Letras brasileñas en México: El desafío de los traductores

Jun 7 • Conexiones, destacamos, principales • 5665 Views • No hay comentarios en Letras brasileñas en México: El desafío de los traductores

 

ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI

 

Los traductores de literatura brasileña en México cumplen un papel fundamental en la creación de puentes que nos acerquen a la cultura de ese país. Sin embargo, conseguir que se editen sus traducciones no siempre es tarea fácil.

 

Dice María Cristina Hernández Escobar, traductora del narrador brasileño Luiz Ruffato, que lograr que se edite a autores brasileños en México es una situación de dificultad variable; esta aventura “se ha visto impactada por nuestro desconocimiento de lo que se hace en ese país que, como dice el título de un poemario, es mucho más que carnaval y futbol. Enseguida se alega que es por la diferencia de idiomas, pero ¿acaso el inglés no es otra lengua?”.

 

Para Alma Miranda, traductora de los poetas brasileños Haroldo de Campos y Ferreira Gullar, la tarea de hallar editor depende del autor y del género. “Hay nombres que reditúan a sus editoriales, como Paulo Coelho, que sería el caso extremo, a pesar de que en el círculo académico y en el de un público exigente su obra sea blanco de críticas y cuestionamientos. Pero hay otros autores como Rubem Fonseca, cuyo prestigio es innegable y no ha tenido dificultades en ser editado, o Jorge Amado que ha vendido bastante también. Sin limitarnos a la literatura, está el pedagogo Paulo Freire, una garantía de ventas. Para el sector de literatura infantil y juvenil, Ana Maria Machado es también un nombre importante. Lo difícil es hallar editores para autores muertos cuya obra no alcanzó fama en México mientras el autor vivía. Graciliano Ramos sería un ejemplo de esto último. Hace unos años, la tristemente desaparecida Páramo Ediciones rescató Angustia, en la traducción de Cristina Peri Rossi. Hay muchos casos como el de Graciliano. Otro rescate que ha funcionado es la traducción de Luis Zapata de Bom Crioulo, de Adolfo Caminha, una novela del naturalismo que presenta por primera vez la historia de un personaje homosexual, el negro Amaro”.

 

Rodolfo Mata, traductor junto con la brasileña Regina Crespo de la obra de Rubem Fonseca editada por Cal y Arena, afirma que las mejoras a programas que apoyan la traducción, como el del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), y el surgimiento de editoriales pequeñas o independientes, han facilitado las condiciones. “Antes, el Fonca apoyaba la traducción mas no garantizaba la edición. Las traducciones se quedaban en el cajón. Pero el programa se ha ido perfeccionando y ahora te piden una carta compromiso de quien detenta los derechos para que acceda a una coedición apoyada por el Conaculta. Eso ha puesto en circulación a muchos autores”.

 

Mata y Crespo, quienes también han traducido Alguna poesía brasileña. Antología (1963-2007) y Ensayistas brasileños. Literatura, cultura y sociedad, editadas en la colección Poemas y Ensayos por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2009 y 2005, respectivamente, lograron que el Conaculta editara una de sus traducciones de Dalton Trevisan luego de que Cal y Arena se negara a hacerlo. “Cuando le propusimos a Cal y Arena introducir a algunos autores brasileños como Milton Hatoum y Trevisan, nos dijeron: ‘Déjame ver como están las cosas’. Hicieron sus cuentas y resultó que nos les salían las cuentas. Eran riesgos que no querían correr. Finalmente a Trevisan, un autor de minicuentos que tiene más de 90 años, lo publicó el Conaculta, pero no causó un interés sostenido; los medios tienen mucho que ver”, comenta Mata.

 

La labor del Conaculta, coincide Hernández Escobar, “ha sido decisiva no sólo para realizar traducciones, sino también para encaminarlas desde el inicio del proceso a su inserción en el mercado”. La traductora, quien tiene una maestría en literatura comparada, resalta también el interés de la UNAM, “sobre todo a partir de iniciativas como la Cátedra João Guimarães Rosa de literatura brasileña y el seminario de traducción literaria, del mismo nombre, fundados y coordinados por la maestra Valquiria Wey”, y el apoyo de la embajada brasileña a través del Centro Cultural Brasil-México (CCBM), dirigido por Ana Gilka Duarte Carneiro. “En Brasil —añade—, existen instituciones como la Fundação Biblioteca Nacional que otorga becas a proyectos nacionales e internacionales que considere interesantes y novedosos para no sólo promover la literatura, sino el conocimiento de los pueblos a través de su cultura. Y desde hace algunos años está el interés de una editorial nueva, pero muy seria, con una larga experiencia previa como impresores: Elephas”.

 

Aunque Miranda, quien también ha traducido a autores portugueses como Fernando Pessoa y José Saramago, concuerda en que hay interés de las instituciones, considera que éste aumenta a propósito de acontecimientos como el Mundial. “El punto es que el interés no decaiga y eso requiere de planeación y trabajo constante. El Ministerio de Cultura de Brasil tiene un profundo interés en promover a los autores brasileños y no es raro que otorgue apoyos a las editoriales, como ocurrió, por ejemplo, con una novela para jóvenes de Ana Maria Machado que traduje para Ediciones Castillo y que está a punto de llegar a librerías”.

 

Más que por los apoyos institucionales, Regina Crespo apuesta por la voluntad personal de los traductores. “Yo he vivido aquí en México 19 años y creo que una de mis tareas es tratar de difundir de una manera no propagandística sino crítica lo que se hace en Brasil. Las relaciones entre Brasil y los mexicanos son de una normal afectividad y disponibilidad, pero las distancias, sean geográficas o culturales, no son pequeñas. Yo suelo decir que no somos hermanos, sino primos. Esto significa que para que haya un contacto más grande, el puente siempre acaba siendo más personal. Es lo que pasó por ejemplo en nuestra antología de poesía [Alguna poesía brasileña, edición bilingüe]. A lo largo de 15 o 20 años, Rodolfo Mata hizo un trabajo muy meticuloso, exhaustivo, de compra de libros de poesía cada vez que íbamos a Brasil. A partir del análisis de lo que se estaba produciendo, hicimos una especie de mapeo y empezamos a entrar en contacto con los autores. Ahora con internet y con las pequeñas editoriales ese trato está siendo más amplio. Las instituciones son importantes pero no son la única vía, las grandes editoriales son importantes pero tampoco son el único camino. Las pequeñas editoriales cumplen un papel de difusión a nivel más restringido en términos de público, pero realizan esa función de acercamiento introductorio. Por eso hoy nos sorprende ver a veces, aunque no con mucha frecuencia, a algunos autores publicados en español que no sabíamos que ya tenían acceso al mercado por esa vía”.

 

De la poesía al teatro

 

Las opiniones de María Cristina Hernández, Alma Miranda y Rodolfo Mata en relación con el género de la literatura brasileña que resulta más difícil lograr que se edite en México son variadas.

 

La primera explica: “La ensayística suele tener lectores casi cautivos en las humanidades debido a la importancia de críticos como Antônio Candido, Teotônio dos Santos y Sérgio Buarque de Holanda, entre muchos otros. Lo mismo sucede con la narrativa y ni hablar de la poesía. Lo que aún falta es dejar de vernos tan lejanos por la supuesta barrera del idioma y abandonar estereotipos sobre lo que cada pueblo es, y esto se logra —círculo virtuoso— a través del mutuo conocimiento”.

 

Miranda y Mata coinciden en que el teatro es uno de los géneros de la literatura brasileña menos editados en México, pero difieren en su apreciación de lo que ocurre con la poesía.

 

“Sin lugar a dudas —afirma Miranda—, la poesía y el teatro son los géneros que resulta más difícil conseguir que se editen. En el caso de la poesía, lo ideal serían las ediciones bilingües, bien cuidadas. Los editores no deberían de tener miedo de ello”.

 

Mata, quien es doctor en literatura iberoamericana, coincide en que el teatro es uno de los géneros menos difundidos, pero para él ese no es el caso de la poesía. “Un género prácticamente inexistente es el teatro. La obra de Nelson Rodrigues, por ejemplo, que es excelente, no se ha publicado en México. De lo que hay más variedad de traducciones es de poetas, porque la traducción, desde el punto de vista poético, es un desafío y les atrae frecuentemente a los propios poetas. En cambio no te encuentras muy frecuentemente a un narrador que quiera traducir a otro narrador, sino más bien a un traductor literario que quiere traducir a un narrador. De modo que tenemos más variedad de poetas, pero en ediciones más pequeñas y circulaciones más restringidas”.

 

Los pendientes

 

Sin duda, hay una infinidad de autores y de obras de la literatura brasileña que aún no se han traducido en México.

 

“De pronto, platicando con algunos colegas —dice Hernández Escobar— nos damos cuenta de que falta mucho por traducir, particularmente ensayos literarios, sociológicos, históricos y narrativa de varios autores, no sólo de los siglos XX y XXI sino anteriores”.

 

Para Miranda también aún hay mucho por hacer: “desde traducciones mexicanas de los grandes textos brasileños, como Macunaíma, de Mário de Andrade, hasta autores más recientes como Paulo Leminski, Ana Cristina César, Sérgio Sant’Anna o Caio Fernando Abreu, que son más traducidos en España y Argentina, pero que no son tomados en cuenta por los editores mexicanos (además, como Ana Cristina César y Caio Fernando Abreu murieron muy jóvenes, ya no pueden hacer promoción; su traducción representa, además, un rescate)”.

 

“De Joaquim Machado de Assis —dice Mata—, la mayoría de las obras se pueden encontrar, aunque no en el mercado. De Guimarães Rosa no se ha traducido su obra experimental, que es dificilísima, un desafío para un traductor. Traduje una antología del poeta de culto Paulo Leminski, pero Ana Cristina César también merecería ser traducida”.

 

Formación académica y ejercicio profesional

 

En México un traductor de literatura escrita en portugués —explica María Cristina Hernández— puede formarse en la UNAM, a través del CELE (Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras), que no sólo enseña portugués, sino que forma traductores, y de El Colegio de México, a través de su maestría en traducción literaria. Pese a que esa oferta académica existe, no siempre es fácil hacer una carrera profesional como traductor literario en el país. Alma Miranda considera: “de traducción en general, es decir, de traducción no literaria sí es fácil hacer una carrera, pero si quieres vivir sólo de traducir literatura, me temo que no; serán casos excepcionales. Las traducciones del portugués al español se pagan mal, además. Se cree que porque es una lengua muy cercana es más fácil, cuando a veces la cercanía constituye el problema, porque las lenguas se pueden parecer tanto que muchas veces se termina por seguir el orden sintáctico del portugués con palabras en español, lo cual es un error, porque el texto en español pierde el ritmo o no es eufónico. Además, muchas traducciones literarias no se hacen en México, sino en Argentina, donde se traduce muchísimo, o en España. Aún falta para que México sea productor de traducciones que se vendan no sólo en México sino en otros países hispanoahablantes. Tenemos los recursos humanos para hacerlo. Es cuestión de que los editores planeen y se arriesguen”.

 

Miranda considera su experiencia como traductora de literatura escrita en portugués muy variada y enriquecedora. “En términos realistas —dice— me he tenido que ajustar al mercado de trabajo. He traducido de todo: desde la información para un medicamento contra los ácaros en los cerdos hasta literatura”.

 

Hernández Escobar califica a su experiencia como maravillosa. “En este medio he conocido a algunos colegas, y antes que ello, seres humanos extraordinarios, cultos, divertidos y generosos. Por otra parte, ha sido complejo lidiar con la incomprensión de algunos editores y personal administrativo que no suelen entender todo lo que está implícito en una sola página de traducción: años de estudio, pasión, desvelos, inversión de toda clase de recursos, esfuerzo que no siempre es remunerado con justicia. Sin embargo, volviendo al lado ‘luminoso’ está el privilegio de leer de primera mano a autores que han sentado precedentes en la historia intelectual de nuestros países y a veces de platicar con ellos”.

 

Pese a que ha habido editoriales que no se han animado a apostar por algunas de sus traducciones, a Rodolfo Mata y Regina Crespo tampoco les ha ido mal: han traducido y logrado la edición de la mayoría de la obras de Rubem Fonseca, uno de los autores más celebrados de las letras brasileñas contemporáneas.

 

*Fotografía: Regina Crespo y Rodolfo Mata han traducido y logrado la edición de la mayoría de la obras de Rubem Fonseca, uno de los autores más celebrados de las letras brasileñas contemporáneas./ ADRIÁN HERNÁNDEZ, EL UNIVERSAL.

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