Miguel León-Portilla: una vida, una obra
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Palabras inaugurales en el homenaje a Miguel León-Portilla celebrado en el Museo Nacional de Antropología el 3 de julio de 2019
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POR EDUARDO MATOS MOCTEZUMA
Investigador profundo, escritor prolífico, maestro excepcional, buen amigo y excelente persona, Miguel León-Portilla es la imagen del sabio que recibe y entrega, que absorbe conocimiento y lo regresa en forma de libro, de palabras a través de la cátedra o del consejo que abre puertas a quienes a él se acercan. En el aula como en el cubículo de investigación, Miguel proyecta su conocimiento y sabiduría tanto en los maestros como en las nuevas generaciones de historiadores y humanistas que de esta manera rebasan lo cotidiano para llegar a visiones alentadoras sobre el devenir de la historia.
Hoy se inaugura el homenaje en honor de Miguel León-Portilla en este recinto en donde se encuentra tanto el mundo prehispánico como la presencia del indigenismo actual. Tengo el privilegio de decir estas palabras que no son otra cosa que la admiración que siento por un personaje singular que ha dado a nuestro país mucho de su saber y dedicación. Esta labor ha trascendido al mundo y a los medios académicos que han reconocido en Miguel al historiador y hombre emprendedor que ha luchado por las mejores causas. Prueba de ello son los más de 20 doctorados Honoris Causa que ha recibido de diferentes instituciones nacionales y extranjeras. Su voz se dejó sentir cuando se conmemoraban los 500 años del llamado “descubrimiento de América”, al lograr que este nombre tan arraigado fuera substituido por el de “Encuentro de dos Mundos”. Así, Europa encontraba a América y América encontraba a Europa, haciendo a un lado conceptos eurocentristas que, quizá, trajeron como consecuencia el no alcanzar el Premio “Príncipe de Asturias” para el cual contaba con sobrados méritos. Miguel ha investigado los arcanos de la arqueología mesoamericana y a ella ha aportado ideas substanciales. Ha recurrido a los códices y a las fuentes escritas para buscar y resolver las incógnitas que se presentan. Ha profundizado en la lengua náhuatl y por medio de ella se ha acercado a un mundo que aún está allí vivo, latente. Producto de todo esto son los libros y artículos que el investigador ha escrito con lenguaje claro y convincente. Allí está su Filosofía Náhuatl, que vino a echar por tierra la posición de que toda visión del universo debe ajustarse a los cánones de la Grecia antigua. Acerca de esto decía el padre Ángel María Garibay en el Prólogo de una de las tantas ediciones de la obra de Miguel León-Portilla:
“La mejor prenda de este trabajo es su originalidad. Cuando otros tienen fija la mirada en especulaciones germánicas, griegas, o de cualquiera otra región del mundo del pensamiento, place que haya mexicanos que se ponen a indagar sobre lo mexicano. Eso sí, no son fáciles panfletos, en que en un haz de páginas se tratan los más trascendentales problemas” (Garibay, en León-Portilla, 1983: XXIII)
Nos dio el libro 15 poetas del mundo náhuatl y en 1959 nacía la Revista Estudios de Cultura Náhuatl, en la que han colaborado una enorme cantidad de investigadores que a lo largo de más de 60 años nos han iluminado con sus trabajos sobre el conocimiento del mundo náhuatl. Otro libro que nos dice mucho del saber que tiene Miguel León-Portilla es el que lleva por título México-Tenochtitlan, su espacio y tiempo sagrados. Salió en su primera edición poco después de que se iniciaran las excavaciones del Proyecto Templo Mayor a mi cargo. Para la segunda edición el doctor me solicitó un Prólogo, mismo que llamé “Prólogo a un libro visionario”, ya que en él nuestro autor planteaba aspectos relacionados con el principal edificio mexica y que estudios posteriores comprobarían de manera contundente. Podría agregar muchos otros libros y artículos pero termino este rubro con su Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, en donde da la voz a quienes padecieron los estragos de la conquista. En este sentido, escribí en una ocasión que, al igual que los dominicos Fray Antón de Montesinos lo hiciera en la isla de Santo Domingo en 1519 y el Padre Las Casas a través de sus escritos, Miguel toma la causa indígena tanto en el pasado como en la actualidad. Hace poco escuché a un historiador decir que pensamientos como el que encierra la Visión de los vencidos ya está caduca. Se equivoca rotundamente.
Ya quisiéramos que esas ideas caducas se tradujeran en más de veinte lenguas de otros tantos países, lo que es prueba evidente de su permanencia. A estos jóvenes lo único que podemos recordarles es que, tanto en la disciplina que se ejerza como en la vida misma debe existir la crítica, sí, pero actuar con menos soberbia y mayor modestia. Reiteradamente Miguel ha invocado la presencia en su formación académica de dos figuras señeras: el padre Ángel María Garibay, su maestro de náhuatl y director de su tesis doctoral, y la figura de Don Manuel Gamio, quien pudo aplicar el concepto de los estudios integrales en su investigación de la población del Valle de Teotihuacan y con quien colaboró directamente en el Instituto Indigenista Interamericano. Estos dos grandes de la filología y de la antropología fueron sus mentores y a su sombra se nutrió del pensamiento humanista que llevó al estudioso a penetrar en las esencias del pasado para entender mejor el presente.
En los próximos días habrán de celebrarse mesas de discusión académicas en las que participarán diversos investigadores para analizar las diferentes facetas que tiene nuestro homenajeado y en las que ha incursionado de manera notable. Distintas instituciones han unido esfuerzos para que esta práctica tenga feliz desenlace. Entre ellas, quiero mencionar en primer lugar al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, pues ha sido su casa durante muchos años y a la que dirigió con buen tino. Universitario convencido, Miguel León-Portilla ha dado muchos de sus mejores frutos en el ámbito de esta Casa de Estudios. El Colegio Nacional, al cual pertenece desde su ingreso en 1971 y de la que es hoy decano. La Academia Mexicana de la Historia, de la que forma parte desde 1969 cuando fue elegido como miembro titular y a la que también dirigió con sabiduría; la Academia Mexicana de la Lengua, que recientemente publicó la obra de Bernal Díaz del Castillo Historia verdadera de la conquista de la Nueva España en dos tomos con un espléndido Ensayo Introductorio del doctor León-Portilla acerca del libro universal del conquistador. Aquí, nuestro sabio hace gala de un conocimiento sobre la obra del soldado de Cortés, además de ser un desfacedor de entuertos y aclara, en mucho, los datos concernientes a la misma, entre otros, las investigaciones que en España dieron por resultado localizar el “pedimiento” que vino a constatar la presencia de Bernal como parte de las tropas del capitán extremeño y, por ende, de ser el autor de la obra “de la que un calenturiento escritor ha tratado de negar su paternidad”. Así lo señala León-Portilla:
“Confirmación fehaciente de que Bernal Díaz del Castillo acompañó a Hernán Cortés en su expedición a México la ofrece un documento que por mucho tiempo se desconoció, conservado en el Archivo de Indias. Este documento fue un “pedimiento” realizado en la Villa Rica de la Vera Cruz, con fecha en lunes 20 de junio de 1519”. Más adelante agrega: “El interés de este documento es doble. Por una parte registra las firmas de 314 personas, entre capitanes, soldados y otros más establecidos ya en la Villa Rica de la Vera Cruz. Por otra parte es prueba, según ya lo señalé, de que Bernal Díaz del Castillo se encontraba ya entre los hombres de Hernán Cortés en junio de 1519”(León Portilla, 2014; I:XVII)
Fue precisamente en ese año de 2014 cuando el doctor John Schwaller, de la Universidad de Albany en Nueva York, daba a conocer su libro en el que hacía el estudio pormenorizado de la carta en cuestión. No había duda al respecto. Para finalizar sólo quiero exclamar: ¡Cuánta falta nos hace escuchar la palabra de Miguel León-Portilla en estos momentos de profunda reflexión histórica! Esperamos que pronto se recupere plenamente y que esté, como lo hizo en otras ocasiones, presto a marcar los derroteros con su vasto conocimiento tanto del México antiguo como del México actual.
Con estas palabras Eduardo Matos Moctezuma se despide de su maestro y gran amigo, al enterarse de su muerte
Miguel León Portilla le cantó siempre a la vida: por medio de su Filosofía Náhuatl hizo ver que los pueblos antiguos tenían su propia visión del universo. Por medio de la Visión de los vencidos dio voz a los que se las habían arrebatado. Con su presencia como investigador y docente formó nuevas generaciones de historiadores y antropólogos. Con su presencia de hombre cabal nos dijo: “este es el camino”. Su legado está presente y vivo. Gracias Miguel…
FOTO: Miguel León-Portilla, circa 1965. / Fondo Ricardo Salazar Ahumada- Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México
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