La vida es inmensa

Feb 24 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 792 Views • No hay comentarios en La vida es inmensa

 

La novela estuvo perdida durante 77 años; Guerra, de Louis-Ferdinand Céline, pone al desnudo el instinto humano desde un tono autobiográfico

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
El mundo de las letras francesas sufrió una especie de conmoción en 2022 con la publicación de Guerra, novela inédita de Louis-Ferdinand Céline, producto de unos apuntes encontrados en 2021, que se habían extraviado en 1944, cuando el autor había huido a Dinamarca, pues temía su enjuiciamiento por difundir panfletos antisemitas y colaborar con los nazis. Por estas razones, finalmente fue juzgado en 1950 y permaneció un año en la cárcel.

 

Guerra (Anagrama 2023) es una novela que conjuga admirablemente los planos de la realidad y la ficción, sin posibilidad de fijar los límites entre ambas polaridades. En principio, destaca la estrategia involuntaria del manuscrito extraviado, argucia que nos recuerda las novelas picarescas y, sobre todo, al Quijote y La familia de Pascual Duarte. Enseguida, es evidente el tono autobiográfico y los paralelismos entre la vida de Ferdinand, el personaje principal, y Céline; ya que nuestro autor participó en una unidad de caballería durante la Primera Guerra Mundial, fue herido y padeció neuralgia, acompañada de una secuela de ruidos, similares a la fricción de las ruedas del tren, a lo largo de su vida.

 

Los hechos del relato se sitúan en 1914. Ferdinand, el narrador protagonista, había formado parte de un comando que fuera aniquilado por los alemanes. Él sobrevivió a la masacre y se abrió paso entre los despojos, con heridas en la cabeza y un brazo, hasta llegar a un hospital improvisado donde fue atendido por la joven enfermera L’Espinasse, quien se especializaba, según las burlas de los soldados, en colocarles sondas por la vía urinaria, con especial regocijo.

 

A lo largo de la obra, se muestran dos perspectivas de la violencia que son equivalentes en el horror y la destrucción. Por una parte, destaca la brutal acometida de los ejércitos que suelen sembrar los campos de cadáveres, entre ríos de sangre mezclados con lodo —pues se debe recordar que en la guerra de las trincheras murieron casi 10 millones de personas— y por la otra aparecen las rutinas en la sala de curaciones, donde se amputan las extremidades dañadas en medio de los alaridos de los pacientes.
El hacinamiento también da motivo a la violencia de connotación sexual, a los “tocamientos”, al lenguaje soez y misógino. Las mujeres son sometidas al capricho de los varones, reducidas a un mero papel de sexoservidoras, como se muestra en la relación de Cascade Gontran con su esposa Angèle, a quien prostituye entre los oficiales ingleses.

 

La guerra, el sexo y la muerta parecieran la esencia del instinto humano, su ser animal queda al descubierto en las páginas agresivas de Céline, un autor incómodo para su país no sólo por haber sido colaborador de la Gestapo, sino por la crudeza de su lenguaje y las escenas escalofriantes que suele poner frente a las narices de sus lectores.
No obstante sus convicciones políticas, Céline es uno de los escritores franceses más destacados del siglo XX, ya que recupera el habla popular, las jergas de los grupos marginados y criminales, cuyas voces revitalizan el idioma. Además, contribuyen a su irreverencia otros autores fundamentales como el Marqués de Sade, Charles Baudelaire, Guillaume Apollinaire y Georges Bataille.

 

Para concluir, la novela de Céline, a pesar conducirnos por un mundo de destrucción y muerte, finaliza con una frase optimista que no deberíamos ignorar: “Desde luego, la vida es inmensa. Te pierdes por todas partes”.

 

 

 

FOTO: Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), en una fotografía tomada en 1932, año en que ganó el premio Renaudot por su novela Viaje al final de la noche. Crédito de imagen: Biblioteca Digital de Gallica

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