La vida de los pueblos
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“Los pueblos son la ilusión de que las cosas van juntas de algún modo”, ha escrito la poeta canadiense Anne Carson (Toronto, 1950) a propósito de su libro La vida de los pueblos, del que presentamos estos siete poemas
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POR ANNE CARSON
Versiones de Mauricio Montiel Figueiras
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Pueblo del lobo
Deja que los tigres.
Los maten deja que los osos.
Los maten deja que áscaris y tenias y otros parásitos.
Los maten déjalos.
Matarse entre ellos deja que las púas del puercoespín.
Los maten deja que una intoxicación por salmón.
Los mate déjalos cortarse la lengua en un hueso y desangrarse.
Hasta morir déjalos.
Congelarse deja que las águilas.
Se los lleven de pequeños deja que una semilla arrastrada por el viento.
Se les entierre en el oído interno y destruya el equilibrio déjalos tener.
Un oído extraordinario déjalos sí.
Escuchar una nube que pasa.
Allá en lo alto.
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Pueblo de un solo hombre
Hoy hace un clima de Magritte dijo Max.
Ernst al golpearse la cabeza en una roca.
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Pueblo de la suerte
Un día.
Al cavar un hoyo.
Donde enterrar vivo a su hijo.
Para poder comprar comida a su anciana madre.
Un hombre encontró oro.
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Pueblo del amor desigual
(pero todo amor es desigual)
Si él me hubiera amado me habría visto.
En una ventana de arriba golpeando la frente contra el cristal.
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Pueblo de Hölderlin
Estás loco si llevas el duelo a solas.
Con los pozos ya secos.
Al fondo la luz de las estrellas yace.
Como una astilla de sonido.
Las hélices pasan volando junto a ti.
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Pueblo de Freud
El diablo dice soy una ilocalizable.
Ventana de mí mismo el diablo.
Dice nadie siéntate.
Allí nadie enciende.
La lámpara el diablo.
Dice basta un atisbo.
Desde afuera para arreglar todo.
Arreglar todo el diablo.
Dice huele esto el diablo dice.
Huesos crudos el diablo dice la mente.
Es un huésped extraño yo digo.
El diablo sobrevivió al diablo adentro.
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Pueblo ambulante
No hay más Dios que.
Dios al salir a dar.
Su paseo vespertino en el estruendo.
De las hojas el temblor de los bosques.
Los campos que se oscurecen los corazones.
De oro como si se fueran a romper.
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FOTO: Savage Moon (1926). obra de Max Ernst