Libro visible y libro invisible

Dic 17 • destacamos, principales, Reflexiones • 3848 Views • No hay comentarios en Libro visible y libro invisible

Clásicos y comerciales

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POR CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL

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La Historia mínima del neoliberalismo, uno de los mejores libros mexicanos del 2016, ratifica la solidez intelectual de Fernando Escalante Gonzalbo. Con donaire, exactitud y buena prosa va contando cómo se adueñó del mundo la herejía, a la cual él define como a “la economía política clásica convertida en ideología” originada, a contracorriente del Estado del Bienestar o de las llamadas economías sociales de mercado, tras la depresión de 1929. La supuesta amenaza totalitaria, temida por Hayek en Camino de servidumbre (1944) atrapado entre comunistas y fascistas, fue desmentida pues sólo la socialdemocracia ha logrado algo parecido a esa quimérica conciliación entre liberalismo y socialismo. Contando a los Estados Unidos del New Deal, casi todas las sociedades libres y prosperas del planeta han tenido largos episodios socialdemócratas sólo interrumpidas por alternancias liberales de índole correctiva. (De paso: la desgracia de México, lo ha dicho Roger Bartra, es no haber tenido nunca una verdadera socialdemocracia y creer que el PRI podía ocupar ese espacio).

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Desde la conferencia Lippmann y la Sociedad Mont Pélerin hasta las vísperas de la victoria de Trump, tenemos aquí una noble obra de divulgación donde su autor, sociólogo de formación, pese a su antipatía por el universo-mundo neoliberal, se cuida de juzgarlo a la ligera, confiando en la inteligencia y en la curiosidad del lector con este ensayo histórico. Dicho todo esto asumo mi perplejidad, pues es ese sentimiento, más que el desacuerdo, lo que provocó en mí lectura tan instructiva.

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Estamos ante dos libros, uno escrito y otro no. Ello no quiere decir que Escalante Gonzalbo sea quien deba llevarnos a ese lado oscuro de la luna, que tan sólo barrunta hacia el final. La materia de ese libro no escrito (o que al menos yo no he podido leer) es por qué la izquierda, respaldada por uno de los pensamientos más poderosos (el de Marx, en su asombrosa capacidad de creación y en sus catastróficas consecuencias cuando cayó en manos de los comunistas rusos), fue aplastada por el neoliberalismo, el cual salió casi invicto de la crisis de 2008. No sólo eso. Antes de esta enésima demostración del poder del mercado para sobrevivir al horror pánico, fueron socialdemócratas, es sabido, como Felipe González, Helmut Schmidt, Tony Blair y de mala gana Mitterand y sus melifluos sucesores franceses, quienes han aplicado con mayor eficacia las reformas neoliberales.

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Descarto, como quizá lo haría Escalante Gonzalbo, en ese libro no escrito, lo que algunos ignaros sostienen al culpar a la caída del Muro de Berlín de la “desocialdemocrátización” del mundo. Absolutamente ninguna de las medidas justicieras presumidas por los marxistas-leninistas fue invención suya. Sin la estatización de los medios de producción y del mercado mismo, la socialdemocracia alemana (la hija compasiva al final más de Engels que de Marx), Léon Blum y su Frente Popular de 1936, los laboristas británicos tras la paradójica derrota de Churchill en 1945 y los hipersocialdemócratas escandinavos, inventaron y hasta llevaron a la ruina, según los neoliberales, al Estado del bienestar, para algunos pecado original de Keynes, para otros, una confusión entre su teoría de la circulación del dinero y otra teoría, pseudo keynesiana, de la propiedad estatal. Y no sólo en la izquierda estuvieron los creadores de Sociedad cuya existencia misma la Thatcher negó. Primero estuvo el canciller Bismarck y luego F. D. Rooselvelt.

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Tampoco ayuda mucho a idear ese libro invisible y éste si es un reclamo a Escalante Gonzalbo, decir que el “presentáneo” neoliberalismo, con la eternidad funcional del mercado y su autorregulación, ha venido a sustituir a los dogmas marxistas. Ciertamente, para la gente menuda, una y otra ideología, pueden ser leídas y hasta vividas como una verdad absoluta que sólo cambia de signo. Pero incurre en contradicción la Historia mínima del neoliberalismo cuando afirma que esa doctrina le tiene fobia a la historia y a la historicidad –lo cual es verdad– para luego compararlo con ese culmen de la historicidad que fue el mesiánico marxismo transfigurado en comunismo.

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El mercado se concibe ajeno a la historia y por ello confía en su irrelevancia, mientras no hay una sola idea de origen marxista capaz de subsistir sin el oxígeno histórico. Finalmente, Escalante Gonzalbo sabe, contra lo que dice, que el nuevo “opio de los intelectuales” (Aron), no es el neoliberalismo. No subestimo la energía de las universidades neoliberales y de los think tanks que las proveen, pero, en todo el mundo, la gran mayoría de los intelectuales (y aquellos que revendemos sus ideas, de quienes Hayek adoraba servirse), siguen siendo de izquierda y como tales se han vuelto parte del problema, no de la solución, entretenidos con las minorías y el culturalismo jurídico-antropológico.

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No tiene desperdicio esta Historia mínima del neoliberalismo (El Colegio de México) cuando John Rawles sale trasquilado por haber inventado un modelo aséptico y ahistórico de corte epistemológico neoliberal para combatir a los neoliberales o se denuncia el involuntario neoliberalismo de los Ivan Ilich y sus utopías neoprimitivas: la desmedicalización y la desescolarización. La sarabanda dizque ácrata del 68, privilegiando a la comunidad contra lo estatal, en mucho contribuyó a la tabula rasa neoliberal. Finalmente me gustaría escuchar a Escalante Gonzalbo razonando la majadera descalificación de Popper y sus Enemigos de la sociedad abierta (1945) con la que concluye su libro.

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Es imposible leer esta Historia mínima del neoliberalismo sin la sombra grotesca de Trump y las preguntas que su victoria, ocurrida después de la aparición del libro, plantea y cuya respuesta, me temo, no tardarán en llegar. ¿Es su triunfo la autoliquidación del neoliberalismo o su prolongación por otros medios –donde al fin se separa el mercado de la democracia política como le parecía pertinente a cierto Hayek– siendo su gabinete la mayor concentración de poder militar y gran dinero conocida por la historia? Las palabras de Escalante Gonzalbo sobre la naturaleza antintelectual y populista del neoliberalismo, originadas en Von Mises, resonarán en los oídos de quienes separan, para conservar el tranquilizador antagonismo izquierda/derecha, los populismos de una y otra ralea.

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Dicen que la escaramuza apocalíptica que nos espera, será la final y dependerá de un tuit. Nuestro autor no puede sino finalizar su libro con una voluntariosa apelación –soy yo quien así lo interpreta– a que una vez más la historia nos salve en tanto hazaña de la libertad y de la imaginación. Que así sea. En tanto, le agradezco a Fernando Escalante Gonzalbo el ser de esos polemistas incapaces de dejarme indiferente. Eso es mucho en estos días cuando mis pocas ideas políticas me parecen –aterradoramente– insuficientes para entender el mundo.

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FOTO: Fernando Escalante Gonzalbo, Historia mínima del neoliberalismo, México, El Colmex, 2015. / Especial

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