Juan Domingo Argüelles, ganador de premios como el Efraín Huerta, el Gilberto Owen y el Aguascalientes, comenta: “Los premios de poesía y las becas son importantes para los jóvenes creadores, los muchachos que empiezan y aquellos que están consolidándose. Les da la oportunidad y el aliciente para seguir escribiendo. Son ellos los que necesitan becas y premios. Pero lo que no veo, en el caso del Estado, es que esos libros de poesía estén al alcance de los lectores en las bibliotecas y en los centros culturales y aun en los recintos educativos. Publicar libros para alimentar la vocación y formación de los propios poetas me parece muy importante, pero lo fundamental es formar públicos más amplios para este género, y esto no se está haciendo. Basta con echar una mirada al catálogo de las bibliotecas de aula y escolares para percatarnos que los libros de poesía son los menos y, además, no para todos los grados escolares”.

 

Distribución y lectura

 

Los libros de poesía —premiados o no— que son editados por sellos pequeños o independientes también carecen de una adecuada distribución, pues estas editoriales no siempre pueden pagar las comisiones de los distribuidores y las librerías. Afirma Luis Armenta Malpica, también director de Mantis, sello especializado en poesía: “Además de las comisiones altas de distribuidores y librerías, está el poco interés que suscitamos los editores pequeños para las grandes librerías cuyo mercado tiende a lo más comercial, a las modas y, sobre todo, a los grupos editoriales que imponen sus títulos por encima de la calidad, el riesgo o lo novedoso de otras propuestas”.

 

Gerardo González, editor de Aldus, que, además de poesía, publica narrativa y ensayo, coincide con Malpica: “Para las grandes editoriales la poesía es una especie de hermano incómodo de los otros géneros o simplemente no entra en su radar. […] A las librerías, a los medios de comunicación y a los críticos o reseñistas, en general, no les interesan estos libros”.

 

Los tirajes tanto de Mantis como de Aldus oscilan entre los 500 y los mil ejemplares, que se agotan a lo largo de varios años.

 

“Al tratarse de poesía —precisa Armenta Malpica— el desplazamiento es lento (rara vez estamos en las mesas de novedades) pero sostenido. […] Tardamos entre tres y ocho años en agotar una edición”.

 

“Una librería —comenta el editor de Aldus— determina el tiempo de circulación en su espacio. Si el librero no sólo es un burócrata o administrativo (como la mayoría), sino un lector, entonces es posible que un libro no sólo se exhiba (o esconda) dos o tres semanas en la librería, sino hasta dos o tres meses. Lo cual para nosotros es todo un logro. Nosotros llevamos nuestros libros a las ferias, festivales, etcétera, durante años, hasta que se agotan”.

 

Al respecto, Domingo Argüelles señala: “Es un círculo vicioso: los editores comerciales no publican libros de poesía porque argumentan que no se venden, y los libreros dicen que tienen muy poca existencia de libros de poesía porque los editores no los publican. Incluso en la grandes librerías los libros de poesía ocupan un par de estantes pequeñitos y arrinconados porque son escasos los lectores que los buscan. Sabemos que los autores los escriben, y que hay muchísima producción poética en México y, en general, en los países de lengua española. Pero los lectores en su gran mayoría ignoran que existe esta gran producción”.

 

Ya sea editados por sellos institucionales o pequeños, los libros de poesía contemporánea escasean en librerías. Un recorrido por algunas de las librerías de la ciudad de México, realizado los primeros días de julio, arroja lo siguiente: en Gandhi, en la mesa de novedades, se exhibía sólo un libro de poesía del clásico Dante Alighieri, y en El Sótano no se exhibía un solo libro de poesía, a lo más, había libros de otros géneros escritos por poetas como Javier Sicilia y Carla Faesler. Sólo en la mesa de novedades de la Librería del FCE Juan José Arreola el panorama fue más alentador: había diez títulos de poesía mexicana e hispanoamericana de un total de 45 libros exhibidos.

 

El poeta y ensayista Jorge Ortega (Mexicali, 1972) afirma que en las librerías de Tijuana y Mexicali escasean los títulos de poesía; los existentes son más bien clásicos universales e hispanoamericanos que de autores contemporáneos. “Lo cual ya es ganancia, pero no la suficiente como para decir que las estanterías se encuentran actualizadas. Los libros de reciente aparición que llegan se cuentan con los dedos de la mano y generalmente provienen de las grandes editoriales públicas del Estado mexicano: el Fondo de Cultura Económica y el Conaculta”.

 

En Puebla, según el crítico literario Gabriel Wolfson, hay una notable excepción: “Básicamente, es una librería, Profética, la única que cuenta con una buena y cuidada sección de poesía. En la librería de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) también hay, pero menos actualizada y más confinada a clásicos”.

 

Sobre Culiacán, Sinaloa, el ensayista Irad Nieto comenta: “carecemos de buenas librerías y, por ende, de buenos libros de literatura en general. Pero en relación con libros de poesía la situación es peor. Contamos con sólo tres librerías cuya oferta poética, en cuanto a calidad y variedad, es muy pobre. Hace una semana visité una de ellas y me percaté que la sección de poesía no reunía más de veinte libros en ediciones bastante malas, algunas de plano escolares. En las otras dos librerías los libros de poemas que mejor circulan son los publicados por el FCE, Era, Joaquín Mortiz y Conaculta. Es raro encontrar buenos libros de poesía en otras editoriales; mucho más extraño encontrar poesía en las mesas de novedades, siempre acaparadas por las novelas best sellers”.

 

El sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo explica así el fenómeno: “Lectores hay pocos, lectores de poesía, poquísimos. Así ha sido tradicionalmente, eso no ha cambiado, ni hay motivo para esperar que cambie en el futuro inmediato. Salvo gestos vagamente teatrales, no hay ninguna política de promoción de la lectura. O sea, que no hay motivos para sorprenderse de que las obras, premiadas o no, circulen poco”, afirma.

 

Sin una política integradora, las instituciones gubernamentales seguirán gastando más de 10 millones de pesos anuales en becas y premios que incentiven la producción poética mientras los mexicanos leen en promedio 2.9 libros al año. Según la Encuesta Nacional de Lectura publicada en 2006, sólo un 8% de los mexicanos que leen libros acostumbran leer poesía.

 

*Fotografía: Sólo 8% de los lectores mexicanos acostumbran leer poesía, según la Encuesta Nacional de Lectura del Conaculta./ ARCHIVO EL UNIVERSAL

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