Lo natural y lo humano

Dic 17 • destacamos, Ficciones, principales • 3393 Views • No hay comentarios en Lo natural y lo humano

POR LUIS E. PINEDA

 

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Llegaron hace dos años o algo así. Todavía vivían Chiquis y La Negra. Monserrat se burla de la creatividad que tuve al nombrarlas: ella esperaba que se llamaran Huitzilopochtli o Mictlantecuhtli (sus perros se llaman Atl, Poktli y Tepostli o algo así). Yo me justificaba ante ella diciendo que era un niño cuando pasó, pero la verdad es que a mí no me da para pensar en nombres sofisticados e intelectualmente impresionantes y, en vez de ponerle Newton, Feyerabend o algo por el estilo, decidí respetar el que Chiquis ya tenía, mientras que a La Negra, la nombré, sin saberlo, como hacían los griegos: valiéndome de alguna característica física. De todas formas ellas nunca se quejaron, me daba la impresión de que les tenía sin cuidado.

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En fin, que llegaron hace dos años y a una la llamo Gato, porque es un gato, y al otro le llamo Chonchito, porque es esponjado y gordo. Al principio, La Negra no los quería y si se acercaban demasiado los atacaba, pero con el tiempo fue cediendo, tanto que Chonchito la desalojó de la caja de cartón en que ella dormía. Parece que ese animal no tiene sentido de la propiedad y poco le importó si la caja tenía dueño. Es más, dudo que conozca ese concepto.

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Tuve que poner dos platos para que los animales comieran porque cuando sólo había uno, Gato y Chonchito no dejaban comer a las que tenían derecho de antigüedad, es que ellos ni tienen educación para respetar a sus mayores ni saben lo que es el respeto, para acabar pronto. El hambre es el hambre y aquí come el más abusado.

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A La Negra le gustaba tirarse a tomar el sol en la pequeña terraza en la que pasaba todo el tiempo y, cuando dejó de maltratar a Chonchito, éste tomó demasiada confianza: corría a su lado para acurrucarse y asolearse juntos. Pese a que le molestaba, La Negra pronto se dio por vencida: lo dejaba estar a su lado. Es que a Chonchito le vale eso de la privacidad y del espacio personal, él busca comodidad a costa de lo que sea.

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Chiquis murió en octubre del año pasado, La Negra en febrero de éste. Cuando estaban en las últimas, les tuve que comprar comida especial, pero ninguna se alcanzó a comer la lata entera. La Negra se comió, gustosa, los residuos de la lata de Chiquis (su mamá); Chonchito, los de La Negra. Y aunque en la familia había tristeza, los animales sobrevivientes estaban muy campantes disfrutando los beneficios de ser los únicos en la casa (por no mencionar la muerte de mi padre, en enero, quien les causaba terror amagando darles un bastonazo).

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Gato se va por ahí todos los días, Chonchito se queda más tiempo en casa. A veces le grito cosas como “holgazán”, “bueno para nada”, “inútil” y otros adjetivos por el estilo. Cuando me hace caso, voltea a verme con tanta indiferencia que es como si no hubiera pasado nada o sólo mueve las orejas y se queda echado. Por eso no necesita decirme que le importan un pepino mis comentarios.

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No sé porqué estaba tan angustiado con el asunto del dólar hace unos días –si yo no tengo dólares o deudas en esa moneda– con los precios del petróleo, con la deuda pública, con el recorte al gasto –si no soy contratista del gobierno– y todas las situaciones que saltaban en el aspecto económico, señal de que a este país se lo está llevando la fregada. Necesitaba espabilarme un poco. Salí a la terraza y ahí estaba Chonchito, echado en el piso cuan largo es, tomando el sol. Sí, como gato panza arriba. Le importaba un carajo si la bolsa subía o bajaba, si el dólar se cotizaba en veinte o en cincuenta pesos, si en las encuestas ganaba Hillary o Trump. Casi veía una especie de peludo Terencio felino pensando: “Gato soy, todo lo humano me es ajeno”.

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Me acordaba de Chiquis y La Negra, de cómo llegaron Gato y Chonchito, y notaba sus comportamientos porque ahora resulta que hay quienes alegan por la naturalidad del ser humano en la forma en que hace cosas como formar familias o casarse. ¿Qué hay de natural en eso? Yo nunca he visto a los gatos preocuparse por esas cosas.

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Parece ser que la naturaleza del ser humano es alejarse de ser natural, al grado que es risible pensar que queda algo de natural en él, aparte de algunos procesos fisiológicos (e incluso éstos son modificados; por ejemplo, mientras yo duermo en una cama, a Chonchito el piso le viene de maravilla para hacerlo, aunque no despreciaría un mullido sillón o una cama para entregarse al reposo). La sociedad, la economía, la política, el dinero, son artificios del hombre. También lo son la familia, el matrimonio y las religiones.

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Miren que la creación de ideas tan complejas como la de un dios requiere un gran esfuerzo intelectual. Y cualquier idea de este orden, proveniente del método artificial del que hablaba Schopenhauer, es tan natural como las modelos de los grandes festivales de la moda o las conductoras de la televisión mexicana.

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Ilustración: Rosario Lucas

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