La literatura afroamericana también importa

Sep 19 • Conexiones, destacamos, principales • 3808 Views • No hay comentarios en La literatura afroamericana también importa

 

En medio del nuevo movimiento antirracista que se extiende de Estados Unidos al mundo, los autores de color están denunciando que incluso hoy les pagan menos que a los blancos. Es una historia larga y llena de omisiones, en que se cruza arte y política, y la integran nombres como James Baldwin, Toni Morrison y Colson Whitehead

 

POR ROBERTO CAREAGA C.

El Mercurio/GDA
El libro es de hace dos años y ya había tenido su momento, pero en un par de días se convirtió en uno de los más vendidos de Estados Unidos: se llama Así que quieres hablar de raza y es una suerte de guía para conversar sobre el incombustible racismo estadounidense. Lo firma Ijeoma Oluo, una escritora afroamericana que en medio del nuevo movimiento antirracista se volvió requerida por los lectores. No sólo la buscan a ella, sino que tras la ola de protestas que desató el asesinato de George Floyd, los libros de historia sobre el tema, crónicas o testimonios, todos de autores de color regresaron para apoderarse del ranking de los más vendidos de no ficción. Más aun, la novela más requerida en esas semanas según The New York Times fue The Vanishing Half, de Brit Bennett, la historia de unas hermanas gemelas que nacen en un pueblo de Louisiana en el que sus habitantes tienen la piel de un color ligeramente negro, pero que se “niegan a ser tratadas como negros”. Las hermanas escapan: una decide vivir como afroamericana y la otra, como blanca.

 

 

Publicada a inicios de junio, The Vanishing Half no es exactamente la novela de una activista política, sino la de una escritora —afroamericana, por cierto— que se mueve en las grandes ligas comerciales. Sin embargo, la historia de racismo, injusticias culturales y feminismo que Brit Bennett relata en el libro empezó a situarla en la tradición de la narrativa afroamericana de Estados Unidos: en una elogiosa crítica, el diario de The Wall Street Journal puso a Bennett en la línea de James Baldwin y Toni Morrison, con seguridad las voces literarias de color más célebres e influyentes de los últimos 70 años en la cultura estadounidense. Dos figuras marcadas por la lucha de los derechos civiles de los 60, pero enraizadas en una historia mayor, casi siempre silenciada.

 

 

Tradición y presente
El cálculo es sencillo: en la literatura del siglo XX norteamericano brillan los Hemingway, los Fitzgerald, los Faulkner, los Roth, casi puros hombres blancos. Como en todas las áreas, la mirada afroamericana ha tenido escasísima representación y casi siempre sus autores hicieron del racismo el tema central de su obra: en 1940, Richard Wright (1908-1960) se impuso como escritor de renombre con Native Son, la novela sobre un joven negro marcado por la pobreza y el crimen, pero sobre todo por una sociedad que lo dejó fuera. Una década después, Ralph Ellison publicó Invisible Man, que también era un retrato sobre un hombre negro y las injusticias a las que estaba expuesto sólo por su color de piel.

 

 

“Soy un hombre invisible. No, no soy un fantasma como los que perseguían a Edgar Allan Poe; ni soy uno de tus ectoplasmas de películas de Hollywood. Soy un hombre de sustancia, de carne y hueso, fibra y líquidos, e incluso podría decirse que poseo una mente. Soy invisible, entiendo, simplemente porque la gente se niega a verme”, empezaba Ellison en Invisible Man, una novela tan emblemática como Native Son. Son libros muy distintos, pero comparten un aliento de denuncia que permanece vivo: hace un mes, el escritor afroamericano Colson Whitehead (1969) ganó su segundo premio Pulitzer por Los chicos de la Nickel, una novela que escribió directamente inspirado por la violencia contra los jóvenes de color.

 

 

“En términos de racismo institucional, segregación y la manera de aplicar la ley desde los blancos hacia los negros, se puede decir que lo que era cierto en 1850 es cierto ahora”, decía Whitehead el año pasado justo antes de publicar Los chicos de la Nickel, la historia de dos adolescentes negros que terminan en un internado en Florida —inspirado en uno real— donde son maltratados física y mentalmente por años. Whitehead se refería a esa novela, pero podría haber pronunciado palabras muy similares hoy, en medio de la ola de protestas que remecen a Estados Unidos por el asesinato de George Floyd, el 25 de mayo pasado, en un control policial. Desde el día de los hechos, su cuenta de Twitter la ha dedicado íntegramente al movimiento que avanza con el lema “Black Lives Matter”.

 

 

El primer Pulitzer que ganó Whitehead fue por su novela anterior, El ferrocarril subterráneo (Literatura Random House, 2018), en la que cruzaba historias reales, leyendas y fantasía para relatar un complejo sistema de escape de los esclavos negros, a fines del siglo XIX. Es un relato dominado por la crueldad, pero también por la esperanza y, según Whitehead, fue un eco del momento de su país. “El cambio de marcha de Obama a Trump fue bastante repentino. Soy un gran adicto a las noticias y cuando comencé a escribir el libro en la primavera de 2017 me horroricé: la prohibición de viajes a musulmanes, el despido del jefe del FBI y los crímenes de odio en aumento. No sabía qué hacer con eso. Creo que hay una parte de mí que tiene la esperanza de que la raza humana, Estados Unidos, se esté moviendo hacia una mejor versión, pero la realidad muestra que tenemos policías racistas disparando a los niños”, explicó el autor.

 

 

Uno de los personajes de Los chicos de la Nickel, ambientada en los 60, es un joven totalmente absorbido por el movimiento de derechos civiles y admira a Martin Luther King. Entre sus lecturas, resaltan los libros y artículos de James Baldwin (1924-1987), quien por esos años emergió como uno de los intelectuales y artistas más influyentes del antirracismo. “Ser un negro en este país y ser relativamente consciente es estar en una rabia casi todo el tiempo”, decía Baldwin, que hace cuatro años tuvo un renacimiento a través del documental I am not your negro, de Raoul Peck, realizado en torno a un manuscrito incompleto de Baldwin en el que relata la relación de amistad que mantuvo con los líderes políticos Medgar Evers, Malcom X y Martin Luther King.

 

 

Baldwin, la figura
El documental habla de años legendarios y dramáticos. Decisivos para los derechos civiles, pero trágicos: esos tres líderes fueron asesinados. Las imágenes muestran a Baldwin entre ellos, como un intelectual comprometido que da discursos en televisión y universidades. Baldwin, nacido en 1924 en Harlem, estuvo años viviendo en París y volvió a fines de los 50 para sumarse al movimiento. El escritor ha quedado algo escondido en el activista, pero Baldwin efectivamente hizo de su escritura una lucha cultural: los ensayos de Notes of a Native Son (1995) son piezas biográficas sobre el racismo, como también ajustes de cuentas contra un país que desde la infancia les enseñó que los blancos eran los protagónicos y los afroamericanos como él, los antagonistas. Dispara contra la película Lo que el viento de se llevó, pero también contra su maestro, el escritor Richard Wright.

 

 

Como escritor también brilló en novelas como El blues de Beale Street (1974), que el año pasado fue reeditada en español por Literatura Random House y que narra la historia de una pareja afroamericana que es perseguida por sistemas policiales y judiciales racistas. “Es una historia conmovedora y dolorosa. Es tan vívidamente humana y está tan evidentemente basada en la propia realidad que nos parece atemporal; un arte que no tiene la mínima necesidad de trucos estéticos”, escribió sobre la novela Joyce Carol Oates, en el momento en que se publicó.

 

 

Probablemente era El blues de Beale Street el libro que por esos años quería publicarle a Baldwin la también escritora Toni Morrison, quien trabajaba de editora de Penguin. Morrison, que empezó a publicar sus propios libros en 1970 sin mucho ruido, antes de lanzarse como narradora central de la experiencia afroamericana buscaba a los autores que lo fueran: ella fue la que convenció a la activista Angela Davis de escribir sus memorias, en 1974, y un año después publicó las del boxeador Muhammad Ali. “Sentía una responsabilidad por mostrar a escritores afroamericanos que de otra manera no se publicarían o no se publicarían bien”, contó una vez Morrison, recordando el movimiento de los derechos civiles: “Publicaré estas voces en lugar de marchar”, se planteó la autora.

 

 

Lo que pagan las editoriales
“No me interesa tanto la tradición de la literatura americana como la afroamericana. Es más rica, tiene fuentes más complejas, proviene de algo que está más cerca del borde, es mucho más moderno. Tiene un futuro humano”, decía Morrison a inicios en 1993 a la revista The Paris Review cuando ya había ganado el Premio Nobel de Literatura, instalándose como todo un símbolo: era la primera mujer de color en ganarlo. Su obra siempre estuvo completamente ligada a la historia afroamericana: su novela más célebre, Beloved (1987), está basada libremente en la historia real de Margaret Garner, una esclava de fines del siglo XIX que prefirió matar a su hija, una niña de dos años, a que tuviera que repetir su vida de sufrimiento.

 

 

Al ser publicado, Beloved recibió críticas unánimes y se transformó en un best seller internacional. Y sin embargo, también fue la punta de lanza para un remezón cultural: estando finalista en el National Book Award, 47 escritores negros firmaron una carta pidiendo que se lo entregaran desatando una discusión sobre la atención que tenían los autores de color. No los escucharon, pero al poco tiempo Morrison se quedó con el Premio Pulitzer por el libro. Había un largo eco en la solicitud: en la larga escritura afroamericana en Estados Unidos sobresalen nombres como Maya Angelou, una activista que también fue una figura pública y popular; pero autoras como Octavia Butler, una narradora de ciencia ficción, recién ahora están siendo bien conocidas en el mundo.

 

 

En los últimos años, mientras Colson Whitehead se empina como una figura, y la narradora de origen jamaicano Jamaica Kincaid se impone como una autora de referencia, novelistas como Paul Beatty o Marlon James ganan el Premio Booker y expanden las fronteras. En cualquier caso, el camino de la igualdad tiene muchos desvíos y paradas: en medio del nuevo movimiento antirracista, más allá de las protestas callejeras y las exigencias por un cambio a la policía, en Twitter escritores afroamericanos lanzaron el hashtag #PublishingPaidMe (que se puede traducir como “la editorial me pagó”) y empezaron a revelar las altas diferencias de adelantos que recibían de las editoriales para escribir sus libros en relación con los escritores blancos. Invariablemente, era menos.

 

FOTO: Toni Morrison, autora de Beloved (1987) y Jazz (1992), fue acreedora del Premio Nobel de Literatura en 1993.  /Michael Lionstar/AP

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