Los chicos sí lloran: el futbol americano en el cine

Feb 1 • destacamos, principales, Reflexiones • 9437 Views • No hay comentarios en Los chicos sí lloran: el futbol americano en el cine

Una guía para entender la manera en la que el futbol americano ha sido representado en la pantalla grande

POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA

 

En contraposición con los rituales primitivos que solemos observar por televisión cada año que se celebra el Super Bowl (tipos desnudos en climas bajo cero que bailan como si nada en las gradas, multitudes intoxicadas por miles de litros de cerveza, sicóticos con rostros cubiertos por pintura de guerra, etcétera), ver una película relacionada con el futbol americano es la más de las veces una experiencia azucarada y superficial. Las cintas sobre el juego son casi el equivalente masculino de una “chick flick”, con la salvedad de que aquí no hay sexo ni romance, sólo sudor, amistad y lágrimas.

 

Va una explicación. El término “chick flick” fue acuñado para referirse a melodramas cuyas temáticas románticas y cursis estaban diseñadas para atraer a un público femenino obnubilado por el pensamiento rosa (adolescentes, amas de casa, señoras de la tercera edad). Al estar basadas en el estereotipo y la abstracción genérica, el grueso de la crítica considera a las “chick flicks” como algo vulgar y barato, si bien los más avispados aceptan que existen diamantes entre tantas toneladas de basura. Lo mismo sucede con las cintas que giran en torno al futbol americano. La amplia mayoría son melodramas lacrimógenos que enaltecen el trabajo en equipo, el honor, el espíritu americano y la importancia de no darse por vencido. Para el ojo escéptico, filmes como Brian’s Song, Rudy, Lucas o Duelo de titanes (Remember the Titans) pueden parecer merengues irredimibles. Para el aficionado al futbol, en cambio, son cartas de amor que puede leer en voz alta sin temor a ser ridiculizado por sus amigos; pretextos para compartir el pañuelo desechable con la novia y discutir sobre “la vida” con sus padres y maestros. En ese sentido, si bien eminentemente masculinos, estos melodramas son perfectos para ver con los amigos y la familia, como el Super Bowl. He ahí el atractivo, he ahí la repulsión.

 

A continuación, cinco películas claves para entender la manera en que el futbol americano ha sido representado en la pantalla grande. Advertencia: con la excepción de Big Fan, una comedia negrísima, todas son abundantes en mocos y lloriqueos:

 

1) Brian’s Song (1971). Pensada originalmente para la televisión, la cinta narra la historia de Brian Piccolo (James Caan, blanco y ocurrente) y Gale Sayers (Billy Dee Williams, negro e introvertido), jugadores estrellas de los Osos de Chicago en los años sesenta. Desde el comienzo sabemos que estamos frente a un culebrón colosal. “Ernest Hemingway escribió que toda historia verdadera termina en muerte, y bueno, ésta es una historia verdadera”, nos advierte apenas inicia el relato el entrenador Jack Warden, interpretado por George Halas. Tras un periodo de rivalidad (ambos competían en un inicio por la misma posición), Piccolo y Sayers forman una amistad inquebrantable. En consecuencia, Warden, un coach con corazón de oro, los selecciona para ser los primeros atletas de diferente color en compartir un dormitorio durante una gira de preparación en varios estados del Sur de la Unión Americana. Cuando Sayers se lesiona y su carrera parece encaminarse a un final abrupto, Piccolo lo ayuda a recuperarse con una dosis diaria de ejercicio, chistes y arengas motivacionales. Una vez que Sayers está rehabilitado, Piccolo empieza a bajar su rendimiento. Warden no tiene otra opción más que retirarlo de la alineación principal. Piccolo, revelan los análisis, padece cáncer. Ahora es el turno de Sayers de cuidar a su amigo. La meta no será regresar a la NFL, sino mantenerlo con vida. Varias cajas de Kleenex después, el cuento finaliza con Warden diciéndonos que la grandeza de Brian no está en cómo murió, sino en cómo enfrentó su vida. Dirigida con sencillez por Buzz Kulik, Brian’s Song resume todos los tropos del melodrama futbolero.

2) Rudy (1993). Esta película de David Anspaugh podría exhibirse en una doble función con Babe, el puerquito valiente (Miller, 1995). Babe es un cerdito que aprende las habilidades de un perro ovejero con el fin de evitar que sus amos lo cocinen en las fiestas decembrinas. Todos los animales le señalan que es un cerdo, y no un canino, pero a Babe no le importa y se integra a la familia de perros que cuida la granja. Al final, el puerco es reconocido por su dueño y el resto de los animales al ganar un concurso que lo enfrenta a la crème de la crème de los perros ovejeros. La historia de Rudy es casi idéntica. Pese a su estatura corta (1.68 metros) y potencial atlético limitado, Daniel Rudy Ruettiger sueña con jugar futbol americano para la Universidad de Notre Dame. Todos le dicen que es imposible: maestros, familiares, amigos, novia. Pero Rudy lo intenta una y otra vez hasta que logra portar el uniforme, así sea por un instante. La diferencia entre Babe y Rudy es que el cerdito cuenta con talento; Rudy, en cambio, sólo es una especie de saco de golpeo cuyo mérito es no quebrarse. Contada en un tono diferente, Rudy podría ser un thriller sobre un sociópata obsesionado con pertenecer a un equipo de futbol, y no una obra inspiradora sobre el espíritu humano. La Universidad de Notre Dame desdobla una doble carga simbólica. Primero, es el equipo que entrenó el mítico coach Knute Rockne en los años veinte. La leyenda cuenta que el jugador George Gipp, El Gipper, le pidió antes de morir de una infección de la garganta al coach Rockne que cuando Notre Dame estuviera en problemas, lo recordaran y ganaran el partido en su honor. La anécdota es uno de los recursos retóricos más utilizados para inspirar equipos en Estados Unidos. Dos, Ronald Reagan interpretó a El Gipper en la cinta Knute Rockne: All American (1940). La manera en la que se mezclan ambas iconografías —la deportiva y la política— revela la importancia que tiene el futbol americano en la psique estadounidense. En 1988, en el marco de la convención republicana, el entonces presidente Reagan le dijo a su vicepresidente George Bush: “Hey, George, ¡gana uno para El Gipper!”. Y como todos sabemos, George ganó.

 

3) Un domingo cualquiera (Any Given Sunday, 1999). La importancia de este trabajo de Oliver Stone radica en que intenta capturar estéticamente la brutalidad del juego: barridos de cámara, cortes rapidísimos, abundante cámara en mano, saturaciones de color, en fin. El resultado se pasea entre lo sublime y lo ridículo. La película está repleta de lugares comunes y de desplantes primitivos de Stone (¡ese indio bailando en las gradas!), pero también conecta pasajes afortunados, como el famoso discurso de las pulgadas de Al Pacino antes del juego final. La excentricidad desaforada de Un domingo cualquiera la torna en un placer culposo. Si bien tuvo un mediocre desempeño en taquilla, la película generó ruido por dizque mostrar algunos vicios característicos de la NFL (drogas de rendimiento, explotación de jugadores, culto al estrellismo, etcétera). Amén de la “brutalidad” de algunas escenas, esta cinta de Stone no está lejos de la cursilería de cualquier melodrama deportivo. El final es delirantemente feliz. Con la posible excepción de Jerry Maguire (donde el futbol americano juega un papel más bien incidental), quizá sea la cinta reciente más popular relacionada con el juego.

 

4) Friday Night Lights (2004). Basada en el libro Friday Night Lights: A Town, a Team and a Dream, de H. G. Bissinger, esta cinta de Peter Berg narra la historia real de los Odessa Permian Panthers por ganar el campeonato estatal de Texas en 1988. Si bien existe el antecedente de All the Right Moves (Chapman, 83), protagonizada por un entonces desconocido Tom Cruise, pocas cintas se han aventurado a describir la intrincada red de intereses que ejerce el futbol americano sobre todos los aspectos de la vida rural estadounidense. Los chicos de Odessa saben que casi ninguno cuenta con una oportunidad real de construir una vida más allá de la presión constante que ejercen sobre ellos las expectativas de los adultos. Saben, también, que una vez fuera de la preparatoria las posibilidades de ir a la universidad son escasas y su futuro laboral se reducirá a trabajar en una fábrica o en la granja de sus padres. La única opción de triunfo vital estriba en ganar el campeonato mientras son adolescentes. Después de eso, como bien apunta un personaje, todo serán “recuerdos y bebés”. Pese a su claro espíritu crítico, el filme de Berg no niega la gloria del juego; al contrario, la eleva a niveles casi espirituales. La música postrock de Explosions in the Sky y una fotografía que yuxtapone cámara en mano con bucólicos planos abiertos captura la carga onírica de la victoria, así como el ideal de perfección como sinónimo de hermandad, honestidad y coraje. Años más tarde, Friday Night Lights se convertiría en la base para la serie de televisión del mismo nombre.

 

5) Big Fan (2009). Paul Aufiero (Patton Oswalt) es un súper fan de The New York Giants, en especial de su mariscal de campo, Quantrell Bishop. Tras encontrar fortuitamente a Bishop en una gasolinera, Paul y su amigo Sal lo siguen a una casa donde compra drogas, primero, y a un table dance donde le piden su autógrafo, después. Confundido por los narcóticos, Bishop cree que lo quieren extorsionar y golpea salvajemente a Paul, quien se enfrenta a la disyuntiva de demandar a su héroe por varios millones de dólares o guardar silencio y permitir que su equipo favorito avance en la temporada. Big Fan, de Robert Siegel, es un retrato agudo de la enajenación del estilo de vida alienado del perdedor que va a “buscar todos los domingos la victoria que no encuentra durante toda la semana”. Oswalt sorprende con una actuación tétrica a años luz de sus rutinas de comedia. Una película reminiscente del Nueva York acre de Abel Ferrara (Bad Lieutenant) y digna heredera de El rey de la comedia, de Martin Scorsese.

 

*Fotografía: “Brian’s Song” narra la historia de Brian Piccolo (James Caan) y Gale Sayers (Billy Dee Williams), jugadores estrellas de los Osos de Chicago en los años sesenta/ESPECIAL

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