Rafael Cauduro, el gran maestro

Feb 24 • destacamos, Miradas, principales, Visiones • 1177 Views • No hay comentarios en Rafael Cauduro, el gran maestro

 

Su obra muralista incita a romper los límites y sintetiza la labor del artista plástico frente a conceptos delicados como la justicia, expone el autor

 

POR ALBERTO VITAL
El corrector de Word se alarma con el apellido Cauduro y, entre otras opciones, sugiere Cuadro. (Ese corrector se asusta con cierta facilidad.)

 

Carla Hernández Esquivel juega con el apellido del artista: “Rafael Cauduro, un hueso duro de roer”.

 

Para contextualizar a Cauduro, Juan Rafael Coronel Rivera (hijo y nieto de pintores, nombre el suyo que propone un destino plástico) cita una reflexión de la magnífica Carson McCullers; ella escribió justo en aquel 1950 en que nació el futuro artista: “La expansión de cualquier forma artística está condenada a parecer al principio extraña y torpe. Cualquier cosa que crezca tiene que atravesar por etapas incómodas” (Aquí estubo Cauduro, p. 15).

 

Cauduro amaba la literatura. Seguramente leyó uno de los poemas determinantes del siglo XX: The Waste Land (Tierra yerma, 1922), de T. S. Eliot. El primer verso nos remite al mes en que el maestro vino al mundo: “April is the cruellest month” (“Abril es el mes más cruel”).

 

Rafael Cauduro nació el 18 de abril de 1950. Algo debe tener el 18 de abril para México, pues cinco años exactos después nació Pablo Rulfo.

 

Si le hacemos caso a cierta concepción de la vida —interesante por ser heurística, esto es, causa de ideas refrescantes— diremos que el abril de Rafael Cauduro y de Pablo Rulfo es un mes de fuego desatado, y las artes son caminos para conducir el fuego.

 

Hace unos viernes me ocupé un poco de Rulfo a propósito de la exposición de homenaje a Romualdo García: diálogo entre pintura y fotografía.

 

Hoy me detengo en Rafael Cauduro por tres motivos: porque leo Aquí estubo Cauduro (Trilce Ediciones, 2021), porque se me invitó a una visita guiada por el edificio principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para conocer la impresionante propuesta muralística de Rafael en las escaleras de la esquina sureste de la sede del Poder Judicial y porque las familias Cauduro Alcántara y Appendini Cauduro son, a mi juicio, un modelo de preservación y difusión de la parte que les corresponde del patrimonio artístico del país y del mundo, habiendo tenido en casa a un artista de tal magnitud.

 

El corrector ha vuelto a escandalizarse: convierte “estubo” en “estuvo” y no sabe qué hacer con “Trilce”. Al inicio del libro Deborah Holtz y Juan Carlos Mena nos hacen ver que Cauduro evocaba a Jan van Eyck cuando dejó en el cuadro una huella verbal de sí mismo (p. 5). También nos hacen ver que el volumen es una amplia investigación en torno a la vida y la obra del maestro, heredero de inmigrantes europeos que a fines del siglo XIX vinieron a probar suerte en una Ciudad de México más o menos estable y más o menos floreciente.

 

Laura Appendini Cauduro sintetiza el ir y venir geográfico y económico de las familias que desembocaron en Rafael cuando cuenta cómo la Revolución Mexicana obligó al nonno Víctor, Vittorio, a dejar la agricultura y aprender el oficio de la construcción en inglés por correspondencia, ayudado de un simple diccionario (p. 35). Y allí tenemos un factor que influirá en el hijo, en Rafael, futuro diseñador industrial: la construcción, precisamente. Las artes plásticas contemporáneas pueden nutrirse del oficio de la construcción.

 

En esta época de libros electrónicos, Aquí estubo Cauduro me parece en sí mismo, como objeto, un juego de corrientes y contracorrientes que les hubiera gustado al maestro y a Carla, su pareja colaboradora en muchas piezas: el papel sigue siendo fundamental para la preservación, el conocimiento y la difusión de las artes.

 

¿Cada persona es una encrucijada de fuerzas, de encuentros, de batallas? Al escribir sobre Juan Rulfo pensé en el artista como el centro de un campo magnético y como otro campo: de batalla. Edgar Allan Poe sugirió en Eureka que junto a la ley de la gravedad tenemos las leyes de atracción de las personas como potencias que nos mueven a la manera de dos o más imanes que se acercan y se separan por energías invisibles a simple vista.

 

Rafael Cauduro se encontró con Carla Hernández y con Liliana Pérez Cano, madre de Juliana y Elena, las hijas del maestro, retratadas en uno de los pasajes de esa pieza cúspide que es Clamor por la justicia. Siete crímenes mayores.

 

También se encontró con muchos otros artistas y artesanos y ayudantes y, en Cuernavaca, con el escritor Ricardo Garibay, quien le dedicó una semblanza “precisa” y punzante (p. 69). (Coronel Rivera destaca la importancia del adjetivo precisa, p. 13).

 

Y se encontró con la gente que ha sufrido y sufre por los graves problemas en la impartición de justicia: el “aquí estubo” no es solamente la firma del artista al calce de la monumental sucesión de siete expresiones plasmadas en la “escalera de los ministros” del edificio de la Suprema Corte.

 

También es una síntesis de una manera de concebir el trabajo diario del artista plástico, sobre todo cuando recibió la invitación a pintar sobre la justicia en México: el maestro habló con sobrevivientes de secuestros y otras torturas, con prisioneros, con perseguidos, incluso con granaderos.

 

Y habló con Paola Pineda, quien lo invitó a persistir y a replantearse una de las paredes de la obra para darle más fuerza. (Paola Pineda, como en 1975 la Casa del Lago y en 1981 “los primos Misrashi”, p. 61, contribuyó con su apoyo y su impulso a que el artista siguiera adelante.)

 

Y dejó guiños a la familia consanguínea y a esa otra familia, la de sus asistentes y ayudantes (utilizo estas dos palabras felices, con marca de género incluyente). El nombre de María Teresa Appendini aparece en uno de los legajos de esa pared que retrata la fuente de todas las injusticias mexicanas: la lentitud en la impartición, causa de abandonos y desalientos, de impunidades y cinismos.

 

 

Al alarmarse, el corrector de Word nos ofrece una pista: Cauduro es un salirse-del-Cuadro. El libro habla de la superación de las dos dimensiones, básicas en la historia de la pintura: límite e incitación a romper los límites. Clamor por la justicia incluye terceras dimensiones reales, con “ladrillos” en altorrelieve, y figuradas mediante escorzos y fugas.

 

Estudiantes de Derecho visitan el edificio y ven esta magna obra, prontuario de técnicas pictóricas contemporáneas y de investigaciones que llevaron a Rafael a Alemania, según nos lo explicaron Liliana y Andrea, guía y abogada, durante la visita aquel viernes 16 de febrero.

 

Laura Appendini me comentó que el maestro vio por fin concluido su Clamor por la justicia tras tres años de intensísimo trabajo (el contrato era por un año, y a partir de entonces estaba prevista una multa por cada día de postergación):

 

—Seré juzgado por esta obra.

 

Jugaba con las nociones de juicio y justicia en el máximo ámbito de uno y otra.

 

 

Ojalá… Es decir: Quiéralo Alá… Ojalá un día la justicia en México reciba un juicio tan favorable como lo merece la sorpresiva obra de aquel que un día estubo “aquí” y que estará donde quiera que alguien mire una pieza suya o medite al respecto.

 

La Universidad de Guadalajara inaugurará una exposición de Rafael Cauduro este 21 de marzo.

 

 

 

FOTO: Mural titulado La Historia de la Justicia del artista plástico Rafael Cauduro. Crédito: David Jaramillo /Archivo El Universal

« »